CAP. XIII: Se refuta el séptimo argumento.

El séptimo argumento: "El intelecto divino y la voluntad son lo mismo, y de manera similar la intelección y la volición, por lo tanto, también el Verbo y el amor, es decir, el Hijo y el Espíritu Santo, ya que de uno no procede sino uno solo."

Además, "el ser inteligente en Dios y la intelección son lo mismo, y de manera similar el amante y el amor, por lo tanto, el Padre y el Hijo no se distinguen entre sí ni del Espíritu Santo."

Finalmente, "o el Hijo entiende o no entiende. Si entiende, entonces produce conocimiento o Verbo, etc. Si no entiende, entonces el Verbo no es Dios, pues no puede ser Dios quien no entiende nada. Lo mismo puede decirse del Espíritu Santo. Pues si ama, produce amor, ya sea de sí mismo o de otro. Si no ama, no es Dios, ya que Dios no puede carecer de un acto de voluntad."

Respondo al PRIMER razonamiento: se requiere una menor distinción en los principios que en los términos, como queda claro por el hecho de que un solo Dios creó tantos géneros de cosas, nuestra mente genera tantos conceptos, y un solo tronco produce tantas ramas. De esto se sigue que basta una distinción de razón entre el intelecto y la voluntad para que tengan términos distintos en la realidad.

Al SEGUNDO argumento respondo que esto solo prueba que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno en esencia. Pues en Dios, el ser inteligente, o más bien, el que habla, y el Verbo son lo mismo, excepto en la relación de productor y producido; y el amante y el amor son lo mismo, excepto en la relación del que produce el amor y el amor producido.

Al TERCER argumento respondo que el Hijo entiende, pero no produce conocimiento; y el Espíritu Santo ama, pero no produce amor. Es necesario observar que entender y producir conocimiento, así como amar y producir amor, son lo mismo en la realidad, pero se distinguen en razón. Pues entender y amar implican una relación hacia el objeto, es decir, hacia la cosa que se entiende y se ama; mientras que producir conocimiento y amor implica una relación hacia lo producido, es decir, hacia el propio conocimiento y amor. Del mismo modo, el conocimiento y el Verbo son lo mismo, pero se distinguen en razón. Pues conocimiento implica una relación hacia el objeto, mientras que el Verbo implica una relación hacia el que lo dice. Así, el Padre es el que entiende con ambos órdenes, y por tanto también es el que produce; el Hijo es el que entiende, pero con el primer orden y no con el segundo, ya que tiene el orden opuesto. Por lo tanto, él no es el que dice ni el que produce el Verbo.

De manera similar, el Padre es conocimiento, pero no Verbo; el Hijo es conocimiento y Verbo, porque tiene la relación del producido, que no tiene el Padre. De ahí que San Agustín, en el libro 15 de La Trinidad, capítulo 14, dice:

"El Padre y el Hijo se conocen mutuamente, pero el uno engendrando, el otro naciendo."

De manera similar, el Espíritu Santo entiende y es el propio conocimiento, pero sin las relaciones de productor o producido. Por lo tanto, no es el que dice ni el Verbo. Lo mismo digo del amor: el Padre y el Hijo aman con la relación de productor del amor; el Espíritu Santo ama, pero con la relación de amor producido.