CUESTIÓN VI

Si comprende el alma de Cristo la misma sabiduría increada

ADMITIDO que el alma de Cristo es sabia con la sabiduría increada y con la sabiduría creada a la vez, se plantea en consecuencia la cuestión de si comprende la misma sabiduría increada.

Parece que sí:

Argumentos a favor

Juan 3 14: Dios da su Espíritu sin medida,. Dice la Glosa: "A los hombres [lo da] con medida, mas al Hijo sin medida.

Pero, lo mismo que lo engendró todo entero de su totalidad entera, así también dio su Espíritu entero al Hijo encarnado, no parcialmente y por partes, sino de una manera general y universal". Mas la medida del conocimiento de la verdad se corresponde a la medida del Espíritu concedido; por tanto, si el alma de Cristo recibió el Espíritu Santo sin medida, conoce a Dios sin medida. Y esto no es otra cosa que comprender la sabiduría divina; luego, etc.

Agustín, La Trinidad, XIII, 19: "En el Verbo reconozco al verdadero Hijo de Dios, en la carne al verdadero hijo del hombre, unidos ambos en una sola persona de Dios y del hombre por la largueza de una gracia inefable". En consecuencia, la gracia de la unión es inefable, luego sin medida e incomprensible. Pero según la cantidad de la gracia es la cantidad del conocimiento; por consiguiente, si el ser infinito es comprensible por el conocimiento incomprensible, por grande que sea su inmensidad será comprendido por el alma unida a él.

3. Dice Hugo en su obra La sabiduría [del alma] de Cristo:

"El alma de Cristo tiene por gracia todo lo que Dios tiene por naturaleza". Es así que Dios tiene por naturaleza la comprensión de su propia sabiduría; luego el alma de Cristo la tiene por gracia.

Tanto o más es ser Dios que comprender a Dios 4. Ahora bien, la gracia de la unión hipostática puede hacer que una criatura sea Dios; luego con mucha más razón hará que la criatura comprenda a Dios. Mas no hizo esto sino con el alma de Cristo; por tanto, etc.

Bernardo en Al papa Eugenio sobre la consideración' dice que hay unidad por naturaleza, por dignación y por superdignación. La unidad por dignación no es tan grande como la unidad de la Trinidad, que es por superdignación, y es mayor que la unidad por naturaleza 6. Pero tanto en la unidad por naturaleza como en la unidad por superdignación uno de los extremos es comprendido por el otro, y viceversa; por consiguiente, con la misma y con mucha mayor razón parece que se da esto en la unidad por dignación. Es así que el alma de Cristo está unida a la sabiduría increada con la unidad de dignación; luego

E Isidoro: "La Trinidad es conocida sólo por ella sola y por el hombre asumido [por el Verbo]", y consta que esto no se entiende de cualquier conocimiento, sino solamente de aquel que la Trinidad no tiene en común con la pura criatura.

Mas éste no es otro que el conocimiento comprensivo; por tanto, éste lo tiene la criatura unida [al Verbo].

Y Casiodoro: "Aquella luz inaccesible la entiende el alma sana por encima de todas las claridades". Ahora bien, el alma unida al Verbo fue la más sana; por consiguiente, la entendía por encima de toda otra claridad; por tanto o no comprendía ninguna otra claridad, o si comprendía alguna, comprendía también aquella.

La gracia de unión supera absolutamente a la gracia de comprensión por grande que ésta sea; en consecuencia hace que Dios sea conocido con absoluta mayor claridad.

Es así que esto no es otra cosa que comprender la divina sabiduría; luego, etc. Pues nada supera absolutamente todo ser finito sino el ser infinito.

Agustín, La Trinidad IX, dice que el alma es simple. Por eso, cuando se conoce a sí misma, se conoce totalmente, no parcialmente. Luego, como la sabiduría eterna es simple, si es conocida por el alma de Cristo, es conocida totalmente.

Mas conocer una cosa totalmente no es otra cosa que comprenderla; por tanto, etc.

Esta proposición es de por sí verdadera: El ser simple, cuando es conocido, es conocido todo entero; luego el ser más simple es conocido más plenamente; y el ser simplicísimo es conocido plenísimamente. Pero el Verbo increado tiene la suma simplicidad; por consiguiente es conocido plenísimamente. Mas esto es comprenderlo de la manera más perfecta; por tanto es comprendido de la manera más perfecta por el alma de Cristo.

El alma de Cristo en su conocimiento del Verbo o lo conoce todo entero con claridad o hay parte del Verbo que desconoce y parte que conoce con claridad. Si lo conoce con total claridad, entonces es que lo comprende totalmente.

Si hay parte que desconoce y parte que conoce con claridad, entonces es que en el Verbo hay partes. Es así que esto es absurdo, porque el Verbo no sería la suma simplicidad; luego, etc.

Si hay parte que desconoce, o esa parte es Dios o no. Si no es Dios, entonces a la vez que la desconoce, no obstante comprende a Dios. Si es Dios, luego el alma de Cristo desconoce a Dios. Mas ninguna alma que desconoce a Dios es bienaventurada; por tanto según esto el alma de Cristo no es bienaventurada. Pero esto es absurdo; por consiguiente, también la premisa de la que se deduce. Lo mismo que se da en Dios verdaderamente la inmensidad, así también se da en Dios verdaderamente la simplicidad.

Ahora bien, lo mismo que es propio de la inmensidad no ser nunca comprendida totalmente, es también propio de la simplicidad

ser totalmente comprendida por cualquiera que la comprenda; por tanto, por la misma razón que se dice incomprensible por razón de la inmensidad, se dirá comprensible por razón de la simplicidad.

Si en el punto la esencia y el poder fueran lo mismo, el que lo conociera totalmente en cuanto a su esencia, lo conocería totalmente en cuanto a su poder. Es así que en Dios es lo mismo su esencia y su poder, y todo lo que es esencial en Él es totalmente idéntico y sumamente simple; luego, o no se conoce nada de Dios, o si se conoce algo, se conoce todo y totalmente; por tanto se comprende todo y totalmente; luego no sólo el alma de Cristo comprende al Verbo, sino también toda alma que conoce a Dios de cualquier manera.

Dice Beda que "al alma no la puede llenar nada menor que Dios", Pero si la capacidad del alma pudiera llenarse con alguna cosa limitada, la llenaría algo menor que Dios; por consiguiente, la capacidad del alma se extiende al ser infinito como infinito. Mas el alma de Cristo comprende todo aquello a lo que se extiende su capacidad, ya que es plenamente perfecta; por tanto, comprende al ser infinito.

El alma de Cristo ama a Dios cuanto debe ser amado.

Pero Dios debe ser amado sin modo ni medida; por consiguiente, como lo ama tanto como lo conoce, se sigue que lo conoce sin medida; en consecuencia, etc.

El entendimiento es por naturaleza tal que se fortalece entendiendo la suma realidad inteligible Luego, cuanto más claramente entiende el alma de Cristo, tanto más capaz se hace de entender más claramente. Luego, o no tendrá nunca reposo, o comprenderá totalmente al Verbo unido a ella.

Si existiera algo cuya capacidad se aumentara cogiendo nuevas cosas, o no se llenaría nunca con ellas o se le pondría a su alcance el ser infinito. Pero la capacidad del alma de Cristo es así; por consiguiente, o queda en parte vacía o comprende la sabiduría infinita.

El ser finito dista del ser infinito tanto como el ser creado del ser increado. Mas lo que dista el ser creado del ser increado no impide que el entendimiento se eleve a conocer el ser increado como increado; por tanto, por la misma razón el ser finito podrá elevarse a conocer el ser infinito como infinito. Pero esto no se puede dar más que en el alma de Cristo; por consiguiente, etc.

Cuanto dista la finitud de la infinitud tanto dista la simplicidad de la composición. Es así que el entendimiento del alma de Cristo, aunque tenga alguna composición, sin embargo entiende y conoce al mismo Verbo en cuanto simplicidad suma; luego igualmente en cuanto suma infinitud. Mas esto es comprender toda la sabiduría del Verbo; por tanto, el alma de Cristo comprende la sabiduría increada.

Argumentos en contra:

El Damasceno, I, 4: "Infinito es Dios e incomprensible, y de su sustancia sólo es comprensible su infinitud y su incomprensibilidad". Luego el l amarse incomprensible no es por razón de Él mismo, sino por referencia a la naturaleza creada. Por tanto, si el alma de Cristo es una criatura, la sabiduría increada es incomprensible para ella.

Agustín, La ciudad de Dios, XII: "Todo lo que se sabe queda limitado por la capacidad de comprender del que lo sabe". Pero el ser infinito no puede en modo alguno quedar limitado por el ser finito; por consiguiente en modo alguno es comprendido por el ser finito. Mas el alma de Cristo es finita, ya que es criatura; por tanto, etc.

Todo el que conoce conoce según su capacidad de conocer

Pero la capacidad de conocer del alma de Cristo es limitada; por consiguiente todo lo que conoce lo conoce como limitado y de un modo limitado; en consecuencia, no comprende el ser infinito en modo alguno.

Todo el que comprende una cosa la contiene totalmente dentro de él; luego es mayor o igual que esa cosa. Mas el alma de Cristo no es mayor ni igual que el Verbo eterno; por tanto no lo comprende en modo alguno 23.

[Siempre] es posible pensar alguna cosa más grande que todo lo que comprenda el alma, porque, una vez que ésta haya alcanzado los límites de esa cosa, su pensamiento puede extenderse todavía más al á. Es así que no es posible pensar nada más grande que la sabiduría de Dios; luego es necesario que la sabiduría de Dios sea aprehendida por el alma de Cristo de un modo no [totalmente] comprensivo.

El alma de Cristo, aunque está unida al Verbo de la manera más perfecta, a pesar de ello no encierra en sí al Verbo en cuanto a la existencia, ya que el Verbo existe fuera de ella y está en alguna parte en que no está el alma de Cristo unida a él. Luego por igual razón tampoco cabrá la sabiduría divina dentro del entendimiento del alma de Cristo; luego no la comprende.

Comprender una cosa es abarcarla plenamente. Mas abarcar plenamente el ser infinito no es posible si no es por medio de un acto infinito. Y un acto infinito no es posible si no hay poder infinito, y no puede haber poder infinito si no hay igualmente también sustancia infinita; por tanto, si el alma de Cristo comprendiera la sabiduría divina, como ésta es infinita, el alma sería infinita en cuanto a la sustancia, el poder y el obrar. Pero esto es falso e imposible; por consiguiente, etc.

Lo que comprende una cosa según la cantidad de su volumen se extiende con ella igualando su extensión. Luego el que comprende una cosa según la excelencia de su claridad, se iguala a ella en claridad. Es así que es imposible que el alma de Cristo se iguale a la sabiduría divina en claridad, ya que ésta es pura luz y el alma de Cristo es tiniebla en cuanto criatura; luego es imposible que la sabiduría eterna de Dios sea comprendida por el alma de Cristo.

La eternidad es a la eviternidad como el círculo mayor al círculo menor. Ahora bien es imposible que el círculo mayor sea comprendido por el círculo menor; luego es imposible que la sustancia eterna sea comprendida por la sustancia eviterna. Mas la sabiduría de Dios es eterna, y el alma de Cristo no es eterna, sino eviterna; por tanto, etc.

brillar El brillar que brillar comprende brillar una brillar cosa brillar la brillar conoce brillar perfectísimamente. Luego, si el alma de Cristo comprende la sabiduría eterna, es necesario que sea sabia en sumo grado, y, consiguientemente, bienaventurada en sumo grado; luego sería igual a Dios en bienaventuranza y en bondad; luego no tendría principio ni fin; luego no sería criatura ni alma; luego, si estas cosas y otras muchas que se podrían deducir son absurdas, es imposible que la divina sabiduría sea comprendida por el alma de Cristo.

Conclusión

El alma de Cristo no puede propiamente comprender la sabiduría increada

Respondo:

Para entender lo precedente hay que tener en cuenta que, como se ha demostrado en la cuestión anterior, para que una criatura tenga conocimiento perfecto y cierto concurre no sólo la presencia de la luz eterna, sino también la influencia de la luz eterna; no sólo el Verbo increado, sino también el verbo concebido interiormente; no sólo la sabiduría eterna, sino también la noticia impresa en el alma; no sólo la verdad que causa, sino también la verdad que informa.

Por consiguiente, como el alma de Cristo y cualquier alma que conoce a Dios, lo conoce según la medida de la influencia del Verbo y de la noticia que informa la mente interiormente; y como este verbo y noticia, por tener una esencia creada, y por ello limitada, no puede igualarse a la sabiduría divina, ya que ella es infinita en todo: hay que confesar que la sabiduría increada no puede ser comprendida por el alma de Cristo unida a ella ni por cualquier otra criatura, en el sentido en que s dice que es comprendida una cosa cuando el que la comprende la abarca dentro d sí mismo toda y totalmente según todas las maneras, conforme a lo que dice Agustín en su Carta a Paulina sobre la visión de Dios: "La plenitud de Dios ninguno la comprende jamás no sólo con los ojos del cuerpo, sino ni siquiera con la misma mente, pues una cosa es ver y otra, viendo,

comprender totalmente, puesto que s ve lo que se siente presente de alguna manera; mas se comprende totalmente lo que se ve de tal manera que nada del objeto visto queda oculto al que lo ve, aquello cuyos límites pueden ser vistos por todo alrededor".

Para una visión así se requiere necesariamente que el que comprende iguale supere al propio comprendido en acto, en hábito y en potencia. Y esto no parece darse de ninguna manera en el alma de Cristo o en alguna criatura en comparación con la sabiduría eterna; como ésta es infinita y aquél a finita, ésta supera a aquél a absolutamente.

Y esto es lo que dice Agustín, La Trinidad, IX, 11: "En la medida en que conocemos a Dios, somos semejantes a Él, pero no semejantes hasta la igualdad porque no lo conocemos tanto como Él se conoce a sí mismo". Y después: "Cuando conocemos a Dios, aunque nos hagamos mejores que éramos antes de conocerlo, sobre todo cuando es verbo ese conocimiento deleitable y amado como se merece, ese conocimiento se convierte en alguna semejanza de Dios; sin embargo es inferior, porque está en una naturaleza inferior, pues el alma es una criatura Dios es el Creador".

Por consiguiente, no pudiendo el alma de Cristo al conocer al Verbo eterno engendrar un verbo igual a él, queda manifiesto que no puede comprenderlo en el sentido propio de la palabra.

Por lo cual se deben admitir como válidos los argumentos que favorecen esta tesis.

Mas para entender las objeciones, puesto que proceden de tres caminos, a sabe de la inmensidad de la gracia de la unión hipostática, de la simplicidad del Verbo de la sabiduría de Dios, de la capacidad y aquietamiento del deseo de la misma alma que conoce, hay que entender que, aunque la naturaleza divina y la humana disten como el ser finito del ser infinito, a pesar de ello pueden unirse en la unión hipostática, quedando a salvo la propiedad de una y otra naturaleza. Sin embargo la misma naturaleza divina nunca se hace finita, ni la humana se hace infinita. De aquí que, aunque Dios

es hombre y el hombre es Dios a causa de la unidad de la persona y la hipóstasis, a pesar de ello quedan a salvo e inconfusas las operaciones de ambas naturalezas, aunque se prediquen recíprocamente por causa de la comunicación de idiomas.

Por otro lado, aunque el Verbo divino es simple, es sin embargo infinito, no por la cantidad de su masa, sino por la cantidad de su poder; porque cuanto más simple es una cosa, tanto más unido está su poder, y "el poder más unido es más infinito que el poder multiplicado". Y por eso el Verbo divino, por lo mismo que es simplicísimo, es también infinitísimo. Y por eso, aunque está todo entero en dondequiera que está, a pesar de ello nunca es limitado ni comprendido por ninguna criatura.

Por último, aunque el entendimiento y el afecto del alma racional no descansan nunca sino en Dios y en el Bien infinito, esto no es porque lo comprendan, sino porque nada sacia al alma si no sobrepasa su capacidad. De aquí que es verdad que tanto el amor como el entendimiento de la propia alma racional son conducidos al Bien y a la Verdad infinita y en cuanto son infinitos. Pero este ser conducidos puede ser de seis maneras: creyendo, razonando, admirando, contuyendo, excediéndose y comprendiendo. La primera manera es propia de los imperfectos y viadores; la última manera es propia de la perfección suma y de la Trinidad eterna e infinita; la segunda y tercera manera pertenecen a los viadores; la cuarta y quinta a la consumación de la patria celestial.

Pues en el estado de viador podemos contemplar la inmensidad divina razonando y admirándola; en la patria, contuyéndola cuando seamos hechos deiformes, y «excediéndonos» cuando estemos totalmente embriagados.

Por causa de esta embriaguez, dice Anselmo al final del Proslogio que más bien entraremos nosotros en el gozo de Dios que no el gozo de Dios en nuestro corazón.

Y porque aquella alma unida al Verbo ha quedado no sólo más deiforme, sino también más embriagada por la gracia no sólo

suficiente, sino también sobreexcelente, por eso contempla la divina sabiduría, y contemplándola se extasía en ella, aunque no la comprenda. Y por esta causa la admiración no tiene lugar solamente en el estado de viador, sino también en la patria; no sólo en los ángeles, sino también en el alma asumida por Dios, de manera que puede decir: Admirable se ha hecho tu ciencia para mí, se ha remontado poderosa y no podré alcanzarla [Sal 138,6], como explica la Glosa refiriéndolo a la humanidad asumida por el Verbo, que "no puede igualársele ni en la sabiduría ni en ninguna otra cosa".

Visto esto, se contesta fácilmente a las objeciones.

Solución de las objeciones

1.2.3.4. A la primera objeción basada en la Glosa, de que la gracia se dio a Cristo sin medida; y a la basada en el texto de Agustín, de que aquella gracia es inefable; y a la basada en el texto de Hugo y a la basada en la razón que aduce de que aquella gracia hace que el hombre sea Dios: a todas estas objeciones hay que responder que todas ellas son verdaderas y hay que entenderlas según el concurso de las dos naturalezas en una sola persona. De lo cual resulta que por la inmensidad de aquella persona no sólo la gracia de unión se dice inmensa e inefable, sino también que por la unidad de persona Dios y las cosas de Dios pueden predicarse del hombre. Sin embargo, de esto no resulta que la propia alma ni su poder ni su hábito ni su acto pierda su condición de criatura, y por ello finita y limitada 48, y por eso no se sigue que sea propio de ella el acto comprensivo de la sabiduría eterna, ya que este acto es infinito y de poder infinito.

A la objeción basada en Bernardo acerca de la triple unión o unidad, hay que decir que no hay paridad, porque en la unidad de naturaleza y en la de superdignación los extremos son proporcionales, pues la una y la otra son una unidad connatural. Pero en la unidad de dignación es al contrario, porque esa unidad es sola de condescendencia y gracia, y por ello no es necesario que en ella haya mutua comprensión.

A la objeción basada en el texto de Isidoro, de que la Trinidad es conocida por ella sola, etc., hay que decir que dice esto sólo por la comunicación de idiomas o por el modo familiarísimo de la revelación de los arcanos divinos comunicados a aquella alma unida al Verbo, como quedará más patente en la siguiente cuestión.

Sal 7. A la objeción basada en el texto de Casiodoro, acerca de la luz inaccesible, a saber, que [esa luz] es entendida por el alma sana por encima de cualquier claridad, hay que decir que es verdad, entendiendo la salud como deiformidad perfecta. Pero no se sigue que sea comprendida porque las otras claridades sean menores y comprensibles, y ella sea mayor; por consiguiente, aunque sea conocida por el alma más límpidamente que las otras claridades, sin embargo no se sigue que sea comprendida.

A la objeción: La gracia de unión es superior a toda gracia de comprensión, hay que decir que es verdad; pero no es porque la gracia de unión dé a la propia alma de Cristo poder infinito, ya que no le quita el ser de criatura, sino porque la coloca en la hipóstasis infinita. Mas el obrar que sale de un poder se considera según la virtud mayor o menor del propio poder; por eso la gracia de unión y la de comprensión no son del mismo género; por tanto, aunque no guarden proporción, no se sigue por ello que la gracia de unión suscite en el alma un acto infinito; de la misma manera que no se sigue que la línea sea infinita en acto, aunque sea superior al punto sin proporción.

A la objeción tomada de Agustín: El alma es simple; por eso, cuando se conoce a sí misma, se conoce totalmente…, hay que decir que esto es porque el alma tiene una simplicidad limitada, a la cual acompaña el ser finita e indivisible. Por eso, cuando se conoce, se conoce toda y totalmente. Es así que la simplicidad de la sabiduría divina, como se ha demostrado antes, está unida a la infinitud; luego, aunque pueda ser conocida y aprehendida por la criatura, sin embargo no puede jamás ser comprendida o limitada por la criatura.

A la objeción: Esta proposición es de por sí verdadera: El ser simple cuando es conocido, es conocido todo entero, hay que decir que es verdadera si se refiere al ser simple finito; pero si se refiere al ser simple infinito, en alguna manera es verdadera, en alguna manera no. Si se entiende que se conoce todo entero, es decir, no por partes, es verdadera. Pero si se entiende que es conocido todo entero, es decir, en su absoluta plenitud y perfección de manera que no sea superior al que lo comprende, es falsa. Por eso se ha dicho comúnmente y desde antiguo que, aunque el ser simple infinito sea conocido todo entero, no es conocido totalmente. Porque todo entero, por ser nombre, significa disposición de parte del sujeto o del objeto en sí; en cambio, totalmente, por ser adverbio, significa disposición del verbo, y por esto supone omnímoda perfección e igualdad en el acto del que comprende con relación a la cosa comprendida, lo cual no puede darse en el ser finito con relación al ser infinito.

11.12. A la objeción: o desconoce [al Verbo] todo entero o lo conoce todo entero, etc., la respuesta es obvia, porque lo desconoce todo entero y lo conoce todo entero. En efecto, lo conoce todo entero el que lo aprehende, ya que no lo aprehende por partes; pero también lo desconoce todo entero en cuanto a la comprensión, porque nada del Verbo puede ser comprendido por el entendimiento creado, pues es todo entero infinito y a la vez simple. Por eso lo mismo que se aprehende no se comprende. Lo mismo que el Verbo eterno el mismo y todo entero y según el mismo punto de vista está dentro de alguna criatura y está fuera de ella, así también es conocido por alguna inteligencia, y sin embargo no es comprendido por ella, porque la excede.

Por esto está clara la respuesta a la siguiente objeción: Si lo desconociera en parte, el entendimiento no sería bienaventurado. Pues, como ya se ha dicho, no se dice incomprensible porque se desconozca alguna parte, sino por la inmensidad de su simplicidad.

A la objeción: Lo mismo que [Dios] es verdaderamente infinito, es también verdaderamente simple, hay que decir que es

verdadera.

A lo que sigue: Lo mismo que la incomprensibilidad dice relación al ser infinito, así la comprensibilidad dice relación al ser simple, hay que decir que es falso, porque el ser infinito, por el mismo hecho de ser infinito, sobrepasa de manera absoluta a cualquier ser finito; pero el ser simple, por el mismo hecho de ser simple, no significa adecuación o limitación ni absolutamente en sí ni en comparación con otro; porque, como se ha demostrado antes, el ser más simple, por ser el más simple, es necesario que sea infinito.

En efecto, al haber dos clases de cantidad, cantidad de materia y cantidad de poder, en la cantidad de materia el ser simple y el ser infinito tienen diversos fundamentos; en cambio, en la cantidad de poder tienen el mismo fundamento, porque la magnitud de la simplicidad contribuye a la unión y al engrandecimiento del poder. Por eso, a causa de la suma simplicidad, no se comunica la comprensibilidad, sino más bien la incomprensibilidad y el poder inmenso.

A la objeción: Si en el punto la esencia y el poder fueran lo mismo, etc., hay que decir que el Verbo eterno no es comprendido ni según su esencia ni según su poder por ninguna criatura, porque tanto su poder como su esencia tienen una inmensidad que sobrepasa infinitamente todo poder creado. Por eso no hay similitud con el punto, cuya esencia es limitada.

A la objeción: Al alma no la puede llenar nada menor que Dios, hay que decir que es verdadera, como ya lo hemos tratado, porque el alma no está contenta con algún bien que ella conquiste y comprenda, porque un bien así no es el sumo bien. Sino que necesita un bien tal y tan grande que ella lo conquiste y lo aprehenda por la mirada y el amor, y que él la conquiste a ella por su supereminente superioridad.

A la objeción: El alma de Cristo ama a Dios tanto como debe, hay que decir que es verdad. Pero sin embargo, de esto no se sigue que ame a Dios tanto como Dios se ama a sí mismo. Porque el

amor con que Dios se ama a sí mismo es eterno e inmenso e igual al amado, En cambio, el amor del alma de Cristo no puede ser sino finito, porque nace de su voluntad.

Y lo que se dice que la medida de amar a Dios es amarlo sin medida, esto no es porque ese amor no tenga límite ni medida, ya que éstos son inherentes a toda criatura, sino porque el amor al amar no debe fijarse límite y término restrictivo, sino más bien dejarse llevar de modo excesivo con todo el esfuerzo del alma a aquella infinitísima bondad.

17.18. A la objeción: El entendimiento se fortalece entendiendo la máxima realidad inteligible, y su capacidad crece captando cosas mayores, hay que decir que eso se puede entender de dos maneras: primera, que esa capacidad, por el hecho de entender la suma realidad inteligible y captarla, es más vigorosa y poderosa con relación a las cosas que están por debajo de esa realidad, y esto es verdad; segunda, que el entendimiento es capaz de una luz y verdad aún mayor que la que ha captado, y esto es falso. Porque la capacidad del alma es igual a la cantidad de su poder, que se fundamenta en su sustancia finita; y por ello es finita en acto y puede ser suficientemente colmada por la deiformidad finita, la cual haciéndola semejante a Dios según su omnímoda posibilidad, la hace salir fuera de sí hacia el bien infinito, y por medio de ello le da perfección y reposo.

19.20. A la objeción: El alma de Cristo conoce el ser increado y simplicísimo, aunque sea creada y compuesta; luego por igual razón conoce el ser infinito en cuanto infinito, aunque ella sea finita, hay que decir que puede admitirse la conclusión: que conoce el ser infinito como el ser increado y simplicísimo. Pues lo mismo que el ser infinito no lo conoce comprendiéndolo, sino aprehendiéndolo y excediéndolo, igual le pasa con el ser increado y simplicísimo.

Sin embargo podría decirse que no hay paridad en uno y otro caso. Porque conocer el ser simple como simple y el ser increado como increado no encierra sino que el sujeto que conoce se asemeja al objeto conocido. En cambio, conocer el ser infinito como

infinito no dice sólo asimilación, sino también una especie de adecuación, pues el ser infinito como infinito significa tamaño; por eso el argumento anterior no es consecuente, como no es consecuente afirmar que, si la criatura puede asemejarse a Dios, por eso puede igualarse a Dios.

Confesamos que el alma de Cristo es deiforme, pero no que es igual a Dios; y por eso concedemos y sostenemos que, aunque aprehenda clara y distintamente la misma sabiduría unida a ella, sin embargo no la comprende totalmente.