CAP. XI: Se resuelven las objeciones de los herejes contra la edición latina vulgata.

Los argumentos de los herejes contra la edición vulgata pueden reducirse a tres. El PRIMERO es que el beato Jerónimo tradujo muchas cosas de manera diferente a como las tenemos, y criticó muchos aspectos de nuestra edición vulgata. Pero ya se ha respondido a esto anteriormente en el capítulo VIII.

El SEGUNDO argumento es que se debe creer más en la palabra de Dios contenida en las fuentes hebreas y griegas que en la que se encuentra en los riachuelos de las versiones. Pues los códices hebreos y griegos son los de los profetas y apóstoles, quienes no podían errar; mientras que los latinos son de diversos intérpretes, quienes sí podían errar. Ya que, como enseña Jerónimo en su comentario al Pentateuco, una cosa es ser intérprete y otra ser profeta. El mismo Jerónimo critica frecuentemente al antiguo intérprete en sus comentarios y en el libro 1 contra Joviniano. Y el beato Agustín no solo dice en general que los intérpretes pueden errar (libro 2 de De doctrina christiana, cap. 12, y en las cartas 19 y 59), sino que también afirma en la carta 8 a Jerónimo que este pudo haber errado en su traducción.

Además, los Padres enseñan en diversas ocasiones que se debe recurrir a las fuentes hebreas y griegas. Jerónimo, en su libro contra Helvidio y en su carta a Marcela que comienza con Post priorem epistolam, enseña que la edición latina de los Evangelios debe ser revisada conforme a las fuentes griegas. Y dice lo mismo sobre la corrección de la edición latina del Antiguo Testamento a partir del hebreo, en su comentario al capítulo 8 de Zacarías. Agustín afirma lo mismo en el libro 2 de De doctrina christiana, capítulos 11, 12 y 15, en la carta 59, y en otros lugares. Y lo que es aún más sorprendente, en el mismo derecho pontificio, distinción 9, canon Ut veterum, se dice: "Así como la fidelidad de los libros antiguos debe examinarse a partir de los volúmenes hebreos, la verdad de los nuevos debe conformarse a la norma del griego."

RESPONDO, que no se puede negar que las fuentes de las Escrituras deben ser preferidas a los riachuelos de las versiones, cuando se tiene certeza de que las fuentes no están corrompidas. Sin embargo, ya hemos demostrado antes que en muchos lugares las fuentes fluyen turbias. Y ciertamente, apenas puede dudarse que, así como la Iglesia latina ha sido más constante en conservar la fe que la griega, también ha sido más vigilante en defender sus códices de la corrupción. Lo que Jerónimo escribió a Damaso en su carta sobre el nombre "hypostasis" es ahora más aplicable que nunca: que, arruinada la herencia de los griegos, solo entre los latinos se conserva intacta la herencia de los Padres.

En cuanto a lo que se objeta, que los intérpretes pudieron haberse equivocado en ocasiones, no faltan quienes responden que el antiguo intérprete del Nuevo Testamento, e incluso el beato Jerónimo como intérprete del Antiguo Testamento, fueron iluminados por una luz particular del Espíritu Santo y no pudieron errar. Pero no es necesario recurrir a eso. Admitimos que el intérprete no es profeta y pudo haber errado; sin embargo, decimos que no erró en aquella versión que la Iglesia aprobó.

La edición vulgata no es obra de un solo autor; tiene partes de Jerónimo, partes de Luciano, partes de Teodoción y partes de otro intérprete innominado. Sería absurdo decir que Teodoción, siendo hereje, no pudo errar, y que Jerónimo nunca erró, cuando él mismo admite en el capítulo 19 de Isaías que se equivocó, y la Iglesia aceptó su corrección. Así que la Iglesia no canonizó a esos autores, sino que solo aprobó esta versión. Sin embargo, no la aprobó de tal modo que afirmara que no contiene ningún error de los copistas, sino que quiso hacernos seguros de que, al menos en lo que respecta a la fe y las costumbres, no hay errores de los intérpretes en esta versión.

En cuanto a la otra objeción sobre la corrección de los códices latinos conforme a los hebreos y griegos, respondo que hay cuatro momentos en los que se nos permite recurrir a las fuentes hebreas y griegas, como lo aconsejan los Padres.

PRIMERO, cuando parece haber un error de copistas en nuestros códices, como podemos observar ahora en la corrección hecha en los nuevos misales de Eclesiástico 45, donde se ha corregido correctamente: "Dedit illi coram praecepta" (Le dio mandamientos delante de él), cuando antes se leía incorrectamente: "Cor ad praecepta" (Corazón a los mandamientos). En griego se lee "κατὰ πρόσωπον" (delante de él), donde no hay motivo para dudar. Fue fácil que de "coram" (delante) se pasara a "cor ad" (corazón hacia). Del mismo modo, en Eclesiástico 24, lo que dice: "Ego quasi fluvius Dorix" (Yo, como el río Dorix), debería corregirse a "Ego quasi fluvii Diorix" (Yo, como los ríos Diorix), tal como está en el griego, porque el río Dorix no existe en ningún lugar. Aunque Rábano, en su comentario sobre este pasaje, dice, según la opinión de algunos, que es un río de Armenia llamado Dorix, no lo prueba con ninguna fuente. "Διώρυξ" (Diorix) significa un canal que conduce agua del río para irrigar la tierra.

De igual modo, en Sabiduría 12, la frase "Ipsum qui non debet puniri condemnas, & exterum extimas à tua virtute" (Condenas al que no debe ser castigado, y apartas al extraño de tu virtud) se ha corregido en las Biblias de Lovaina de la siguiente manera: "Ipsum qui non debet puniri condemnasse exterum putas à tua virtute" (Piensas que el que condena a quien no debe ser castigado es extraño a tu virtud), lo cual está más claramente basado en el griego, y evidentemente es un error de copista, aunque san Gregorio, en el libro 3 de Moralia, capítulo 11, había explicado piadosamente la versión anterior.

Así también el pasaje del Salmo 41: "Ad Deum fontem vivum" (A Dios, fuente viva) podría corregirse sin problema a "Ad Deum fortem vivum" (A Dios, fuerte vivo). En hebreo se lee claramente "לאלהים לאל חי" (a Dios, al fuerte vivo), y en griego también "πρὸς τὸν Θεὸν ἰσχυρὸν" (a Dios, el fuerte), donde no hay lugar para el error. En nuestro texto pudo fácilmente cambiarse "fortem" (fuerte) por "fontem" (fuente), especialmente cuando precede la frase: "Mi alma tiene sed". De igual manera, en el misal, el pasaje de Juan 19, "Accepit eam in sua" (La recibió en su [casa]), que antes se leía "in suam" (en suya), ha sido corregido correctamente, conforme al códice griego que dice claramente "εἰς τὰ ἴδια" (en lo suyo).

SEGUNDO, cuando los códices latinos varían y no se puede establecer con certeza cuál es la verdadera lectura de la vulgata, podemos recurrir a las fuentes para ayudarnos a encontrar la lectura correcta. Así, en Josué 5, algunos códices latinos dicen: "Quibus iuravit, ut ostenderet eis terram fluentem lacte et melle" (A quienes juró mostrar la tierra que fluye leche y miel); otros códices dicen: "ut non ostenderet" (para no mostrar). La lectura verdadera parece ser la segunda, ya que en hebreo se añade consistentemente "non" (no). De modo contrario, en Josué 11, algunos códices dicen: "Non fuit civitas, quae non se traderet" (No hubo ciudad que no se rindiera); otros códices dicen: "Non fuit civitas, quae se traderet" (No hubo ciudad que se rindiera). Esta última es la verdadera, ya que es conforme al hebreo, y las palabras que siguen lo requieren. Igualmente, en Lucas 1, algunos códices dicen: "Redemptionem plebis suae" (La redención de su pueblo); otros dicen "plebi suae" (para su pueblo), y esta última parece más verdadera, ya que en griego se lee "τῷ λαῷ αὐτοῦ" (para su pueblo).

TERCERO, cuando las palabras o frases en latín son ambiguas, podemos recurrir a las fuentes si allí no hay ambigüedad. Por ejemplo, en Génesis 3, donde leemos: "Maledicta terra in opere tuo" (Maldita sea la tierra en tu obra), esto puede entenderse tanto del futuro, es decir, mientras la cultives, como del pasado, es decir, por el pecado de Adán, a causa del cual la tierra fue maldita. Pero en hebreo no hay ambigüedad, ya que "בעבורך" (por ti) solo puede significar "por ti", es decir, por tu pecado. De ahí que el beato Jerónimo en sus Quaestiones Hebraicae advirtiera que los que tradujeron "Maledicta terra in transgressione tua" (Maldita sea la tierra por tu transgresión) lo hicieron correctamente. Aunque no niego que podría haber sucedido que en hebreo fuera "בעבודך" (en tu obra) y que, por un error de los copistas, se haya cambiado la letra "Daleth" por "Resch".

De igual manera, en Lucas 2, donde leemos: "In terra pax hominibus bonae voluntatis" (En la tierra paz a los hombres de buena voluntad), el término "bonae voluntatis" (de buena voluntad) es ambiguo, ya que puede referirse tanto a los hombres como a la paz. Pero del griego se colige que es mejor unirlo con "paz", de modo que el sentido sea: "En la tierra paz a los hombres, la paz, digo, de la buena voluntad de Dios hacia los hombres". Pues "εὐδοκία" generalmente no significa la buena voluntad de los hombres, sino la buena voluntad de Dios hacia los hombres. Asimismo, en el Salmo 2, la frase "Ne quando irascatur Dominus, Et; Cùm exarserit in brevi ira eius, Et; Beati qui confidunt in eo" (No sea que se enoje el Señor, Y; cuando se encienda de repente su ira, Y; bienaventurados los que confían en él) es dudosa entre los latinos, en cuanto a si estas palabras se refieren al Padre o al Hijo, ya que en el Salmo se menciona a ambos. Pero del hebreo se colige claramente que estas palabras se dicen del Hijo. Finalmente, en el Salmo 138, "Non est occultatum os meum à te" (No está oculto mi "os" de ti), en latín es dudoso si se refiere a "os" (boca) o a "os" (hueso). Pero en hebreo es claro, ya que la palabra es "עצמי" (mi hueso), no "פי" (mi boca).

CUARTO y último, es lícito recurrir a las fuentes para comprender la fuerza y propiedad de las palabras. Así, en Éxodo 1, "Aedificavit illis domos" (Les construyó casas), entendemos que, según la frase hebrea, significa fecundidad y abundancia de hijos. Del mismo modo, en el Salmo 112, "Qui habitare facit sterilem in domo" (Él hace habitar a la estéril en casa). También en el Salmo 138, "Imperfectum meum viderunt oculi tui" (Mis imperfecciones vieron tus ojos), la palabra hebrea indica claramente que se refiere propiamente a un embrión. Y en el mismo Salmo: "Mirabilis facta est scientia tua ex me" (Admirable es tu ciencia respecto a mí), se aclara fácilmente desde el texto hebreo, significando que la ciencia de Dios es tan maravillosa que excede la capacidad humana para comprenderla. Aquellos que son conocedores de la lengua hebrea reconocerán también un hebraísmo similar en las palabras de Pablo en Efesios 3: "Scire etiam supereminentem scientiae caritatem Christi" (Conocer también el amor de Cristo, que excede todo conocimiento). No significa que el amor de Cristo sea un don superior al conocimiento, como parece sugerir el texto, sino que el amor de Cristo es tan grande que sobrepasa la capacidad de ser comprendido por el conocimiento.

El TERCER argumento de los herejes se basa en varios pasajes donde parece que la edición vulgata contiene algún error. Aunque ellos proponen estos pasajes sin ningún orden, nosotros los presentaremos de forma ordenada: primero, los pasajes que presentan de varios libros de las Escrituras del Antiguo Testamento; luego, los que presentan de los Salmos; y, finalmente, los que presentan del Nuevo Testamento.