- Tabla de Contenidos
- CAP. I: Se demuestra que la edición hebrea de Moisés y los profetas nunca se ha perdido.
- CAP. II: Si la edición hebrea está corrompida.
- CAP. III: De la edición caldea.
- CAP. IV: De la edición siríaca.
- CAP. V: Sobre las diversas ediciones griegas.
- CAP. VI: Sobre la interpretación de los Setenta Ancianos.
- CAP. VII: Sobre la edición griega del Nuevo Testamento
- CAP. VIII: Sobre las ediciones latinas
- CAP. IX: Sobre el autor de la edición Vulgata
- CAP. X: Sobre la autoridad de la edición latina vulgata.
- CAP. XI: Se resuelven las objeciones de los herejes contra la edición latina vulgata.
- CAP. XII: Se defienden los pasajes que Kemnitius dice que están corrompidos en la edición vulgata.
- CAP. XIII: Se defienden los pasajes que Calvino afirma que el intérprete latino tradujo mal en los Salmos.
- CAP. XIV: Se defienden los pasajes que los herejes afirman que están corrompidos en la edición latina del Nuevo Testamento.
- CAP. XV: Sobre las ediciones vulgares.
- CAP. XVI: Se responden a las objeciones de los herejes.
CAP. VII: Sobre la edición griega del Nuevo Testamento
Se suelen debatir dos cuestiones sobre la edición griega del Nuevo Testamento. La primera es sobre los autores de esa edición. La segunda, sobre la autoridad e integridad de la misma edición.
En cuanto a la primera cuestión, esta no es demasiado necesaria ni particularmente difícil. Pues, en primer lugar, está claro que el Nuevo Testamento fue escrito en griego por aquellos apóstoles o evangelistas cuyos nombres figuran en los títulos de cada uno de los libros o epístolas, excepto solo el Evangelio de Mateo y Marcos, y la epístola a los Hebreos. Pues Mateo escribió su evangelio en lengua hebrea, según lo atestiguan Ireneo en el libro 3, capítulo 1, Atanasio en su sinopsis, Jerónimo en el prefacio de su comentario sobre Mateo, y en el capítulo 11 de Oseas, y en su libro sobre los escritores eclesiásticos acerca de Mateo, así como otros.
Además, Atanasio, en el lugar citado, estima que el Evangelio de Mateo fue traducido al griego por el apóstol Santiago; otros, sin embargo, atribuyen esa traducción al apóstol Juan, y otros al mismo Mateo. Pero sea de quien sea, esa traducción fue recibida por la Iglesia como si el Evangelio de Mateo hubiera sido escrito primero en esa lengua. Por lo tanto, no necesitamos mucho el Evangelio hebreo que Munster publicó, ni tampoco aquel que recientemente Ioannes Tilius se encargó de editar, en el cual faltan muchas cosas, otras muchas son superfluas y no pocas también se encuentran alteradas; y Dios sabe si eso no fue hecho para desacreditar la fe en la edición griega y latina, astucia, por cierto, de los judíos, de cuyos archivos surgió dicho evangelio.
Por su parte, se enseña que el libro de Marcos fue escrito en latín por el mismo Marcos en Roma, y luego traducido por él mismo al griego en Aquilea, según lo afirma Adriano Finus en el libro 6 del Flagelo de los judíos, capítulo 80, y en el libro 8, capítulo 62. Y quien sigue a Finus, Pedro Antonio Beuther, en las anotaciones 8 y 9 sobre la Sagrada Escritura. También en la vida de San Pedro, que ocupa el primer lugar en el Pontifical de Dámaso, se indica con bastante claridad que el Evangelio de Marcos fue inicialmente escrito en latín por él mismo. Sobre la epístola a los Hebreos, ya hemos hablado anteriormente, y hemos demostrado que dicha epístola fue escrita en griego por el mismo Pablo, o ciertamente fue traducida del hebreo al griego por algún varón apostólico. Así pues, toda la edición griega del Nuevo Testamento tiene como autores a los apóstoles y evangelistas.
Ahora bien, en cuanto a la autoridad, no puede haber duda de que la edición apostólica es de la más alta autoridad, a menos que se constate que ha sido corrompida. Sobre este asunto, creo que debe pensarse como dijimos anteriormente sobre los textos hebreos, es decir, que los códices griegos no están corrompidos de manera general; sin embargo, no son fuentes purísimas, de modo que necesariamente todo lo que difiera de ellos deba corregirse, como erróneamente piensan Calvino, Mayor, Kemnicio y otros herejes de este tiempo.
Y de hecho, es fácil demostrar que los códices griegos no están completamente y absolutamente corrompidos: pues, aunque los herejes intentaron corromper muchos pasajes, nunca faltaron católicos que detectaran sus corrupciones y no permitieran que los libros sagrados fueran corrompidos. Marción eliminó y alteró muchas partes de todo el Nuevo Testamento, como lo atestigua Tertuliano en el libro 5 Contra Marción; pero Epifanio, en la herejía 42, señaló casi todos esos errores, y en nuestros códices griegos se encuentran correctamente. Los arrianos también eliminaron del Evangelio de Juan 4: "Dios es espíritu" (Spiritus est Deus), pero lo indicó y señaló el Beato Ambrosio en el libro 3 Sobre el Espíritu Santo, capítulo 11, y todos nuestros códices griegos contienen este testimonio.
Sin embargo, el hecho de que no estén completamente intactos, sino que algunos errores se hayan introducido en ocasiones, al menos por negligencia de los copistas, y que no sea siempre seguro corregir la versión latina según la griega, quedará claro con algunos ejemplos. Ciertamente:
En 1 Cor. 15 se debe leer: "El primer hombre de la tierra, terreno; el segundo hombre del cielo, celestial", tal como lo tiene no solo nuestra versión latina, sino también lo aprueba Calvino en el capítulo 7 de su Institución, §.12. Pero los griegos consistentemente leen: "El segundo hombre, el Señor del cielo" (ὁ δέυτερος ἄνθρωπος κύριος ἐξ οὐρανοῦ). Esta corrupción parece haber permanecido debido a los errores de los copistas y las corrupciones de Marción, como lo señala Tertuliano en el libro 5 Contra Marción.
Además, en 1 Corintios 7, donde nosotros tenemos: "El que está casado se preocupa por las cosas del mundo, cómo agradar a su esposa, y está dividido. La mujer soltera y la virgen piensan en las cosas del Señor", los códices griegos lo tienen de manera muy diferente, ya que ellos unen "está dividido" con lo que sigue, así: "dividida está la esposa y la virgen" (μεμέρισται ἡ γυνὴ καὶ ἡ παρθένος). Esta lectura, el Beato Jerónimo en el libro 1 Contra Joviniano afirma que no es de la verdad apostólica. En Romanos 12, donde leemos: "Sirviendo al Señor", los griegos no tienen κυρίῳ sino καιρῷ δουλεύοντες, es decir, "sirviendo al tiempo". Sin embargo, está claro que nuestra lectura es la verdadera, como lo señala Jerónimo en la epístola a Marcela, que comienza "Después de la primera epístola", donde dice que en los códices griegos corregidos no se encuentra καιρῷ sino κυρίῳ. También lo corroboran Orígenes, Crisóstomo, Teofilacto y otros Padres griegos, quienes leyeron y explicaron así en sus comentarios.
Finalmente, está comprobado que en muchos códices griegos faltan muchas partes verdaderas de las Escrituras, como la historia de la adúltera en Juan 8, el último capítulo de Marcos, el hermoso testimonio de la Trinidad en 1 Juan, y otros sobre los que hemos discutido anteriormente. También se sabe que hay algunas cosas que se encuentran en todos los códices griegos que no son partes de la Sagrada Escritura, como en Mateo 6, donde se añade a la oración del Señor: "Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por los siglos". Se puede entender que estas palabras no son parte del texto, sino que fueron añadidas por los griegos por dos razones. Primero, porque Tertuliano, Cipriano, Ambrosio, Jerónimo y Agustín explican la oración del Señor, y sin embargo ninguno de ellos menciona estas palabras, a pesar de que todos ellos conocían bien el griego. Segundo, porque los griegos las recitan en su liturgia, pero no las continúan con la oración del Señor.