CAP. XXIII: Lo mismo se prueba con los testimonios de los Concilios.

No puedo en verdad dejar de asombrarme con qué descaro Jeremías, quien se llama a sí mismo Patriarca Ecuménico, se ha atrevido a escribir recientemente en su censura a la confesión de los luteranos, que ha sido definido por el Concilio de Nicea y por todos los demás concilios generales que le siguieron, que el Espíritu Santo procede solo del Padre. Así es como él habla en el mismo capítulo 1 de la Censura. El Concilio de Nicea, y los demás que consienten con él, todos decretaron que el Espíritu Santo procede solo del Padre. Estas son sus palabras. Si esto no es una mentira, no veo qué podría llamarse alguna vez una mentira.

Y para que no sospechemos tal vez que exista algún canon oculto en el que se contenga tal decreto, el mismo Jeremías añade:

De hecho, esa sagrada e incorrupta confesión de la fe cristiana, el sagrado, digo, símbolo, explica esto en palabras muy claras; es decir, que el Espíritu Santo procede solo del Padre. Esta sentencia fue primero confirmada por los 318 santos Padres en el Concilio de Nicea, luego por los 150 en el Concilio de Constantinopla; y también por los cinco concilios universales restantes, que sin añadir ni quitar nada, en un mismo Espíritu Santo conspiraron en perfecta armonía y lo sellaron. Estas son sus palabras.

Consultemos, pues, el Símbolo Niceno y veamos si enseña en palabras muy claras que el Espíritu Santo procede solo del Padre. Cirilo recita el símbolo niceno completo en griego en el libro 1 sobre la Trinidad y en el libro sobre la explicación del símbolo; Rufino, por su parte, lo recita en latín en el libro 10 de su historia, capítulo 6. Pero en ese símbolo no se lee nada más sobre el Espíritu Santo que esta sentencia:

καὶ εἰς τὸ ἅγιον πνεῦμα (y en el Espíritu Santo). Sin embargo, Gregorio Nacianceno en su epístola 2 a Celidonio testifica que el Concilio de Nicea no enseñó una doctrina completa sobre el Espíritu Santo, porque aún no había surgido la cuestión sobre el Espíritu Santo. Que, pues, Jeremías vea en qué Símbolo Niceno ha leído que el Espíritu Santo procede solo del Padre.

Por otro lado, el Concilio de Constantinopla añadió estas palabras al símbolo:

"Que procede del Padre"; pero no dice en palabras claras, como Jeremías afirma, "que procede solo del Padre". Esa partícula (solo) es una adición de Jeremías, no una palabra propia del Concilio. ¿Y por qué el Concilio no añadió "del Hijo", sino que consideró suficiente decir "que procede del Padre"? Hay una razón muy cierta para ello, ya que en ese tiempo no había duda de si el Espíritu procedía del Hijo; los herejes lo concedían, como se ve en el libro 2 de Basilio contra Eunomio. Pero la duda estaba en el Padre, pues los herejes decían que el Espíritu Santo era completamente ajeno a él y lo consideraban una criatura solamente del Hijo. Por lo tanto, el Concilio, para remediar el error, añadió al símbolo lo que era necesario.

Así que, dejando esto de lado, citemos nosotros los Concilios que atestiguan que el Espíritu Santo procede del Hijo. El primer concilio fue celebrado en Alejandría, del cual Cirilo escribió una epístola a Nestorio, en la cual se encuentran estas palabras:

"El Espíritu fue llamado Espíritu de la verdad; y la verdad es Cristo. Por lo tanto, procede de Él de manera similar a como procede del Padre". Esta epístola se encuentra en el Concilio de Éfeso, tomo 1, capítulo 14, y fue aprobada tanto por el propio Concilio de Éfeso como por el cuarto concilio en el acto 5, por el quinto concilio en el último acto, por el sexto concilio en el acto 17, y por el séptimo concilio en el acto 7.

Tenemos, por lo tanto, cinco concilios generales celebrados entre los griegos que aceptan esta sentencia clarísima: el Espíritu Santo procede del Hijo como del Padre. ¿Qué es, entonces, lo que buscan ahora? ¿Qué exigen? ¿Qué más, si en el séptimo concilio general, en el acto 7, se lee el símbolo con esta adición (y del Hijo), y ese concilio fue en su mayor parte griego?

Los griegos, de hecho, en el Concilio de Florencia, sesiones 5 y 7, decían que en sus códices no se tenía de esa manera, pero los latinos presentaron un ejemplar antiquísimo donde no había ningún vestigio de corrupción, y además citaron a un historiador antiguo como testigo de esto; y es seguro que nunca fue costumbre de los latinos corromper libros, pero sí de los griegos.

Pero OBJETARÁS: si en este concilio se hubiera aceptado el símbolo con la partícula (y del Hijo), ¿cómo es que San Juan Damasceno, quien vivió en tiempos de este concilio, negó tan abiertamente que el Espíritu procede del Hijo, en su libro 1 sobre la fe, capítulo 11? RESPONDO: es probable que Damasceno haya muerto antes del séptimo concilio, pues floreció principalmente en tiempos de León III, como se muestra en su segunda oración sobre el culto de las imágenes, y el sínodo fue celebrado 48 años después de la muerte de León. Por lo tanto, él no cita concilios en sus obras más allá del sexto. Además, aunque quizás hubiera llegado al tiempo del séptimo sínodo, sin duda escribió esos libros sobre la fe antes, como se deduce claramente del acto 6 del Concilio Niceno II.

Ahora bien, aparte de estos concilios griegos, también existen muchos otros celebrados entre los latinos. El primero fue el concilio celebrado en Bari por griegos y latinos bajo el papa Urbano II, poco después de que comenzara el cisma alrededor del año 1090, en el cual Anselmo convenció a los griegos con razones clarísimas. El propio Anselmo menciona este concilio en su libro sobre la procesión del Espíritu Santo, capítulo 4, y el autor de la vida de Anselmo, que estuvo presente en el mismo concilio, relata todo el asunto con mayor amplitud en el libro 2.

El segundo es el Concilio de Letrán bajo Inocencio III en el año 1215, donde también en el capítulo 1 se definió que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, y los griegos estuvieron presentes en el concilio y consintieron, como se puede ver en el capítulo 4 del mismo concilio.

El tercer concilio fue el de Lyon bajo Gregorio X en el año 1273, donde también participaron los griegos, y con el consentimiento de todos, se cantó el símbolo con la adición "y del Hijo", tres veces en griego y tres veces en latín. La definición de este concilio se encuentra en el Sexto Decreto, título 1, capítulo 1.

El cuarto concilio fue el de Florencia en el año 1438, donde de nuevo se definió lo mismo tras larguísimas disputas, con el consentimiento de griegos y latinos.

Añadamos los concilios de Toledo I, capítulo 21; III, capítulo 1; IV, capítulo 1; VIII, capítulo 1; y XI, capítulo 1, todos ellos celebrados antes de la división con los griegos, es decir, antes del año 700. De esto se desprende no solo la sentencia de la Iglesia, sino también la obstinación y ligereza de los griegos, quienes, habiendo sido vencidos tantas veces en disputas, siempre vuelven a lo mismo.