Historia de los suevos

En la era 447, los suevos, bajo el liderazgo de Hermerico, junto con los alanos y vándalos, entraron en Hispania y ocuparon toda Gallaecia junto con los vándalos. Sin embargo, cuando los vándalos cruzaron a África, los suevos quedaron como únicos señores de Gallaecia. Hermerico gobernó en Hispania durante treinta y dos años, mientras que los galaicos aún mantenían cierta autonomía en parte de la provincia. Pero Hermerico, tras devastarlos con constantes incursiones, finalmente, al verse oprimido por la enfermedad, hizo la paz con ellos y designó como sucesor a su hijo Requila. Este, al frente de un gran ejército, se enfrentó en batalla contra Andevoto, un general romano, en el río Singilio, en la provincia de la Bética. Lo derrotó junto con sus tropas y se apoderó de una gran cantidad de oro y plata. Luego sitió Mérida, la conquistó y la anexó a su reino. Mientras tanto, su padre Hermerico, enfermo durante siete años, falleció.

En la era 479, tras la muerte de Hermerico, su hijo Requila gobernó durante ocho años. Después de la muerte de su padre, conquistó Hispalis (Sevilla) y sometió las provincias de Bética y Cartaginense a su dominio. Posteriormente, en Mérida, murió aún aferrado, según se dice, a la religión pagana.

En la era 496, tras la muerte de Requila, su hijo Requiario, convertido al catolicismo, asumió el trono y reinó durante nueve años. Se casó con una hija del rey godo Teodoredo. En los primeros años de su reinado, emprendió una expedición contra los vascones, saqueando sus territorios. Luego viajó a la corte de su suegro Teodoredo y, al regresar a la región de Zaragoza con la ayuda de los godos, devastó la provincia. También invadió la Tarraconense, que aún estaba bajo el dominio del Imperio Romano. Además, saqueó la provincia Cartaginense, que su padre Requila había devuelto previamente a los romanos. Finalmente, cuando el rey godo Teodorico entró en Hispania, Requiario le hizo frente en batalla. Primero fue derrotado y obligado a huir, pero más tarde fue capturado y ejecutado.

En la era 495, tras la muerte de Requiario, los suevos que sobrevivieron en la parte más remota de Gallaecia eligieron como rey a Maldras, hijo de Massila. Sin embargo, el reino pronto se dividió en dos facciones: una parte reconoció a Frantano como su rey, mientras que la otra permaneció fiel a Maldras. No pasó mucho tiempo antes de que Frantano muriera, tras lo cual sus seguidores se unieron a Recchimundo. Poco después, Recchimundo y Maldras hicieron la paz y juntos devastaron varias partes de Lusitania. Sin embargo, en el tercer año de su reinado, Maldras fue asesinado por sus propios hombres.

En la era 498, tras el asesinato de Maldras, surgió una disputa entre Frumario y Remismundo por el poder del reino. Frumario, con las tropas de suevos que le seguían, devastó gravemente el territorio del convento de Flavias. Por su parte, Remismundo saqueó las tierras costeras cercanas a los conventos de los auregenses y los lucenses.

En la era 502, tras la muerte de Frumario, Remismundo logró reunir nuevamente a todos los suevos bajo su autoridad real y restableció la paz con los galaicos. Envió embajadores al rey godo Teodorico para sellar un pacto, y este le envió, a través de sus legados, armas y una esposa. Posteriormente, Remismundo marchó hacia Lusitania, donde tomó Coimbra tras engañarla con una falsa paz. También ocupó Lisboa, que le fue entregada por Lusidio, su gobernador. En su tiempo, surgió Ajax, un apóstata arriano de origen gálata, quien, con el apoyo de su rey, se convirtió en enemigo de la fe católica y de la Santísima Trinidad. Desde las regiones góticas de la Galia, introdujo este veneno herético entre los suevos, contagiando a toda la nación con la plaga mortal de la perfidia arriana. Durante el gobierno de varios reyes suevos, el reino permaneció en la herejía, hasta que finalmente Teudemiro asumió el poder.

Apenas asumió el trono, Teudemiro erradicó el error de la impiedad arriana y devolvió a los suevos a la fe católica. Para ello, contó con la ayuda de San Martín, obispo del monasterio de Dumio, un hombre de gran fe y sabiduría. Gracias a su labor, la paz de la Iglesia se fortaleció y se establecieron numerosas instituciones de disciplina eclesiástica en las regiones de Gallaecia. Tras la muerte de Teudemiro, Miro se convirtió en rey de los suevos, gobernando durante trece años. En el segundo año de su reinado, emprendió una guerra contra los rúcones. Más tarde, marchó a Hispalis en apoyo del rey godo Leovigildo, quien combatía a su hijo rebelde. Allí, Miro encontró el final de su vida.

Su hijo Eborico le sucedió en el trono, pero, siendo aún joven, fue depuesto por Andeca, quien usurpó el poder y lo obligó a tomar el hábito monástico, condenándolo a la vida en un monasterio. Sin embargo, la justicia no tardó en alcanzarlo, pues el rey de los godos, Leovigildo, declaró la guerra a los suevos, tomó su reino y destronó a Andeca. Luego, tras raparlo, lo redujo a la condición de presbítero, haciendo que sufriera la misma humillación que él había infligido a su propio rey. Así, el reino de los suevos fue destruido y quedó incorporado al dominio godo. Se registra que su existencia se prolongó durante ciento setenta y siete años.