QUOD PROVINCIALE


CARTA ENCÍCLICA

DEL SUMO PONTÍFICE

BENEDICTO XIV

A los Venerables Hermanos Arzobispos y Obispos, y a los Amados Hijos Párrocos y Misioneros de la Provincia de Albania

Venerables Hermanos, Amados Hijos, salud y Bendición Apostólica:

El Concilio Provincial de vuestra Provincia de Albania, Venerables Hermanos, Amados Hijos, celebrado en el año 1703 bajo el Papa Clemente XI, de feliz memoria, nuestro Predecesor, estableció santamente, entre otras cosas, en el canon tercero, que en el Bautismo no se impusieran nombres turcos o mahometanos ni a los niños ni a los adultos, y que los cristianos no tolerasen ser llamados con nombres turcos o mahometanos que nunca les habían sido impuestos, ya fuera por exención de tributos, inmunidad, facilidades para comerciar libremente o para evitar penas.

Recomendando Nosotros también lo mismo, lo confirmamos y ordenamos que se observe en nuestra Carta Encíclica que comienza con las palabras Inter omnigenas, publicada para el Reino de Serbia y regiones vecinas, sobre diversos puntos de religión y disciplina, el día 11 de febrero de 1744, en el cuarto año de nuestro Pontificado. [En realidad, como consta en el Bullarium, la fecha es 2 de febrero de 1744].

Lo establecido con sabiduría y religiosidad por vuestros Predecesores fue verdaderamente providencial y saludable, un ejemplo luminoso de la fe católica y de vuestra sincera piedad cristiana, digno de ser señalado como ejemplo para los demás y prescrito por Nosotros para que sea rigurosamente observado, en mayor gloria y prestigio de vuestra Provincia y para la mayor utilidad de alcanzar la salvación eterna de las almas. Tanto es así que, si por casualidad llegara a ser descuidado, redundaría en mayor deshonra para vuestra misma Provincia y en un daño evidente para las almas.

1. Nosotros, que en la mencionada Carta nuestra declaramos tal abuso como una vergonzosa ocultación de la fe cristiana, semejante a la infidelidad, hemos sabido, con el mayor dolor de nuestro ánimo Pontifical, que muchísimos de esa Provincia, desatendiendo el pensamiento de la salvación eterna, continúan usando los mismos nombres turcos o mahometanos, no solo para ser considerados inmunes y libres de los tributos y cargas impuestos a los cristianos, sino también con el propósito de que no se crea que ellos mismos o sus parientes han apostatado de la religión mahometana, y para evitar así las penas infligidas en tales casos.

Sin embargo, todas estas cosas, aunque se conserve la fe de Cristo en el corazón, no pueden hacerse sin simular los errores de Mahoma, lo cual es contrario a la sinceridad cristiana. Esta simulación implica una mentira en un asunto gravísimo y constituye una negación virtual de la fe, con una grandísima ofensa a Dios y escándalo al prójimo, además de ofrecer a los propios turcos la ocasión propicia para considerar a todos los cristianos como hipócritas y engañadores, merecedores por derecho de persecución.

2. Aumenta aún más nuestro desagrado y dolor el hecho de que algunos de vosotros mismos, Venerables Hermanos, y también algunos de vosotros, Amados Hijos Párrocos y Misioneros, no solo no han prestado atención a esta simulación tan perversa y detestable, sino que incluso han sido cómplices, movidos por motivos que no son suficientes para excusar el pecado. Sin ningún escrúpulo de conciencia y con pública ofensa a los buenos cristianos, han admitido a la participación de los sacramentos a aquellos fieles que adoptan dichos nombres turcos o mahometanos y procuran ser llamados así.

3. En consecuencia, Nosotros, que estamos obligados (por la solicitud de todas las Iglesias impuesta a Nos y por la suprema supervisión del Sacrosanto Apostolado) a reconducir a todos los cristianos al camino de la salvación y presentarlos a Dios puros, sinceros, procediendo en espíritu y verdad y sin mancha, tras haber consultado sobre este tema a nuestros Venerables Hermanos los Cardenales de la Santa Iglesia Romana, Inquisidores Generales contra la Malicia Herética, con su consejo renovamos en primer lugar el laudable canon del Concilio Albanés de vuestra Provincia.

Con nuestra autoridad Apostólica, mediante esta presente Carta, lo confirmamos y ordenamos que sea rigurosamente observado. Con la misma autoridad y en los mismos términos, extendemos a vuestra Provincia los decretos de nuestra mencionada Carta, y mandamos que sean igualmente observados. Por tanto, prohibimos estrictamente que cualquier cristiano, bajo cualquier motivo o pretexto o en cualquier circunstancia imaginable, se atreva a adoptar los mismos nombres turcos o mahometanos para hacerse pasar por mahometano.

4. Además, Venerables Hermanos, Amados Hijos, os rogamos y exhortamos en el Señor a que, considerando seriamente vuestro ministerio y los estrictos informes que deberéis rendir al Supremo Príncipe de los Pastores y Juez Eterno, Jesucristo, sobre las ovejas encomendadas a cada uno de vosotros, procuréis asegurar vuestra elección con vuestras buenas obras. No omitáis (lo cual no puede suceder sin gravísima culpa vuestra por negligencia e incuria) reprender, suplicar y corregir con toda paciencia y doctrina a los mismos cristianos de vuestra Provincia, para que, manteniendo una buena conducta entre los paganos, se muestren en todo como ejemplo de buenas obras, de modo que quienes son adversarios se avergüencen al no tener nada malo que decir de ellos, como si fueran malhechores: ellos, que por vergonzosa ganancia hablan de manera contraria a lo que piensan.

Si algunos no obedecen vuestras exhortaciones y nuestras órdenes, según la norma de la disciplina apostólica, deben ser obligados con medios enérgicos. A ellos deben aplicarse por completo las sanciones y penas de vuestro Sínodo Albanés y de nuestra mencionada Carta, declarándoles que no podrán recibir, en vida, los Sacramentos y que, tras la muerte, si fallecen sin arrepentirse, no se ofrecerán sufragios por ellos. Estas penas las renovamos e imponemos de nuevo, según sea necesario, y queremos y ordenamos que sean ejecutadas debidamente por vosotros.

Esto no debe parecer odioso a ninguno de vosotros, Venerables Hermanos, Amados Hijos, ya que si vuestra justicia no supera la de los cismáticos y herejes, ninguno de los cuales osa tomar un nombre mahometano, no entraréis en el Reino de los Cielos.

5. Finalmente, aquellos que se han convertido al cristianismo desde el mahometanismo, o que son hijos de conversos, si dudan de su constancia en la fe y temen incurrir en las penas de sus gobernantes si abandonan los nombres turcos y temen enfrentarlas, exhortadles seriamente a abandonar en secreto esas regiones y a refugiarse en tierras cristianas, donde no les faltará ni Dios, que da alimento a todo viviente, ni la caridad de los fieles, especialmente si llevan cartas de recomendación de los obispos.

Mientras tanto, a vosotros, Venerables Hermanos, Amados Hijos, os otorgamos afectuosamente la Bendición Apostólica, la cual deseamos que sea impartida en nuestro nombre a los cristianos de recta fe por cada Venerable Hermano Obispo en su diócesis.

Dado en Roma, en Santa María la Mayor, el 1 de agosto de 1754, año decimocuarto de nuestro Pontificado.

BENEDICTO XIV