- Tabla de Contenidos
- PORTADA Y DEDICACIÓN
- PROEMIO
- PRIMERA DISERTACIÓN SOBRE LOS ESQUEMAS Y TROPOS DE LA SAGRADA ESCRITURA
- SEGUNDA DISERTACIÓN SOBRE LOS ESQUEMAS, ESTO ES, LAS FIGURAS DE LOCUCIÓN
- TERCERA DISERTACIÓN DE LOS ESQUEMAS DE LAS ORACIONES
- CUARTA DISERTACIÓN SOBRE EL MÚLTIPLE SENTIDO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS
- QUINTA DISERTACION DE LA CREACIÓN DEL MUNDO EN EL TIEMPO
- SEXTA DISERTACIÓN SOBRE LOS PRINCIPIOS DE LAS COSAS
Versículo 6
Y dijo Dios: Hágase un firmamento en medio de las aguas.
En hebreo: וַיֹּאמֶר אֱלֹהִים יְהִי רָקִיעַ בְּתוֹךְ הַמָּיִם (Vayomer Elohim yehi raqia betoj hamayim).
En caldeo: וַאֲמַר יי יְהֵי רְקִיעַ בִּמְצִיעוּת מַיָּא (Va'amar YY yehi reqia bimtsiut maya): Y dijo Dios: Sea un firmamento en medio de las aguas.
Y separe las aguas de las aguas.
En hebreo: וִיהִי מַבְדִּיל בֵּין מַיִם לָמָיִם (Vihi mavdil bein mayim lamayim).
En caldeo: וִיהִי מַפְרֵשׁ בֵּין מַיָּא לְמַיָּא (Vihi mafreish bein maya lmaya): Y separe las aguas de las aguas.
Lo que los Setenta tradujeron como στερέωμα (stereoma) y nuestro Intérprete tradujo como firmamentum (firmamento), el texto hebreo lo tiene como רָקִיעַ (raqia), que significa extensión o expansión, o aquello que está extendido y expandido, derivado del verbo רָקַע (raqa), que significa extender y expandir; como se lee en Éxodo: וַיְרַקְּעוּ אֶת־פַּחֵי הַזָּהָב (Vayraqeu et-pachei hazahav): Y extendieron las láminas de oro. El cielo también se llama רָקִיעַ (raqia) porque está extendido y expandido sobre la tierra. Así, los hebreos, refiriéndose a esta extensión y expansión o difusión, llamaron cielo a רָקִיעַ (raqia). Pero, dado que el cuerpo celestial es sólido y firme, como leemos en el bienaventurado Job: “¿Acaso fuiste tú quien hizo los cielos, que son firmes como un espejo de metal fundido?”; por ello, estimo que los Setenta, lo que los hebreos llaman רָקִיעַ (raqia), lo llamaron στερέωμα (stereoma), del verbo στερεόω (stereoō), que significa afirmar, y el Intérprete latino, imitándolos, lo tradujo como firmamentum (firmamento).
Pero sobre qué debe entenderse por la denominación de firmamento, no hay una única opinión. Algunos entendieron por firmamento aquella parte del aire en la cual se condensan las nubes, y creyeron que una condensación realizada entonces se significaba con el nombre de firmamento. Sin embargo, a esta posición se oponen, entre otras cosas, el hecho de que se dice que los grandes luminarios y las estrellas fueron puestos por Dios en el firmamento del cielo, los cuales sin duda no están en esa parte del aire. Esta posición también es refutada por San Basilio en Hexaemeron. Otros, puesto que la Escritura ya expresó que el cielo fue creado y constituido por Dios, dicen aquí que Moisés prosigue con la exposición de la obra y creación, de manera que allí se comprendió brevemente el resumen de la obra, aquí se expone la calidad de la operación a través de las especies concurrentes. Como un artesano que dice haber construido una casa y luego se menciona que primero puso los cimientos, después levantó las paredes y finalmente colocó el techo; así Moisés propuso primero el resumen de toda la operación divina y creación, diciendo: En el principio creó Dios el cielo y la tierra, abarcando de manera sumaria la existencia total de las dos cosas extremas, como una prolepsis; según el modo frecuentemente en la Sagrada Escritura se toma el cielo y la tierra por toda la constitución de las cosas; y ahora sigue el orden de la operación. Y según la opinión de estos, el cielo es uno y el mismo, y se menciona tanto aquí en medio de las aguas como antes.
Esto parece ser el sentido que profesamente tenía San Juan Crisóstomo, quien también afirmaba con constancia que solo hay un cielo, y no más cuerpos celestes que ese uno. Aunque muchos lo han seguido, guiados más por autoridad que por razón, en esta parte no debe ser seguido, porque se opone tanto a las Escrituras, que frecuentemente mencionan el tercer cielo y los cielos de los cielos, como al sentido común. Por lo tanto, San Ambrosio afirma que este cielo es diferente del que aquí se llama firmamento y del mencionado antes. San Basilio y Damasceno sostienen lo mismo, al igual que Beda y Strabus; pero estos últimos entienden que se refiere al cielo estrellado mencionado antes. Según San Agustín, sin embargo, se entiende la criatura espiritual, es decir, la naturaleza angélica. Damasceno, en cambio, entiende un cierto cielo esférico sin estrellas, del que hablan los filósofos, diciendo que es la novena esfera y el primer móvil, que se mueve con el movimiento diario. Nosotros, sin embargo, entendemos todas estas cosas como ya explicamos anteriormente; por firmamento casi todos entienden el cielo estrellado con las órbitas de los siete planetas: Saturno, Júpiter, Marte, Sol, Mercurio, Venus y Luna. Así, establecemos diez cuerpos celestiales: el primero y más alto es el empíreo, en el cual hay descanso y vida eterna, adornado con la máxima luz, que es el lugar más adecuado para los bienaventurados; el segundo es el cielo acuoso o cristalino, que es el primer móvil, que se mueve uniformemente de oriente a occidente en un espacio de un día con movimiento circular; el tercero es el cielo estrellado, adornado con estrellas fijas, que es arrastrado por la virtud del cuerpo superior con movimiento diario —sin embargo, no carece de su propio movimiento— girando en un tiempo determinado. Debajo de este cielo están los siete cielos o esferas, o las órbitas de los planetas, dispuestos en el orden mencionado anteriormente.
Los astrónomos antiguos descubrieron que hay nueve órbitas celestes debajo del primer cielo, que es el primero entre los cuerpos celestes, y que deben moverse, hasta el octavo alcanzándolos con los sentidos; descubrieron el noveno por razón, no por el sentido. Pero, sobre estos nueve orbes celestiales, se cree que hay un décimo cielo, que permanece fijo y quieto, no solo por nosotros, sino también por algunos hebreos. Pues el Rabino Isaac establece diez cielos y entiende que el décimo orbe fue designado por Ezequiel a través del zafiro, en semejanza de un trono: como el color del zafiro denota el brillo de la luz, la semejanza del trono denota su inmovilidad. También entiende que las diez esferas están figuradas por Zacarías, a través del candelabro de oro distinguido por siete lámparas y la lámpara sobre su cabeza; además de las dos olivas sobre la lámpara. Pues, así como las siete lámparas indican los siete planetas, y la lámpara el octavo círculo resplandeciente con todas esas luces, quiere indicar a través de las dos olivas la novena y décima esfera, porque de las olivas fluye el aceite hacia las lámparas y las luces para el sustento de la luz; y del supremo cielo, que es el principio de toda luz, a través del medio más cercano a él, infunde luz en los demás luminarios.
El Rabino Abraham Aben Ezra sobre el Decálogo, también pone ese décimo cielo. Pues dice que el primer precepto oculto en las tablas, que es: Amarás al Señor tu Dios, etc., como se expresa en Deuteronomio, concuerda con el cielo que llamamos empíreo, oculto para nosotros, que proviene del corazón, oculto para todas las criaturas y conocido solo por Dios. Luego prosigue el orden de la conveniencia entre los demás orbes y los preceptos siguientes.
- El segundo precepto: No adorarás a dioses ajenos, sino al Señor tu Dios, etc., dice que concuerda con el primer móvil, que arrastra consigo a los demás; así este precepto.
- El tercero precepto: No tomarás el nombre, etc., concuerda con el cielo estrellado, en el cual están las doce constelaciones; así en este reside la virtud del nombre divino en doce partes.
- El cuarto precepto: Santificarás el sábado, concuerda con Saturno, que es la séptima estrella en ascender.
- El quinto precepto: Honrar a los padres, concuerda con Júpiter, el padre honorable de la generación, que proporciona honor junto con la vida a quienes favorece.
- El sexto precepto: No matarás, concuerda con Marte, que preside las guerras.
- El séptimo precepto: No cometerás adulterio, concuerda con Venus, de donde proviene todo placer.
- El octavo precepto: No robarás, concuerda con el Sol, que como el ojo de Dios manifiesta todos los robos que se hacen en secreto y, siendo siempre benéfico, es enemigo de los robos y las rapiñas.
- El noveno precepto: No darás falso testimonio, concuerda con Mercurio, que preside la lengua, a través de la cual se pronuncia la verdad o la falsedad y las blasfemias.
- El décimo precepto: No codiciarás, concuerda con la Luna, madre de las estrellas, cuya naturaleza es principalmente codiciar.
Estos, por lo tanto, establecen sobre los nueve cielos un décimo, que los teólogos llaman empíreo. Y de aquí surge una maravillosa proporción hacia lo espiritual. Pues hay nueve coros de ángeles, como cielos móviles; pero hay un coro supremo, que contiene a todos, él mismo inmóvil: Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Volviendo a nuestro propósito, cuando aquí se dice: Hágase un firmamento en medio de las aguas, por firmamento entendemos aquí el cielo estrellado con los otros contenidos en él hasta la luna: pues se dice que Dios colocó los grandes luminarios y las estrellas en el firmamento; por las aguas superiores entendemos el cielo cristalino, que se llama cielo de las aguas debido a cierta semejanza, ya que en transparencia y claridad se asemeja al agua; también se llama cristalino porque es sólido y claro como una piedra de cristal y firme como agua congelada; por las aguas inferiores entendemos los elementos, o más bien la materia de los elementos, que anteriormente se llamó agua: "Y el espíritu de Dios se movía sobre las aguas"; pues todavía estaba confusa debajo del orbe de la luna, y era una mezcla de los elementos hasta el tercer día, en el cual fueron dispuestos y ordenados en su sustancia y lugares según la naturaleza de cada uno. Y de esta manera es el firmamento que divide entre las aguas y las aguas, porque se forma entre el cielo cristalino y los demás elementos.