- Tabla de Contenidos
- PORTADA Y DEDICACIÓN
- PROEMIO
- PRIMERA DISERTACIÓN SOBRE LOS ESQUEMAS Y TROPOS DE LA SAGRADA ESCRITURA
- SEGUNDA DISERTACIÓN SOBRE LOS ESQUEMAS, ESTO ES, LAS FIGURAS DE LOCUCIÓN
- TERCERA DISERTACIÓN DE LOS ESQUEMAS DE LAS ORACIONES
- CUARTA DISERTACIÓN SOBRE EL MÚLTIPLE SENTIDO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS
- QUINTA DISERTACION DE LA CREACIÓN DEL MUNDO EN EL TIEMPO
- SEXTA DISERTACIÓN SOBRE LOS PRINCIPIOS DE LAS COSAS
Versículo 3
Y dijo Dios: Hágase la luz. Y se hizo la luz.
En hebreo: וַיֹּאמֶר אֱלֹהִים יְהִי־אוֹר וַיְהִי־אוֹר (Vayomer Elohim yehi-or vayehi-or).
En caldeo: וַאֲמַר יי יְהֵי־נְהוֹרָא וַהֲוָה־נְהוֹרָא (Va'amar YY yehi-nehorá va'havá-nehorá): Dijo Dios: Sea la luz. Y fue la luz.
Sin embargo, los Setenta lo tradujeron: Γενηθήτω φῶς (Genetheto phos): Hágase la luz; pues la palabra hebrea אוֹר (or), significa tanto luz como luminaria.
Ahora debemos considerar qué se entiende por el nombre de luz. Algunos piensan que aquí por luz debe entenderse el sol mismo, ya que San Dionisio parece afirmar esto. Pero esta opinión está claramente en contra de la Sagrada Escritura, que dice que el sol mismo fue creado en el cuarto día. La Iglesia también confiesa esto diciendo:
“El cuarto día, que estableció la ardiente rueda del sol."
Pero estos dicen que el sol no se dice allí que fue hecho, sino recordando lo que ya se encontraba hecho en ese cuarto día. Sin embargo, esto tampoco satisface. Pues así como aquí se dice:
Hágase la luz, así también se dice allí: Háganse luminarias, y es la opinión de todos los Doctores, de Basilio, Ambrosio, Juan Crisóstomo, Agustín y todos los escolásticos, que el sol fue creado en el cuarto día: aquí, sin embargo, no se produce el sol, sino el mismo esplendor de la luz, que ilumina todas las cosas.
No obstante, cuando escuchamos que se produjo la luz aquí, no debemos pensar que es una sustancia, como algunos han creído; pues no es una sustancia espiritual, ni corporal, ni forma substancial de algún cuerpo. Pues si fuera una sustancia espiritual, sería completamente invisible para los ojos corporales; sin embargo, la luz y el resplandor se ven; y las sustancias espirituales no se corrompen, como vemos que la misma luz se corrompe.
Tampoco es una sustancia corporal; pues no es posible que dos cuerpos se reciban totalmente en el mismo lugar, como se recibe la luz en el medio transparente; además, no es un cuerpo incorruptible, pues evidentemente se ve que se corrompe; ni es corruptible, pues de su corrupción no se genera nada, lo cual mostraría que es un cuerpo inmenso.
Finalmente, la luz no es la forma substancial de ningún cuerpo; pues tal forma no es percibida por la vista, ni es sustancia en este caso, sino accidente. Sin embargo, la luz misma es percibida por la vista y, manifiestamente, es un accidente en la luna, como se evidencia en un eclipse, cuando la luna se priva de luz, permaneciendo sin embargo como luna. Además, tal forma constituye algún cuerpo y entonces habría dos cuerpos simultáneamente, como se observa en la disposición de los rayos. Por lo tanto, entendemos por luz una cierta cualidad inherente al cuerpo luminoso, según la cual ilumina.
No debe pensarse que la luz y el resplandor difieren en especie, sino en el sujeto, como el calor en el fuego y el calor producido en el medio. En el fuego, el calor está como en la causa y de manera permanente, pues es propio del fuego; en el medio, sin embargo, está como en el efecto y no permanece. Así, la luz en su propio sujeto se llama luz, a la que los ópticos llaman primaria; en el medio, sin embargo, se llama resplandor y los ópticos la llaman luz secundaria.
De igual manera se significan rayo y esplendor; pero el rayo es el mismo resplandor en cuanto procede del cuerpo luminoso en línea recta; el esplendor, sin embargo, es en cuanto se refleja de algún cuerpo.
De aquí se puede advertir que la luz no es una cualidad intencional y una especie de la luz misma, como dicen algunos, sino que debe decirse que es una cualidad real, ya que la luz y el resplandor no difieren en especie, lo cual, sin embargo, es la diferencia entre la especie y aquello de lo cual es la especie. Pues las especies de los objetos no son sensibles, sino aquello por lo cual el objeto es sentido; sin embargo, la luz se ve por sí misma y no necesitaría otra especie para ser vista, si fuera una especie; pero, de hecho, necesita de ella, mientras está en el medio solar, mientras el ojo está en la oscuridad. Además, porque la luz misma produce y corrompe algo; pues calienta y produce sustancia, lo cual las especies mismas no pueden hacer.
Además: las especies mismas son compuestos de formas; no es la especie del color, sino del objeto coloreado; así, la luz, si fuera una especie, no sería de la luz, que es una forma, sino del objeto luminoso, y entonces, por cualquier luz refractada y reflejada se vería el sol como en un espejo, lo cual no ocurre. Por lo tanto, la luz es una cierta cualidad del cuerpo luminoso, según la cual ilumina y produce el resplandor mismo en el medio.
Sin embargo, a veces se suele tomar la luz misma por el cuerpo luminoso, según lo que San Agustín dice: “La luz tiene el primer lugar en los cuerpos”. Y así, según el consenso común de todos los teólogos, se entiende que la luz en el presente lugar fue creada, no como una cierta cualidad distinta del cuerpo luminoso, sino que estaba en el cuerpo luminoso y era como una nube luminosa, no hecha de la nada, sino de la materia ya preexistente, para que fuera luz y tuviera el poder de iluminar. Pensamos que esta naturaleza no es elemental, sino celestial, muy delgada y sutil, la misma que San Dionisio considera ser la luz solar: no digo solamente, sino la luz solar; pues una cosa es el sol, otra la luz solar, como San Basilio siente perfectamente cuando dice, al hablar del sol, respondiendo a la pregunta: si la creación de la luz precedió al sol, ¿por qué ahora se dice que el sol, al salir, ilumina sobre la tierra? coloca el resplandor y la iluminación no simplemente como una cualidad en sí misma, sino como una sustancia muy sutil que brilla e ilumina, como se manifiesta en el último sujeto. Colocó la luz como resplandor e iluminación. Estas cosas no son contrarias a lo que se ha dicho sobre la luz; pues en ese entonces se produjo la naturaleza misma de la luz, ahora, sin embargo, este cuerpo del sol fue dispuesto para que fuera vehículo de esa luz primogénita. Pues así como son diferentes y diversas cosas, y no las mismas, el fuego y la lámpara, y el fuego en verdad tiene el poder de iluminar, pero la lámpara fue hecha para proporcionar una luz moderada a los necesitados: así también, estos luminarias ahora se han construido como vehículo de esa luz purísima, sincera e inmaterial. Así dice él.
De aquí se desprende, según la opinión de un hombre tan importante, que la luz solar y la luz son cosas distintas. Podemos encontrar prueba de esto en los efectos de la luna, como él mismo dice. Pues al disminuir durante el eclipse y al recibir disminución, no se consume en su totalidad, sino que la luz que había recibido, deposita y vuelve a asumir, mostrándonos la apariencia de crecimiento y disminución; sin embargo, el cuerpo de la luna no se consume cuando está en eclipse, lo cual es una prueba evidente de lo que vemos. Y un poco más abajo dice que el cuerpo de la luna es una cosa, y otra la luz con la que brilla; esto se ve más claramente en el eclipse de la luna, donde la luna se priva de toda la luz que recibe del sol, permaneciendo sin embargo como luna: "Piensa algo similar sobre el sol, excepto que una vez recibida la luz y atemperada a sí mismo, nunca la deposita", etc. Y creemos que San Dionisio dijo que la luz fue creada el primer día, es decir, la solar, no porque aún no estuviera atemperada y dispuesta al cuerpo solar, y como recibida en el vehículo más conveniente para ella.
Esta es también la opinión de Damasceno, quien dice: "El Creador impuso primero una luz clara a esos luminarios, no porque no pudiera darles otra luz, sino para que no permanecieran vacíos, pues el luminario no es la luz misma, sino el receptáculo de la luz." Esto parece incluso ser la posición de la misma Sagrada Escritura; pues en el Eclesiástico leemos acerca del sol: "Un recipiente maravilloso, obra del Altísimo." Por lo tanto, por luz aquí no entendemos ni el sol, ni tampoco alguna cualidad distinta por sí misma del cuerpo luminoso, ya que la luz es una cualidad del cuerpo luminoso; sino alguna sustancia luminosa, de naturaleza celestial, hecha de la materia preexistente, que tuviera el poder de iluminar y con su resplandor iluminara y embelleciera todas las cosas, la cual se llama luz, así como llamamos luz a la sustancia luminosa de una lámpara.
También se dice: luz solar, así como se dice: luz de la lámpara.
Pero sobre cómo esta luz causaba el día con su resplandor y la noche con su ausencia, no todos tienen el mismo parecer. San Basilio dice que "esa luz primigenia, al difundir su resplandor, hacía el día: y al retraerse, hacía la noche, y esto según el mandato de la voluntad divina en la medida definida por Dios." Gregorio de Nisa y Damasceno piensan lo mismo. Leemos algo similar que sucedió cuando Moisés extendió... sus manos al cielo, y hubo densas tinieblas en toda la tierra de Egipto por tres días, mientras el sol aún estaba en nuestro hemisferio, difundiendo su resplandor en la tierra de Gosén y emitiendo sus rayos de luz a otras regiones. Algo similar pudo haber ocurrido también en la pasión del Señor, cuando el sol se oscureció y hubo tinieblas sobre toda la tierra, lo cual no sucedió por naturaleza, sino por mandato divino.
Sin embargo, esta opinión no agrada a San Agustín, porque no habría razón para esa alternancia de emitir y retraer los rayos de luz, ya que no había hombres ni animales para quienes esto sirviera.
Además, la naturaleza de la luz no es retraerse a sí misma y su luz, a menos que sea por un milagro; pero en la primera institución de la naturaleza no se busca un milagro, sino lo que la naturaleza de las cosas tiene. Por lo tanto, nosotros con San Agustín creemos que esta luz causaba el día y la noche con su movimiento. Pues ya que esa sustancia luminosa, que entendemos aquí por luz, era de naturaleza celestial, ciertamente adquirió el movimiento que el primer móvil tuvo desde el principio, comenzando a moverse desde su creación de oriente a occidente, movimiento que efectivamente causa el día y la noche, junto con el atardecer y la mañana y el mediodía. Por tal movimiento, esa luz causaba el día con su presencia y la noche con su ausencia, mientras el aire era privado de su luz; también causaba el atardecer, la mañana y el mediodía, como lo hace ahora el sol; excepto que ahora el día resplandece con una luz simple, con el sol actuando en nuestro hemisferio, en lugar de aquella luz.