- Tabla de Contenidos
- PORTADA Y DEDICACIÓN
- PROEMIO
- PRIMERA DISERTACIÓN SOBRE LOS ESQUEMAS Y TROPOS DE LA SAGRADA ESCRITURA
- SEGUNDA DISERTACIÓN SOBRE LOS ESQUEMAS, ESTO ES, LAS FIGURAS DE LOCUCIÓN
- TERCERA DISERTACIÓN DE LOS ESQUEMAS DE LAS ORACIONES
- CUARTA DISERTACIÓN SOBRE EL MÚLTIPLE SENTIDO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS
- QUINTA DISERTACION DE LA CREACIÓN DEL MUNDO EN EL TIEMPO
- SEXTA DISERTACIÓN SOBRE LOS PRINCIPIOS DE LAS COSAS
PRIMERA DISERTACIÓN SOBRE LOS ESQUEMAS Y TROPOS DE LA SAGRADA ESCRITURA
La Sagrada y Divina Escritura no solo es fecundísima y exuberante en múltiples sentidos; por lo tanto, siempre es profundísima y elevadísima y siempre y en todas partes veracísima, de modo que con su altura se burla de los soberbios, con su profundidad retiene continuamente a los atentos, vigilantes y estudiosos, y con su verdad siempre alimenta dulcemente y suavemente; sino que también está en todas partes salpicada de todos los esquemas, tropos y locuciones figuradas, que la adornan y la hacen sumamente decorosa; por ello es sabia, elocuente y sumamente fructífera. No, como sucede frecuentemente en la mayoría de las demás disciplinas, también esta se acostumbra a halagar nuestro ánimo con los halagos de las fábulas y las nimiedades lúdicas; no a deleitar los oídos con cánticos pestilentes, no a infectar la mente con opiniones profanas, no a insinuar finalmente alguna corrupción de costumbres a sus seguidores; sino que, por el contrario, en todas partes la seria verdad acaricia con una gravedad saludable, a cada paso, la elocuencia de aquella sabiduría con dulces modulaciones medita su plectro, nada tan inmaculado que no impregne en nuestra vida las enseñanzas de la Sagrada Escritura como si fuera su propio derecho. No, como muchos afirman, es horrorosa e inculta, árida y sombría, sino que está adornada con un maravilloso decoro y con una majestad tan decorosa, agradable, fácil, expedita, pronta y accesible a todos; y a todos los que se acercan a ella con fe piadosa y devoción, alimenta el ánimo con una maravillosa dulzura y su estudio no en el puerto, habiendo ya devorado el largo tedio del mar, sino en el mismo umbral, cuando apenas dejamos la orilla, cuando apenas emprendemos el viaje, consuela nuestro esfuerzo con una amplísima recompensa, mientras con la fiel espada del intelecto arrancamos la letra, inmediatamente alimenta el ánimo el brillante núcleo y la flamantísima médula de los sentidos.
Sin embargo, es necesario convocar al ingenio de todo artífice, sin el cual la naturaleza nunca ha dado nada a los mortales, para arrancar la corteza, es decir... son alimentados. Para ello, conviene que contribuya mucho nuestra diligencia y estudio, y debemos insistir mucho en entender las letras, para que entendamos los esquemas y las formas de las palabras y las locuciones trópicas, que se hacen trasladando los términos de su significado propio a uno no propio por la similitud y analogía encontradas en ellos, ya sea por gracia del decoro, del adorno y ornamento, de la necesidad o de la énfasis.
Pues todos los esquemas y tropos y figuras de dicción, de las que los griegos se glorían de haber sido descubridores, han fluido de la Sagrada Escritura, que sobresale sobre las demás escrituras, no solo por su autoridad, porque es divina, o por su utilidad, porque conduce a la vida eterna, sino también por su antigüedad y su propia excelencia en la expresión. Por lo tanto, para que no choquemos en medio de los estudios de las Sagradas Escrituras con estas locuciones figuradas como si nos fueran desconocidas y nos desalentemos o nos retrasemos en el estudio, consideramos que vale la pena ofrecer primero algún conocimiento de los tropos y esquemas que la Sagrada Escritura ha utilizado elocuentemente muchos siglos antes que los maestros de la elocuencia. Pues muchas cosas oscuras en las Sagradas Escrituras, una vez conocido el tipo de locución, se vuelven claras; por lo cual deben conocerse esos mismos tipos de locuciones, para que, donde las sentencias se oculten, su conocimiento acuda en ayuda y las revele al lector bajo los esquemas y tropos.
Por lo tanto, hay muchas especies de esquemas, así como también de tropos. El esquema propiamente dicho es aquel que, del modo de hablar simple y claro, se ha transformado poética o retóricamente, teniendo peso tanto en la pintura de las palabras como en el adorno de las sentencias. A veces también permanece inmutable; pues hay ciertos esquemas que son luces tanto de palabras como de sentencias, con los cuales, como con un adorno más destacado, se teje y se distingue todo el discurso. Del mismo modo, el tropo es la mutación de una palabra o discurso de su significado propio a uno ajeno, por gracia del decoro, de la necesidad, del adorno o de la énfasis. De ahí se dicen locuciones trópicas, no propias, porque en ellas no se toman las palabras según su significado propio, sino transpuestas y figuradas, aunque el discurso se figure tanto con palabras propias como con palabras trasladadas. Sin embargo, hay esta diferencia entre el esquema y el tropo, que la figura (σχῆμα en griego significa figura en latín) es una cierta conformación, como se evidencia por el mismo nombre, y el hábito del discurso, alejado del discurso común y del que se ofrece primero, y se evidencia que la figura se puede hacer con palabras propias; pero el tropo nunca se hace sino con palabras trasladadas y transpuestas de su significado propio a uno ajeno. Así pues, disertaremos tanto sobre los tropos como sobre los esquemas y las figuras; primero sobre los tropos, luego sobre las figuras.
El tropo, por lo tanto, "es la mutación de una palabra o discurso de su significado propio a otro con virtud", como cuando decimos: "laetes segetes" (campos fértiles), la palabra "laetitiae" (alegría), de su significado propio, en el cual decimos "laetos homines" (hombres alegres), se traslada con virtud a los campos. Hay once especies de tropos; siete en la palabra: metáfora, sinécdoque, metonimia, antonomasia, onomatopeya, catacresis, metalepsis; y cuatro en el discurso: alegoría, perífrasis, hipérbaton e hipérbole.
La metáfora, que en latín se llama "translatio", se hace cuando un nombre o palabra se traslada por semejanza desde aquel lugar en que es propio, a aquel en que no es propio, o el trasladado es mejor que el propio: así decimos "laetas segetes" (campos fértiles), "ridere prata" (reír los prados), "gemmare vites" (brotar las vides), "floridam iuventutem" (juventud florida), "lacteam canitiem" (canicie lechosa), "incensum ira" (encendido de ira), "inflammatum cupiditate" (inflamado de deseo), "lapsum errore" (caído en error); así claramente en las Sagradas Escrituras Cristo es llamado "agnus" (cordero), "leo" (león), "ovis" (oveja), "lilium convallium" (lirio de los valles), "flos campi" (flor del campo), "hinnulus cervorum" (ciervo joven), etc.; así: "Dominus de Sion rugiet" (El Señor rugirá desde Sion). Y la locución metafórica es, de hecho, la más utilizada en la Sagrada Escritura. Se hace de cuatro modos por la semejanza trasladada: o bien de un animal a otro animal, o de algo inanimado a algo del mismo género, o de un animal a algo inanimado, o de algo inanimado a un animal.
— En primer lugar, por ejemplo: "Quare fremuerunt gentes" (¿Por qué se amotinan las naciones?); y: "Rugiebam a gemitu cordis mei" (Rugía a causa del gemido de mi corazón); "Si sumpsero pennas meas diluculo" (Si tomo las alas del alba); porque tanto el hombre, de quien se dice esto, como los animales, de donde se toma, tienen alma.
— En segundo lugar, por ejemplo: "Aperi, Libane, portas tuas" (Abre, Líbano, tus puertas); porque la traslación se hace de una ciudad a un monte, que ambos son inanimados. Así decimos: "concentu virtutum nil esse suavius" (nada es más dulce que la armonía de las virtudes); "caritatem esse vinculum perfectionis" (la caridad es el vínculo de la perfección); "eleemosynam extinguere peccatum" (la limosna extingue el pecado).
— En tercer lugar, de lo animado a lo inanimado, por ejemplo: "Terra aperuit os suum" (La tierra abrió su boca); "Ecce eiciis me hodie a facie terrae" (He aquí que hoy me echas de la faz de la tierra); "Ecce iccatus est vertex Carmeli" (He aquí que la cima del Carmelo está marchita); porque la traslación se hace de un animal, al que esto le compete, a la tierra y al monte, que son inanimados; el animal tiene boca, faz y cima, no así la tierra o el monte.
— Finalmente, en cuarto lugar, de lo inanimado a lo animado; así se dice: "Auferam a vobis cor lapideum" (Quitaré de vosotros el corazón de piedra); "populus durae cervicis" (pueblo de dura cerviz); "cor durum" (corazón duro); "homo durus et asper sive austerus" (hombre duro y áspero o severo); pues la dureza no compete al hombre, sino a las piedras inanimadas: de ellas se hace la traslación a los hombres. Y ciertamente, de este tipo de traslaciones está salpicada la Sagrada Escritura con un maravilloso adorno.
— También se encuentra la figura de la imagen después de la metáfora, como aquello en Isaías: "Quasi parturientes dolebunt" (Como las que están de parto, sufrirán); y en Jeremías: "Quia inventi sunt in populo meo impii insidiantes quasi aucupes, laqueos ponentes et pedicas ad capiendum viros" (Porque se han hallado en mi pueblo impíos que acechan como cazadores, poniendo trampas y redes para atrapar hombres).
La sinécdoque es un tropo en el cual se entiende el todo a partir de una parte, o viceversa, o se entienden las secuencias a partir de los antecedentes, tal como se entiende la nave a partir de la popa, la espada a partir de la punta, la casa a partir del techo. La sinécdoque que muestra el todo a partir de una parte en la Sagrada Escritura se da cuando se utiliza el alma o la carne para referirse al hombre completo, como: "El hombre se convirtió en un alma viviente"; de la misma manera, cuando leemos: "Todas las almas que entraron con Jacob en Egipto y salieron de su muslo"; así también: "El Verbo se hizo carne"; porque la parte se pone por el hombre completo; y no es que las almas de los hijos de Jacob hayan entrado en Egipto sin sus cuerpos, ni el Verbo se hizo carne sin alma.
— La sinécdoque que muestra una parte a partir del todo se encuentra en muchos lugares, como: "Abraham enterró a su esposa en la cueva del campo doble"; así: "David durmió con sus padres y fue sepultado", etc.; también en el Evangelio: "El sepulcro estaba cerca, en donde pusieron a Jesús". Todos estos pasajes deben entenderse sobre el cuerpo muerto, como el de Magdalena: "Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto", es decir, el cuerpo de mi Señor.
— Esto también se aplica cuando a partir de uno se significan varios, como: "Una fuente ascendía de la tierra y regaba toda la superficie de la tierra"; evidentemente había una multitud de fuentes, ya que una sola fuente no sería suficiente; de igual manera, la langosta, la rana y la mosca en las plagas de Egipto eran, ciertamente, una multitud casi innumerable.
— A veces se usa el plural en lugar del singular, como cuando leemos: "Y viendo los discípulos, se indignaron diciendo: ¿Para qué esta pérdida de ungüento?... y murmuraban contra ella", cuando, según el testimonio de Juan, solo Judas, el traidor, lo dijo. De igual manera, los ladrones que fueron crucificados con él le injuriaban, cuando solo uno lo hizo, mientras que el otro, reprendiendo a su compañero, confesó a Cristo como Dios.
— A veces se pone la materia en lugar de la cosa compuesta, como se lee que Abraham era muy rico en oro y plata, es decir, en moneda de oro y plata; y: "La mujer... trajo un alabastro de ungüento", es decir, un vasito de alabastro.
— A veces se pone el género en lugar de la especie, como: "El hombre se convirtió en un alma viviente", esto es, según la frase hebrea, en un ser viviente, cuando sopló en su cara un alma racional, con la cual se convirtió en un ser racional. — O se pone la especie en lugar del género, como también muchas veces se pone la especie en lugar del género, como: "Somos pastores de ovejas nosotros y nuestros hermanos", cuando cuidaban cabras, bueyes, camellos y asnos, se puso las ovejas en lugar del animal, que es común a todos ellos.
— Y finalmente, a partir de las cosas que le suceden a las cosas, se entienden las cosas mismas, como en Isaías: "Forjarán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces"; pues estos, cuando consiguen una gran paz, se ponen por ellos.
Metonimia es una cierta transnominación, cuando se ponen las causas por los efectos o los efectos por las causas, o se entienden las cosas contenidas por los continentes, o los continentes por las cosas contenidas, o se entienden las cosas por los signos. Entendemos el efecto por las causas, como cuando ponemos los autores por sus obras y decimos que hemos leído a Platón, Aristóteles, Demóstenes o Cicerón, cuando decimos que hemos leído o escuchado sus escritos. Así, claramente, en la Sagrada Escritura leemos: "Tienen a Moisés y a los Profetas, que los escuchen", y cuando se lee Moisés: "Y Moisés... que lo prediquen... todos los sábados"; "Y comenzando desde Moisés y todos los Profetas les interpretaba las Escrituras"; se pone a los autores por sus escritos.
— A veces se pone el efecto por la causa, como cuando leemos: "Tú eres mi paciencia..., mi esperanza"; y: "Mi fortaleza", es decir, la causa de estas virtudes, y así se pone el efecto por la causa.
— Esto también designa el contenido por el continente, como: "Derramaré la vasija en las canales", cuando derramaba agua; así: "Aclamad a Dios toda la tierra"; "Se alegró Egipto"; "Jerusalén, Jerusalén, que matas a los Profetas"; y muchos otros, donde ciertamente se entienden los habitantes.
— A veces, por el contrario, se designa el continente por el contenido, como: "Los hijos de Israel entraron por medio del mar"; así también cuando se dice que cruzaron el río Jordán, cuando cruzaron por el lecho seco tanto del mar como del río. Así en muchos otros lugares de la Escritura.
La antonomasia es una cierta sustitución del nombre, cuando se pone el significado en lugar del nombre, como decimos: el príncipe de los académicos, por Platón; el padre y príncipe de la elocuencia romana, por Cicerón; el excelso profeta, por David; el apóstol, por Pablo; el discípulo amado, por Juan. Se hace de tres modos: o por el ánimo, o por el cuerpo, o por lo externo. Así en la Sagrada Escritura Salomón se llama sabio, y su padre, hombre según el corazón de Dios; Goliat, el gigante, hombre bastardo..., de una altura de seis codos y un palmo. Cristo también se llama antonomásticamente el Justo, como: "Mataron a los que anunciaban la venida del Justo, del cual ahora habéis sido traidores y homicidas"; Cristo, Hijo de David, e Hijo del hombre; Sansón, fuerte en fuerzas; Juan, el discípulo a quien Jesús amaba; Pablo, vaso de elección; Juan Bautista, gran profeta y más que profeta; Pedro, piedra de la Iglesia; y la antonomasia es muy frecuente.
Nota que el epíteto es similar a la antonomasia, que también se hace de tres modos. Sin embargo, difiere de la antonomasia en que el epíteto siempre tiene un nombre adjetivo, no así la antonomasia.
La onomatopeya, es decir, la invención del nombre, como es: el mugido de los bueyes, el balido de las ovejas, el ladrido de los perros, y similares. Este tropo es muy frecuente en la Sagrada Escritura: "El rugido del león y la voz de la leona"; "Como un león rugirá"; y: "¿Pondrás el relincho en el cuello del caballo?" De manera similar: "Perros muchos que no pueden ladrar"; así: "Cobre que suena y címbalo que retiñe"; "El clamor de las trompetas"; así también: "Las vacas iban en línea recta por el camino que conduce a Bet-Semes..., caminando y mugiendo".
La catacresis es una cierta usurpación o abuso de la palabra, cuando se pone lo similar y cercano en lugar de lo cierto y propio, como cuando decimos: "fuerzas breves", "consejo largo", "discurso grande". Este tropo es usado frecuentemente en la Escritura: "Quebrarás los cuernos de los pecadores y se exaltarán los cuernos del justo"; así cuando dice: "los cuernos del arco"; "los pies de la mesa o del candelabro"; "el frente del techo"; "el labio del cáliz", etc. Todas estas son propiedades de los animales; sin embargo, para significar cosas que carecen de denominación propia, se emplean esos nombres. Y este tropo se diferencia de la metáfora en que la metáfora atribuye un término a algo que ya tiene un nombre propio; la catacresis, al no tener un término propio, usa uno ajeno; así, cuando la Escritura habla de Dios, designa su inmensa virtud y perfección con nombres de cantidades corporales, como cuando dice: "Es más alto que el cielo, ¿qué harás? Más profundo que el infierno, ¿cómo lo conocerás? Su medida es más larga que la tierra y más ancha que el mar". De la misma manera: "En Jerusalén hay una piscina probática"; "pues el agua tomó su nombre de los peces, aunque no era para los peces, sino para lavar las víctimas, de donde obtuvo el nombre de probática".
La metalepsis es una cierta transposición y gradualmente progresa de una cosa a otra, indicando el camino hacia lo que se muestra, como en la línea del poeta:
"Escondió en las cavernas sombrías", donde se entiende "sombrías" por oscuras y "oscuras" por profundas; y en la línea:
"Después de algunas cosechas, ¿admiraré las espigas?", donde "cosechas" se entiende como "años"; pues por espigas se entienden los veranos, y por veranos los años. Así, en la Sagrada Escritura se encuentra este tropo: "Comerás del trabajo de tus manos... serás feliz y te irá bien"; se pone el trabajo por los bienes que se adquieren trabajando. De manera similar: "He aquí el Behemot, que hice contigo, come hierba como el buey; su fuerza está en sus lomos y su poder en el ombligo de su vientre"; por Behemot se entiende el diablo, por el diablo el ángel hecho por Dios, por la hierba los pecadores, por los lomos y el ombligo la lujuria; y aunque esto no puede estar en el diablo, se entiende la incitación y tentación a ella.
La alegoría, es decir, inversión, es un tropo en el cual se muestra una cosa con las palabras y otra con el sentido, y es como una metáfora continuada y perpetua, como en esta línea del poeta:
"Cerrad ya los riachuelos, muchachos, bastante han bebido los prados," es decir, dejad de cantar, hemos escuchado bastante. La alegoría es muy frecuente en las Sagradas Escrituras. Se encuentran tres tipos de alegoría: de palabras, de cosas y de ambas.
— De palabras, como: "Saldrá una vara del tronco de Jesé y un vástago de sus raíces florecerá"; de manera similar: "Mi amado es blanco y rubio, distinguido entre diez mil", referido a Cristo.
— De cosas, como: "Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer; este es un gran misterio... en Cristo y en la Iglesia"; así se dice por alegoría que Abraham tuvo dos hijos refiriéndose a los dos Testamentos.
— De ambas, como: "Él me será por hijo y yo le seré por padre", dicho de Salomón y, según el testimonio del Apóstol, de Cristo, pues Salomón fue figura de Cristo; de manera similar: "De Egipto llamé a mi hijo", dicho de Israel por el Profeta y, según el testimonio del Evangelista, de Cristo.
— Además, la alegoría a veces es completa, y otras veces mezclada; completa, como: "El lobo habitará con el cordero y el leopardo se acostará con el cabrito; el becerro, el león y la oveja vivirán juntos y un niño pequeño los guiará", etc.; mezclada, como: "Herirá la tierra con la vara de su boca y con el espíritu de sus labios matará al impío y la justicia será el cinturón de sus lomos y la fe el cinturón de sus riñones".
Bajo la alegoría también se incluye la parábola, que es una comparación de cosas de diferentes tipos. Esta es muy frecuente en toda la Sagrada Escritura. — También se incluye el icono, es decir, la comparación entre personas, o de lo que les sucede a las personas, como: "Vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre"; y: "Ni se casarán ni se darán en matrimonio, sino que serán como los ángeles de Dios". — Finalmente, también se incluye el paradigma, que es la proposición o narración de un ejemplo que exhorta o disuade; exhortando, como: "Elías era un hombre con pasiones semejantes a las nuestras y oró fervientemente para que no lloviera sobre la tierra y no llovió por tres años y seis meses"; y: "Mirad las aves del cielo, que no siembran ni cosechan ni recogen en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta"; disuadiendo, como: "En aquella hora el que esté en el tejado y sus bienes en la casa no descienda a tomarlos, y el que esté en el campo... no regrese"; "Acordaos de la esposa de Lot".
Bajo la alegoría también se incluye el enigma; pues el enigma es una cierta alegoría más oscura, como el interpretado por Edipo del Esfinge, o que necesita de otro Salomón para entender lo que se dice, como: "Mi madre me engendró, y pronto de mí fue engendrada"; lo cual designa que el hielo se genera del agua y de nuevo se derrite en agua; tal como en la Sagrada Escritura: "Del que come salió comida y del fuerte salió dulzura"; y: "La sanguijuela tiene dos hijas, que dicen siempre: dame, dame"; por las cuales se designan la concupiscencia de la carne y la concupiscencia de los ojos, o la lujuria y la avaricia; de manera similar: "Si dormís entre los coros, las alas de la paloma serán plateadas y sus plumas de oro brillante", por la paloma se entiende la Iglesia, por los coros, o suertes, los diversos estados de la Iglesia, por las alas sus virtudes, por el brillo del oro la decoración de la caridad.
La ironía es un tropo en el que se muestra lo contrario, lo que llaman ilusión, donde no solo se muestra una cosa con las palabras y otra con el sentido, sino lo contrario, como: "He aquí que Adán ha llegado a ser como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal"; y: "Clamad con voz más fuerte, porque dios es Baal, quizás está hablando, o tiene algún negocio, o está de camino, o... duerme y ha de ser despertado"; y también: "Salve, rey de los judíos". La ironía se reconoce por la pronunciación, porque si no va acompañada de gravedad y amargura, parecerá confesar lo que intenta negar. — Bajo esta se incluye la antífrasis, que es la ironía de una sola palabra, como: "guerra", porque no es para nada guerra; "lucus", porque no luce; "Parcas", porque no perdonan; así es: "Amigo, ¿a qué has venido?" La antífrasis se diferencia de la ironía en que la ironía indica solo por la pronunciación lo que quiere que se entienda, mientras que la antífrasis no indica lo contrario por la voz del que habla, sino por las palabras mismas, cuyo origen es contrario, como en la Escritura: "Amigo, ¿a qué has venido?" y: "A menos que en su cara te bendiga"; "Bendice a Dios y muere"; y: "Bendijo a Dios y al rey"; bendecir es una antífrasis por maldecir. — También se incluye el sarcasmo, que es una ironía hostil y una burla llena de odio, como: "A otros salvó, a sí mismo no puede salvarse; si es rey de Israel, descienda ahora de la cruz y creeremos en él"; y: "Confió en el Señor, líbrelo ahora; sálvelo, ya que lo quiere".
La perífrasis es una cierta circunlocución, porque con muchas palabras se explica lo que podría decirse con una sola o con pocas. Se hace por causa de adornar la cosa, o de evitar la indecencia; para adornar, como: "Sabemos... que si nuestra morada terrestre se deshace, tenemos una edificación de Dios, una casa no hecha por manos... en los cielos"; para evitar la indecencia, como: "Porque sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza"; así también la Sagrada Escritura llama siempre de la manera más honesta a la unión carnal del hombre y la mujer: "Conoció, dice, Adán a Eva su esposa"; "entrar a la mujer", "unirse a la esposa", "revelar el borde" o "la desnudez".
El hipérbaton es una cierta transgresión que perturba el orden de las palabras mediante la inversión o transposición. — Bajo el hipérbaton se incluye primero: la sínquisis, que es un hipérbaton completamente confuso, como en: "Tus flechas afiladas, los pueblos caerán bajo ti en los corazones de los enemigos del rey"; el orden es: "Tus flechas afiladas caerán en los corazones de los enemigos del pueblo bajo ti"; y así también en el cántico de la Virgen: "Ha socorrido a Israel su siervo, acordándose de su misericordia, como habló a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia para siempre"; es decir: "acordándose de su misericordia para con Abraham y su descendencia para siempre", como en: "Se acordó de su misericordia y de su verdad para con la casa de Israel, socorrió a Israel su siervo", como dice el Apóstol: "Nunca... tomó a los ángeles, sino que tomó a la descendencia de Abraham, como habló a nuestros padres". — Luego se incluye la paréntesis bajo el hipérbaton. La paréntesis es una locución interpuesta en una oración dividida, como en la del Apóstol: "¿Ignoráis, hermanos? Hablo a los que conocen la ley, que la ley domina al hombre mientras vive". También se incluye la anástrofe, que es la inversión solo de palabras, como: "Italia contra, conmigo, contigo", etc.; así es: "Por tanto, yo suplicaré al Señor", es decir, "por qué motivo". — Finalmente, la histerología, o histerón-próteron, está contenida aquí, y es una oración en la que el orden de las palabras se cambia, haciéndose un orden retrógrado, donde lo que debía preceder se pospone, como en: "Este recibirá bendición del Señor y misericordia del Dios de su salvación"; la misericordia debería haber precedido, porque "el Señor primero justifica al impío con misericordia y luego corona al justo con bendición".
La hipérbole es una exageración eminente que excede la fe, teniendo la fuerza de aumentar o disminuir; aumentar, como cuando se dice que algo es más blanco que la nieve; disminuir, como: "es más lento que una tortuga". Así leemos en las Escrituras: "Más rápidos que las águilas del cielo, más fuertes que los leones"; y: "Lavaré mi lecho cada noche, con mis lágrimas empaparé mi lecho"; y en otra parte: "Suben hasta los cielos y bajan hasta los abismos". De manera similar, disminuyendo, como: "Te aterrorizará el sonido de una hoja que vuela"; y: "Sus rostros se ennegrecieron más que el carbón". La hipérbole es muy frecuente en la Sagrada Escritura, especialmente en las proposiciones universales, como: "El rey Salomón fue engrandecido por encima de todos los reyes de la tierra"; y sin embargo, habla de la tierra de Israel. Así se lee muy a menudo: "todo el pueblo", "toda la ciudad", "todo Israel"; es hipérbole, y debe entenderse como una gran multitud, no como una totalidad, como cuando leemos: "Cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí"; y: "Todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti, Señor"; "Todas las familias de las naciones"; es hipérbole y se entiende como una multitud, no como una totalidad, de modo que no falta nadie.