CAP. II: Se responden las objeciones de los adversarios.

La PRIMERA OBJECIÓN la toman de aquellas palabras en Deuteronomio 30: “El mandamiento que yo te prescribo hoy no es superior a ti, ni está lejos de ti, ni en el cielo, ni al otro lado del mar, etc.” En estas palabras se muestra una cierta facilidad de las Escrituras: Brentio dice que no es necesario, “superar montañas e ir a Roma para interpretar las Escrituras.”

RESPONDO, que este pasaje suele entenderse de dos maneras. Muchos de los antiguos entienden este pasaje no sobre la facilidad de entender las Escrituras, sino sobre la facilidad de cumplir los mandamientos del Decálogo cuando está presente la ayuda de la gracia. Lo cual es contrario a todos los luteranos, que enseñan que los mandamientos de Dios son imposibles de cumplir. Así lo explican Tertuliano en el libro 4 contra Marción, Orígenes, Ambrosio, Crisóstomo y otros en el capítulo 10 a los Romanos, y Agustín en el libro De perfectione iustitiae, en la penúltima respuesta.

Sin embargo, otros, entre los que está ABULENSIS, entienden este pasaje sobre la facilidad de conocer, no de las Escrituras sagradas, que tal vez aún no existían, sino solo de los preceptos del Decálogo, que al ser naturales, se entienden con gran facilidad; y aquellos judíos especialmente podían conocerlos fácilmente, quienes habían escuchado a Moisés explicándolos y habían confesado que los habían comprendido todos, y prometieron observarlos. Por eso se añade:

“El mandato está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón”; es decir, en tu corazón, porque ya has entendido lo que se debe hacer; y en tu boca, porque ya has confesado que lo has entendido. Y no contradice esta explicación el hecho de que David, citado antes, haya admitido que la ley del Señor le fue difícil de entender. Pues David no entiende por ley solo los diez mandamientos, sino todas las Escrituras divinas. El Señor usa esta misma significación en el Evangelio, cuando dice: “Para que se cumpla lo que está escrito en su ley: Me odiaron sin causa” (Juan 15).

SEGUNDO argumento, del Salmo 18: “El mandamiento del Señor es claro, ilumina los ojos.” Y Salmo 118: “Lámpara es tu palabra para mis pies.” Y: “La declaración de tus palabras, etc.” Y Proverbios 6: “El mandamiento es lámpara, y la ley es luz.”

RESPONDO PRIMERO, que en este pasaje no se habla de todas las Escrituras, sino solo de los mandamientos del Señor, que se dicen claros, lámpara y luz. No porque sean fáciles de entender, aunque también esto es cierto; ¿qué hay más fácil que “Amarás a tu prójimo”? sino porque, una vez entendidos y conocidos, dirigen al hombre en su actuar. SEGUNDO, se puede decir que se habla de todas las Escrituras, pero las Escrituras se dicen claras, incluso luz y lámpara, no porque sean fáciles de entender, sino porque, una vez entendidas, iluminan la mente. El Profeta en el Salmo 18 había hablado de la sabiduría de los filósofos, que lograron obtener de las criaturas, cuando dice: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, etc.” Después, para mostrar que no llegaron a aquella luz a la que llegan los que Dios se digna instruir y a quienes dio la ley escrita, añade: “La ley del Señor es inmaculada, convierte las almas, etc.” De manera similar, en el Salmo 118 quiso demostrar que el conocimiento obtenido de la palabra revelada de Dios es mayor que el obtenido de las criaturas, y por eso comparó la palabra de Dios con una lámpara, que para disipar las tinieblas de la noche es mucho más útil para nosotros que la luz de todas las estrellas.

El TERCER argumento, de Mateo 5: “Vosotros sois la luz del mundo.” Pero si los Apóstoles son la luz del mundo, ¿cómo es que la predicación y las Escrituras de los Apóstoles no son clarísimas?

RESPONDO, que el Señor habla de la luz de los ejemplos, de probidad y costumbres: quería que los Apóstoles fueran como ejemplos de santidad propuestos a todos los hombres para ser imitados. Por eso añade de inmediato:

“Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras.” Además, si el Señor hablara de la luz de la doctrina, el sentido no sería que las Escrituras de los Apóstoles fueran facilísimas de entender, sino que, una vez entendidas, iluminan la mente, instruyen sobre las cosas más elevadas y disipan las tinieblas de todos los errores. Pues no ilumina tanto el que habla o escribe claramente, como el que, hable o escriba claramente u oscuramente, enciende la luz de la verdad en la mente y expulsa las tinieblas del error.

El CUARTO argumento, de 2 Pedro 1: “Tenemos la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro.”

RESPONDO, que también en este pasaje las voces de los Profetas se llaman lámpara, no porque sean fáciles de entender, sino porque, una vez comprendidas, iluminan y muestran el camino hacia CRISTO, que es el verdadero Sol de justicia.

QUINTA OBJECIÓN, 2 Cor. 4: "Pero si nuestro Evangelio está velado, lo está para aquellos que se pierden, en quienes el dios de este siglo ha cegado los ojos de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del Evangelio de la gloria de Cristo." Por lo tanto, las Escrituras están abiertas y son fáciles para todos los fieles.

RESPONDO: El Apóstol no habla de la comprensión de las Escrituras, sino del conocimiento y la fe en Cristo, que los apóstoles predicaban. Había dicho en el capítulo anterior que esta es la diferencia entre el Antiguo Testamento y el Nuevo, que en el Antiguo, los hombres no veían los misterios de Cristo, como la encarnación, la pasión, etc., excepto a través del velo de figuras y sombras. Esto lo simbolizaba el velo con el que Moisés cubría su rostro cuando hablaba al pueblo; pero en el Nuevo Testamento, con todas las figuras ya cumplidas, contemplamos la gloria del Señor con el rostro descubierto, y no hay anciano ni niño cristiano que no sepa que Dios se ha encarnado, ha sufrido, etc.

Por lo tanto, alguien podría preguntar: si esto es así, ¿por qué tantos, después de haber sido predicado el Evangelio, aún no creen y no ven nada, especialmente los judíos, que solo ven sombras y figuras? Es por eso que el Apóstol añade que el Evangelio está velado para algunos, porque los ojos internos de ellos están cegados por sus malos afectos, de los cuales el Señor dijo en Juan 5: "¿Cómo podéis creer, vosotros que recibís gloria los unos de los otros?" Además, el "dios de este siglo" no se refiere a un dios creador de cosas corporales, distinto del verdadero Dios, como lo interpretaban los marcionistas y maniqueos, como relata aquí Crisóstomo, sino que la expresión "de este siglo" debe unirse no con "Dios", sino con "de los incrédulos", como lo entendieron Ambrosio, Crisóstomo y otros en este pasaje, y Agustín en el libro vigésimo primero contra Fausto, capítulo segundo. O también puede llamarse al diablo el "dios de este siglo", no porque sea un dios en absoluto, sino porque es el dios de los incrédulos, tal como en el Salmo 95 se dice: "Los dioses de las naciones son demonios." Así lo dice Agustín en el libro 21 contra Fausto, capítulo 9, y Cirilo en Oecumenio.

SEXTA OBJECIÓN. Agustín, en el libro 2 de De doctrina christiana, capítulo 6, dice lo siguiente: "El Espíritu Santo modificó las Escrituras de manera magnífica y saludable, para que en los pasajes más claros se alimente el hambre, y en los más oscuros se erradique el hastío; pues casi nada de esas oscuridades se saca que no esté dicho en otra parte de manera clarísima."

RESPONDO, primero que no en vano el beato Agustín añadió ese "casi"; porque se encuentran algunos pasajes muy oscuros que nunca se explican en toda la Escritura, como gran parte del Apocalipsis, el principio y el final de Ezequiel, etc. Además, es muy difícil encontrar precisamente lo que se dice oscuramente en un lugar, dónde se dice claramente en otro; de lo contrario, ¿cómo diría el mismo Agustín en la carta 119, capítulo 21, que conoce más cosas que ignora en las Sagradas Escrituras? ¿Y qué decir de aquellos pasajes que nos parecen clarísimos pero que a otra persona le podrían parecer oscuros? Por lo tanto, la Escritura por sí sola no es suficiente para resolver las controversias.

Sin duda, esas palabras de Mateo 26: "Esto es mi cuerpo" nos parecen tan claras que el evangelista no podría haber hablado más claramente; pero a los zwinglianos les parecen oscuras y figuradas. Y esas palabras en el mismo lugar: "Bebed de él todos", nos parecen clarísimas tanto a nosotros como a los luteranos, pero se explican de maneras completamente diferentes. Pues cuando leemos en Marcos 14: "Y bebieron de él todos", que se refiere a los doce discípulos, interpretando la Escritura por la Escritura, decimos que el Señor dijo a los doce discípulos: "Bebed de él todos". Pero Brentio, en sus prolégomenos, dice clarísimamente que aquí se manda no solo a los apóstoles, sino también a todos los demás, que beban del cáliz del Señor. Y cuando preguntamos si también los turcos, judíos e infantes deben beber, entonces añaden la glosa: "Todos", es decir, todos los fieles adultos.

SÉPTIMA OBJECIÓN. La suma de toda la Escritura, que consiste en los preceptos del Decálogo, el Símbolo, la oración del Señor y los Sacramentos, tiene en las Escrituras testimonios clarísimos; por lo tanto, toda la Escritura es clarísima.

RESPONDO: se niega tanto la consecuencia como el antecedente. La consecuencia, porque aunque todo de alguna manera puede reducirse a aquello, sin embargo, esas cosas en sí mismas son muy oscuras, como se muestra en las profecías de los Profetas, los Cánticos de los Cantares, la epístola a los Romanos, el Apocalipsis, etc. Y el antecedente es ciertamente falso. Si existieran testimonios tan claros sobre todos los artículos del Símbolo y sobre todos los Sacramentos, todas las controversias estarían resueltas; sin embargo, sobre cada uno de los artículos del Símbolo y sobre cada uno de los Sacramentos existen gravísimas controversias, y no solo entre católicos y herejes, sino también entre los mismos herejes.

OCTAVA OBJECIÓN. Juan Crisóstomo, en la homilía 3 sobre Lázaro, donde muestra que los filósofos hablaban de manera oscura, añade: "Los apóstoles y los profetas hicieron todo lo contrario: expusieron todo de manera manifiesta y clara para nosotros, como maestros comunes del mundo, de manera que cada uno, por sí mismo, puede aprender lo que se dice solo con la lectura." Y en la homilía 3 sobre la segunda carta a los Tesalonicenses dice: "¿Por qué se necesita un predicador? Todo es claro y evidente en las divinas Escrituras; pero como sois oyentes delicados, buscando placer en lo que escucháis, por eso buscáis predicadores."

RESPONDO: Crisóstomo, para sacudir la pereza de muchos, quienes podrían, si quisieran, leer las Escrituras con gran provecho, solía usar esas amplificaciones. Pues en otros lugares, afirma que las Escrituras son difíciles. En la homilía 3 sobre Lázaro, antes de las palabras citadas, dice así: "¿Qué sucede, entonces, si no entendemos lo que contienen los libros? Pues, aunque no entiendas los misterios ocultos allí, de la simple lectura surge mucha santidad." Y más adelante testifica que cuando dice que las Escrituras son fáciles, habla solo de las historias y cosas similares, y que ni siquiera estas son claras y fáciles para todos: "Toma", dice, "el libro en tus manos, lee toda la historia, recuerda lo que es conocido, y lo que es oscuro y poco manifiesto, recórrelo frecuentemente. Y si no puedes descubrir lo que se dice con la lectura asidua, acude a alguien más sabio, ve a un maestro." Y en esa misma homilía 3 sobre la segunda carta a los Tesalonicenses, después de las palabras citadas, añade: "¿Cuál es esa oscuridad? Dime, por favor, ¿no son historias? Sabes lo que es claro, ¿qué preguntas sobre lo oscuro? Hay mil historias en las Escrituras, dime una de ellas. Pero no lo dirás; son solo pretextos y palabras vacías." En la homilía 10 sobre Juan, aconseja a los oyentes que, antes de asistir al sermón, lean el texto y anoten lo que es oscuro para recibir la explicación del predicador. Finalmente, en la homilía 44 sobre Juan, enseña claramente que las Escrituras son oscuras, como se dijo anteriormente.

NOVENA OBJECIÓN. Esta es la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: en el antiguo, la Escritura era un libro sellado, como se dice en Isaías 29, mientras que en el nuevo es un libro abierto, como se dice en Apocalipsis 5, pues el Cordero inmolado abrió el libro. Como señal de esto, en la muerte del Señor, el velo del templo se rasgó, Mateo 27. Y esto se confirma con Jerónimo en el capítulo 44 de Ezequiel, donde explica estos pasajes de la Escritura sobre la dificultad y la facilidad de la misma.

RESPONDO: la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento radica en que entonces no solo las sentencias de las Escrituras, sino también los misterios de Cristo no se entendían, porque todo estaba cubierto por figuras. Por eso en Isaías 29 se dice que el libro está sellado tanto para el que sabe leer como para el que no sabe. Pero en el Nuevo Testamento, como Cristo ha cumplido las figuras y profecías, aunque muchos no entiendan las sentencias de las Escrituras, los mismos misterios de la redención son entendidos incluso por campesinos y mujeres. Sin embargo, ni las Escrituras ni Jerónimo hablan del sentido de la Escritura, como queda claro tanto por Orígenes en la homilía 12 sobre el Éxodo, donde dice que aún hoy es necesario que el Cordero de la tribu de Judá nos abra los libros sellados, como por el mismo Jerónimo, quien en su epístola a Paulino sobre la instrucción del monje, dice que aún hoy permanece el velo, no solo sobre el rostro de Moisés, sino también sobre el de los evangelistas y apóstoles, si consideramos la dificultad de las Escrituras. Por eso es necesario orar con el profeta: "Abre mis ojos, y contemplaré las maravillas de tu ley."

DÉCIMA OBJECIÓN, propia de Lutero: los Padres prueban sus sentencias con la Escritura, pero no debe probarse lo que es más conocido por lo que es menos conocido; por lo tanto, las Escrituras son más claras que los comentarios de los Padres.

RESPONDO: es sorprendente que Lutero, quien tan a menudo reprendía a los sofistas, ahora no dude en comportarse como uno. Pues cuando los filósofos dicen que lo menos conocido debe probarse con lo más conocido, no hablan de la comprensión de las palabras, que consiste en la claridad de la sentencia, del mismo modo que decimos que una sentencia literal es más clara y fácil que una figurativa; sino que hablan del conocimiento de la verdad de la cosa, que radica en entender que lo que se dice es verdadero, como en el caso del movimiento y la vida. Porque si atendemos a las palabras, esta sentencia "El hombre vive" se entiende tan fácilmente como esta otra "El hombre se mueve". Y, sin embargo, en cuanto al conocimiento de la verdad de la cosa, es más conocido que el hombre se mueva que que viva.

Así, los Padres confirman sus sentencias con testimonios de las Escrituras, porque es más evidente que lo que se dice en las Escrituras es verdadero que lo que se dice en los Padres; sin embargo, los mismos Padres aclaran las Escrituras con sus comentarios, porque las palabras de las Escrituras son más oscuras que las palabras de los Padres.

UNDÉCIMA OBJECIÓN. Los Padres de la primera Iglesia leyeron las Escrituras sin comentarios, y lo mismo hicieron luego todos los antiguos; entonces, ¿por qué nosotros seguimos este nuevo camino de los comentarios?

RESPONDO: lo contrario es verdadero, y Lutero no trajo ningún ejemplo, mientras que nosotros podemos traer innumerables. Digo, por lo tanto, que los primeros Padres, quienes estuvieron inmediatamente después de los apóstoles, no leyeron comentarios, porque no existían; pero sin embargo acudieron a comentarios vivos, es decir, a los apóstoles y sus discípulos, y no quisieron entender las Escrituras por su propio ingenio. Así lo testifica PAPIAS sobre sí mismo en Eusebio, libro 3 de la historia, capítulo último, y Clemente de Alejandría en el libro 1 de los Stromata, donde enumera a sus maestros, discípulos de los apóstoles, y entre ellos especialmente a Panteno. Luego, Justino, Ireneo y otros comenzaron a escribir comentarios sobre las Sagradas Escrituras, como lo testifica Jerónimo en el libro De viris illustribus sobre Juan; y de manera similar, los posteriores comenzaron a estudiar los escritos de los antiguos, como escribe Rufino sobre Basilio y Gregorio en el libro 11 de la historia, capítulo 9, y Jerónimo sobre sí mismo en el prefacio de su comentario a los Efesios. Y lo mismo podría mostrarse de todos los demás, si fuera necesario.