Epístola 24: R24: Hildegard von Rupertsberg a Hillin von Fallemanien

Respuesta de Hildegarda.

La sabiduría resuena diciendo: Ahora es un tiempo sucio para la forma femenina. ¡Oh, oh, Adán del Nuevo Testamento de toda justicia! Y fue la raíz de toda la descendencia de los hombres. Después, en su linaje, surgió un espíritu viril que salió en tres grupos, como un árbol que se extiende en tres ramas. El primer grupo consistía en que los hijos de Adán eligieron lo que su capacidad les permitió. El segundo, en que los hombres se levantaron en la temeridad del homicidio. Y el tercero, en que hicieron todo lo que les vino en ídolos y errores similares. Ahora este árbol está seco, y el mundo está trastornado en muchos peligros. Este tiempo se relaciona con aquel tiempo cuando la primera mujer hizo un gesto de engaño al primer hombre. Pero, no obstante, el hombre tiene más fuerza que la mujer para lograrlo. Sin embargo, la mujer es la fuente de sabiduría y la fuente de plena alegría, partes que el hombre lleva a la perfección. ¡Ay, ay! Este tiempo no es ni frío ni caliente, sino sucio. Después de esto, vendrá un tiempo que en grandes peligros, en temor, injusticia y ferocidad de los hombres, mostrará fuerzas viriles. Entonces soplará el error de los errores errantes, como los cuatro vientos que en grandes peligros esparcen su fama. Pero ahora, oh pastor, escucha, porque la gracia de Dios no te ha puesto en vano. Por eso, mantén su justicia. Cuando comienzas a hacer buenas obras, te cansas rápidamente. Pero cuando eres llamado a la sinfonía, de tal manera que permaneces en oración, inmediatamente te marchitas. ¡Ay, ay! Tú que estás en el lugar de Cristo, escucha de nuevo. Un rey tenía una ciudad en grandes honores, la cual confió a tres hombres de entre sus súbditos, para que la cuidaran. Al primero le encargó la torre, al segundo la llanura de la ciudad, y al tercero el muro con sus baluartes. Tú estás puesto en la torre, tu pueblo en la llanura de la ciudad, y tu clero en el muro con sus baluartes. Si el muro de la ciudad es atacado y la llanura saqueada, tú, sin embargo, custodia la torre para que no se destruya toda la ciudad y no se disipe. La imagen de la paloma te enseña, y la palabra de Dios no carece de conocimiento en ti. Así que vigila y refuerza con vara de hierro, enseña y unge las heridas de los que te han sido encomendados, y vivirás para siempre.

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