Epístola 34: R34: Hildegard von Rupertsberg a Adalbert III von Chiny

Respuesta de Hildegarda.

La luz viviente que muestra milagros dice: Tú, que eres padre en tu persona y pastor en la guía de las almas, extiende tu brazo para que el hombre enemigo no siembre cizaña en tu campo. Cuida, pues, de ese jardín que el don divino ha plantado y evita que sus aromas se marchiten. Corta la podredumbre y échala fuera, pues sofoca su utilidad. Haz que revivan, porque cuando el sol esconde sus rayos, el mundo también retira su alegría.

Y te digo: No oscurezcas tu jardín con el tedio del silencio, sino que, con verdadera luz y discernimiento, corrige lo que debe ser corregido. Ilumina también tu templo con benevolencia, y enciende el fuego en tu incensario, poniendo mirra para que su humo suba al palacio del Dios viviente. Y vivirás eternamente.