6, 11
Yo había bajado al jardín de los nogales, para ver el brotar del valle, para ver si los racimos maduraban, los granados florecían.
La novia baja, se humilla una vez más. Ha experimentado el amor del novio, lo viejo está cancelado. Ella quiere alegrarse del verde naciente y, además, ver cómo sigue todo. Ella prueba, examina. Y precisamente las cosas que el novio antes había mencionado. Él, al alabar a la novia, ha hablado de vino y de granadas. Ahora ella examina las características que él le atribuyó: si germina, si está en flor, si lo que él ha puesto en ella, como algo perteneciente a ella, realmente vive y promete vida. Ella emprende una especie de prueba de su propia dignidad.
Y si la novia es la oveja del Señor perdida y reencontrada, entonces ella ha de probar la alabanza del Señor. Debe probar lo que Él ama en ella, para ver si está vivo en ella, y reflexionar sobre lo que puede hacer, para que se haga aún más vivo. La prueba no se extiende a cosas que están fuera de la alabanza del Señor. El cristiano no debe ir refunfuñando por todos los rincones, sino atenerse a lo que le interesa al Señor, a lo que Él exige.