- Tabla de Contenidos
- CAP. I: Se demuestra que la edición hebrea de Moisés y los profetas nunca se ha perdido.
- CAP. II: Si la edición hebrea está corrompida.
- CAP. III: De la edición caldea.
- CAP. IV: De la edición siríaca.
- CAP. V: Sobre las diversas ediciones griegas.
- CAP. VI: Sobre la interpretación de los Setenta Ancianos.
- CAP. VII: Sobre la edición griega del Nuevo Testamento
- CAP. VIII: Sobre las ediciones latinas
- CAP. IX: Sobre el autor de la edición Vulgata
- CAP. X: Sobre la autoridad de la edición latina vulgata.
- CAP. XI: Se resuelven las objeciones de los herejes contra la edición latina vulgata.
- CAP. XII: Se defienden los pasajes que Kemnitius dice que están corrompidos en la edición vulgata.
- CAP. XIII: Se defienden los pasajes que Calvino afirma que el intérprete latino tradujo mal en los Salmos.
- CAP. XIV: Se defienden los pasajes que los herejes afirman que están corrompidos en la edición latina del Nuevo Testamento.
- CAP. XV: Sobre las ediciones vulgares.
- CAP. XVI: Se responden a las objeciones de los herejes.
CAP. V: Sobre las diversas ediciones griegas.
Se cuentan en total nueve ediciones griegas del Antiguo Testamento, sin contar aquella de la que habla Clemente de Alejandría en el libro 1 de Stromata, la cual, antes de que Alejandro Magno se apoderara del mundo, apareció de manera incierta en cuanto a su autor, y de la cual Platón y otros filósofos tomaron no pocos elementos. Pero como después fue reemplazada por la célebre traducción de los setenta ancianos, primero empezó a ser descuidada y luego incluso a perderse, hasta que con el tiempo apenas queda memoria de ella.
La PRIMERA de todas las ediciones que se suele enumerar es la que fue realizada por los setenta ancianos por orden de Ptolomeo Filadelfo, de la cual hablaremos más en el siguiente capítulo. Véase a Eusebio en el libro 6 de su Historia Eclesiástica, capítulo 13, a Atanasio en su Sinopsis y a Epifanio en su libro De mensuris et ponderibus, quienes enumeran las traducciones en orden.
La SEGUNDA traducción del Antiguo Testamento del hebreo al griego fue realizada por Aquila de Ponto, en el duodécimo año del emperador Adriano, como lo cuenta Epifanio en el lugar citado. Aquila fue primero pagano, luego cristiano, pero después fue expulsado de la Iglesia por su afición a la astrología judiciaria, y se unió a los judíos. Y dado que interpretó las Escrituras en esa última etapa de su vida, se cree que no actuó con total buena fe en su obra.
La TERCERA traducción fue realizada durante el reinado de Cómodo por Teodoción, quien, aunque era un hereje marcionita que se convirtió en prosélito de los judíos, según testimonio de Epifanio, utilizó más fidelidad en su interpretación que otros como él. Por esta razón, la Iglesia siempre ha leído el libro de Daniel según la interpretación de Teodoción, como lo atestigua Jerónimo en el prefacio de Daniel.
La CUARTA edición es la de Símaco, quien tradujo los libros sagrados del hebreo al griego en tiempos del emperador Severo. Sin embargo, no sé por qué error, cuando Atanasio y Epifanio afirman claramente que Símaco interpretó las Escrituras bajo Severo y Teodoción bajo Cómodo, y que no puede haber duda de que Cómodo precedió a Severo, los mismos autores colocan a Símaco antes y a Teodoción después.
En cuanto a Símaco, según Eusebio fue originalmente ebionita, aunque según Atanasio y Epifanio era samaritano. Y como no pudo obtener el liderazgo entre su gente, se unió a los judíos y se sometió a una segunda circuncisión. Epifanio señala de paso que no debe sorprender que Símaco pudiera haber sido circuncidado dos veces, pues los judíos, con la ayuda de la medicina y ciertos instrumentos, solían volver a inducir el prepucio cortado o retraerlo, y esto es lo que el Apóstol dice en 1 Corintios 7: “Quien fue llamado estando circuncidado, no atraiga el prepucio" (μὴ ἐπισπάσθω, es decir, que no se retraiga).
La QUINTA edición griega, sin nombre de autor, fue encontrada en algunas tinajas cerca de la ciudad de Jericó en el séptimo año del reinado de Antonino Caracalla, quien sucedió a su padre Severo en el Imperio, según lo narra Epifanio en el lugar citado.
La SEXTA también fue encontrada sin nombre de autor, según el mismo testimonio de Epifanio, en unas tinajas cerca de Nicea, durante el reinado de Alejandro, hijo de Mamea.
De todas estas ediciones, Orígenes compiló lo que se llamó los Hexapla, Tetrapla o incluso Octapla. Pues Orígenes dividió cada página en seis columnas: en la primera, escribió el texto hebreo con letras hebreas; en la segunda, el mismo texto hebreo con letras griegas; en la tercera, la interpretación de Aquila; en la cuarta, la de Símaco; en la quinta, la de los setenta ancianos; y en la sexta, la de Teodoción. Estos volúmenes se llamaron Tetrapla por las cuatro interpretaciones y Hexapla por las seis columnas. Luego añadió una quinta y una sexta versión en otras dos columnas, y estos volúmenes se llamaron Octapla.
La SÉPTIMA edición fue también de Orígenes, quien no tradujo las Escrituras del hebreo, pero corrigió la interpretación de los setenta ancianos, mezclando muchos pasajes de Teodoción, que señaló con un asterisco, y marcando con una daga aquellos que eliminó, como si hubiera creado una nueva edición. Esta edición fue tan aprobada en su tiempo que pronto llenó todas las bibliotecas, como escribe San Jerónimo en la epístola 89 a Agustín, que es la número 11 entre las cartas de Agustín. Jerónimo también escribe en el prefacio al libro 16 de Isaías que esta edición se llamaba comúnmente koiné, es decir, común.
La OCTAVA edición es la del presbítero y mártir San Luciano, quien, al darse cuenta de que habían surgido muchos errores en las ediciones mencionadas, trabajó arduamente para producir una nueva edición. Atanasio dice que esta edición fue encontrada en Nicomedia durante el reinado del emperador Constantino, escrita de la propia mano del mártir y guardada en una pared. San Luciano sufrió martirio en la persecución de Diocleciano y Maximiano, mientras Maximino ejercía la tiranía en Oriente, como Atanasio brevemente indica en su Sinopsis y Eusebio narra con más detalle en el libro 9 de su Historia Eclesiástica, capítulo 6.
La NOVENA y última edición es la de Hesiquio, quien corrigió la interpretación de los setenta ancianos y la entregó a las iglesias de Egipto. Sobre estas ediciones, San Jerónimo habla de la siguiente manera en el prefacio de Paralipómenos:
"Alexandría y Egipto alaban a Hesiquio como el autor de los setenta. Constantinopla hasta Antioquía aprueba los ejemplares de Luciano el mártir. Las provincias intermedias leen los códices palestinos, elaborados por Orígenes y divulgados por Eusebio y Pánfilo."