CAP. I: La Escritura no es tan clara por sí misma como para que, sin interpretación, sea suficiente para resolver las controversias de fe.

Voy a escribir en este tercer libro sobre la interpretación de las Sagradas Escrituras, y he decidido comenzar con esta cuestión: ¿Son las Escrituras tan fáciles y clarísimas por sí mismas, o necesitan interpretación? Martín Lutero, en el prólogo de la Afirmación de los artículos condenados por el Papa León, dice lo siguiente: "Debe emitirse esta sentencia con la Escritura como juez, lo que no es posible a menos que demos a la Escritura el lugar principal en todo lo que se atribuye a los Padres, es decir, que la Escritura sea por sí misma certísima, facilísima, clarísima, su propia intérprete, probando, juzgando e iluminando todo." También en ese lugar sostiene que la Escritura es más clara que todos los comentarios de los Padres. Enseña cosas similares en el libro Sobre la voluntad esclava y en otros textos.

Sin embargo, al darse cuenta Lutero de que se le podía objetar inmediatamente de dónde provienen tantas controversias si la Escritura es tan clara, ideó dos evasiones. La primera, que aunque en algún lugar la Escritura sea oscura, en otro lugar lo mismo se propone con claridad. La segunda, que aunque la Escritura es clarísima por sí misma, es oscura para los soberbios e incrédulos debido a su ceguera y a su mal afecto.

Brencio añade en el prólogo contra Pedro Soto una tercera evasión: que a veces la Escritura es oscura debido a las expresiones de una lengua extranjera, es decir, el hebreo y el griego, aunque su sentido es clarísimo. Esta opinión es claramente falsa, pues la misma Escritura da testimonio de su dificultad y oscuridad.

En el Salmo 118, se dice: "Dame entendimiento, y buscaré tu ley." Y más adelante: "Revela mis ojos, y contemplaré las maravillas de tu ley." Y también: "Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, y enséñame tus estatutos." Ciertamente, David conocía toda la Escritura que existía en ese momento y conocía las expresiones del hebreo, ni era soberbio ni incrédulo. Por lo tanto, con razón San Jerónimo, en su epístola a Paulino sobre la institución del monje, al tratar estas palabras, dice: "Si un profeta tan grande confiesa las tinieblas de la ignorancia, ¿en qué estado crees que nos encontramos nosotros, pequeños e inexpertos, rodeados por la noche de la ignorancia?"

Además, al final del Evangelio de Lucas, el Señor interpretaba las Escrituras a sus discípulos, que ciertamente conocían las expresiones hebreas, pues eran hebreos, ni eran soberbios ni incrédulos. En Hechos 8, el eunuco de la reina de Etiopía leía las Escrituras con diligencia, y era santo, piadoso y humilde, como lo enseña San Jerónimo en su epístola a Paulino sobre el estudio de las Escrituras; sin embargo, cuando Felipe le preguntó: "¿Entiendes lo que lees?", respondió: "¿Y cómo podría, si alguien no me lo explica?"

Finalmente, en la segunda carta de Pedro, al final, el apóstol Pedro afirma que en las epístolas de Pablo hay algunas cosas difíciles de entender, "que los indoctos e inestables tergiversan". Aquí es importante señalar que el apóstol Pedro no dijo que esas cosas son difíciles solo para los indoctos e inestables, como interpretan los herejes, sino que son difíciles en absoluto. Pues San Agustín, que ciertamente no era indocto ni inestable, en su libro Sobre la fe y las obras, capítulos 15 y 16, confiesa que el pasaje de 1 Corintios 3 sobre edificar sobre el fundamento le resultaba extremadamente difícil de entender, y lo menciona como uno de esos lugares que San Pedro señaló como difíciles de comprender.

Además, aparte del testimonio de la Escritura, esto se puede demostrar a partir del consenso común de los Padres de la Iglesia. San Ireneo, en el libro 2, capítulo 47, después de enseñar que muchas cosas nos están ocultas en el ámbito de las criaturas y de la naturaleza, añade: "Si, pues, también en las cosas creadas, algunas están solo en el conocimiento de Dios y otras han llegado a nuestro conocimiento, ¿qué mal hay en que, en las cosas que buscamos en las Escrituras, siendo todas ellas espirituales, algunas las resolvamos según la gracia de Dios, y otras las dejemos en manos de Dios, no solo en este siglo, sino también en el futuro, para que Dios siempre nos enseñe, y el hombre siempre aprenda de lo que procede de Dios?"

Orígenes, en su libro 7 contra Celso, dice: "Otros hombres inteligentes han podido encontrar el sentido de las Escrituras mediante la investigación, aunque en muchos lugares son verdaderamente oscuras." De manera similar, en la homilía 5 sobre Levítico, ofrece una analogía de los sacrificios, donde una parte era consumida por los sacerdotes y otra se ofrecía a Dios. También en la homilía 12 sobre Éxodo, dice: "Día y noche debemos rogar para que venga el Cordero de la tribu de Judá y sea digno de abrir el libro sellado."

Sobre Basilio y Gregorio Nacianceno, escribe Rufino en su Historia, libro 11, capítulo 9: "Ambos nobles, ambos instruidos en Atenas, ambos compañeros durante trece años, apartados de todos los libros de los griegos seculares, se dedicaron únicamente a los volúmenes de la Sagrada Escritura, y no buscaban entenderlas basándose en su propio juicio, sino según los escritos y la autoridad de los mayores, quienes a su vez recibieron la regla de la interpretación de la sucesión apostólica."

Incluso San Juan Crisóstomo, a quien los herejes suelen presentarnos en oposición, en la homilía 40 sobre el Evangelio de Juan, al tratar el pasaje "Escudriñad las Escrituras", dice: "Cristo envió a los judíos no a una lectura simple y desnuda de las Escrituras, sino a una investigación muy diligente. No dijo: 'Leed las Escrituras', sino 'Escudriñadlas', pues las cosas divinas requieren de una gran diligencia. No habló claramente a aquellos grandes hombres, sino que les habló en sombras, por lo cual nos manda escarbar más profundo, para que podamos encontrar lo que está oculto en las profundidades. No estamos excavando algo en la superficie y al alcance de todos, sino algo que, como un tesoro, está escondido profundamente. Quienquiera que busque de esta manera, si no aplica la máxima diligencia y esfuerzo, nunca encontrará lo que busca."

El autor de la obra Imperfecto sobre Mateo, en la homilía 44, ofrece dos razones por las cuales las Escrituras son oscuras. La primera es porque Dios quiso que hubiera maestros y discípulos. La segunda es que, si las Escrituras fueran claras, no serían tan útiles, sino más bien despreciables.

San Ambrosio, en la Epístola 44 a Constancio, dice: "El mar es la Escritura divina, que contiene en sí sentidos profundos y la profundidad de los enigmas proféticos, etc." San Jerónimo, en su Epístola a Paulino, sobre el estudio de las Escrituras, enseña claramente que no es posible entenderlas sin un maestro, y recorriendo brevemente los nombres de cada uno de los libros, muestra que en todos ellos hay grandes y muchas dificultades. También, en el prefacio de su comentario a la Epístola a los Efesios, dice: "Nunca, desde mi juventud, dejé de leer o de consultar a hombres doctos sobre lo que no sabía, ni me consideré a mí mismo como mi propio maestro. De hecho, recientemente fui a Alejandría principalmente para ver a Dídimo y consultarle sobre todas las dudas que tenía en las Escrituras." Y en la Epístola a Algasia, cuestión octava, dice: "Toda la Epístola a los Romanos está envuelta en muchísimas oscuridades."

San Agustín, en el libro segundo de la Doctrina Cristiana, capítulo 6, dice: "Muchos son engañados por las múltiples oscuridades y ambigüedades, cuando leen temerariamente y toman una cosa por otra. En algunos pasajes, ni siquiera encuentran lo que erróneamente sospechan; pues algunos enunciados están tan oscuramente expresados que los envuelven en una densa niebla. No dudo que todo esto ha sido dispuesto divinamente para someter el orgullo mediante el trabajo y para evitar que el entendimiento caiga en el desprecio, ya que lo que se investiga fácilmente suele perder su valor." También en el libro 12 de las Confesiones, capítulo 14, dice: "Profunda es la maravilla de tus palabras, cuya superficie atrae a los pequeños, pero qué profunda es, oh Dios mío, qué profunda es. Da miedo adentrarse en ella, un temor sagrado, una admiración amorosa." Y en la Epístola tercera, dice: "Tan profunda es la sabiduría de las Sagradas Escrituras, que si me dedicara únicamente a ellas desde la infancia hasta la vejez más avanzada, con el mayor ocio, el máximo esfuerzo y la mejor inteligencia, cada día progresaría en ellas." Y en la Epístola 119, capítulo 21, dice: "En las mismas santas Escrituras hay mucho más que ignoro que lo que sé."

San Gregorio, en la Homilía sexta sobre Ezequiel, dice: "Gran utilidad tiene la misma oscuridad de las palabras de Dios, porque ejercita el entendimiento para que, con el esfuerzo, se amplíe y pueda captar lo que no podría alcanzar sin ese trabajo. Además, hay algo aún mayor: si la comprensión de las sagradas Escrituras fuera clara en todo, perdería su valor, pero cuando se encuentra algo en los pasajes más oscuros después de mucho esfuerzo, su dulzura es mayor cuanto mayor ha sido la fatiga para encontrarlo."

Ciertamente, estos Padres conocían las expresiones y no eran soberbios ni infieles, y, sin embargo, confesaban abiertamente que las Escrituras son difíciles de entender. Esto, creo yo, refuta claramente la temeridad y vanidad de Lutero y Brencio.

Tampoco faltan argumentos adicionales, además de las autoridades mencionadas, para confirmar lo mismo. En las Escrituras, se pueden considerar dos cosas: las cosas que se dicen y el modo en que se dicen. Si consideramos las cosas, debemos admitir necesariamente que las Escrituras son muy oscuras. Pues tratan de los más altos misterios, sobre la Trinidad divina, la encarnación del Verbo, los sacramentos celestiales, la naturaleza de los ángeles, la acción de Dios en las mentes humanas, la predestinación y reprobación eternas, y otros temas secretos y sobrenaturales, que no se pueden investigar sin gran esfuerzo y riesgo de gravísimos errores. Ciertamente, si la ciencia de la metafísica es más difícil y oscura que todas las demás disciplinas naturales, porque trata de las causas más elevadas, ¿cómo no será oscurísima la Sagrada Escritura, que trata de asuntos mucho más altos? Además, gran parte de la Escritura contiene profecías sobre cosas futuras y escritas en verso, y ciertamente no hay nada más difícil y oscuro que esto.

Si consideramos el modo de expresión, encontraremos innumerables dificultades. Primero, hay muchos pasajes en las Escrituras que, a primera vista, parecen contradictorios, como en Éxodo 20: "Yo soy un Dios celoso, que visito la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación." Y en Ezequiel 18: "El hijo no llevará la iniquidad del padre, sino que el alma que pecare, esa morirá." Segundo, hay palabras y expresiones ambiguas, como en Juan 8, cuando los judíos preguntan: "¿Quién eres tú?" y Cristo responde: "El principio, que también os hablo." Todos los intérpretes se confunden con este pasaje, y aún no se sabe con certeza qué significa esa respuesta: "El principio, que." Y en el griego es aún más oscuro, donde "Principio" está en acusativo: τὴν ἀρχὴν. Tercero, hay oraciones incompletas, como en Romanos 5: "Así como por un hombre el pecado entró en el mundo, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, en quien todos pecaron." Y lo que sigue, donde en todo el periodo no hay un verbo principal. Cuarto, hay oraciones desordenadas, como en Génesis 10: "Estos son los hijos de Sem según sus familias, lenguas, regiones y naciones." Sin embargo, al comienzo del capítulo 11 se dice: "Toda la tierra tenía una sola lengua y un mismo lenguaje." Quinto, hay expresiones propias de los hebreos, como en el Salmo 88: "Su trono es como los días del cielo." También en el Salmo 118: "Mi alma está siempre en mis manos." Y muchas otras. Sexto, hay muchísimas figuras literarias, tropos, metáforas, alegorías, hipérbatos, ironías y otras formas retóricas innumerables.

Finalmente, añadamos el testimonio de los mismos adversarios, que, quieran o no, se ven obligados a reconocer esta verdad. Pues, si la Escritura fuera tan clara como ellos afirman, ¿por qué Lutero y los luteranos escriben tantos comentarios? ¿Por qué publican versiones tan diversas de las Escrituras? ¿Por qué explican las Escrituras de maneras tan diferentes? Ciertamente, Osiandro, en su refutación del escrito que Felipe publicó contra él, testifica que hay veinte interpretaciones muy diferentes de la justificación según las Escrituras solo entre los confesores. Y el propio Lutero, en el primer libro contra Zuinglio y Ecolampadio, ¿no dejó escrito?: "Si el mundo dura más tiempo, será nuevamente necesario, debido a las diversas interpretaciones de la Escritura que ahora existen, que para conservar la unidad de la fe, recibamos los decretos de los concilios y busquemos refugio en ellos." ¿Y de dónde, pregunto, provienen tantas interpretaciones de la Escritura si es tan fácil y clara? Además, en esta postura ellos mismos se contradicen maravillosamente.

Lutero, que en el prólogo de la Afirmación de sus artículos afirmó que la Escritura es por sí misma clarísima, y que en su libro De servo arbitrio presumió que no había ninguna dificultad en las Sagradas Escrituras y que no se le podía mostrar un pasaje que él no pudiera interpretar fácilmente, el mismo Lutero, sin embargo, en el prólogo a los Salmos, dice: "No quiero que nadie piense de mí lo que nadie hasta ahora ha podido lograr, ni siquiera los más santos y doctos, es decir, entender el Salterio en todos sus sentidos legítimos y enseñarlo. Es suficiente haber entendido algunos y esos solo en parte. El Espíritu ha reservado mucho para sí mismo, para que siempre seamos sus discípulos; mucho solo nos lo ha mostrado para atraernos; mucho nos ha dado para conmovernos." Y más adelante: "Sé que es de la más impúdica temeridad que alguien se atreva a afirmar que ha entendido completamente un solo libro de las Escrituras en todas sus partes." Y en el libro De los concilios, página 12, dice: "Hace veinte años, me vi obligado a despreciar los comentarios de los Padres, cuando era necesario leer la Escritura en las escuelas y buscar la verdadera y genuina interpretación con gran esfuerzo."

Brencio, en el prólogo contra Pedro Soto, dice: "Dicen tonterías quienes afirman que la Escritura es oscura y, por lo tanto, necesita interpretación." Y más adelante dice: "La Escritura solo es oscura para los impíos e incrédulos, no para los piadosos y creyentes." Pero en su Confesión de Wurtemberg, en el capítulo sobre la Sagrada Escritura, dice: "No es un secreto que el don de interpretar la Escritura no pertenece a la prudencia humana, sino al Espíritu Santo; y el Espíritu Santo es completamente libre y no está atado a un cierto tipo de personas, sino que distribuye sus dones a los hombres según su propia voluntad." Pero, pregunto, ¿por qué, Brencio, es necesario el don de interpretación si, como tú mismo decías poco antes, la Escritura no necesita interpretación?

Ahora bien, Martín Kemnicio, en el Examen de la cuarta sesión del Concilio de Trento, dice: "Dios quiso que existiera en la Iglesia el don de la interpretación, que, al igual que el don de las sanaciones, de los milagros y de las lenguas, no es común a todos." Y más adelante dice: "Nos servimos con gratitud y reverencia de los trabajos de los Padres, quienes han ilustrado con sus comentarios muchos pasajes de las Escrituras de manera útil."

Ciertamente, vuestro padre Lutero mostró gran gratitud hacia los trabajos de los Padres de la Iglesia, cuando en su libro De los concilios, [págs. 163-164], escribió que los comentarios de los Padres eran "carbones en lugar de oro". Tampoco sus seguidores, los Centuriadores, quienes son luteranos estrictos, se muestran más coherentes con él, ya que en la Centuria 1, libro 2, capítulo 4, columna 52, escriben: "Los apóstoles comprendieron que las Escrituras no pueden ser entendidas sin el Espíritu Santo y sin un intérprete."

Pero veamos ahora los argumentos de Lutero y Brencio.