CAP. XVI: Se refuta el decimo argumento.

El décimo argumento: "La relación, en cuanto se distingue de la esencia, distingue a las personas; pero la relación, en cuanto se distingue de la esencia, no es en la realidad, sino solo en la mente, pues la relación no añade algo real a la esencia, sino solo un concepto. De otro modo, habría en Dios algo realmente distinto de la esencia; por lo tanto, las personas no se distinguen en la realidad, sino solo en razón."

Además: "O toda la realidad que está en el Padre está también en el Hijo, o no. Si está, entonces el Padre y el Hijo no se distinguen realmente; si no está, entonces hay algo en el Padre que no está en el Hijo, y dado que el ser, lo uno, lo verdadero y lo bueno son convertibles, entonces habría alguna unidad, verdad y bondad en el Padre que no está en el Hijo."

RESPONDO que el aspecto de la relación que añade a la esencia distingue a las personas, pero sostengo que esta relación no está solo en la mente, sino también en la realidad, y, en cuanto está en la realidad, distingue. Pues las personas se distinguen realmente, incluso si cesara toda operación del intelecto. Por lo tanto, respondo a la proposición que las personas no se distinguen por las relaciones en cuanto las relaciones mismas se distinguen de la esencia de cualquier modo, sino en cuanto son relaciones reales, o sea, en cuanto son lo mismo que la esencia en la realidad y se distinguen de ella en razón.

A la confirmación digo que toda la realidad absoluta que está en el Padre también está en el Hijo y en el Espíritu Santo, pero no toda la realidad relativa; pues verdaderamente son tres seres reales, pero relativos: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

En cuanto a la prueba que dice: "el ser, lo verdadero y lo bueno son convertibles", etc., respondo que estos tres seres también son tres verdaderos y tres buenos, si se toman estos nombres en sentido adjetivo, es decir, que son tres que tienen verdad y bondad. Sin embargo, no hay en ellos tres verdades o bondades, sino una sola. Y la razón es que la relación no implica perfección en cuanto es hacia otro, sino en cuanto es algo respecto de otro. Pero en Dios, ese "algo" de la relación se identifica con la esencia, y por lo tanto la relación en Dios no expresa otra perfección que la esencia misma, que es una.

De aquí que, cuando decimos que en Dios hay tres seres, o tres cosas, o tres subsistencias, o tres personas, siempre añadimos o subentendemos "relativas", y nunca multiplicamos o numeramos lo absoluto, porque solo la relación tiene una naturaleza tal que aporta una verdadera distinción sin multiplicación de perfecciones. Pues en razón de su ser "en relación" (ad), tiene oposición, y por lo tanto distinción; y, sin embargo, en razón de su ser "en relación", no expresa perfección; pero en cuanto expresa perfección, se identifica con la esencia. Véase a Anselmo en el libro De Incarnatione Verbi, capítulo 3, donde dice que el Padre y el Hijo pueden llamarse dos cosas, siempre que por "cosas" se entiendan relaciones, no sustancias. Y también el XI Concilio de Toledo, canon 1, donde leemos que en las relaciones se percibe número, pero en la sustancia de la divinidad no se encuentra nada numerado. Pues donde se admite verdadero número, necesariamente se admiten varios seres.