CAP. XVIII: Se refuta el duodécimo argumento.

El duodécimo argumento: "Este misterio destruye tres principios conocidos naturalmente. PRIMERO, el principio: 'Todo es, o no es.' Pues la paternidad es lo mismo en realidad que la esencia, y la esencia es lo mismo en realidad que la filiación, por lo tanto, la paternidad es lo mismo en realidad que la filiación; y sin embargo, no es lo mismo en realidad que la filiación si se distingue realmente de ella. Por lo tanto, etc. SEGUNDO, el principio: 'Las cosas que son lo mismo respecto a una tercera, son lo mismo entre sí.' Pues la paternidad y la filiación son lo mismo que la esencia, y sin embargo, no son lo mismo entre sí. TERCERO, el silogismo expositorio: Pues cuando se dice 'Esta esencia es el Padre, esta esencia es el Hijo, por lo tanto, el Hijo es el Padre,' parece concluirse correctamente, y sin embargo, la conclusión es falsa si la fe es verdadera."

RESPONDO al PRIMER argumento, negando la primera consecuencia, porque la esencia actúa como un término común. Aunque es singular, realmente está en múltiples supuestos. Por lo tanto, en las predicaciones, cumple la función de un término universal, como señala Santo Tomás en la primera parte, cuestión 39, artículo 4, ad 1. De la misma manera que este silogismo no es válido: "El hombre es lo mismo en realidad que el animal, el animal es lo mismo en realidad que el caballo, por lo tanto, el hombre es lo mismo en realidad que el caballo"; tampoco es válido decir: "La paternidad es lo mismo en realidad que la esencia, y la esencia es lo mismo en realidad que la filiación, por lo tanto, la paternidad es lo mismo en realidad que la filiación."

Al SEGUNDO argumento respondo que esa máxima no es universalmente verdadera, excepto cuando algunas cosas son lo mismo que una tercera de manera adecuada, como en las matemáticas, donde si dos líneas son iguales a una tercera, entonces serán universalmente iguales entre sí, porque hay una igualdad completa.

Sin embargo, si dijeras: "El hombre y el caballo son lo mismo en realidad que el animal, por lo tanto, son lo mismo entre sí," no sería válido, porque el hombre y el animal no son lo mismo en realidad de manera adecuada. De la misma manera, la esencia y la paternidad no son lo mismo de manera adecuada, ya que la esencia se extiende a más. Además, no es cierto que esta máxima sea el fundamento de todo el razonamiento humano sin limitaciones añadidas; de otro modo, las distintas figuras y modos de los silogismos serían en vano, ya que explican cómo deben combinarse los extremos con el medio para poder concluir que están también unidos entre sí. Añadamos que, aunque esa máxima fuera universalmente verdadera en las cosas finitas, no por ello debería ser verdadera en el Dios infinito: pues si el alma racional, por ser espiritual, está naturalmente en múltiples partes del cuerpo realmente distintas, tampoco sería válido este silogismo: "Las manos y los pies son lo mismo en lugar que el alma, por lo tanto, son lo mismo en lugar entre sí." Cuánto más Dios, que es Espíritu infinito, podría estar simultáneamente en múltiples supuestos.

Al TERCER argumento respondo que no es un silogismo expositorio. Pues "esta esencia" actúa como un término común, como se ha dicho. Por lo tanto, de la misma manera que no es válido decir: "Algún hombre es Pedro, algún hombre es Pablo, por lo tanto, Pablo es Pedro," tampoco es válido decir: "Esta esencia es el Padre, esta esencia es el Hijo, por lo tanto, el Hijo es el Padre." Y hasta aquí hemos discutido la distinción de la Trinidad en general. Ahora procederemos a tratar específicamente sobre la distinción del Padre y el Hijo, que es la cuarta parte de la disputa propuesta.