Epístola 16: R16: Christian I von Buch a Hildegard von Rupertsberg

De Christian, arzobispo. Para Hildegarda.

Christian, por la gracia de Dios, arzobispo de la sede de Maguncia, a la reverenda y amada en Cristo señora Hildegarda y a todas las esposas de Cristo que con ella sirven a Dios, que asciendan de virtud en virtud y vean al Dios de los dioses en Sión.

Y aunque somos totalmente insuficientes y en verdad indignos de alabar la admirable y loable potencia de Dios y la clemencia de nuestro Salvador, con la esperanza de llegar a ser dignos por tu intercesión, queridísima en Cristo señora, agradecemos a aquel de quien desciende todo don perfecto, como Padre de las luces, en quien tu alma ha encontrado digno favor, y que la ha iluminado con su verdadero e inestimable luz. Por su gracia, que te ha precedido y seguido, has sido concedida con la devoción santa de sentarte a los pies del Señor como María, y de dedicarte a las visiones de la Jerusalén celestial.

Estas manifestaciones de tu santa conversión y sorprendentes testimonios de verdad, así como la dedicación de nuestra alma a tus mandatos, no por decirlo, sino en respuesta a tus ruegos, nos obligan tanto que debemos inclinar la intención de nuestro corazón hacia todo lo que conocemos de tus santos votos, esperando y teniendo gran confianza en tu santidad, que por el santísimo aroma de tus oraciones, recibamos la gracia de Dios que nos precede y sigue, y que nuestra alma pecadora, mediante la intervención de tu santidad, finalmente encuentre el favor del Creador.

Por eso, en la tribulación y aflicción que tú y el santo convento soportan por la suspensión de los divinos oficios, nos compadecemos tanto más profundamente cuanto más claramente podemos percibir vuestra inocencia en esta parte. Sin embargo, como constaba a la iglesia que el difunto enterrado en vuestra iglesia había incurrido en la sentencia de excomunión en vida, y mientras la iglesia permanecía incierta sobre su absolución, por los estatutos de los santos padres, no pudimos evitar declinar el clamor del clero y disimular el escándalo de la iglesia hasta que se comprobara con el testimonio idóneo de hombres buenos, en presencia de la iglesia, que había sido absuelto.

Por lo tanto, compadeciéndonos profundamente de vuestra aflicción, escribimos a la iglesia de Maguncia en estos términos: si se demuestra con la afirmación veraz de hombres buenos que el mencionado difunto fue absuelto, os ordenamos que celebren los divinos oficios. Rogamos y suplicamos encarecidamente a vuestra santidad que, si por nuestra culpa o ignorancia os hemos molestado en esta parte, no neguéis vuestra misericordia a quien la pide, y dignaos suplicar al Padre de las misericordias por nosotros, para que nos represente sanos y salvos ante vuestro santo conspecto y ante la iglesia de Maguncia, para la gloria de Dios y de vuestra iglesia y para la salvación de nuestra alma. Que el Señor os conserve en salud y santidad.

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