CAP. XXII: Se demuestra por las Escrituras que el Espíritu Santo procede del Hijo.

Ahora bien, que el Espíritu Santo procede del Hijo debe primero demostrarse a partir de las Escrituras. El Señor dice en Juan 16: "Todo lo que tiene el Padre es mío" y en Juan 17: "Todo lo tuyo es mío". De estas palabras se puede formular el siguiente argumento: Todo lo que el Padre tiene, lo tiene también el Hijo, excepto la relación de paternidad, como explica San Agustín. Pero el Padre tiene el ser principio del Espíritu Santo, por lo tanto, también el Hijo tiene ese mismo principio. De ahí que Agustín, en el libro 5 de De Trinitate, capítulo 14, dice: "El Hijo es, en todo, lo mismo que el Padre, excepto que este es el Hijo y aquel es el Padre." Aquí Agustín, siguiendo las palabras del Señor, enseña que el Hijo es completamente igual al Padre, excepto en la relación de paternidad. De lo cual se sigue manifiestamente que también el Hijo es espirador del Espíritu Santo, ya que esto no es ser Padre, pero es algo que el Padre tiene, es decir, ser espirador.

Además, si el Padre y el Hijo no tuvieran todas las cosas en común, excepto la relación opuesta, se distinguirían más que por la relación, y por lo tanto, se distinguirían por la sustancia. Pues el Padre, en tanto que espirador, no es relativo al Hijo, y si se distingue del Hijo en tanto que espirador, se distingue por la espiración, no como relación, sino como una cierta forma subsistente en el Padre. Por lo tanto, el Padre y el Hijo se diferenciarían en sustancia, lo cual es la herejía arriana.

SEGUNDO, se prueba con las palabras del mismo capítulo: "Él me glorificará porque tomará de lo mío y os lo anunciará" (Juan 16:14). ¿Qué tomará del Hijo el Espíritu, sino conocimiento? Pues un poco antes dijo: "No hablará por sí mismo, sino que hablará todo lo que oyere" (Juan 16:13). Y sobre este conocimiento lo interpretan Crisóstomo, Cirilo, Agustín, así como también Teofilacto y Eutimio. Pero, ¿cómo puede el Espíritu tomar del Hijo conocimiento, a menos que también tome de Él la esencia? Pues si se dice otra cosa, se convierte al Espíritu Santo en una criatura.

Teofilacto y Eutimio insinúan dos soluciones. Primero dicen que el Espíritu toma del conocimiento del Hijo porque no enseña nada contrario a lo que enseñó el Hijo. Segundo añaden que "de lo mío" significa "de mi tesoro", que es el Padre, como si el Hijo dijera que el Espíritu tomará de donde Él tomó.

Pero ciertamente, la primera solución no encaja, ya que Cristo no solo dice: "tomará de lo mío", sino también: "no hablará por sí mismo" (Juan 16:13). Aquí indica claramente que el conocimiento del Espíritu Santo no es suyo por sí mismo, sino del Padre y del Hijo. La segunda solución tampoco encaja, ya que el tesoro del conocimiento en Dios no es solo la persona del Padre, sino la esencia divina, que es común al Padre y al Hijo. Pues tanto "tesoro" como "conocimiento" significan una perfección absoluta, que sin duda es la esencia misma. Por esto, San Pablo dice del Hijo en Colosenses 2: "En Cristo Jesús están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento de Dios". Por lo tanto, el Espíritu, al recibir de este tesoro, necesariamente recibe de lo que es común al Padre y al Hijo, y por ende no recibe más de uno que de otro. Por esto, Didimo en el libro 2 y Cirilo en este mismo pasaje admiten que de aquí se deduce que el Espíritu procede del Hijo.

Pero preguntarás, ¿por qué dijo "de lo mío", y no más bien "recibirá mi esencia o mi sabiduría"? Y, ¿por qué dijo "recibirá" en futuro, y no "recibió" en pasado? RESPONDO, dijo "de lo mío", porque el Espíritu Santo, procediendo del Hijo, no tomó todo lo que está en el Hijo; no tomó la filiación, sino la esencia, de la cual y de la filiación está constituido el Hijo, según nuestro modo de concebir. Y esto lo indicó el mismo Señor cuando dijo: "Todo lo que tiene el Padre es mío, por eso dije que tomará de lo mío" (Juan 16:15), es decir, tomará lo que es común a mí y al Padre, pero no lo propio de cada uno. La razón por la cual lo dijo en futuro es porque esta recepción es eterna y contiene en sí misma todos los tiempos, y puede aplicarse a todos los tiempos. De ahí que San Agustín, al exponer este pasaje, dice: "Será, fue, es. Será, porque nunca faltará; fue, porque nunca faltó; es, porque siempre es." Así, dado que todos los tiempos están contenidos en la eternidad, y todas las proposiciones sobre cosas eternas son verdaderas, sin importar el tiempo en que se expresen, la Escritura usa diferentes tiempos según lo que requiera el tema tratado. En este caso, el Espíritu Santo es descrito como un enviado que será enviado por el Padre y el Hijo a los apóstoles, y los enviados suelen ser instruidos en el momento en que son enviados, por lo que dice: "lo que oyere, hablará, y tomará de lo mío."

TERCERO, se prueba con el mismo texto, donde leemos: "Si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré" (Juan 16:7). Y en el capítulo 15: "Cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré de parte del Padre" (Juan 15:26). Todo envío es o por mandato, como los siervos son enviados por sus amos; o por consejo, como son enviados aquellos que son instruidos por personas más sabias, como cuando los enfermos son enviados por el médico a recibir un medicamento; o por una producción natural, como cuando los árboles envían raíces, flores, etc. Ciertamente, el Espíritu Santo no puede ser enviado como un siervo o ignorante por uno más poderoso o sabio, pues tanto nosotros como los griegos acordamos que el Espíritu Santo es Dios. Por lo tanto, su envío debe entenderse en cuanto a su producción. Esto mismo lo confirma Agustín en el libro 4 de De Trinitate, capítulos 19, 20 y siguientes, donde dice que el Hijo es enviado porque nace, y el Espíritu Santo es enviado porque procede.

Los griegos responden que la misión del Espíritu Santo por el Hijo, o desde el Hijo, no significa la procesión respecto a su subsistencia interna, sino una misión externa hacia la criatura por medio de la concesión de dones; y que, como el Hijo también concede a los hombres la gracia, la fe, la esperanza y la caridad, por eso se dice que da o envía al Espíritu Santo, porque de hecho concede los dones que se atribuyen al Espíritu Santo.

Sin embargo, cuando se dice que el Espíritu Santo es dado o enviado, no solo se dan dones creados, sino que junto con esos dones se da y se envía verdaderamente al Espíritu Santo. Afirmar lo contrario es un error manifiesto. Pues en Romanos 5, se dice: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado”. Aquí se ve claramente que el Espíritu Santo y sus dones son distintos, y que ambos son dados. Asimismo, en 1 Corintios 6: “Vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo, que habéis recibido de Dios”. Y más adelante: “Glorificad a Dios en vuestros cuerpos”. Ciertamente, los dones del Espíritu Santo no son Dios, y no se les debe un templo. En 1 Juan 4: “El que permanece en el amor, permanece en Dios, y Dios en él”. Entonces, no es solo la caridad la que permanece en nosotros, ya que no es Dios, sino que verdaderamente permanece Dios mismo en nosotros. Finalmente, lo que se dice en Juan 16: “Si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros, pero si me voy, os lo enviaré”, y en Juan 14: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador”, no puede interpretarse absurdamente como referido a los dones. Pues los dones ni vienen ni son enviados, ni pueden compararse con Cristo, como si un Consolador pudiera ser comparado con otro.

A esto se suma la autoridad de los Padres, como San Ambrosio en el libro 1 de De Spiritu Sancto, capítulos 4 y 5; San Agustín en el libro 15 de De Trinitate, capítulo 26; San Juan Crisóstomo en el capítulo 5 de la carta a los Romanos; y Cirilo en el capítulo 16 de Juan, quienes enseñan que el Espíritu Santo es enviado por el Hijo y que el mismo Espíritu Santo es Dios.

Finalmente, se añade una razón clarísima: si se dice que el Espíritu Santo es enviado por el Hijo solo porque el Hijo es el autor de los dones, también podría decirse que el Padre es enviado por el Hijo, e incluso que el Padre y el Hijo son enviados por el Espíritu Santo, ya que cada persona es autora de todos los dones. Además, si decir que el Espíritu Santo es enviado por el Hijo significa que sus dones son enviados, también cuando leemos que el Hijo fue enviado al mundo por el Padre, quienes no creen en esto podrían responder que no fue enviado verdaderamente el Hijo, sino algún don creado, y así se vaciaría el misterio de la encarnación.

Quizás dirán que el Espíritu Santo viene a nosotros, pero que se dice que es enviado por el Hijo porque el Hijo fue la causa, por sus méritos, de que el Espíritu Santo viniera a nosotros. Pero de ser así, también podría decirse que el Padre es enviado por el Hijo, ya que también fue causa, por sus méritos, de que el Padre viniera a nosotros, según lo que se dice en Juan 14: "Si alguien me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él". De la misma manera, si dicen que el Espíritu Santo es enviado por el Hijo porque el Hijo consiente en que venga, también podría decirse que el Padre es enviado por el Hijo y por el Espíritu Santo.

Tampoco es un obstáculo lo que dice Isaías 48 y 61, que el Hijo es enviado por el Espíritu, aunque no proceda de él. Pues el Hijo es enviado por el Espíritu en cuanto hombre, y según esa forma, el Hijo verdaderamente es enviado por el Espíritu Santo, como por una causa activa. Esto lo aclara Lucas 4: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para evangelizar a los pobres, me ha enviado". Así pues, el Espíritu envió al Hijo según la forma en que estaba sobre él y lo ungió. Dado esto, o bien tendríamos que borrar de los Evangelios aquellas palabras de Cristo sobre el Espíritu Santo: "Yo lo enviaré", o ciertamente debemos conceder que el Espíritu Santo procede del Hijo por la producción interna y eterna de su hipóstasis.

¿Por qué entonces dice el Hijo: "Yo lo enviaré" en futuro, si la procesión es eterna? Esto puede explicarse fácilmente, ya que la misión implica una doble relación: una hacia el que envía, y otra hacia el que es enviado. Respecto a la primera relación, la misión es eterna y puede verificarse en todo tiempo; pero respecto a la segunda, es temporal. Pues el Espíritu Santo es enviado a los hombres cuando comienza a estar en ellos de una nueva manera, es decir, por medio del conocimiento y el amor, es decir, cuando empieza a ser conocido y amado por los dones que él mismo infunde. Así, puesto que esta misión en cuanto a su término era futura, pero en cuanto a su origen siempre fue, es y será, por eso se dice "Yo lo enviaré", ya que esta proposición es verdadera respecto a toda la naturaleza de la misión.

CUARTO, se prueba por lo que se dice en Hechos 20: "Sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo". Pues con esta ceremonia, como explican San Agustín en el libro 3 contra Máximo, capítulo 14, y Cirilo en el libro 12 de Juan, capítulo 56, Cristo quiso significar que el Espíritu Santo procede de Él. Teofilacto, al escribir sobre el capítulo 3 de Juan, se burla de este argumento, pero ¿cuán bien lo ha comprendido? Pues él mismo no puede dar ninguna explicación de esta ceremonia. Y además, quienes son más doctos, santos y antiguos que él, como Cirilo y Agustín, utilizan este argumento. Y no tengo duda de que Teofilacto sería ridiculizado no solo por los latinos si pretendiera burlarse de Agustín, sino también por los griegos si se burlara de Cirilo.

QUINTO, se prueba por lo que dice Romanos 8: "Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él", y en Gálatas 4: "Porque sois hijos de Dios, Dios envió el Espíritu de su Hijo a vuestros corazones, el cual clama: ¡Abba, Padre!". ¿Por qué se llama al Espíritu Santo "Espíritu del Hijo"? Ciertamente no porque sea su siervo o su hermano, sino porque es espirado por él, de la misma manera que se le llama "Espíritu del Padre". Romanos 8: "El Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos", y Mateo 10: "El Espíritu de vuestro Padre hablará en vosotros".

Quizás dirán que el Espíritu Santo es llamado "Espíritu del Hijo" porque procede simultáneamente del Padre y del Hijo, o porque es semejante a él, o por alguna otra causa, pero no porque sea espirado por el Hijo. Pero si ese fuera el caso, ¿por qué no podría decirse también que Cristo es el Hijo o el Verbo del Espíritu Santo, lo cual nunca leemos? No se puede responder que el Hijo tiene una relación con el Padre como Verbo al que lo dice, porque también el Espíritu tiene una relación con quien lo espira. Así pues, si el Espíritu Santo, aunque no proceda del Hijo, puede ser llamado "Espíritu del Hijo" porque es semejante a Él en esencia y procede simultáneamente del Padre con él, entonces también podría decirse que el Hijo es el Hijo del Espíritu Santo, porque es semejante a él en esencia y procede simultáneamente del Padre con él. Este argumento fue tan apreciado por San Agustín que, en su Tratado 99 sobre Juan, se contentó con este solo argumento para demostrar que el Espíritu Santo procede del Hijo.