PROLOGO
1. De todas las tierras, desde el occidente hasta los indios, eres la más hermosa, oh sagrada, y siempre feliz madre de príncipes y pueblos, Hispania. Con justicia eres ahora la reina de todas las provincias, de la cual no solo Occidente, sino también Oriente toma su luz. Tú eres el esplendor y el ornamento del mundo, la parte más ilustre de la tierra, en la que se alegra y abundantemente florece la gloriosa fecundidad del linaje gético.
2. Con razón la naturaleza, indulgente con la fertilidad de todos los frutos, te ha enriquecido. Eres opulenta en bayas, pródiga en fuerza, fecunda en cosechas, vestida de mieses, sombreada por los olivos, adornada con la vid. Eres florida en los campos, frondosa en los montes, abundante en peces en las costas. Situada bajo la zona más grata del mundo, no eres abrasada por el ardor del sol en verano, ni debilitada por el rigor del hielo, sino rodeada por una región de clima templado, nutrida por los felices céfiros. Porque produces todo lo que el campo da de fértil, todo lo que los metales tienen de precioso, todo lo que los seres vivos poseen de hermoso y útil. Tampoco debes ser considerada inferior a aquellos ríos cuya fama los ennoblece por sus ilustres rebaños.
3. A ti cederá Alfeo en caballos y Clitumno en ganados, aunque Alfeo, sagrado por las palmas olímpicas, entrene cuadrigas voladoras en sus espacios, y Clitumno haya ofrecido grandes novillos como víctimas en los sacrificios capitolinos. No necesitas los bosques de Etruria, más fértiles en pastos, ni te maravillas de los bosques de Molorco, colmados de palmas, ni envidiarás los carros de Élide por la carrera de tus caballos. Eres fecunda con ríos caudalosos y con torrentes dorados que arrastran oro. A ti pertenece la fuente que engendra caballos. Para ti resplandecen los vellones teñidos con púrpura autóctona hasta arder con matices de rojo tirio. Para ti fulgura entre las sombras de los más profundos montes una piedra que, con el resplandor contiguo del sol cercano, se enciende.
4. Rica en hijos, en gemas y en púrpuras, fértil en gobernantes y en dotes imperiales, eres tan opulenta en engendrar príncipes como en adornarlos. Por ello, con justicia, la dorada Roma te deseó desde hace tiempo como cabeza de las naciones, y aunque al principio la misma virtud romana victoriosa te conquistó, luego, sin embargo, la floreciente nación de los godos, tras múltiples victorias en el mundo, te arrebató y amó con entusiasmo, y hasta ahora goza de ti entre diademas regias y abundantes riquezas, en la seguridad de la felicidad del imperio.