CUESTIÓN VII

Si comprende el alma de Cristo todas las cosas que comprende la sabiduría increada

SE pregunta si el alma de Cristo comprende todas las cosas que comprende la Sabiduría increada. Y parece que sí.

Argumentos a favor

Rm 11 [33]: ¡oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y ciencia de Dios! ¡Qué incomprensibles son sus juicios e irrastreables sus caminos! De lo cual se colige que las cosas que atañen a la divina sabiduría son más comprensibles que los juicios divinos. Pero en Jn 5 [22.27] se dice que el Padre ha dado al Hijo todo juicio, porque es el Hijo del hombre. De lo cual se colige que el alma de Cristo comprende los juicios divinos; luego, si éstos son menos comprensibles que las otras cosas, con mucha más razón comprende todas las otras cosas.

Ap 5 [12]: Digno es el Cordero que ha sido inmolado de recibir la sabiduría; la Glosa: "El conocimiento de todas las cosas, como el Verbo unido a él". Es así que el Verbo unido comprende todo lo que conoce; luego también el alma de Cristo.

Juan Damasceno, en libro III [de la Fe ortodoxa]:

"Decimos que Cristo hombre lo sabe todo; pues en Cristo están todos los tesoros de la sabiduría [Col 2,3]".

Si dices que esto se entiende según la naturaleza divina, respondo: Uno no sabe nada que no lo sepa su alma; luego, si Cristo lo comprende todo, es necesario que su alma también lo comprenda.

Gregorio, en los Diálogos: "Para el alma que ve al Creador es estrecha toda criatura". Luego, si el alma de Cristo ve perfectamente al Verbo unido a ella, consiguientemente es estrecha para ella toda criatura. Pero más al á de toda criatura no hay otra cosa que la inmensidad de las cosas que son posibles a Dios; por consiguiente, el alma de Cristo comprende todas las cosas.

El alma de Cristo está unida de la manera más perfecta al Verbo tanto en cuanto es Verbo como en cuanto es ejemplar. Mas si hubiera en el Verbo o en el ejemplar eterno algo que se ocultara al alma de Cristo, podría pensarse [que el alma de Cristo podía estar] unida todavía más perfectamente; por tanto, si está unida con la unión más perfecta, es necesario que lo comprenda todo.

El alma de Cristo conoce en el Verbo. Y porque en un solo principio conoce muchas cosas, por eso conoce muchas cosas a la vez, aunque por su conocimiento natural no pueda entender más que un solo principio x; luego, como ese solo principio se extiende no sólo a muchas cosas, sino también a infinitas cosas; por la misma razón que conoce a la vez muchas cosas, conoce infinitas cosas.

El Verbo eterno reproduce eternamente todo lo que reproduce, puesto que es uno y uniforme; luego no lleva a una cosa de una manera y a las demás cosas de otra; luego el alma de Cristo o no ve en el Verbo ninguna cosa, o si ve alguna, ve infinitas.

El alma de Cristo es más poderosa para conocer por medio del Verbo unido a ella que cualquier alma [para conocer] por medio de un hábito dado a él a. Es así que el alma que tiene el hábito de la sabiduría comprende todas las cosas a las que se extiende ese hábito; luego por igual razón el alma de Cristo comprende por medio del Verbo eterno todas las cosas a las que se extiende el mismo Verbo

".

El alma de Cristo conoce al mismo Verbo todo entero, puesto que lo tiene unido a ella todo entero. Pero en el Verbo la potencia y

la esencia son una misma cosa; por consiguiente comprende la potencia del Verbo toda entera.

Mas la potencia del Verbo se extiende a infinitas cosas; por tanto, el alma de Cristo comprende infinitas cosas.

El alma de Cristo está más cercana a las cosas tal como están en el Verbo que como están en su género propio.

Ahora bien, ninguna cosa tiene el ser en su género propio sin que sea conocida por el alma de Cristo, pues sabe todas las cosas que son hechas; en consecuencia, con mucha más razón sabe todo lo que sabe el Verbo eterno.

La misma imposibilidad tiene saber con certeza las cosas contingentes que comprender infinitas cosas. Pero el alma de Cristo por su unión al Verbo tiene ciencia cierta de las cosas futuras contingentes; por consiguiente, por la misma razón la tiene también de infinitas cosas.

La misma dificultad tiene conocer las cosas secretas que conocer muchas cosas. Mas el alma de Cristo por su unión al Verbo sabe las cosas más secretas de los corazones, por íntimas que sean; por tanto, por igual razón conoce las cosas por muchas que sean; en consecuencia, conoce infinitas cosas.

El alma de Cristo comprende todo lo que es comprensible para una criatura. Es así que cualquier especie de número es comprensible para una criatura; luego comprende todas las especies de los números. Pero las especies de los números, como dice Agustín en La Ciudad de Dios, XII, son infinitas; por consiguiente, el alma de Cristo comprende infinitas cosas.

El alma de Cristo comprende el universo entero; luego comprende el ser y todas las diferencias del ser; luego conoce no sólo las diferencias generales, sino también las individuales; no sólo el ser en acto, sino también el ser en potencia. Mas cualquier especie, en cuanto depende de ella, tiene infinitos individuos en potencia; por tanto, el alma de Cristo comprende infinitas cosas.

El alma de Cristo comprende alguna cosa finita, por ejemplo la línea; luego conoce el principio de la línea. Pero el principio de la línea es el punto; por consiguiente comprende el punto. Es así que el que comprende una cosa, la conoce en toda su potencia; luego, como la potencia del punto se extiende a infinitas líneas y el alma de Cristo comprende toda la potencia del punto, se sigue necesariamente que comprenda infinitas cosas.

El alma de Cristo ama todo lo que es digno de ser amado; luego por igual razón sabe todo lo que merece ser conocido. Mas todo lo que es sabido por Dios es digno de saberse; por tanto, el alma de Cristo sabe todo lo que es sabido por Dios.

El alma de Cristo es absolutamente perfecta t8, Pero en lo que es absolutamente perfecto todo lo que está en potencia está convertido en acto. Ahora bien, el entendimiento del alma de Cristo está en potencia para infinitas cosas, porque nunca entiende tantas que no pueda entender más; por consiguiente, como los objetos inteligibles no ocupan lugar en el sujeto que los entiende, se sigue que, si toda su potencia está convertida en acto, es necesario que conozca infinitas cosas.

Si el entendimiento agente estuviera en pleno acto con relación a todas las cosas para las que tiene capacidad en potencia, cualquiera entendería infinitas cosas. Mas, como en el alma de Cristo el Verbo unido a ella está en pleno acto con relación a todas las cosas respecto a las cuales está en potencia el entendimiento del alma de Cristo; por tanto, el alma de Cristo entiende infinitas cosas.

El alma de Cristo o puede aprender algo o no puede aprender nada. Si puede aprender algo, no es plenamente perfecta en la ciencia, y por igual razón tampoco en la gracia. Si no puede aprender nada, es porque sabe tantas cosas que no puede aprender más; luego necesariamente conoce infinitas cosas. El alma de Cristo o conoce algunas cosas de las que Dios puede hacer y no las hará, o no conoce ninguna. Si no conoce ninguna de ellas, pregunto qué es lo que lo impide. Pues o es porque ella no puede extenderse a

esas cosas, y eso es manifiestamente falso; o porque Dios no quiere revelárselas, y esto es manifiestamente absurdo, porque quita a esta alma la suma familiaridad con el Verbo unido a ella. Si conoce algunas cosas de las que Dios puede hacer y no hará, entonces no hay razón mayor para que conozca esto más que aquello; luego parece que conoce todas las cosas que son posibles para Dios; luego conoce infinitas cosas.

El alma de Cristo o conoce cosas en número limitado o en número infinito. Si conoce cosas en número limitado, como se pueden pensar más cosas que cualquier número limitado, se seguiría que alguna alma podría pensar más cosas que conoce el alma de Cristo. Es así que es absurdo que alguna alma supere al alma de Cristo en algo luego es necesario admitir que conoce infinitas cosas.

Argumentos en contra:

El Salmo [138,6]: Admirable se ha mostrado tu ciencia, etc.; Glosa: "La humanidad asumida [por el Verbo] no puede igualarse a la sustancia divina ni en sustancia ni en ninguna otra cosa"; luego el alma de Cristo no comprende todas las cosas que comprende la Sabiduría eterna.

Agustín, La ciudad de Dios, XII: "La infinitud de los números no puede ser infinita para la ciencia divina que la comprende"; luego, si el alma de Cristo comprende infinitas cosas, esas infinitas cosas son limitadas para ella. Pero, si las infinitas cosas son limitadas para ella, al ser ella limitada no son infinitas; por consiguiente, si comprende cosas en número limitado, no comprende infinitas cosas.

Hugo en Sobre la sabiduría del alma de Cristo: "Esto solo afirmo sin género de duda, que en el alma de Cristo no hubo otra sabiduría que la Sabiduría divina, o si hubo otra, no fue igual a aquella". Mas es cierto que hubo otra, como aparece de lo anteriormente expuesto; por tanto, como la sabiduría que informa y perfecciona el alma y la habilita no puede ser más que creada, esa

sabiduría de Cristo no se extenderá a comprender todas las cosas que comprende la Sabiduría increada.

Todo ser creado está dispuesto en peso, número y medida [Sab 11,21] 27; luego el alma de Cristo y su sabiduría tiene determinado número y medida; luego no se extiende a infinitas cosas.

Comprender infinitas cosas es un acto que sobrepasa totalmente la inmensidad de las cosas conocibles. Pero todo acto así es infinito. Y el acto infinito no procede sino del poder infinito, y el poder infinito [tiene que descansar] en la sustancia infinita; por consiguiente, si el alma de Cristo es finita y limitada, ya que es criatura, es imposible que comprenda infinitas cosas.

Cuanto más simple es una sustancia, tanto mayor es su capacidad de conocer cosas. Es así que el alma de Cristo ni por naturaleza ni por gracia está elevada hasta la divina simplicidad; luego no está elevada para conocer tantas cosas como conoce la Sabiduría divina.

La Sabiduría del Verbo es inmensa en su claridad y en el número de cosas que conoce. Mas el alma de Cristo nunca llegó a comprender la inmensidad de la luz eterna con claridad absoluta; por tanto, nunca llegó a conocer totalmente el número de cosas que aquella conoce.

Aunque el alma de Cristo está unida a la esencia del Verbo, sin embargo no está nunca en tantas cosas como está el mismo Verbo. Pero la ciencia es a la ciencia como la esencia a la esencia; por consiguiente, el alma de Cristo nunca conoce todas las cosas que conoce el mismo Verbo.

La ciencia lleva consigo el poder, ya que poder saber es poder algo. Ahora bien, el alma de Cristo no puede tener poder infinito, como es el poder de crear; en consecuencia, por la misma razón tampoco puede tener una ciencia que se extienda a infinitas cosas.

El no tener límites en las criaturas es señal de imperfección; luego, si la sabiduría del alma de Cristo es perfectísima, no admite

no tener límites ni por parte del sujeto que conoce ni por parte del objeto conocido ni por parte del modo de conocer.

11. Ninguna criatura supera a otra criatura infinitamente.

Mas, si el alma de Cristo conociera infinitas cosas, superaría infinitamente a las otras almas, ya que ellas sólo conocen cosas en número finito; y, en consecuencia, se saldría del género de las criaturas, lo cual es manifiestamente falso; por tanto, también es falsa la premisa, a saber, que el alma de Cristo comprenda infinitas cosas.

Todo lo conocido está en el que lo conoce; luego, si el alma de Cristo comprendiera en acto infinitas cosas, habría infinitas cosas en acto en el alma de Cristo. Pero es imposible poner algo infinito en acto en el ser creado; por consiguiente, es imposible que el alma de Cristo pueda comprender infinitas cosas.

Conclusión

El alma de Cristo no comprende en el Verbo propiamente infinitas cosas. Sin embargo, en cuanto el Verbo es ejemplar que crea, [el alma] es llevada a él con un conocimiento comprensivo. Pero en cuanto el Verbo es ejemplar que expresa, es llevada a él no con un conocimiento comprensivo, sino con un conocimiento excesivo Respondo:

Para entender lo dicho anteriormente hay que notar que se puede hablar de dos maneras de la Sabiduría increada: o en cuanto es ejemplar que crea y dispone, o en cuanto es ejemplar que expresa o representa. De la primera manera brillan en el arte de la Sabiduría divina las cosas que son, han sido y serán, y estas cosas son finitas. De la segunda manera brillan todas las cosas que Dios puede hacer y entender, y éstas ciertamente son infinitas, como se ha demostrado anteriormente y dice expresamente Agustín en el libro XII de La ciudad de Dios.

Por consiguiente, el alma de Cristo es llevada a la Sabiduría divina por el conocimiento de las dos maneras, pero de modo diferente. En efecto, a la Sabiduría divina, en cuanto ésta es

ejemplar que crea es llevada con conocimiento comprensivo, ya que las cosas que son contenidas y representadas en el ejemplar en cuanto que crea y dispone son finitas, y por esto son también comprensibles. En cambio, al ejemplar en cuanto manifiesta o representa es llevada [el alma] no con conocimiento comprensivo, sino con conocimiento excesivo, ya que, al ser representadas en él infinitas cosas, éstas son incomprensibles para la sustancia finita.

Por eso el alma de Cristo, al ser criatura y, por lo mismo, finita, por muy unida que esté al Verbo, no comprende infinitas cosas, ya que ni las iguala a ellas ni las supera, y por eso no las abarca totalmente, sino más bien es abarcada, y por lo mismo no es llevada a ellas por vía de conocimiento comprensivo, sino más bien por vía de conocimiento excesivo. Y l amo conocimiento excesivo no aquel en que el sujeto que conoce excede el objeto conocido, sino aquel en que el sujeto es conducido al objeto saliendo de sí de modo excesivo, elevándose sobre sí mismo.

De este modo de conocer habla Dionisio en el libro de La teología mística, y en el de Los nombres de Dios, capítulo 7, dice así: "Es necesario reconocer que nuestro entendimiento tiene una capacidad para entender mediante la cual ve las cosas inteligibles, pero también una unión que excede la naturaleza del entendimiento, mediante la cual se une a las cosas que están por encima de él. Y que, por tanto, entendiendo las cosas de Dios según esta unión, no según nuestras fuerzas, quedamos todos enteros totalmente fuera de nosotros y totalmente deificados, pues es mejor ser de Dios y no ser de nosotros; pues así todas las cosas que son objeto de la fe serán de los que están con Dios".

Y este modo de conocer por exceso se da en el estado de viador y en la patria; pero en el estado de viador se da parcialmente, en la patria, en cambio, se da perfectamente en Cristo y en los otros bienaventurados. Pero en los demás se da restringidamente tanto por parte de la medida de la propia gracia como por parte de la voluntad divina, que no se ofrece a cualquiera en absoluta familiaridad. Mas en el alma de Cristo se da liberalísimamente, no

sólo porque de parte de la voluntad divina tiene la gracia que llena totalmente su capacidad, sino también porque el espejo eterno se le presenta claro según total familiaridad.

Ahora bien, en Cristo difieren de muchas maneras el conocimiento comprensivo y el conocimiento excesivo.

Primero, porque en el conocimiento comprensivo el sujeto que conoce se apodera del objeto conocido; en cambio, en el conocimiento excesivo el objeto conocido se apodera del sujeto.

Segundo, porque en el conocimiento comprensivo llega a su meta la mirada de la inteligencia; en cambio, en el conocimiento excesivo llega a su meta el deseo de la inteligencia.

Tercero, porque en el conocimiento comprensivo llega a considerar en acto todas las cosas pasadas, presentes y futuras; en cambio, en el excesivo considera las cosas que se le ofrecen.

Cuarto, porque, una vez adquirido el conocimiento comprensivo, ya no aprende nada nuevo; en cambio, a causa del conocimiento excesivo resulta que no puede aprender nada. Por eso, aunque el conocimiento del alma de Cristo por vía de exceso en cierto modo se puede decir que se refiere a infinitas cosas, sin embargo su conocimiento comprensivo sólo hace relación a cosas limitadas. De aquí que, si según el conocimiento excesivo se dice que el alma de Cristo conoce todo lo que conoce el Verbo, esto se entiende de las cosas pasadas, presentes y futuras, que de algún modo constituyen la integridad del mismo universo, que estuvo plena y totalmente grabado en el alma de Cristo Jesús desde el instante de su concepción.

Y por lo tanto se dice que aquella alma tuvo toda la ciencia, no porque comprende todo lo que conoce la Sabiduría divina, ya que ésta es infinita y no puede ser comprendida por una potencia finita, como queda demostrado más arriba.

De aquí que los razonamientos que demuestran esto deben ser admitidos, porque concluyen la verdad irrefragablemente.

Solución de las objeciones

1.2.3. A la primera objeción: El alma de Cristo comprende todos los juicios divinos y tiene toda la ciencia como la tiene el Verbo unido a ella, se puede decir que esas cosas se dicen de la humanidad asumida por el Verbo a causa de la comunicación de idiomas; o se dicen ciertamente acerca de las cosas que son, fueron y serán, las cuales sí pueden ser comprendidas por el alma de Cristo; en cambio no es verdad respecto a todas las cosas que entiende la Sabiduría divina, ya que conoce infinitas cosas, como queda patente de lo que se ha demostrado anteriormente.

Sin embargo, la objeción: Ninguno puede saber nada que no sepa su alma, es verdad cuando uno no conoce nada si no es por su alma, como ocurre en un puro hombre. Mas en Cristo, que no conoce exclusivamente por su alma, sino también por su naturaleza divina, no tiene lugar esa proposición; y por ello queda clara la respuesta a las tres primeras objeciones.

A la objeción: Para el alma que ve a Dios es estrecha toda criatura, hay que decir que es verdad acerca de la criatura considerada según el ser que tiene en su propio género, pero no si la consideramos según el ser que tiene en el arte de Dios, porque aquel arte es nobilísimo y perfectísimo, y no tiene estrechura, sino antes bien la perfección. De aquí que, aunque un alma conociera el universo entero según el ser que tiene en su propio género, a pesar de ello no estaría todavía en perfecto conocimiento y comprensión, si no conociera también aquel arte por el cual son creadas todas las cosas. Y como el alma de Cristo comprende todas las cosas creadas perfectísimamente en ese arte, por eso se dice que tiene comprensión perfecta en él y por él.

A la objeción: El alma de Cristo está unida al Verbo de la manera más perfecta, hay que decir que es verdad, pero sin dejar de tener en cuenta la limitación de la naturaleza creada, que el alma de Cristo no pierde, porque no deja de ser criatura; y como comprender infinitas cosas repugna a la limitación de la criatura, de

ahí resulta que de esa unión, por perfecta que se la entienda, no se puede inferir que comprenda infinitas cosas.

A la objeción: El alma de Cristo conoce a la vez muchas cosas, porque las conoce en un solo principio, y por la misma razón debería conocer infinitas cosas, hay que decir que no hay semejanza, porque la multitud junta con la simultaneidad no está reñida con la limitación de la criatura.

En cambio, la infinitud junta con la actualidad y simultaneidad está totalmente reñida con dicha limitación.

Por lo cual el argumento no está fundado en la semejanza, sino en una gran desemejanza.

A la objeción: El Verbo eterno lo representa todo de manera igual, se puede decir que es falsa, porque representar quiere decir un acto con relación a otro sujeto; mas Dios, aunque en si es uniforme, sin embargo ilumina y manifiesta de muchas maneras. Y aunque conoce infinitas cosas, de ellas aprueba unas y reprueba otras, decide crear unas y otras no, unas las revela voluntariamente, otras ocultamente.

Además, aun concediendo que en lo que está de su parte conozca todas las cosas uniformemente, todavía el argumento no es concluyente, porque "todo lo que se recibe está en el recipiente a la manera del recipiente y no a la manera de lo recibido". Por eso, siendo limitada la potencia receptora [del alma de Cristo], es imposible que, aunque se le ofrezca espontáneamente todo entero, lo capte y lo comprenda todo entero, sino según le corresponde, como aparece en este ejemplo: Aunque el Sena entero se ofrece al que lleva un cántaro, sin embargo no lo coge todo entero, sino cuanto puede y como puede la capacidad del cántaro.

A la objeción: El alma de Cristo es más poderosa para conocer por medio del Verbo unido a ella que cualquier otra alma [para conocer] por medio de un hábito dado a ella, hay que decir que es verdad. Pero de esto no se sigue que, si el alma comprende todas las cosas a las que se extiende su hábito, por eso el alma de

Cristo conozca todas las cosas que conoce por el mismo Verbo. Porque el alma comprende el mismo hábito como proporcional a ella y que no sobrepasa en nada su capacidad, pero el alma de Cristo no comprende así al Verbo unido a ella, puesto que el Verbo sobrepasa infinitamente la capacidad del alma.

A la objeción: El alma de Cristo conoce al Verbo todo entero, luego [comprende] toda su potencia, hay que decir que ese razonamiento no vale. Porque todo entero dicho del Verbo significa ausencia de partes, o sea, perfección absoluta; mas dicho de la potencia significa distribución con relación a todos los posibles, porque potencia significa referencia a los posibles. Y así su significado es distinto, y por eso no procede ese razonamiento.

A la objeción: El alma de Cristo está más cercana a las cosas como están en el Verbo que como están en su género propio, hay que decir que, aunque esté más cercana, sin embargo no está más proporcionada 6O. y la comprensión en alguna manera lleva consigo razón de proporción, y que el objeto conocido es limitado para el sujeto que lo conoce.

Y porque las cosas en su género propio son limitadas y proporcionales al alma de Cristo, por eso le son comprensibles, pero no como están en la inmensidad del arte divino, a no ser que se entienda como están en él en el sentido de ejemplar creador. Y de esta manera se puede conceder que las cosas sean comprendidas por el alma de Cristo; de otra manera, no, por la inmensidad y desproporción.

A la objeción: La misma imposibilidad tiene saber con certeza las cosas contingentes que comprender infinitas cosas, hay que decir que no es verdad. Porque, aunque es imposible conocer con certeza las cosas contingentes para el conocimiento natural, sin embargo se hace posible por la iluminación sobrenatural, que eleva al alma para que conozca las cosas en el arte eterno, en el cual están inmutablemente tanto las cosas contingentes como las necesarias. En cambio comprender en acto infinitas cosas no sólo es imposible con el conocimiento natural, sino también con el

conocimiento de la gracia, porque los dos son creados y limitados, y por eso no se extienden a cosas infinitas en acto.

A la objeción que compara las cosas secretas con las infinitas hay que decir que no hay paridad, como queda patente de lo dicho; porque percibir un secreto, por oculto que esté, no dice nada incompatible con la naturaleza del entendimiento creado. Pero no es lo mismo si se trata de la comprensión del ser infinito, la cual implica infinitud en acto, y por ello en sustancia y en poder; lo cual no lo admite de ningún modo criatura alguna, ni por gracia ni por gloria.

13 A la objeción: Todo lo comprendido es comprensible por una criatura, hay que decir que, aunque se pueda admitir de cada cosa en particular que es comprensible por una criatura, ya que cada una es finita, sin embargo todas juntas son infinitas, y por ello incomprensibles. Y por ello ese razonamiento no es correcto, ya que procede de partes tomadas por separado a las mismas partes reunidas en una unidad. De aquí que lo mismo que no vale este argumento: En esta casa cabe cualquier hombre, luego caben todos los hombres, así tampoco vale aquello otro.

A la objeción: El alma de Cristo comprende todas las diferencias del ser, y la potencia de cualquier especie se extiende a infinitos individuos, hay que decir que la potencia a infinitas cosas se puede entender de dos maneras, a saber, potencia activa y potencia pasiva. La potencia activa a infinitas cosas no existe más que en la esencia creadora, que es infinita en acto. Mas si admitimos en la criatura la potencia a infinitas cosas, es solamente la potencia pasiva, que tiene sus raíces en una realidad finita, aunque mantiene relación con el principio infinito activo, como se dice en el Libro de las Causas: "Todas las potencias infinitas subordinadas existen en un principio infinito único, que es la potencia de las potencias". Según esto la potencia infinita en la criatura puede entenderse, conocerse o comprenderse de dos maneras: o con relación a aquello sobre lo cual tiene sus raíces en la criatura, y como eso es

finito en acto, es comprensible; o con relación al principio activo exterior, que es infinito en acto.

En el primer sentido el alma de Cristo comprende todas las diferencias del ser, tanto en los géneros con relación a las especies, como en las especies respecto a los individuos.

En el segundo sentido, el que se refiere a la potencia activa infinita, conoce ciertamente infinitas cosas, pero no con conocimiento comprensivo sino con conocimiento excesivo, como se ha demostrado antes. Y por eso queda clara la respuesta.

15.16. A la objeción basada en el punto y en lo que puede ser amado y conocido, hay que decir que es verdad que el alma de Cristo comprende todo objeto que debe ser amado y conocido según el ser que éstos tienen en su propia naturaleza. Pero según el ser que tales objetos tienen en la causa primera infinita, solamente pueden ser conocidos y comprendidos por la potencia infinita. Porque, aunque según el modo parecen designar algo creado, sin embargo en la realidad no designan sino la potencia de la causa eficiente, que por ser infinita no puede ser comprendida por ningún ser finito.

A la objeción: El alma de Cristo es absolutamente perfecta y en ella nada hubo en potencia que no fuera convertido en acto, hay que decir que es verdad si hablamos de la potencia que se puede convertir totalmente en acto.

Mas la potencia a infinitas cosas nunca se puede convertir en acto totalmente, sino parcialmente. Por lo cual es imposible que Dios haga que lo continuo quede dividido en todas las partes en que puede ser dividido, pues esto es contrario a la perfección de la potencia del Creador y a la realización de la criatura, que por naturaleza está destinada a ser en la finitud y tal es la potencia del entendimiento posible.

A la objeción: Si el entendimiento agente estuviera en acto respecto a todas las cosas para las que tiene capacidad en potencia, entonces el alma entendería infinitas cosas, etc., hay que

decir que no hay paridad. Porque, si el entendimiento agente estuviera en acto con relación a infinitas cosas en cuanto es una potencia del alma, entonces el alma por su propia virtud se extendería a infinitas cosas.

Pero no es así en el alma unida a la Sabiduría eterna; porque esa Sabiduría, aunque se extiende a infinitas cosas, no es algo de la propia alma, sino por encima del alma. Y por eso no se sigue necesariamente que sea propio de la misma alma saber infinitas cosas. Además, el entendimiento posible es proporcional al agente; en cambio la Sabiduría increada no lo es a la propia alma inteligente.

19.20.21. A las objeciones de si el alma de Cristo puede aprender algo, y si conoce alguna de las cosas que Dios no va a hacer y puede hacer, y si conoce solamente un número limitado de cosas o las conoce en número infinito, queda patente la respuesta por medio de la distinción que hemos hecho más arriba. Porque, como el alma de Cristo tiene conocimiento comprensivo de todas las cosas que suceden en el universo, y conocimiento excesivo de todas las cosas que están en el arte divino, y ese exceso está en la totalidad de su potencia cognoscitiva y en la suma familiaridad con el espejo [Verbo] que las representa, es necesario que el alma de Cristo, aunque no comprenda todas las cosas que comprende la Sabiduría divina, a pesar de ello su apetito quede enteramente saciado, porque se eleva en su

[conocimiento] excesivo a todas esas cosas; de forma que, lo mismo que no puede añadirse nada a su gracia, tampoco puede añadirse nada a su sabiduría, porque se le ha dado todo lo que puede concederse a una criatura.

Epílogo

Consiguientemente, de lo que queda dicho y establecido anteriormente acerca de la sabiduría de Cristo tanto en lo que se refiere a su naturaleza divina como en lo que se refiere a su naturaleza humana, puede verse claro el modo de conocer tanto en

el conocimiento del Creador como en el conocimiento de la criatura, no sólo en el estado de la patria celestial sino también en el estado de viador.

En efecto, para decirlo en una palabra, hay que confesar que Dios sabe infinitas cosas, que las sabe, digo, por sí mismo, no por semejanza, y no por semejanza recibida del exterior, sino por la misma verdad que expresa y es ejemplar de todas las cosas, con relación a las cuales se dicen muchas semejanzas y expresiones, no por multitud y distinción en sí, sino por nuestra manera de entender. Mas estas semejanzas o razones son eternas y de ellas mana toda la certeza del conocimiento creado, tanto en el alma de Cristo como en los otros espíritus creados. Y no son ellas solas las razones de conocer, sino que con ellas tenemos también las razones recibidas de fuera. En el estado de viador y en el estado de la patria celestial se requiere no sólo la presencia de la luz eterna, sino también la influencia de la luz eterna, no sólo el Verbo increado, sino también el verbo concebido interiormente. Y como este verbo es finito, ni el alma de Cristo ni ninguna otra alma puede comprender el Verbo eterno ni las infinitas cosas conocibles, aunque pueda ser llevada a ellas por medio del [conocimiento]

excesivo; el cual [conocimiento] excesivo es el último modo de conocer y el más noble, y Dionisio lo alaba en todos sus libros y sobre todo en él La teología mística. De esto trata también místicamente casi toda la divina Escritura, y el Apocalipsis 2 [17] dice: Le daré una piedrecita, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo que nadie sabe sino el que lo recibe. Porque este modo de conocer, con dificultad o nunca lo entiende sino el que lo ha experimentado, y nadie lo ha experimentado, sino el que está enraizado y cimentado en la caridad, para que pueda comprender con todos los santos cuál es la largura y la anchara, etc. [Ef 3,17]

En él también consiste la sabiduría experimental y verdadera, que comienza en esta vida y se consuma en la patria celestial. Y para darlo a conocer hay que hacerlo por rodeos y son más adecuadas las negaciones que las afirmaciones, y las expresiones superlativas más que las positivas. Y para experimentarlo vale más

el silencio interior que la palabra exterior. Por eso debemos poner aquí fin a nuestras palabras y pedir al Señor que nos conceda experimentar lo que decimos.