Versículo 5

Y llamó Dios a la luz día y a las tinieblas noche.

En hebreo: וַיִּקְרָא אֱלֹהִים לָאוֹר יוֹם וְלַחֹשֶׁךְ קָרָא לָיְלָה (Vayikra Elohim la'or yom ve'lachoshech kara layla).

En caldeo: וּקְרָא יי לִנְהוֹרָא יוֹמָמָא וּלְחֲשׁוֹכָא קָרָא לֵילְיָא (U'kra YY li'nehora yemama ve'lachashoka kara lelya): Y llamó Dios a la luz día y a las tinieblas noche.

Cuando la luz emite sus rayos sobre nuestro hemisferio e ilumina lo visible y lo transparente, es de día, y aquí parece que se toma la luz por todo ese tiempo en que brilla sobre el hemisferio; pero cuando la luz se retira de aquí, se producen las tinieblas, que son la ausencia de luz. Por tanto, mientras la luz está ausente, hay tinieblas, y todo ese tiempo de tinieblas se llama noche.

Y fue la tarde y la mañana un día.

En hebreo: וַיְהִי־עֶרֶב וַיְהִי־בֹקֶר יוֹם אֶחָד (Vayehi-erev vayehi-boker yom echad).

En caldeo: וֶהֱוָה רְמַשׁ וַחֲוָה צַפְרָא יוֹמָא חַד (Vehava-remash vachava-tsafar yoma chad): Y fue la tarde y fue la mañana un día.

La palabra יום (yom) en hebreo a veces significa el tiempo en que la luz solar está sobre la tierra, como se decía anteriormente: "Llamó a la luz día", y esto siempre que se añade לילה (laila) a la noche, como se dice día y noche, más adelante; pero a veces el día y la noche se comprenden juntos, y se llama día natural al espacio de veinticuatro horas, en el que el sol recorre su perímetro según el movimiento del primer móvil, y de esta manera debe entenderse el día cuando se dice: "Y fue la tarde y la mañana un día." Moisés no incluyó ambos en la denominación de día y noche, sino que le dio toda la denominación a la parte más destacada. "Así como la generación de los hombres se cuenta y se entiende incluyendo también a las mujeres, porque lo secundario se une a lo principal, así también se cuentan los días y se consideran las noches adjuntas." Y se puede encontrar esta costumbre observada en toda la Escritura, como: "Días de nuestros años" y "Días de mi vida... cortos y malos", y en otros lugares muchas veces. Además, la tarde, que designa el tiempo después de la puesta del sol, se llama ערב (erev), que en hebreo significa cierta mezcla, porque en ese momento hay cierta confusión de formas, de modo que una cosa no se puede distinguir fácilmente de otra, como en plena luz. La mañana, sin embargo: בקר (boker), derivada de רַקָב (bakar), que significa cierta investigación, porque cuando el día ya está amaneciendo, se puede investigar toda cosa; a veces, sin embargo, se toma por luz, como leemos en el libro de Job: רֶקֹב (boker): "estrellas de la mañana"; como ערב (erev) a veces significa tinieblas.

Por lo tanto, los hebreos interpretan este lugar entendiendo por tarde la noche, es decir, todo el tiempo de tinieblas desde el comienzo del crepúsculo hasta el amanecer; y por mañana el día, es decir, todo el tiempo restante hasta la tarde: y así el tiempo nocturno y diurno consumen todo el día natural. Dicen además que el día natural comienza con el inicio de la primera noche y termina con el comienzo de la noche siguiente; y lo confirman con el hecho de que las tinieblas parecen preceder a la luz aquí, porque primero estaban las tinieblas, que Dios llamó noche, sobre la faz del abismo: luego siguió la luz, al decir Dios: "Hágase la luz."Además, en Levítico se lee: "De tarde a tarde celebraréis vuestros sábados."

Nuestros autores, sin embargo, piensan de otra manera. Por tarde, entienden el final del tiempo diurno, y por mañana el final del nocturno; por lo tanto, primero fue la tarde y luego la mañana, porque el primer día tuvo tarde, pero no tuvo mañana; pues la mañana se llama el final del día precedente y el comienzo del siguiente, que es la aurora, que no tiene plena luz ni tinieblas totales. Por lo tanto, como no hubo un día anterior que terminara con el inicio del siguiente, el primer día no tuvo mañana, especialmente porque, apareciendo la luz, enseguida hubo día pleno y claro sobre la tierra, que no comenzó con la aurora, sino con la plena luz y se completó en la mañana del día siguiente. Así, cuando la luz se puso y, después de un tiempo diurno, descendió gradualmente, se hizo la tarde, como ahora suele ocurrir con el curso habitual del sol; y se hizo la mañana cuando la luz regresó sobre la tierra e inició otro día, y se completó un día de veinticuatro horas.

Así lo explica el Venerable Beda y San Ambrosio de manera más explícita en Hexaemeron; así también lo expone San Juan Crisóstomo diciendo: "Llamó uno al final del día y al final de la noche para establecer un orden y una secuencia de lo visible y evitar cualquier confusión". San Basilio también tiene la misma opinión en Hexaemeron, exponiendo lo mismo. No es sorprendente que se entienda el día por la tarde y la noche por la mañana; pues cualquier cosa toma su nombre más del final y término que del inicio.

Entonces, ya que la tarde es el final del tiempo diurno y la mañana el final del nocturno, aquella pudo denominarse tarde y esta mañana. Sé que otros modernos lo interpretan de manera diferente. Algunos, entendiendo la tarde como noche, afirman que Moisés puso la noche antes del día porque el sol fue creado en el otro hemisferio, de modo que en el hemisferio de la nación a la que escribía, primero fue noche y luego día, para que mientras la luz hacía el día en uno, las tinieblas de la noche cubrían el otro. Otros dicen que desde el inicio de la primera producción de las criaturas hasta la creación de la luz pasaron doce horas, que aquí deben entenderse por la tarde, y por eso aquí se pone la tarde antes del día, porque en esas doce horas las tinieblas precedieron a la luz. Pero estas posiciones no están sustentadas ni por la razón ni por la autoridad.

Pero, ¿por qué no dijo primer día, sino uno, cuando sería más conveniente llamarlo primer día siguiendo el orden, y segundo día, y tercer día, y cuarto día, llamando al que precedía a todos primer día, no uno? El Rabino Salomón responde que está escrito "porque Dios estaba solo en su mundo, ya que los ángeles fueron creados en el segundo día, como se expone en Bereshit Rabba." Pero esto no viene al caso.

San Basilio y San Ambrosio asignan otra razón, tanto según la letra como según un sentido más profundo. Primero: dijo uno para definir el espacio de día y noche y unir el tiempo de ambos, de modo que el espacio de un día se completara en veinticuatro horas, y así la noche se incluyera bajo la denominación de día: aunque en los solsticios uno supere al otro, sin embargo, en el tiempo definido, todo el espacio de ambos está descrito, como si dijera: el espacio de un día es de veinticuatro horas. También porque el cielo se recorre en un día, de un signo al mismo signo, de modo que, según el circuito del sol, la tarde y la mañana ocupan el mundo, no en un tiempo más largo, sino en el espacio de un día. La segunda razón es "más poderosa, que se entrega en los escritos secretos y místicos. Dios, ciertamente, que creó la naturaleza del tiempo, le añadió medidas y señales, a saber, los espacios de los días y midiendo la semana en un círculo, ordenó que la semana se volviera sobre sí misma, enumerando los movimientos y ciclos del tiempo, y que un día completara la semana, volviendo sobre sí mismo siete veces; eso es el círculo de la serpiente, comenzando y terminando en sí misma, que ahora se sabe que es propio de su edad, volverse sobre sí misma y no terminar jamás. Por tanto, el inicio del tiempo no lo llamó primer día, sino uno, para que también por el nombre tuviera afinidad con la futura eternidad. Pues el que tiene una forma única de principio y es inmutable, se llama con propiedad y adecuadamente uno... Para elevar y dirigir nuestra mente al futuro estado, que se llama un día, según aquello: Grande es el día del Señor y glorioso, Moisés lo llamó uno, que es la imagen del siglo, las primicias de los días, coetáneo con la luz, digo, el santo día del Señor, que la resurrección del Señor honró de manera especial.” Esta es la doble razón de estos Doctores. San Juan Crisóstomo también asigna la primera razón.

Sin embargo, me parece que esto debe decirse según la frase hebrea; pues entre los hebreos uno a menudo indica orden; por lo tanto, primero se dice uno en esa lengua, lo cual también se encuentra en los Evangelios, cuya fraseología es casi totalmente hebrea; uno de los sábados, como también lo expone Teofilacto y muchos otros, suena como primero de los sábados, es decir, el primer día de la semana, y uno del mes significa el primer día del mes.

De lo que se ha dicho, se derivan varias dificultades sobre lo que se dice de Dios: qué significa que Dios diga; pues dice: "Y dijo Dios: Hágase la luz"; luego: qué significa que Dios vea que la luz era buena; tercero: qué significa que Dios llame a la luz día y a las tinieblas noche.

En cuanto a lo primero, San Basilio dice así: “En Dios, cuando afirmamos voz, palabra y mandato, no debes entender ni pensar en ese sonido que se produce a través de los órganos de la voz; ni tampoco el aire articulado e impreso por la lengua: sino que consideramos que ese momento o inclinación de la voluntad divina se figura en la forma de un mandato, por el cual la cosa enseñada se hace manifiesta y clara a los ojos de los que son instruidos.” San Ambrosio tiene exactamente la misma opinión. Dice: “La plena voz de la luz no significa la disposición del aparato, sino que resplandece en el efecto de la operación. El Creador de la naturaleza habló la luz y la creó. La palabra de Dios es su voluntad, la obra de Dios es su naturaleza.” Y poco después: “Y dijo Dios, no para que algún sonido de palabra saliera a través de los órganos de la voz, ni para que el movimiento de la lengua formara el discurso celestial y algún ruido de palabras golpeara el aire: sino para que su voluntad produjera el conocimiento de su obra por el efecto de la operación”.

La misma fue la opinión del Rabino Gaón, quien, según refiere Aben Ezra, lo expone así: “וירצה כמו ויאמר, es decir: Y dijo, es como y quiso y fue, así como fue que la luz misma existiera para ver según su obediencia, según aquello: Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos, porque él mandó, y fueron creados; y es un pronombre sobre la obra que no existía, y es a modo de parábola del rey y su siervo; y esta luz fue para adornar el aire.” Por lo tanto, este doctor entiende que cuando Dios dice que la luz se haga, no es otra cosa que producirla en el ser según el mandato de su voluntad. Incluso en la lengua hebrea, decir a veces designa el concepto interno del ánimo y la voluntad. En Éxodo, donde leemos: ¿Acaso quieres matarme, como mataste al egipcio ayer?, en hebreo se lee: ¿Acaso dices matarme? אַתָּה אֹמֵר (ata omer), donde nuestra traducción transmite el sentido, pues se pone en lugar de querer.

Sin embargo, San Agustín expone este pasaje de modo que se refiere a la naturaleza del Verbo, “del cual se dice: En el principio era el Verbo y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Pues cuando se dice de él: Todas las cosas fueron hechas por él, se muestra claramente que también la luz fue hecha por él, cuando Dios dijo: Hágase la luz. Si es así, es eterno lo que dijo Dios: Hágase la luz, porque el Verbo de Dios, Dios con Dios, el Hijo unigénito de Dios, es coeterno con el Padre, aunque cuando Dios lo dijo en el Verbo eterno, la criatura temporal fue hecha.” Entonces, dijo Dios, no temporalmente, no con sonido de voz, sino en el Verbo coeterno consigo mismo, es decir, engendró el Verbo intemporalmente, en el cual estaba y dispuso desde la eternidad que se hiciera en el tiempo y en él se hizo. Así, cuando escuchamos: Y dijo Dios: Hágase, entendemos que está en el Verbo que se haga; cuando añade: Y se hizo así, entendemos que la criatura hecha no excedió en el Verbo los límites de su género.” Esta es la opinión de San Agustín. Y para que lo dicho sea más claro y comprensible, no será tedioso presentar algunas cosas según la opinión de los teólogos escolásticos. Entre los teólogos y santos doctores se encuentra que decir se entiende de tres maneras. A veces esencialmente, y así es lo mismo que entender o declarar, según lo cual San Anselmo en el Monologio dice: “Para el Espíritu Supremo, decir no es otra cosa que contemplar pensando”; y también: cada uno en la Trinidad se dice a sí mismo, porque cada Persona divina se entiende formalmente a sí misma y así se dice a sí misma formalmente. Así también cada Persona divina dice todas las cosas inteligibles, porque en su propia inteligencia se entiende a sí misma y a todas las cosas.

En segundo lugar, decir se toma puramente de manera notional, o personal, y así no es otra cosa que engendrar el Verbo, y esto solo conviene al Padre, que engendra el Verbo y solo el Verbo dice de esta manera, pues es producir de manera intelectual y esto solo conviene al Padre.

En tercer lugar, suele tomarse no de manera puramente esencial ni puramente personal, sino incluyendo ambos aspectos, y es el conocimiento producido por sí mismo que declara todo lo declarable; según lo que dice San Agustín: “Por tanto, como diciendo a sí mismo, el Padre engendró al Hijo igual a él en todo; pues no se habría dicho a sí mismo completamente y perfectamente si hubiera algo menos o más en su Verbo que en él mismo. Porque el Padre, en el Verbo que engendró, se declara a sí mismo y todas las cosas que están en él.” Así, de esta manera, solo el Padre dice, pero no solo el Verbo, sino también todo lo que declara en el Verbo engendrado por él; y así, decir implica dos actos, a saber, engendrar y declarar, de los cuales uno se termina solo en la persona del Verbo, y el otro en todo lo declarable, que brilla en el Verbo. Y de esta manera, dice San Anselmo, “cuando el Espíritu Supremo se dice a sí mismo, dice todas las cosas que fueron hechas”; pues todas las cosas que fueron hechas estaban en el Verbo y brillaban en él.

No debe entenderse que solo el Padre opere solo por el Hijo; pues, como dice San Agustín sobre aquello: “Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos y por el espíritu de su boca toda su fuerza”, el Padre opera por su Verbo y el Espíritu Santo, y las acciones de las personas divinas hacia el exterior son indivisas y comunes a todas, aunque el Padre opera conjuntamente con el Hijo y el Espíritu Santo, y nada hace sin ellos. Sin embargo, ya que no es el Padre quien tiene del Hijo, sino el Hijo del Padre, y el Espíritu Santo de ambos, el operar, por lo tanto, se dice que el Padre opera por el Hijo y el Espíritu Santo. Y también porque Dios opera como artífice, como se dice en la Sabiduría de todo artífice: el artífice, de hecho, opera tanto por el intelecto como por la voluntad, pues tanto quiere como entiende; así, Dios se dice que opera por el Hijo, a quien se le atribuye el intelecto, ya que procede del Padre por modo de intelecto, y por el Espíritu Santo, ya que procede del Padre y del Hijo por modo de voluntad. No obstante, la acción es común a los tres y no propia de ninguno: y decir aquí no se toma puramente de manera personal, sino que implica una cierta intelección de las personas divinas según la práctica, con la voluntad divina precediendo y ordenando; y aquí decir de Dios es propiamente hacer, según la disposición eterna de las cosas en el Verbo y el mandato de la voluntad divina. Pues ya en el mismo acto de que la primera persona, entendiendo a sí misma, dice, y diciendo genera al Hijo, y amándose a sí misma y al Hijo, espira al Espíritu Santo; también ve en sí misma y en su Verbo, en el cual se expresa totalmente, todas las ideas de las naturalezas, las cuales ve como creables, para que de algún modo existan fuera de sí. Así, entendiéndolas y conociéndolas de antemano en el Verbo coeterno consigo mismo, y con su voluntad buena y eterna en el Espíritu Santo lleno de bondad y gracia, le agradó que así fueran, es decir, que de él salieran a su propio ser, no produciéndolas por naturaleza ni por necesidad de la naturaleza, sino por beneplácito y mera voluntad. Así, queriendo, ordenó imperiosamente: Hágase, es decir, ordenó que existieran, produciéndolas inefablemente por su dicho.

Explicada en cierta medida la primera parte, pasamos a la segunda, a saber, qué significa que Dios vea que la luz era buena. San Ambrosio lo explica así: “Y vio Dios, etc.; no que ignoraba lo que vio; ni comprobó lo que no sabía antes o no había visto; sino que las buenas obras no necesitan de un recomendador externo, sino que ellas mismas, cuando se ven, testifican su gracia.” Y poco después: “Así expresó con sus propias palabras la naturaleza de la luz, que al ser vista agrada, porque ella misma suministra la facultad de ver. Vio, por lo tanto, Dios la luz y con su rostro la iluminó y vio que era buena, no desde el punto de vista de Dios, sino según el juicio general.”

San Juan Crisóstomo dice que Moisés habló de manera humana; dice: “¿Acaso antes de que existiera la luz no sabía que era buena, sino que después de que fue producida, la vista mostró al artífice la belleza y bondad de lo producido? ¿Y quién con corazón diría tal cosa? Pues si un hombre, que opera algo por arte, antes de fabricar lo que quiere hacer y antes de formar, sabe el uso de lo que se propone elaborar: ¿cuánto más el artífice de todo, que con su palabra produjo todo lo que existe, sabía antes de hacer la luz, que era buena? ¿Por qué, entonces, usó esta expresión? Se rebaja y habla todas estas cosas según la costumbre humana, dice el bienaventurado profeta. Y así como los hombres, cuando han trabajado con gran esfuerzo en algo, y han puesto fin a sus labores, entonces prueban lo que han hecho, y así alaban la obra: así también la Escritura divina suele hacer y ahora, cuando se adapta a la debilidad de nuestros oídos, dice: Y vio Dios, etc.

San Agustín, en "Génesis contra los Maniqueos", sostiene lo mismo, "que Dios se complació en su obra, como un artesano, y que estas palabras no muestran que le haya surgido a Dios un bien desconocido, sino que le agradó lo que era perfecto." También en su libro "De Génesis ad Litteram Imperfecto", dice: "Y vio Dios la luz, etc. Esta sentencia no debe entenderse como si significara la benevolencia hacia algo insólito, sino la aprobación de la obra. Pues, ¿qué puede decirse más conveniente de Dios, tanto como se puede decir entre los hombres, que cuando se pone así: dijo, se hizo, le agradó? de modo que en lo que dijo se entienda su mandato; en lo que se hizo, su poder; en lo que le agradó, su benignidad; pues las cosas inefables debieron ser dichas por el hombre para los hombres, de manera que beneficiaran a todos."

Algunos también lo interpretan así: Vio, es decir, hizo que se viera, haciéndonos conocer con los efectos más manifiestos la bondad de la luz; pues es claro que contribuye a muchas cosas, por no decir a todas las corporales. Un modo similar de hablar se encuentra en muchos lugares de la Sagrada Escritura, como: "Ahora conozco que temes al Señor", es decir, hice que se conociera, etc. El Rabino Aben Ezra explica que ver aquí significa en el pensamiento o juicio, es decir, que Dios consideró buena la luz hecha; y es la misma opinión. Por lo tanto, el sentido de esta expresión es: Vio, etc.: Dios conoció y entendió en la benignidad de su Espíritu, no como si antes desconociera y, después de que la luz fue hecha, le agradara, sino que le agradó con la misma bondad para que permaneciera hecha, con la misma que le agradó que se hiciera: pues lo hecho no excedió ni disminuyó los límites predeterminados en el Verbo de su género; sino que se hizo completamente como Dios había dispuesto en su Verbo que se hiciera. Esto es lo que significa: Y vio Dios que la luz era buena. Así también debe entenderse siempre que en lo sucesivo se dice que Dios vio, etc.

Elucidada la primera y la segunda parte según nuestra capacidad, la tercera se nos ofrece para ser explicada, a saber, qué significa que Dios llamara a la luz día, etc. San Juan Crisóstomo dice que, después de la distinción entre la luz y las tinieblas, Dios les dio los nombres por los cuales se llamarían. San Ambrosio, sin embargo, piensa que esto también pertenece a la distinción, para que incluso por el nombre mismo distinguiera el día y la noche, como se distinguen por la naturaleza y el lugar y la causa.

San Agustín, en "Génesis contra los Maniqueos", aporta esta exposición del lugar, diciendo "que todo esto se dijo para nuestra comprensión. Pues, ¿en qué lengua llamó Dios a la luz día y a las tinieblas noche? ¿En hebreo, en griego, en latín o en alguna otra? Pero en Dios hay puro entendimiento, sin ruido ni diversidad de lenguas. Se dijo, por tanto, llamó, es decir, hizo que se llamaran, porque así distinguió y ordenó todas las cosas para que pudieran discernirse y recibir nombres."

En su libro "De Génesis ad Litteram Imperfecto", advierte primero que por luz y tinieblas no deben tomarse los nombres mismos, ya que estos, "en cuanto se pronuncian con voz articulada para significar cosas, son nombres"; pues cuando dijo Dios: "Hágase la luz", etc.: dividió entre la luz y las tinieblas, "aún no se trataba de vocablos"; pero debe entenderse que "no se podría enunciar de otra manera la cosa que recibió un nombre, sino con algún nombre".

Luego él aporta otra exposición, para que esta vocación se entienda como la misma distinción; pues no toda luz es día y no todas las tinieblas son noche: sino que la luz y las tinieblas, ordenadas y distinguidas en ciertos intervalos, se llaman con los nombres de día y noche. Aún añade otra interpretación, diciendo que estas palabras "quieren significar para nosotros qué luz dijo y qué tinieblas, como si dijera: Dios hizo la luz, y dividió entre la luz y las tinieblas; llamo luz al día y llamo tinieblas a la noche, para que no entiendas alguna otra luz que no sea día, y no entiendas algunas otras tinieblas que no sean noche."

En su primer libro "De Génesis ad Litteram", lo expone de manera más profunda, diciendo que Dios llamó a la luz día y a las tinieblas noche: "Porque con su Verbo coeterno, es decir, con las razones internas y eternas de la sabiduría inmutable, no con el sonido corporal de la voz, llamó Dios a la luz día y a las tinieblas noche." Y esto basta para la elucidación de esta expresión. Ahora pasemos a la obra del segundo día.