CAP. I: Sobre los errores de este tiempo acerca de la encarnación.

Con respecto al PRIMER punto, en este tiempo hay dos tipos de errores sobre la encarnación. Algunos atacan este misterio abiertamente y de manera directa; otros, de manera oscura y casi indirecta. Al PRIMER grupo pertenecen los anabaptistas y los swenckfeldianos. Los ANABAPTISTAS enseñan claramente que Cristo no asumió verdadera carne de la Virgen. Juan Cochlaeus, en su libro sobre los errores de los anabaptistas de Münster, testifica que este es uno de los principales artículos de su doctrina. Además, Memnón, uno de los principales entre los anabaptistas, enseña que el cuerpo de Cristo fue llevado desde la sustancia del Padre al útero de la Virgen, como se muestra en el Coloquio de Wismar. Miguel Servet, también uno de los anabaptistas, en su libro segundo sobre la Trinidad, enseña que la carne de Cristo es divina y celestial, y que fue engendrada de la esencia del Padre. Asimismo, Gaspar Swenckfeld, en su libro sobre la majestad divina de la humanidad de Cristo, enseña que la humanidad de Cristo, después de la ascensión, no es una criatura, sino supercreatural, y que el mismo Cristo, en cuanto a su humanidad, es verdadero Dios. Finalmente, Pedro Canisio, en el prefacio del libro primero sobre las corrupciones de la palabra de Dios, testifica que en el año 1571 se concedió públicamente a los anabaptistas la potestad de debatir esta cuestión: si Cristo asumió carne de la Virgen o de otro lugar, y esto ocurrió en los dominios del Palatino cerca de Heidelberg.

Al SEGUNDO grupo pertenecen casi todos los LUTERANOS de este tiempo, quienes enseñan dos cosas de las cuales se sigue que son o eutiquianos o nestorianos, o un monstruo compuesto de ambas herejías. PRIMERO, dicen que la carne de Cristo tiene los atributos de la divinidad, especialmente la omnipresencia. SEGUNDO, enseñan que la unión hipostática consiste en esta comunicación de atributos divinos a la misma carne y humanidad. Y si afirman que estos atributos se unen esencialmente a la humanidad, entonces esta se hará una con la divinidad, lo cual es la herejía eutiquiana. Pero si afirman que estos atributos se unen accidentalmente, entonces las personas de Dios y del hombre serán distintas, y una estará en la otra por inhabitación y de manera accidental, lo cual es claramente nestoriano. Pero sobre la refutación hablaremos más adelante. Ahora solo explicamos su opinión.

El autor de este error parece ser Jacobo Faber Stapulensis. Pues así escribe en el capítulo 12 de la primera epístola a los Corintios:

"El cuerpo de Cristo, es decir, la humanidad asumida, llena el cielo y la tierra. Pues está en todas partes donde está la Palabra de Dios, porque la Palabra se hizo carne, por lo cual la Palabra nunca está sin carne."

Y en el capítulo 14 del Evangelio de Juan escribe: "Dado que el Hijo está en el Padre y en todos los santos que están en el cielo y en la tierra, ¿está también corporalmente? ¿Por qué no? Pero sin una manera, a menos que digas que es de manera divina e incomprensible, lo cual no se debería llamar tanto una manera como una no-manera."

Este fue seguido principalmente por LUTERO, quien aunque proclama en todas partes que cree en una sola persona en Cristo y en dos naturalezas, sin embargo, su doctrina es otra. Pues en su sermón sobre el Sacramento de la Cena del Señor, en el tomo 2 de sus obras, folio 112, dice: "Creemos que Jesucristo, en cuanto a su humanidad, está colocado por encima de todas las criaturas y llena todas las cosas." Y poco después añade: "Y tiene todas las cosas en su mano y está presente en todas partes." Asimismo, en el libro en que expone que las palabras de Cristo "Este es mi cuerpo" permanecen firmes, enseña extensamente que la diestra de Dios está en todas partes. Luego asume que el cuerpo de Cristo está en la diestra de Dios y, como él mismo dice: "No en el dedo meñique o en la uña de la diestra, sino en toda ella", y de allí concluye que el cuerpo de Cristo necesariamente está en todas partes. También, en el libro titulado Confesión de Martín Lutero sobre la Cena del Señor, dice que prueba claramente que el cuerpo de Cristo está realmente presente en la Cena, porque está en todas partes; y que está en todas partes, dice que lo prueba porque está en la diestra de Dios, que está en todas partes. Y en ese mismo lugar establece tres modos de estar en un lugar.

PRIMERO, localmente, es decir, circunscriptivamente, y de este modo no quiere que la carne de Cristo esté en todas partes. SEGUNDO, espiritualmente o por penetración, y dice que esto conviene al cuerpo glorioso, pero tampoco de este modo coloca la carne de Cristo en todas partes. TERCERO, de manera celestial y divina por la unión hipostática, y de este modo atribuye a la carne de Cristo la ubicuidad, y dice:

"Es necesario que la carne de Cristo, que es una persona con Dios, esté colocada lejísimos fuera de las criaturas, y tan lejos como Dios mismo está fuera de las criaturas, etc." Con estas palabras parece querer absolutamente que la carne de Cristo no sea criatura, sino Dios, ya que quiere que esté lejísimos de las criaturas y, sin embargo, esté en todas partes. Pues de esto se deduce que no está distante de las criaturas por una distancia local, ya que está en todas partes, sino por una distancia de dignidad y excelencia, y por tanto es verdaderamente Dios. Y en ese mismo lugar reprende a los zwinglianos, porque atribuyen la pasión de Cristo solo a la humanidad y no también a la divinidad. Pero ciertamente, si la carne de Cristo no es criatura y la divinidad padeció, parece completamente que se hizo una sola cosa de ambas naturalezas, y esto mismo repite en su libro sobre los concilios, afirmando que los zwinglianos se equivocaron al decir que la divinidad de Cristo no pudo padecer, donde (como ya he dicho en otra ocasión) defiende que Nestorio y Eutiques no se equivocaron sino en el modo de hablar.

Juan Brencio enriqueció tanto esta doctrina que se cree el autor de la Ubiquidad, aunque en realidad no lo es, sino que sigue a Lutero. Por tanto, PRIMERO, en la Apología por la confesión de Wurtemberg, en el tratado sobre la Cena del Señor, enseña explícitamente que la carne de Cristo está en todas partes por razón de la unión hipostática. Y en el libro sobre las dos naturalezas de Cristo, y la ascensión y sesión a la diestra, afirma lo mismo y lo prueba de múltiples maneras, cuyos argumentos resolveremos más adelante. Allí mismo afirma que el cuerpo de Cristo, incluso antes de la pasión, estaba en el cielo de manera invisible, y ahora tampoco está en un lugar determinado del cielo, sino en todas partes. FINALMENTE, en otro libro sobre la majestad del hombre Cristo, establece que la unión hipostática consiste en que el Hijo de Dios derramó todos sus dones y propiedades en el Hijo de María. En este punto es a la vez nestoriano, al distinguir al Hijo de Dios del Hijo de María, y eutiquiano, al atribuir a la carne todos los atributos divinos: "La humanidad de Pedro", dice, "está solo en un lugar, pero la divinidad, por la cual todo se llena y se sostiene, se difunde por todas partes." Y dado que por esta razón Pedro y Dios, o el Hijo de Dios que está en Pedro, son dos hipóstasis o personas distintas, ¿cómo no, por la misma razón, el Hijo de María y el Hijo de Dios, que está en el Hijo de María, serían también dos personas?" Así lo afirma, donde establece solo esta diferencia entre la unión de Dios con Cristo y con Pedro: que Dios no tiene a Pedro unido a Él en todas partes, y por eso se distingue personalmente de él; pero tiene a Cristo unido en todas partes, y por eso no se distingue de Él personalmente.

NOTARÁS, sin embargo, en este lugar y en los siguientes las frases nestorianas de Brencio, como "El Hijo de Dios está en el Hijo de María" y también "El Hijo de Dios asumió al Hijo del Hombre." Pues así continúa en el mismo libro: "Cuando se dice que Dios, o el Hijo de Dios, asumió o unió al hombre a sí mismo, o al Hijo del Hombre personalmente, no solo significa que Dios, por su sustancia o esencia, existe en el hombre y le confiere algunos de sus dones (pues de ser así, podría decirse que Dios se unió personalmente no solo al semen de Abraham o al Hijo de la Virgen, sino también a cualquier hombre, e incluso a cualquier criatura), sino que propiamente significa que Dios se une y se conjuga de tal manera con el hombre, que le confiere toda su majestad, no solo con uno o dos, o incluso con muchos dones, sino con infinitos, es decir, con todos, todos, digo, sus dones celestiales y divinos." Y más adelante: "Cuando el Hijo de Dios en la encarnación confirió su omnipotencia al Hijo del Hombre, de manera que la comparte con él, y dado que la omnipresencia depende de la omnipotencia, no se puede negar que también le confirió la omnipresencia." Y más adelante, aclarando qué significa "el Verbo se hizo carne," dice: "Esto significa que el Hijo de Dios llena al Hijo de María de tal manera que le comunica todo su poder, sabiduría, felicidad y presencia. Pues si este no fuera el sentido, no habría diferencia entre Cristo y los demás hombres." Y repite esto muy frecuentemente, en lo cual ciertamente se ve que la unión hipostática no es otra cosa que una efusión de los dones y atributos de Dios en la naturaleza humana de Cristo.

Ahora bien, Matías Ilírico, en su libro sobre la ascensión del Señor y el lugar de Pedro en Hechos 3: "Es necesario que el cielo lo reciba", argumenta que Cristo hombre no está en el cielo como en un lugar, sino que más bien el cielo está en Cristo, ya que él mismo está en todas partes. Y allí mismo sostiene que en el día de la ascensión, Cristo ascendió hasta las nubes, y luego no continuó más allá en esa forma visible y circunscripta del cuerpo, sino que de algún modo desapareció, de manera que ya no está en ninguna parte en esa forma visible, sino que está en todas partes con su majestad invisible, lo cual no es otra cosa que destruir completamente la verdadera carne de Cristo.

Martín Kemnicio, en su libro sobre las dos naturalezas de Cristo, parece muy cauteloso y envuelve todo de manera asombrosa. Pues en el capítulo 30, donde trata específicamente si la carne de Cristo está en todas partes, no se atreve a decir que está en todas partes absolutamente, pero dice que está donde quiera, y puede estar en todas partes si quiere. Sin embargo, o lucha consigo mismo o dice lo que otros dicen. Pues al inicio del libro propone los principales pasajes de la Escritura sobre la majestad de Cristo, y entre ellos cita el de Mateo 28: "Me ha sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra." Y de este modo lo explica: "Me ha sido dada toda potestad," es decir, omnipotencia, "en el cielo y en la tierra," es decir, omnipresencia. Luego en el capítulo 4 tiene estas palabras: "Esta unión es tan estrecha, indivisible, insuperable e inseparable, que la naturaleza divina de la Palabra (τοῦ λόγου) no quiere, no puede ni debe estar fuera de esta unión con la carne, sino que debe pensarse, buscarse y comprenderse en la unión más estrecha posible." Y repite esto varias veces más adelante. Pero si la naturaleza divina no puede pensarse ni comprenderse sin la carne, necesariamente debe ser una con la esencia de la otra, y por tanto serán una sola naturaleza.

Allí mismo dice que a la carne o a la humanidad, en virtud de la unión hipostática, se le comunican todos los atributos divinos. Y en el capítulo 21 dice que, además de los dones infusos y creados, a la naturaleza asumida se le comunican también los atributos propios de la divinidad, y por tanto la omnipotencia y la omnipresencia. Finalmente, en el capítulo 30 dice que la humanidad de Cristo no solo está presente en la cena, sino también fuera de la cena, en la Iglesia, realmente presente para los fieles. Y añade que incluso fuera de la Iglesia, todas las cosas están sujetas a la humanidad de Cristo, y que la humanidad de Cristo domina y gobierna todas las cosas, no a través de vicarios, como los reyes gobiernan provincias a través de otros, sino teniendo todo presente. ¿No es esto estar en todas partes?

Cosas similares enseña Juan Wigando en su libro sobre la comunicación de los atributos, y Nicolás Selnecker en su libro sobre la pedagogía espiritual, donde expone el artículo del símbolo sobre la ascensión. También Juan Timano, pastor de Bremen, en su libro que llama "farragias de sentencias", presenta muchos testimonios de luteranos destacados que sostienen que el cuerpo de Cristo está en todas partes. Andrés Músculo, según testimonio de Estafilo en su libro sobre la Concordia de los discípulos de Lutero, sostiene que la divinidad de Cristo sufrió en la cruz, y lo prueba con varios testimonios de Lutero.

Asimismo, Jacobo Andrés Smidelino, superintendente de Wurtemberg y destacado brenciano, en las tesis disputadas en Tubinga no reconoce en absoluto otra unión hipostática que la comunicación de dones, y la considera accidental. Pues en la tesis 20 dice así:

"No se debe imaginar ni fingir otra presencia de Dios en Cristo que la que está en todas las demás criaturas, en cuanto a la οὐσία (esencia) de la divinidad, que se distingue por su energía en las criaturas, actuando y operando de manera diferente en cada una; así en Cristo se vierte toda, de manera que nada queda fuera de él, sino que en el hombre y a través del hombre Cristo actúa en todo." Y en la tesis 22 dice: "Tampoco por esta plenitud real, la comunicación de toda la divinidad, se mezcla o abole completamente la naturaleza humana con la divinidad, sino que lo que pertenece a la divinidad por esencia, se comunica a la humanidad accidentalmente de su propia manera." Y en la tesis 24 dice: "Esta sola comunicación de atributos (κοινονία) es la que define la unión hipostática."

Finalmente, la Concordia Evangélica, publicada en el año 1580, parece tener principalmente el propósito de establecer la ubicuidad y destruir el misterio de la encarnación. Pues en la epitome de los artículos controvertidos, artículo 7, § 5, se afirma que la diestra de Dios está en todas partes y que la humanidad de Cristo ha sido llevada a esa diestra. En el artículo 8, § 11, se afirma que desde la misma concepción, ese hombre asumido fue hecho Dios y exaltado a la diestra de Dios, de modo que no solo Cristo como Dios, sino también como hombre, puede todas las cosas, lo sabe todo y está presente a todas las criaturas. Sin embargo, todo esto Cristo no lo mostró hasta después de la resurrección, cuando dejó la forma de siervo. Luego en la repetición copiosa de estos mismos artículos, todo esto se prueba ampliamente.

Es además de observarse que las Iglesias sajonas han cambiado de opinión tres veces. Pues al principio, bajo la enseñanza de Lutero, defendían con él la ubicuidad. Luego, tras la muerte de Lutero, bajo el liderazgo de Melanchton, comenzaron a oponerse a la ubicuidad contra Ilírico y Brencio. Pues Felipe, en el capítulo 3 de su comentario a la epístola a los Colosenses, condena abiertamente la ubicuidad y sostiene que Cristo está en un lugar determinado del cielo en cuanto a su carne, pero está en todas partes en cuanto a su divinidad. Y en su epístola al Conde Palatino Federico, escrita en el año 1559, dice: "Algunos han imaginado la ubicuidad." Y añade: "Todo esto es monstruoso y desconocido para la erudición antigua."

Por esta razón, en el año 1571 celebraron el Sínodo de Dresde, con la participación y el consentimiento de todos los superintendentes del ducado sajón, así como de los doctores de las universidades de Leipzig y Wittenberg, y allí decidieron que la ubicuidad del cuerpo de Cristo es una horrible profanación de todos los artículos del símbolo, y la renovación de todas las herejías. "El principal fundamento de nuestra fe y de la Iglesia," dicen, "es el artículo sobre las dos naturalezas en Cristo, y este ha sido terriblemente corrompido por esa ficticia comunicación real y física de los atributos en las mismas naturalezas, y al contrario, ha quedado claramente demostrado que las herejías de los marcionitas, valentinianos, maniqueos, sabelianos, arrianos, nestorianos, eutiquianos y monotélitas, condenadas desde hace mucho tiempo, están siendo reintroducidas y renovadas." Y más adelante dicen: "Esa ficticia comunicación física, que en nuestro tiempo comenzó a introducirse junto con la ubicuidad del cuerpo de Cristo, fue completamente desconocida para toda la Iglesia ortodoxa y para todo el mundo cristiano desde el principio, y aún ahora es rechazada y condenada con gran severidad por los mismos papistas." Y más adelante dicen: "Esa ficticia ubicuidad ha corrompido horriblemente casi todos los artículos de fe sobre Cristo, y especialmente ha borrado y destruido la distinción entre la naturaleza divina y la humana en Cristo." Así lo dijeron entonces. Donde también se gloriaban de que en Sajonia siempre había habido la misma fe inmutable y consenso en la doctrina.

Pero no pasaron diez años cuando surgió de la misma Wittenberg, Leipzig y otras partes de esa región una nueva Concordia, en la cual la ubicuidad, tan condenada entonces, se acepta como un artículo de fe.

Así lo declara esa Concordia, publicada en 1580, página 731: "En verdad, lo llena todo, y no solo como Dios, sino también como hombre, domina presente en todas partes desde el mar hasta el mar." Así lo afirman, y lo repiten más adelante en la página 572 y en la página 745, y por lo tanto rechazan el Concilio de Dresde, que se reunió en el Espíritu Santo, como impío; y aún no ven cuán abiertamente son engañados por Satanás.

Además de los escolásticos que escribieron en contra de esta ubicuidad en la tercera distinción, 22, Claudio Sancio en su repetición cuarta sobre la Eucaristía, y antes que él, uno de los nuestros escribió unas tesis sobre la majestad de Cristo hombre, que fueron impresas en Ingolstadt en 1564. Y más tarde, en los años 1582 y 1584, también escribió, de nuestra Sociedad, Gregorio de Valencia, cuatro libros contra esta misma ubicuidad. Por parte de los adversarios, escribieron Enrique Bullinger en su libro sobre las dos naturalezas de Cristo; Pedro Mártir, un diálogo sobre el lugar del cuerpo de Cristo; y Teodoro de Beza, un libro sobre la omnipresencia de la carne de Cristo contra Brencio, y otro sobre la unión hipostática de las dos naturalezas en Cristo contra Smidelino.