Epístola 33: R33: Adalbert III von Chiny a Hildegard von Rupertsberg

Obispo de Verdún a Hildegarda.

Adalbert, por la gracia de Dios, ministro y obispo de la iglesia de Verdún, aunque indigno, a Hildegarda, su queridísima madre del monte de San Roberto, deseando que se deleite en las visiones de Dios, presentes y eternas. Bendita sea la gloria del Señor desde su santo lugar, que te consagró como su sierva desde tus tiernos años.

Yo, sin embargo, como si un ciego quisiera mostrar el camino a quien ve, sugiero a tu caridad que reconozcas esta gracia con humildad, recordando la profecía del antiguo Balaam, quien, aunque dirigió sus últimas palabras en contra del pueblo de Dios, es memorable en su visión cuando dijo: "El que cae, y así se abren sus ojos," significando ciertamente la humildad en la visión.

También el doctor de las naciones dijo: "Para que la grandeza de las revelaciones no me exalte," y demás. Estas palabras se dirigen a ti más por la confianza de mi afecto que por la presunción de una enseñanza.

Sepan, además, que no puedo venir a ustedes en el presente, aunque esté cerca de ustedes. Sin embargo, en mis adversidades, espero que ustedes sean mi fiel patrona en sus oraciones y solicito ser ayudado por los sufragios de las hermanas de su colegio de siervas de Dios. Hace mucho tiempo que no merezco tener su escrito, lo cual ahora al menos ruego merecer.