QUANTA CURA
CARTA BREVE
DEL SUMO PONTÍFICE
BENEDICTO XIV
A los Venerables Hermanos Patriarcas, Primados, Metropolitanos, Arzobispos y a todos los Obispos que tienen paz y comunión con la Sede Apostólica
Venerables Hermanos, salud y Bendición Apostólica.
Entre quienes profesan la Fe Católica, no hay nadie que ignore cuán necesaria es la diligencia no solo para que el Sacrosanto Sacrificio de la Misa sea celebrado con toda la veneración y culto propios de la Religión, sino también para que la dignidad de tan alto Sacrificio quede libre de ocasiones de lucro de cualquier tipo, de contratos y de aquellas inoportunas e indebidas solicitudes de limosnas (que son más bien extorsiones) y otras cosas similares que no están lejos de la ignominiosa simonía, o al menos de un indigno afán de lucro.
1. En verdad, no sin gran dolor de Nuestro corazón, hemos sabido que la avaricia –que es servidumbre a los ídolos– ha progresado hasta tal punto que algunos, tanto entre los eclesiásticos como entre los laicos, acumulan para la celebración de las Misas tanto las limosnas como los estipendios previstos por las costumbres locales o las disposiciones de los Sínodos Diocesanos como ayuda para el sustento de cada sacerdote. Más aún, buscan que las Misas sean celebradas en otros lugares cuando las limosnas o los estipendios son menores, según la costumbre o la ley sinodal, que aquellos que se ofrecen donde ellos los reciben.
2. Cuánto se opone esto a la voluntad, ya sea expresa o tácita, de los devotos oferentes, todos lo comprenden fácilmente. En efecto, nadie desea que las Misas sean celebradas en otra Iglesia desconocida, sino en aquella a la que, movido por la religión y la piedad, lleva sus limosnas, o en la que, por casualidad, fue sepultado alguno de los suyos. Este hecho, al ser inducido casi a un comercio por un vergonzoso afán de lucro, no solo no está exento del pecado y la culpa de avaricia, sino tampoco del delito de hurto, con lo cual se contrae la obligación de restitución. Como consecuencia, muchas personas de buena fe, al conocer este comercio, se indignan profundamente y se abstienen de ofrecer más limosnas para celebrar Misas.
3. Los Romanos Pontífices, Nuestros Predecesores, deplorando este execrable abuso que se iba infiltrando poco a poco, quisieron que, mediante disposiciones tanto de la Congregación de Cardenales de la Santa Iglesia Romana de la Inquisición Universal contra las Malvadas Herejías como de la Congregación de Cardenales Intérpretes del Concilio de Trento, se prescribiera que ningún sacerdote, habiendo recibido de alguien un estipendio o limosna abundante por la celebración de una Misa, pudiera entregar a otro sacerdote, encargado de celebrar dicha Misa, un estipendio o limosna de menor cuantía, aunque lo declarara y obtuviera el consentimiento del sacerdote celebrante.
4. Por tanto, os rogamos y exhortamos encarecidamente en nombre del Señor, Venerables Hermanos llamados a compartir el Ministerio Apostólico y Nuestro esfuerzo, que vigiléis con incansable cuidado a vuestro rebaño, para que esta infección no se extienda más, sino que sea completamente erradicada. En efecto, de la avaricia brotan todos los males, como de una raíz; algunos, practicándola, se apartaron de la Fe y se hundieron en muchas aflicciones. Sin duda, no hay contagio que más corrompa y arranque de raíz la opinión universalmente aceptada acerca de la perfecta dignidad sacerdotal. La avaricia, al enseñar a anteponer las riquezas a Dios y servir a Mammón, hace que los avaros no tengan herencia en el reino de Cristo y de Dios.
Esforzaos, pues, Venerables Hermanos, encargados del cuidado de las ovejas de Cristo, no solo en preceder a todos con la palabra y el ejemplo, sino en ser en todo lugar el buen aroma de Cristo, para que los pueblos sigan vuestros pasos. Además, apartando primero a los eclesiásticos, y luego a los laicos, de los pastos contaminados por los vicios, enseñadles a correr hacia el Redil Celestial siguiendo el camino de los preceptos de Dios.
5. Asimismo, puesto que se obedece más fácilmente por temor al castigo presente que por advertencias saludables, notificad a todos, mediante un Edicto que publiquéis y afiancéis en vuestras diócesis, que cualquiera que, para celebrar Misas, haya recibido limosnas o estipendios superiores a las costumbres locales o a las disposiciones sinodales, y, reteniendo para sí una parte de esas limosnas o estipendios, haya hecho celebrar las Misas en el mismo lugar o en otro donde los estipendios o limosnas sean menores, ya sea laico o clérigo secular, incurra en excomunión, además de otras penas que estiméis oportuno imponer. Si se trata de un clérigo o sacerdote, incurrirá ipso facto en suspensión, y nadie podrá ser absuelto de dichas sanciones sino por Nos o por el Romano Pontífice en funciones, salvo en peligro de muerte.
Confiamos en el Señor para que cada uno, consciente de su estado, cuide de su alma y no desprecie estas leyes y censuras eclesiásticas tan saludables.
Mientras tanto, a Vuestras Fraternidades impartimos con mucho afecto la Bendición Apostólica, que ha de redundar también en beneficio de los pueblos confiados a vuestro cuidado.
6. Además, queremos que a las copias o ejemplares de esta carta, incluso impresas, firmadas por algún notario público y selladas por alguna personalidad con cargo eclesiástico, se les otorgue la misma autoridad, tanto en juicio como fuera de él, que si se presentara o exhibiera esta misma.
Dado en Roma, en Santa María la Mayor, bajo el anillo del Pescador, el 30 de junio de 1741, en el primer año de Nuestro Pontificado.
BENEDICTO XIV