CAP. IV: De la edición siríaca.

Se deben decir tres cosas sobre la edición siríaca. PRIMERO, la diferencia entre la lengua siríaca y la caldea. SEGUNDO, qué libros sagrados están escritos en lengua siríaca. Y TERCERO, cuánta autoridad tiene esta edición.

En cuanto al PRIMERO, la lengua siríaca es como una hija de las lenguas hebrea y caldea. Pues los hebreos, que hasta la cautividad babilónica hablaban solo hebreo, es decir, su propia lengua:

[captura de página 95-96] cuando fueron llevados a Babilonia, comenzaron a olvidar su propia lengua y a aprender la ajena, es decir, la caldea. Sin embargo, como no podían pronunciarla perfectamente y siempre conservaban algo del hebreo, surgió una tercera lengua, mezclada de hebreo y caldeo. Esta es la lengua que los hebreos empezaron a usar como lengua vulgar y materna. Esta lengua fue llamada siríaca por la región en la que se usaba principalmente, o bien hierosolimitana, por la ciudad principal de los hebreos, de la misma manera que la lengua caldea, que toma su nombre de la región de Caldea, también se llamaba babilónica por la ciudad más importante de Caldea. Además, estas dos lenguas se distinguen por los caracteres, las conjugaciones de los verbos, los afijos, la notación de los puntos, el sonido de las vocales, los modismos y casi toda la estructura de la lengua, además de muchas palabras propias.

Respecto al SEGUNDO, es seguro que ningún libro del Antiguo Testamento fue escrito por su autor original en esta lengua, salvo quizás el primer libro de los Macabeos y el Eclesiástico, cuyos originales hebreos Jerónimo dice haber visto en el Prólogo Galeato; y lo mismo dice sobre el Eclesiástico en el prólogo de los Proverbios. Es creíble que estos libros fueron escritos en la lengua vulgar de los hebreos, es decir, en siríaco, aunque no existen actualmente en esa lengua, solo en griego. En cuanto a los demás libros, es claro que fueron escritos por sus autores originales en hebreo, caldeo o griego.

En lo referente al Nuevo Testamento, hay mayor duda. Y es muy probable que el Evangelio de San Mateo y la Epístola a los Hebreos de San Pablo hayan sido escritos en siríaco. Esto lo prueban con argumentos muy convincentes Alberto Widmestadius, canciller del emperador Fernando, quien fue el primero en Europa en hacer imprimir el Nuevo Testamento en siríaco, y Guido Fabritius, autor de la traducción latina del Nuevo Testamento siríaco en las Biblias reales.

Estos argumentos no contradicen a los antiguos escritores, como Ireneo, Orígenes, Eusebio, Atanasio, Epifanio y Jerónimo, quienes afirman que estos libros, y especialmente el Evangelio de San Mateo, fueron escritos en hebreo. Pero hablan de la lengua hebrea que era la vulgar en tiempos de los apóstoles, tal como leemos en el Evangelio, donde se dice que algo fue dicho en hebreo, cuando en realidad fue en la lengua vulgar, es decir, en siríaco. Tal es el caso de Juan 19, donde se lee: "Salió al lugar llamado Calvario, en hebreo, Gólgota." Sobre estos términos, véase a San Jerónimo en su libro sobre los nombres hebreos, donde cuidadosamente señala todas las palabras que son siríacas, aunque los evangelistas dicen que son hebreas. Además de estos dos libros, todo el Nuevo Testamento fue traducido del griego al siríaco, y los propios siríacos creen que esta traducción fue realizada por San Marcos el Evangelista.

Si esto fuera cierto, no habría razón alguna para dudar de la autoridad de esta edición (para lo cual ahora pasamos al tercer punto). Sin embargo, me cuesta creer que San Marcos entregara a las iglesias de Siria y Egipto la edición siríaca de todo el Nuevo Testamento, y que de esta edición no haya absolutamente ninguna mención en los escritos de Clemente de Alejandría, Orígenes, Eusebio, Atanasio, Teófilo, Epifanio, Jerónimo, Cirilo, Teodoreto, Juan Damasceno y otros Padres, quienes fueron obispos o presbíteros en Siria o Egipto, y discutieron cuidadosamente sobre las diversas ediciones de las Escrituras, o al menos dejaron escritos muchos documentos sobre las Escrituras sagradas para la posteridad.

Si la edición siríaca es posterior a la época de estos Padres, como yo firmemente creo, su autoridad no puede ser tan grande como para compararse justamente con la edición griega o latina. Sin mencionar que también hay algunas cosas en esa edición que no son muy del agrado de los hombres doctos y piadosos. Sin embargo, una de las ventajas notables de esta edición es que, en los títulos y secciones de los capítulos, se hace mención del ayuno, la veneración de la cruz, las oraciones por los difuntos, las vigilias, la memoria de los santos y otras cosas similares, las cuales los luteranos detestan como tradiciones del Papa de Roma. Así, esta misma edición demuestra claramente que los luteranos están en el error. Pero ya se ha dicho bastante sobre las ediciones caldea y siríaca para la brevedad de esta obra: ahora pasemos a la griega.