Versículo 1

En el principio. Hebreo: בְּרֵאשִׁית (Berescit)

Los hebreos suelen titular los libros de las Sagradas Escrituras con una triple inscripción: ya sea por el inicio del libro, por el contenido, o por el autor. Así, el libro de Génesis se llama בְּרֵאשִׁית (Berescit) porque Moisés, su autor, comienza con esas palabras. De manera similar, Éxodo se llama שְׁמוֹת (Scemot); Levítico, וַיִּקְרָא (Vaicra); y así todos los libros del Pentateuco obtienen su nombre por el inicio. Asimismo, el libro de las Lamentaciones se titula אֵיכָה. (Aeca). Por el autor, todos los libros de los Profetas y los dos primeros de los Reyes se llaman libros de Samuel, porque en parte fueron escritos por él y también porque todo lo tratado en ellos se refiere de algún modo a él. Así también, probablemente el libro de Josué, aunque los hebreos discrepen, es muy probable que Josué haya escrito comentarios sobre sus propias hazañas. Finalmente, por el contenido, como el libro de los Jueces, todos los libros de Salomón, y los libros de las Crónicas y de los Reyes.

Moisés, pues, quien según la opinión de todos los hebreos, y también de San Basilio en el Hexamerón, y de San Juan Crisóstomo sobre el Génesis, y finalmente del consenso común de todos los Doctores, fue el autor de este libro y de todo el Pentateuco, deseando transmitir los principios de la fe que tienen su origen en la creación y los pactos divinos con la criatura, comenzó así:

"En el principio creó Dios el cielo y la tierra."
Son solo cinco palabras y encierran todos los misterios divinos y los sacramentos maravillosos; por eso analicemos cada palabra.

En el principio: בְּרֵאשִׁית (Berescit). Los Setenta Intérpretes, Symmachus y Theodotio lo tradujeron como "En el principio"; Aquila lo interpreta como "En el inicio"; el intérprete caldeo tiene: בְּקַדְמִין (Becadmin); en lugar de בְּרֵאשִׁית (Berescit); קַדְמִין (Cadmin) en caldeo designa el inicio del tiempo. La segunda edición caldea, llamada Targum Jerusalemitano, traduce: בְּחָכְמָא (Bechochma), es decir: "En sabiduría." Según este sentido, se refuta el error del impío Maniqueo, quien postulaba dos principios de las cosas: uno de los bienes y otro de los males; uno de las cosas espirituales y otro de las corporales; ya que aquí se dice que Dios creó el cielo y la tierra en el principio, es decir, en el Hijo. Y así como el principio de los efectos se atribuye al Padre por su poder, también el modelo se atribuye al Hijo por su sabiduría, como se dice: "Todo lo hiciste con sabiduría", así se entiende que Dios creó todo en el principio, es decir, en el Hijo.

Sin embargo, esta última interpretación es más según el sentido que según la traducción literal de la palabra, la cual favorece notablemente a Tertuliano en su libro Contra Praxeas, Orígenes, Hilario y Agustín, quienes consideran que esta palabra debe ser entendida así: "En el principio," es decir, en el Hijo, que es el Verbo y la Sabiduría del Padre y el principio de todas las cosas, por quien todo fue hecho, como está claro en Juan 1, quien también dice de sí mismo: "Yo soy el principio, que también os hablo." Esta interpretación también está respaldada por lo que dice en el Salmo sobre sí mismo: "En el principio del libro está escrito de mí," es decir, en el principio de Génesis; y según esta opinión, la palabra בְּרֵאשִׁית podría traducirse como: en el principio, o con el principio, y por el principio; porque la preposición "en" en hebreo se toma de tres maneras. La primera acepción es la principal y la más frecuente; la segunda se encuentra en Isaías 7: "Con flechas y arco entrarán allí"; la tercera en Génesis: "Por mí he jurado." Los teólogos sagrados afirman que Dios creó el mundo en el Hijo, con el Hijo y por el Hijo. De donde Pablo a los Colosenses dice: "Porque en él fueron creadas todas las cosas en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades: todo fue creado por él y en él."

Sin embargo, la primera interpretación es más literal, ya que entendemos que Dios creó el cielo y la tierra en el inicio del tiempo; no que los creara en el tiempo, sino en el primer instante del tiempo, que no se puede llamar tiempo en sí mismo, sino solo el principio del tiempo. Así como el principio de una línea no es una línea, el principio del tiempo no es tiempo; así, Dios creó el cielo y la tierra sin ninguna demora temporal, de modo que la creación de las cosas se completó en menos de un momento. Así lo expone San Basilio en su Hexaemeron; San Ambrosio es de la misma opinión en el primer libro del Hexaemeron; es también la interpretación de los hebreos, que afirman que esta palabra debe entenderse de la misma manera que se dice: "En el principio del reinado de Sedecías," "en el principio del reinado de Joaquín," "en el principio del reinado de Joacim." Esto se encuentra en la Glosa de los hebreos, a la que también suscribe Aben Ezra. Según este sentido, se refuta el error de Aristóteles, quien hizo el mundo coeterno con Dios, afirmando que nunca tuvo un principio ni tendrá un fin.

Algunos griegos, entre ellos Teodoreto, lo interpretan de esta manera: "En el principio," es decir, primero, o antes que cualquier otra cosa, Dios creó el cielo, antes de establecer cualquier otra cosa. Este sentido elimina el error de aquellos que impíamente afirman que Dios, con la ayuda de los ángeles y otras criaturas espirituales, creó el cielo, la tierra y todas las cosas materiales. Pues si creó el cielo y la tierra primero, no había ángeles cuyo ministerio pudiera utilizar en la producción de lo corporal; de otro modo, no serían los primeros de todo, ya que las criaturas espirituales habrían sido las primeras y las habrían precedido en el tiempo.

Sin embargo, a esta exposición se opone el Rabino Salomón hebreo, quien dice que בראשית no significa el orden de la creación, diciendo que estas cosas precedieron, porque si hubiera querido significar esto, habría dicho: בראשונה (bereshoná), primero, o en primer lugar; pero él, junto con Aben Ezra, dice que la palabra בראשית está en construcción genitiva, y así debe entenderse lo que se dice: "en el principio de la creación de Dios del cielo y de la tierra, la tierra era, etc."; de modo que ellos explican בראשית como el inicio del tiempo, tal como se dice en Jeremías: "En el principio del reinado de Joaquín," etc.

Pero si se considera la sabiduría oculta en esta palabra, se verá en esta expresión toda la razón de la creación del mundo y de todas las cosas. Pues de la resolución de este vocablo en sus elementos y de la diversa composición de los mismos entre sí, se forma en hebreo toda ברא ראש אש שת רב איש ברית תב אב בבר : nombres doce de oración esta שבת ראשית, que se traduce: "El Padre en el Hijo, o por el Hijo, o en el Hijo, principio y fin, creó la cabeza, el fuego, el fundamento del gran hombre con una buena alianza." En la última palabra, la letra ט se cambia por ת, lo cual es muy frecuente en hebreo con letras de la misma pronunciación.

Qué maravillosamente se revela aquí la primera interpretación, que Dios Padre creó el mundo en el Hijo, o con el Hijo, o por el Hijo. Y el Hijo es llamado el principio y el fin, o la quietud, según aquello: "Yo soy el Alfa y el Omega, el principio y el fin." Pero, ¿qué significa este gran hombre? El mundo mismo. Pues así como el hombre es un pequeño mundo, también el mundo es un gran hombre. De aquí se toma la ocasión para figurar tres mundos, a saber, el intelectual, el celestial y el corruptible, por las tres partes del hombre de manera muy adecuada. En el hombre, la primera parte es la cabeza; la segunda va desde el cuello hasta el ombligo; y de allí hasta los pies, la tercera. En la cabeza está el cerebro, fuente del conocimiento; en el pecho está el corazón, fuente del movimiento, de la vida y del calor; y en la tercera parte finalmente están los miembros genitales, principio de la generación. Así también en el mundo, la parte suprema es la intelectual, pues fue creada para entender; la parte siguiente es el cielo, principio del movimiento, la vida y el calor; y la parte sublunar está manifiestamente sujeta a la generación y corrupción. Moisés llamó a la primera "cabeza," porque es la fuente de todo conocimiento; a la segunda, "fuego," porque el cielo se considera de naturaleza ígnea; y a la tercera, "fundamento del gran hombre," porque sobre ella se funda y sostiene todo el cuerpo del hombre. Y dado que entre estas hay un pacto de paz y amistad perpetua, añadió: "Con un buen pacto," del cual se habla en Jeremías: "Dice el Señor: Si no he establecido mi pacto, es decir, el pacto de paz y amistad, entre el día y la noche, y las leyes del cielo y la tierra," que es un pacto ciertamente bueno, porque se dirige a Dios, que es el mismo bien.

Creó. Hebreo: ָרא בָּ (Bara). Caldeo: רָאבְּ (Bara).

Es opinión común de todos los teólogos que la creación es una acción divina, por la cual algo se produce de la nada. Esta fue también la opinión de algunos de los hebreos, que Aben Ezra relata: "Muchos expositores dicen que la creación es la producción de algo a partir de la nada"; y establecen una diferencia entre בָּרָא (Bara), יָצַר (Yatzar) y עָשָׂה (Asá), crear, formar y hacer; crear, dicen, es hacer algo de la nada; formar, es dar forma a un ente creado; y hacer, es ordenar los miembros individuales. De esta manera, explican lo que dice Isaías: "Y a todo el que invoca mi nombre, en mi gloria lo he creado; lo he formado y lo he hecho," donde en hebreo se encuentran estas tres palabras. Aben Ezra los refuta, diciendo que se olvidan de lo que se dice: "Dios creó los grandes cetáceos," y poco después: "Dios creó al hombre"; e Isaías: "Formando la luz y creando las tinieblas, haciendo la paz y creando los males."

La palabra בָּרָא (Bara), los Setenta tradujeron: Ἐποίησεν, que significa hizo, y así lo leen en griego San Basilio en el Hexaemerón, San Juan Crisóstomo sobre el Génesis, Orígenes, Atanasio y muchos otros; y también en latín San Ambrosio. San Agustín, tratando este lugar de Isaías en el primer libro Contra el Calumniador de las Escrituras, asigna la distinción entre crear y hacer: que crear propiamente es hacer algo de la nada; hacer es a partir de algo. La palabra griega para crear corresponde a: κτίζω, que también significa fundar, de donde se dice que se crean las ciudades; Marco Tulio Cicerón llama a Rómulo el creador y fundador de la ciudad de Roma, como afirma Agustín en el mencionado libro. La palabra crear también proviene de la voz griega: κρέας, que es carne; por lo tanto, crear es casi como producir, o hacer carne: de ahí que se diga que se procrean los animales; y también de ahí proviene crecer, que se dice no solo de los animales, sino también de las plantas y frutos; de donde Marco Tulio Cicerón en De Finibus dice: "De todas las cosas que la naturaleza crea y protege." En general, pues, esta palabra, tanto en latín como en hebreo, significa la producción de algo nuevo, ya sea de la nada o de algo.

Así, el Rabino David en el libro de las Raíces, asigna la diferencia entre בָּרָא (Bara) y יָצַר (Yatzar), crear y formar, que esto se dice de algo corporal, o de lo que tiene ser en un cuerpo, o es susceptible de poderes sensibles, o se dice de los mismos poderes sensibles; pero el primero se dice de cualquier cosa o de la renovación de cualquier cosa, que pasa de no ser a ser. Nuestro traductor también traduce así en Números: אַמְסִיב רִיאַה. י בְּרָא: "Si crea una nueva criatura," interpretado como "Si crea algo nuevo."

Aunque en las Escrituras la significación más frecuente de esta palabra se aplica a aquellas cosas que han sido producidas a partir de algo, especialmente cuando algo se saca de otra cosa por orden de Dios, como cuando se dice que creó al hombre, los animales, las plantas y cualquier otra cosa que surgió por su mandato a partir de alguna materia; en este lugar, sin embargo, debemos entender la producción a partir de la nada, ya sea que se llame creación o hecho, ya que esta es la primera producción que no supone ninguna materia. Pues no es una generación física, que se realiza por la potencia natural a través del movimiento en el tiempo y que necesariamente supone un sujeto; sino que es una generación hipernatural, a la que aquí llamamos creación, la cual, al no hacerse en el tiempo ni intervenir ninguna alteración o transmutación, no requiere ningún sujeto.

Por eso, Juan Filopón interpreta correctamente a Aristóteles, quien, al negar que Dios sea el hacedor del mundo, niega en este sentido que haya sido hecho por modo de mutación, sino que debe decirse más bien productor. Dice en De Generatione 1: "Nunca parece que Aristóteles haya dicho que Dios es la causa efectiva del mundo. Pues afirma que hacer de la nada es otra cosa que traer algo a la luz de algún modo y por modo de generación. Pero Dios ni opera en el tiempo, ni sin una perfección súbita. Por lo tanto, no niega que Dios haya hecho el mundo, sino que más bien debe decirse que lo ha producido". Lo que aquí dice Juan Filopón parece estar de acuerdo con nuestros principios teológicos. Pues nosotros, al decir que la creación del mundo es una producción de la nada, no ponemos ningún sujeto que sea la misma nada de la que se haga algo: esto tiene una contradicción manifiesta; sino que entendemos la expresión "de la nada" de manera negativa, es decir, no a partir de algo, sin ninguna materia preexistente, y lo atribuimos a la infinita potencia de Dios, que supera con su inmensa virtud toda arte y toda naturaleza. No negamos, sin embargo, que pueda considerarse una cierta potencia pasiva en las criaturas antes de que fueran creadas y existieran en sí mismas; pues en Dios existían de algún modo, para que pudieran ser producidas y existir creadas fuera de Él.

Debe advertirse aquí que Moisés, con estas palabras, elimina tres errores de los filósofos paganos al decir que Dios creó, es decir, produjo el mundo de la nada. Primero, el de Platón, quien postuló tres eternos: Dios, las ideas y la ύλη (materia), y decía que Dios hizo el mundo a partir de tal materia eterna. Aristóteles afirmaba que el mundo era coeterno con Dios, pero dependía de Dios, sin principio ni fin. Epicuro y muchos otros postulaban que el vacío y los átomos eran eternos, y que al principio la naturaleza había solidificado ciertos átomos en tierra, otros en agua, en aire y en fuego. Pues si creó, es decir, produjo de la nada, entonces no lo hizo de materia increada, ni de átomos eternos ni del vacío; y si lo hizo en el principio del tiempo, disuelve la coeternidad del mundo.

Dios. Hebreo: אֱלֹהִים (Elohim). Caldeo: יֵיָּ (Yeya).

En esta palabra se encierran sacramentos maravillosos y grandes misterios. Aquí, claramente, podemos admirar la inmensa virtud de Dios, la unidad de su esencia y la trinidad de las Personas divinas. Pues al decir que creó el mundo en el principio de los tiempos, se ve que existía eternamente antes de los tiempos, y que quien en el inicio de la creación con tanta rapidez operativa creó de la nada el cielo y la tierra, se manifiesta su omnipotencia, ya que para Él querer hacer es hacer, de modo que por la incomprensible rapidez de la operación se expresa al operador incomprensible, que con tan breve y exiguo momento de operación en el inicio del tiempo, completó su obra y los efectos de su voluntad precedieron al sentido del tiempo.

Además, es necesario saber que el nombre de Dios, אֱלֹהִים (Elohim), utilizado aquí por Moisés, está en plural, derivado de אֵל (El), al igual que אֲדֹנָי (Adonai) se deriva de אָדוֹן (Adon). Esta palabra no solo significa Dios, sino también ángeles y héroes humanos, así como príncipes o jueces y hombres ilustres, como es evidente incluso para aquellos poco versados en la Sagrada Escritura; sin embargo, nunca usamos ese nombre para denotar a un ángel o humano en particular, sino siempre a muchos a la vez. Algunos hebreos, y también algunos de los nuestros, niegan que esta palabra esté en plural, pero ambos están equivocados; pues en todos los lugares de las Escrituras donde no significa Dios, siempre se entiende en plural, como en el Salmo: "Lo hiciste un poco menor que los ángeles" (Salmo 8:5), donde אלהים (Elohim) se refiere a los ángeles, y el Targum y los Setenta lo tradujeron así. En otro Salmo: "Dios se pone de pie en la congregación de los dioses; en medio de los dioses juzga" (Salmo 82:1), donde se refiere a los jueces; y en otros lugares: "No denostarás a los dioses" (Éxodo 22:28); y nuevamente: "Yo dije: Vosotros sois dioses" (Salmo 82:6). Pero dicen que cuando se toma por el verdadero Dios, no puede significar pluralmente, de otro modo no se uniría con un verbo en singular, como aquí se dice: ָרא בָּ אלהים (Elohim bara), "creó", y no "crearon".

Nosotros, en cambio, decimos que en muchos lugares de las Sagradas Escrituras, cuando significa el verdadero Dios, se une con un adjetivo en plural y también con un verbo en plural. Pues en Génesis 20, donde nuestra edición dice: "Después que Dios me sacó de la casa de mi padre", la verdad hebrea dice: "Después que los dioses me sacaron"; en 2 Reyes 7:23, donde se dice: "¿Y quién como tu pueblo Israel, nación única en la tierra, por la cual Dios fue a redimirla para sí?" La verdad hebrea dice: "Por la cual los dioses fueron". No puede decirse esto de Moisés y Aarón, ya que en Crónicas se utiliza el nombre del Señor con las cuatro letras. En el último capítulo de Josué, donde se dice: "No podréis servir al Señor, porque Él es un Dios santo", la verdad hebrea dice: "Porque ellos son dioses santos". Isaías 54:5: "Tu Hacedor será tu esposo; el Señor de los ejércitos es su nombre", en hebreo dice: "Tus Hacedores serán tus esposos"; allí también se usa el nombre de las cuatro letras. Jeremías 23:36: "Pervertisteis las palabras del Dios viviente, el Señor de los ejércitos, nuestro Dios", en hebreo: "De los dioses vivientes"; allí también se usa el nombre de las cuatro letras. De estos lugares se desprende claramente que el nombre אלהים (Elohim), incluso cuando se utiliza para el verdadero Dios, se entiende en plural, ya que se une con un adjetivo y un verbo en plural.

Por estas razones, Aben Ezra admite que el nombre אלהים (Elohim) se entiende en plural cuando se refiere a Dios; pero dice que esto es un modismo de la lengua sagrada, por reverencia y honor, así como en la lengua ismaelita los menores se dirigen a los mayores en plural. Igualmente, el Rabino David dice lo mismo sobre la palabra אדני (Adonai). En la lengua italiana también es costumbre dirigirse a las personas venerables en plural. Pero esto es un mero invento de la perfidia hebrea. Si esto se dijera por mayor honor a Dios, ciertamente debería observarse siempre, ya que el honor le es debido perpetuamente; y sin embargo, en las Sagradas Escrituras leemos muchas veces que los hombres más santos se dirigieron a Dios en singular y usaron el nombre אֵל (El) y אֱלוֹהַּ (Eloah) y שַׁדַּי (Shaddai) y יָהּ (Yah) y otros nombres en singular. Además, si no hubiera ningún misterio oculto en esta palabra, sino que Moisés la hubiera usado solo por honor, ¿por qué no utilizó más bien el nombre de las cuatro letras, que es mucho más honorable y por lo tanto considerado inefable por ellos?

Aben Ezra inventó otro comentario, diciendo que Dios se nombra en plural debido a la pluralidad de virtudes o ideas que existen en su naturaleza divinísima y simplísima. Pero tampoco puedo aprobar esto, ya que es una cavilación muy irracional. Pues si Dios se nombra en plural por la pluralidad de virtudes, entonces estas virtudes, que él menciona, o son algo creado, o algo increado. No son algo creado, porque entonces alguna criatura habría creado el mundo, o habría cooperado con Dios en la creación del mundo, lo cual los hebreos no admiten; pues afirman que solo Dios creó el mundo, y por eso dicen que los ángeles fueron creados en el segundo día, para que no se piense que cooperaron con Dios en la creación del mundo si se dijera que fueron creados en el primer día.

Si son algo increado, entonces o proceden de Dios, o no. Si no, entonces hay muchas cosas increadas totalmente diferentes: por lo tanto, muchos dioses, lo cual es falsísimo. Si proceden de Dios, hemos logrado nuestro propósito. Además, ningún hombre es llamado correctamente "hombres" debido a la pluralidad de virtudes, porque al decir "hombres" se entiende la pluralidad de supuestos: por lo tanto, mucho menos Dios mismo; pues así como la identidad es causa de la unidad, la diversidad lo es de la pluralidad y la multitud. Si, por lo tanto, un hombre no puede ser llamado "hombres" debido a la pluralidad de virtudes, aunque sus virtudes sean de una naturaleza diferente a la suya, entonces tampoco Dios, cuyas virtudes son completamente lo mismo que Él, siendo de una naturaleza simplicísima; lo cual es concedido incluso por los hebreos.

Los hebreos también dicen que, como Dios creó el mundo con sabiduría, bondad y poder, que son tres propiedades divinas, por eso se dice: אלהים (Elohim) creó. Pero esto también es una invención; pues así como Dios opera por poder, sabiduría y bondad o amor, como un artesano trabaja por su arte, es decir, por una regla directiva, por el poder de transformar la materia y por el amor del fin pretendido, es decir, el lucro. Ahora bien, si Dios es denominado en plural por la sabiduría, bondad y poder, esto sería más adecuado para un artesano creado, porque estas cosas difieren más en el artesano que en Dios, ya que en el artesano difieren absolutamente en la realidad: lo cual no puede ser en Dios.

Además, considerando que Moisés, al ver al pueblo inclinado a la idolatría y enseñándoles la unidad de Dios, les previno muchas veces para que no adoraran a muchos dioses, como leemos en Deuteronomio: "Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor es uno"; y nuevamente: "Ved ahora que yo soy, y no hay otro Dios fuera de mí", y en otros lugares muchas veces; nunca habría usado el nombre de Dios en plural a menos que hubiera un misterio de pluralidad de Personas divinas en Dios oculto en este nombre. Pues este nombre no significa cualquier pluralidad, sino de Personas, como es evidente en todos los demás lugares de las Escrituras, cuando no se toma por el verdadero Dios.

Por lo tanto, cuando Moisés, inspirado por el Espíritu Santo, dijo: בָּרָא אֱלֹהִים (bara Elohim): "Dioses creó", entendemos sin duda que el sentido de estas palabras es que la pluralidad de Personas divinas se entiende en la palabra אלהים (Elohim), y la unidad de esencia en el verbo singular "creó"; y cómo tres Personas divinas no son tres dioses, sino un solo Dios; por eso el intérprete caldeo tradujo: ָיְי (Yeya); los Setenta: θεὸς (theos), y nuestro traductor: Dios, todos en singular.

Además, decimos que es muy adecuado decirlo. Pues la acción, según el testimonio del Filósofo, es de los supuestos; en las cosas divinas los supuestos son múltiples. Pero la acción de todas las Personas divinas hacia el exterior es una e indivisa. De aquí que por אלהים (Elohim) se demuestran múltiples supuestos, pero por el verbo singular se demuestra una sola acción. Por lo tanto, siempre que en las Sagradas Escrituras אלהים (Elohim) significa al verdadero Dios y se une a un verbo, porque el verbo significa acción, el verbo se pone en singular, para que no parezca que se multiplican la acción y la virtud de los agentes, que es totalmente una. Pero es diferente cuando se une con nombres adjetivos; entonces la Escritura no se preocupa por poner el adjetivo en plural, ya que por ello no se multiplica ni la acción ni la virtud y, por lo tanto, ni su sustancia ni esencia.

Por lo tanto, concedemos tres existentes, tres sabios, tres eternos, tres creadores; pero no decimos tres Dioses o tres creadores, aunque San Atanasio en el Símbolo no concede los anteriores; esto, sin embargo, lo hace sabiamente y por la precaución necesaria, debido al falso sentido que podría tomarse de ello; pues si estas palabras se entendieran sustantivamente, parece que también podría negarse que se diga que las tres Personas divinas son Dioses o Señores. Sin embargo, el Maestro de las Sentencias y casi todos los teólogos parecen admitir esto, y aquí Moisés llama a las Personas divinas "Dioses". Y ciertamente, si este plural "Dioses" no significa otra cosa que "poseedores de deidad" y se dice verdaderamente de las Personas, que son poseedoras de deidad, ¿por qué, entonces, no puede decirse también que son Dioses?

Sin embargo, si consideramos más detenidamente las palabras de Atanasio, veremos que él no niega que las tres Personas divinas sean Dioses o Señores, sino que sean tres Dioses o tres Señores. Aunque confesamos que hay tres Personas divinas y que ellas son Dioses, no decimos, sin embargo, que son tres Dioses. Es una falacia pasar de lo dividido a lo conjuntado, como lo expone el Filósofo con este ejemplo: si él es un citarista y él es bueno, no se permite inferir: entonces es un buen citarista; la bondad se predica del hombre primero como hombre; y luego, no como hombre, sino como citarista. Así en la cuestión propuesta. Cuando digo de las Personas que son Dioses: digo la verdad, porque tienen deidad y es verdad decir de ellas que son tres, puesto que verdaderamente son tres Personas. Sin embargo, no se admite propiamente decir: por lo tanto, tres Dioses: porque cuando se ha concedido una vez y por separado que son tres, este número se refiere a las Personas; pero si concediéramos conjuntamente: tres son Dioses: entonces el mismo número se referiría a la deidad y así la deidad se multiplicaría. No obstante, se podría decir: tres Dioses, si ese "Dioses" permaneciera en aposición, en este sentido: tres, que son Dioses.

No niego que se pudiera haber dicho: Dioses crearon, como se dice: el Padre y el Hijo son espirantes, o espiran, y como más adelante también se dice: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; y en otros lugares también el nombre אלהים (Elohim) se une a un verbo en plural, mientras significa al verdadero Dios. Pero puesto que de este modo se habría dado realmente ocasión de error a los ignorantes del misterio, por eso Moisés, sabiamente y con gran precaución, lo evitó desde todos los ángulos, diciendo así: ים ִהֱא א ָרָבּ (bara Elohim): Dioses creó, para expresar la pluralidad de Personas en la palabra אלהים (Elohim) , y mantener la unidad de esencia y acción en el verbo singular בָּרָא (Bara).

Este misterio, si debía indicarse en algún lugar de las Escrituras, era ciertamente más apropiado en este mismo comienzo, donde se narra la obra común de la creación de todas las cosas, que fue realizada por toda la Trinidad en conjunto.

Cielo. Hebreo: שָּׁמַיִם (Hashamayim). Caldeo: שְׁמַיָּא (Shmaya). Griego: Οὐρανός (Ouranos), como ὁράνος (oranos), según dice San Ambrosio en Hexaemeron, de ὁράω (orao), que significa que es visible y no denso como el agua y la tierra.

Siempre en plural en hebreo, sin embargo, los intérpretes latinos a veces lo traducen como "cielo" en singular y otras veces como "cielos". Esta distinción la interpretan así el Rabino Iosi, hijo de Janina, y el Rabino Yosef: מים אש, como si fuera: מים שם (sham mayim), esto es: allí hay aguas; otros dicen: מים אש: fuego y agua, como si el cielo por su naturaleza estuviera de alguna manera entre el fuego y el agua.

Tierra. Hebreo: הָאָרֶץ (Haaretz). Caldeo: אַרְעָא (Ar'a). Griego: Γῆ (Gē), de γᾶ (gō), es decir, χωρός (chorō), como si fuera "la que contiene todas las cosas". En latín, se dice "terra" como "tetra", porque es oscura. Según algunos hebreos, se llama tierra: אֶרֶץ (eretz), de la raíz רוּץ (rutz), que significa correr, porque sobre ella corre y se mueve constantemente la esfera. Difiere de תֵּבֵל (tebel): ya que esto es un nombre común que significa tierra habitable e inhabitable, mientras que aquello significa solo tierra habitable.

Pero lo que se debe entender por cielo y tierra no tiene una opinión unánime entre todos. San Basilio, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio en Hexaemeron y muchos otros, entienden por cielo simplemente la criatura corporal, es decir, el cuerpo celestial; San Agustín y Orígenes entienden la criatura espiritual, es decir, los ángeles; sin embargo, el Venerable Beda y Strabo entienden por cielo el empíreo, que fue creado inmediatamente lleno de ángeles creados con él. De donde entienden que el nombre cielo abarca ambas naturalezas, la corporal, es decir, el cielo empíreo, y la espiritual, los ángeles, de modo que afirman que al mismo tiempo fueron creados el cielo y los ángeles.

La última interpretación me parece muy satisfactoria. Pues si, según la primera opinión, se entienden aquí los cuerpos celestiales, que es el firmamento, que se dice fue hecho el segundo día, deja la cuestión: ¿por qué no se menciona a las criaturas espirituales, es decir, los ángeles, siendo estos los mayores y más importantes entre las criaturas? No me engaña decir que muchos afirman que Moisés habló al pueblo rústico, incapaz de comprender lo espiritual. Pues es muy evidente que en muchos lugares de la Sagrada Escritura, y en este mismo libro, muchas veces se hace mención de los ángeles; de donde, si no se mencionara en absoluto su creación, podrían haberlos creído increados. Si decimos, con la segunda opinión, que aquí se deben entender los ángeles por cielo, en cambio, alguien podría preguntar: ¿por qué no se menciona al cuerpo más excelente y digno, cuando se mencionan otros mucho más viles? Si aceptamos el sentido de la tercera exposición, que aquí se entiende el cielo empíreo y los ángeles creados simultáneamente en él, todo es claro y desaparece cualquier cuestión. Pues así, en esta enumeración de las criaturas, no se omiten las primeras y principales entre las criaturas, es decir, las sumas criaturas espirituales y corporales, los ángeles y ese primer cielo, que los santos llamaron en griego έμπύριον (empíreo), casi ígneo, debido a la eminencia del lugar y al esplendor de la luz; y esta exposición abarca todo lo que falta en las otras. Contiene la exposición de San Agustín, que solo menciona la creación espiritual; contiene también la otra de San Basilio, que solo menciona la corporal; porque esta abarca tanto la espiritual como la corporal.

Esta misma opinión es aprobada en el gran Concilio Lateranense, celebrado bajo Inocencio III, cuando la Santa Iglesia Romana profesa que Dios, desde el principio, creó simultáneamente la criatura corporal, es decir, el mundo, y la espiritual, es decir, los ángeles, desde el inicio del tiempo, ex nihilo. Lo mismo se encuentra en las Decretales De Summa Trinitate et Fide Catholica, cap. Firmiter. A esta verdad también parece adherirse la Verdad Hebraica, que tiene: השמים (Hashamayim), en número dual, como si hubiera dos tipos de cielos, a saber, el espiritual y el corporal.

Además, la palabra "cielos" no solo se aplica a este cuerpo visible, cuya aceptación es la más frecuente en las Sagradas Escrituras, sino también, manifiestamente, a las criaturas espirituales, como en Deuteronomio: "Escucha, oh cielos, y hablaré"; e Isaías: "Escuchad, oh cielos, etc.", donde deben entenderse los habitantes celestiales. Esta creación simultánea de los ángeles en el cielo empíreo junto con él parece ser afirmada por Job: "¿Dónde estabas cuando cantaban juntas las estrellas del alba y todos los hijos de Dios gritaban de alegría?" Estos espíritus felices, los más eminentes de ese excelso y lucido cielo empíreo, son puestos como las estrellas matutinas, alabando a Dios desde el principio de su creación, como explica admirablemente San Gregorio. También lo dice Job, cuando Behemoth, es decir, el diablo, es llamado el principio de los caminos de Dios, quien, mientras Dios creaba todas las cosas, primero creó a este, a quien hizo superior a los demás ángeles, como explica el mismo Doctor. También leemos en Isaías: "¿Cómo caíste del cielo, lucero de la mañana, hijo de la aurora?"

Sin embargo, no ignoro que muchos Santos antiguos sostenían que los ángeles fueron creados antes de este mundo visible. Esta era la opinión de Gregorio Nacianceno, San Basilio, San Jerónimo sobre la epístola a Tito, también de San Ambrosio en Hexaemeron, y otros antiguos, quienes todos creían que los ángeles fueron creados mucho antes que este mundo visible. Juan Casiano, refiriéndose a las palabras del abad Sereno, dice que ningún fiel duda de que "antes de la creación de esta criatura visible, Dios hizo las virtudes espirituales y celestiales".

Pero la Santa Iglesia Romana, en el gran Concilio Lateranense, determinó que los ángeles fueron creados simultáneamente con la criatura mundana al inicio del tiempo, ex nihilo; sin embargo, no creo que los mencionados Doctores hayan sentido que fueron creados antes de toda criatura corporal, sino antes de este mundo visible; pues en el principio del tiempo, cuando los ángeles fueron creados, este mundo era completamente invisible. Y así parece haberlo entendido San Gregorio, quien tratando el pasaje de Job: "¿Dónde estabas cuando cantaban juntas las estrellas del alba?" dice así: "Porque se cree que la naturaleza de los espíritus racionales fue creada primero en el tiempo, no sin razón se llaman ángeles las estrellas matutinas. Y si esto es así, mientras la tierra era invisible y sin forma, mientras las tinieblas estaban sobre el abismo, anticiparon el día del mundo venidero por la luz de la sabiduría." Así, podemos decir que los ángeles fueron creados simultáneamente con la criatura mundana y antes del mundo visible. Por lo tanto, volviendo al tema, debemos entender por cielo aquí a los ángeles con el cielo empíreo, o, lo que es lo mismo, el cielo empíreo con los ángeles.

Sin embargo, puesto que afirmamos que esto fue creado en el principio del tiempo, es decir, cuando el tiempo comenzó, y el tiempo no pudo comenzar sin movimiento, siendo medida del movimiento y del primer cuerpo celeste: decimos que, siendo el empíreo completamente inmóvil, fue creado simultáneamente con el primer móvil y con el cielo cristalino, que comenzaron a moverse de oriente a occidente desde el principio, y con su movimiento comenzó el tiempo; y dado que estos dos cuerpos no se perciben por los sentidos, sino por la razón, se enumeran junto con el empíreo, que está remotísimo de nuestros sentidos y solo se percibe por la razón.

Y la tierra. No todos están de acuerdo sobre lo que se entiende por tierra aquí. San Basilio, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, Tertuliano en Contra Hermógenes sobre la materia, y entre los hebreos Aben Ezra y muchos otros, quieren decir que por tierra se entiende aquí lo que vemos con los ojos. Esta opinión es favorecida por la propia palabra, que con más frecuencia se toma en ese sentido en las Sagradas Escrituras, y dicen que Moisés enumera aquí dos principios del universo: el supremo y el ínfimo, entre los cuales se contienen también los elementos medios de los cuales se generan las demás cosas, y por eso Moisés no menciona su creación. Pero al decir que el cielo y la tierra fueron creados por Dios en el principio, entiende que junto con ellos fueron creadas las cosas intermedias. Pues, al no haber dicho nada sobre la obra de las aguas, dice: "Y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas."

San Gregorio Nacianceno, en su Sermón sobre el Espíritu Santo, Lactancio Firmiano en el libro 2 De Origine Erroris, San Agustín en el libro 12 de las Confesiones, el Venerable Beda, así como Hugo de San Víctor, creen que por la apelación de "tierra" aquí debe entenderse la materia prima, de la cual luego fueron hechas todas las cosas que se contienen bajo el cielo empíreo hasta el centro de la tierra. Esta posición se ve maravillosamente favorecida por lo que sigue:

Por lo tanto, concedemos tres existentes, tres sabios, tres eternos, tres creadores; pero no decimos tres Dioses o tres creadores, aunque San Atanasio en el Símbolo no concede los anteriores; esto, sin embargo, lo hace sabiamente y por la precaución necesaria, debido al falso sentido que podría tomarse de ello; pues si estas palabras se entendieran sustantivamente, parece que también podría negarse que se diga que las tres Personas divinas son Dioses o Señores. Sin embargo, el Maestro de las Sentencias y casi todos los teólogos parecen admitir esto, y aquí Moisés llama a las Personas divinas "Dioses". Y ciertamente, si este plural "Dioses" no significa otra cosa que "poseedores de deidad" y se dice verdaderamente de las Personas, que son poseedoras de deidad, ¿por qué, entonces, no puede decirse también que son Dioses?

Sin embargo, si consideramos más detenidamente las palabras de Atanasio, veremos que él no niega que las tres Personas divinas sean Dioses o Señores, sino que sean tres Dioses o tres Señores. Aunque confesamos que hay tres Personas divinas y que ellas son Dioses, no decimos, sin embargo, que son tres Dioses. Es una falacia pasar de lo dividido a lo conjuntado, como lo expone el Filósofo con este ejemplo: si él es un citarista y él es bueno, no se permite inferir: entonces es un buen citarista; la bondad se predica del hombre primero como hombre; y luego, no como hombre, sino como citarista. Así en la cuestión propuesta. Cuando digo de las Personas que son Dioses: digo la verdad, porque tienen deidad y es verdad decir de ellas que son tres, puesto que verdaderamente son tres Personas. Sin embargo, no se admite propiamente decir: por lo tanto, tres Dioses: porque cuando se ha concedido una vez y por separado que son tres, este número se refiere a las Personas; pero si concediéramos conjuntamente: tres son Dioses: entonces el mismo número se referiría a la deidad y así la deidad se multiplicaría. No obstante, se podría decir: tres Dioses, si ese "Dioses" permaneciera en aposición, en este sentido: tres, que son Dioses.

No niego que se pudiera haber dicho: Dioses crearon, como se dice: el Padre y el Hijo son espirantes, o espiran, y como más adelante también se dice: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; y en otros lugares también el nombre אלהים (Elohim) se une a un verbo en plural, mientras significa al verdadero Dios. Pero puesto que de este modo se habría dado realmente ocasión de error a los ignorantes del misterio, por eso Moisés, sabiamente y con gran precaución, lo evitó desde todos los ángulos, diciendo así: ים ִהֱא א ָרָבּ (bara Elohim): Dioses creó, para expresar la pluralidad de Personas en la palabra אלהים (Elohim) , y mantener la unidad de esencia y acción en el verbo singular בָּרָא (Bara).

Este misterio, si debía indicarse en algún lugar de las Escrituras, era ciertamente más apropiado en este mismo comienzo, donde se narra la obra común de la creación de todas las cosas, que fue realizada por toda la Trinidad en conjunto.

Cielo. Hebreo: שָּׁמַיִם (Hashamayim). Caldeo: שְׁמַיָּא (Shmaya). Griego: Οὐρανός (Ouranos), como ὁράνος (oranos), según dice San Ambrosio en Hexaemeron, de ὁράω (orao), que significa que es visible y no denso como el agua y la tierra.

Siempre en plural en hebreo, sin embargo, los intérpretes latinos a veces lo traducen como "cielo" en singular y otras veces como "cielos". Esta distinción la interpretan así el Rabino Iosi, hijo de Janina, y el Rabino Yosef: מים אש, como si fuera: מים שם (sham mayim), esto es: allí hay aguas; otros dicen: מים אש: fuego y agua, como si el cielo por su naturaleza estuviera de alguna manera entre el fuego y el agua.

Tierra. Hebreo: הָאָרֶץ (Haaretz). Caldeo: אַרְעָא (Ar'a). Griego: Γῆ (Gē), de γᾶ (gō), es decir, χωρός (chorō), como si fuera "la que contiene todas las cosas". En latín, se dice "terra" como "tetra", porque es oscura. Según algunos hebreos, se llama tierra: אֶרֶץ (eretz), de la raíz רוּץ (rutz), que significa correr, porque sobre ella corre y se mueve constantemente la esfera. Difiere de תֵּבֵל (tebel): ya que esto es un nombre común que significa tierra habitable e inhabitable, mientras que aquello significa solo tierra habitable.

Pero lo que se debe entender por cielo y tierra no tiene una opinión unánime entre todos. San Basilio, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio en Hexaemeron y muchos otros, entienden por cielo simplemente la criatura corporal, es decir, el cuerpo celestial; San Agustín y Orígenes entienden la criatura espiritual, es decir, los ángeles; sin embargo, el Venerable Beda y Strabo entienden por cielo el empíreo, que fue creado inmediatamente lleno de ángeles creados con él. De donde entienden que el nombre cielo abarca ambas naturalezas, la corporal, es decir, el cielo empíreo, y la espiritual, los ángeles, de modo que afirman que al mismo tiempo fueron creados el cielo y los ángeles.

La última interpretación me parece muy satisfactoria. Pues si, según la primera opinión, se entienden aquí los cuerpos celestiales, que es el firmamento, que se dice fue hecho el segundo día, deja la cuestión: ¿por qué no se menciona a las criaturas espirituales, es decir, los ángeles, siendo estos los mayores y más importantes entre las criaturas? No me engaña decir que muchos afirman que Moisés habló al pueblo rústico, incapaz de comprender lo espiritual. Pues es muy evidente que en muchos lugares de la Sagrada Escritura, y en este mismo libro, muchas veces se hace mención de los ángeles; de donde, si no se mencionara en absoluto su creación, podrían haberlos creído increados. Si decimos, con la segunda opinión, que aquí se deben entender los ángeles por cielo, en cambio, alguien podría preguntar: ¿por qué no se menciona al cuerpo más excelente y digno, cuando se mencionan otros mucho más viles? Si aceptamos el sentido de la tercera exposición, que aquí se entiende el cielo empíreo y los ángeles creados simultáneamente en él, todo es claro y desaparece cualquier cuestión. Pues así, en esta enumeración de las criaturas, no se omiten las primeras y principales entre las criaturas, es decir, las sumas criaturas espirituales y corporales, los ángeles y ese primer cielo, que los santos llamaron en griego έμπύριον (empíreo), casi ígneo, debido a la eminencia del lugar y al esplendor de la luz; y esta exposición abarca todo lo que falta en las otras. Contiene la exposición de San Agustín, que solo menciona la creación espiritual; contiene también la otra de San Basilio, que solo menciona la corporal; porque esta abarca tanto la espiritual como la corporal.

Esta misma opinión es aprobada en el gran Concilio Lateranense, celebrado bajo Inocencio III, cuando la Santa Iglesia Romana profesa que Dios, desde el principio, creó simultáneamente la criatura corporal, es decir, el mundo, y la espiritual, es decir, los ángeles, desde el inicio del tiempo, ex nihilo. Lo mismo se encuentra en las Decretales De Summa Trinitate et Fide Catholica, cap. Firmiter. A esta verdad también parece adherirse la Verdad Hebraica, que tiene: השמים (Hashamayim), en número dual, como si hubiera dos tipos de cielos, a saber, el espiritual y el corporal.

Además, la palabra "cielos" no solo se aplica a este cuerpo visible, cuya aceptación es la más frecuente en las Sagradas Escrituras, sino también, manifiestamente, a las criaturas espirituales, como en Deuteronomio: "Escucha, oh cielos, y hablaré"; e Isaías: "Escuchad, oh cielos, etc.", donde deben entenderse los habitantes celestiales. Esta creación simultánea de los ángeles en el cielo empíreo junto con él parece ser afirmada por Job: "¿Dónde estabas cuando cantaban juntas las estrellas del alba y todos los hijos de Dios gritaban de alegría?" Estos espíritus felices, los más eminentes de ese excelso y lucido cielo empíreo, son puestos como las estrellas matutinas, alabando a Dios desde el principio de su creación, como explica admirablemente San Gregorio. También lo dice Job, cuando Behemoth, es decir, el diablo, es llamado el principio de los caminos de Dios, quien, mientras Dios creaba todas las cosas, primero creó a este, a quien hizo superior a los demás ángeles, como explica el mismo Doctor. También leemos en Isaías: "¿Cómo caíste del cielo, lucero de la mañana, hijo de la aurora?"

Sin embargo, no ignoro que muchos Santos antiguos sostenían que los ángeles fueron creados antes de este mundo visible. Esta era la opinión de Gregorio Nacianceno, San Basilio, San Jerónimo sobre la epístola a Tito, también de San Ambrosio en Hexaemeron, y otros antiguos, quienes todos creían que los ángeles fueron creados mucho antes que este mundo visible. Juan Casiano, refiriéndose a las palabras del abad Sereno, dice que ningún fiel duda de que "antes de la creación de esta criatura visible, Dios hizo las virtudes espirituales y celestiales".

Pero la Santa Iglesia Romana, en el gran Concilio Lateranense, determinó que los ángeles fueron creados simultáneamente con la criatura mundana al inicio del tiempo, ex nihilo; sin embargo, no creo que los mencionados Doctores hayan sentido que fueron creados antes de toda criatura corporal, sino antes de este mundo visible; pues en el principio del tiempo, cuando los ángeles fueron creados, este mundo era completamente invisible. Y así parece haberlo entendido San Gregorio, quien tratando el pasaje de Job: "¿Dónde estabas cuando cantaban juntas las estrellas del alba?" dice así: "Porque se cree que la naturaleza de los espíritus racionales fue creada primero en el tiempo, no sin razón se llaman ángeles las estrellas matutinas. Y si esto es así, mientras la tierra era invisible y sin forma, mientras las tinieblas estaban sobre el abismo, anticiparon el día del mundo venidero por la luz de la sabiduría." Así, podemos decir que los ángeles fueron creados simultáneamente con la criatura mundana y antes del mundo visible. Por lo tanto, volviendo al tema, debemos entender por cielo aquí a los ángeles con el cielo empíreo, o, lo que es lo mismo, el cielo empíreo con los ángeles.

Sin embargo, puesto que afirmamos que esto fue creado en el principio del tiempo, es decir, cuando el tiempo comenzó, y el tiempo no pudo comenzar sin movimiento, siendo medida del movimiento y del primer cuerpo celeste: decimos que, siendo el empíreo completamente inmóvil, fue creado simultáneamente con el primer móvil y con el cielo cristalino, que comenzaron a moverse de oriente a occidente desde el principio, y con su movimiento comenzó el tiempo; y dado que estos dos cuerpos no se perciben por los sentidos, sino por la razón, se enumeran junto con el empíreo, que está remotísimo de nuestros sentidos y solo se percibe por la razón.

Y la tierra. No todos están de acuerdo sobre lo que se entiende por tierra aquí. San Basilio, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, Tertuliano en Contra Hermógenes sobre la materia, y entre los hebreos Aben Ezra y muchos otros, quieren decir que por tierra se entiende aquí lo que vemos con los ojos. Esta opinión es favorecida por la propia palabra, que con más frecuencia se toma en ese sentido en las Sagradas Escrituras, y dicen que Moisés enumera aquí dos principios del universo: el supremo y el ínfimo, entre los cuales se contienen también los elementos medios de los cuales se generan las demás cosas, y por eso Moisés no menciona su creación. Pero al decir que el cielo y la tierra fueron creados por Dios en el principio, entiende que junto con ellos fueron creadas las cosas intermedias. Pues, al no haber dicho nada sobre la obra de las aguas, dice: "Y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas."

San Gregorio Nacianceno, en su Sermón sobre el Espíritu Santo, Lactancio Firmiano en el libro 2 De Origine Erroris, San Agustín en el libro 12 de las Confesiones, el Venerable Beda, así como Hugo de San Víctor, creen que por la apelación de "tierra" aquí debe entenderse la materia prima, de la cual luego fueron hechas todas las cosas que se contienen bajo el cielo empíreo hasta el centro de la tierra. Esta posición se ve maravillosamente favorecida por lo que sigue: