CAP. VIII: Se explica en qué consiste propiamente la unión hipostática de las dos naturalezas.

Sigue ahora la cuarta parte de nuestra disputa, en la cual se debe explicar la definición de la encarnación, para que veamos qué es propiamente la unión hipostática.

Brencio y Smidelino, citados anteriormente, sostienen que la unión hipostática de la naturaleza divina y la humana en Cristo no es otra cosa que la comunicación de los atributos, o de todas las propiedades de la divinidad, a la humanidad de Cristo; y dicen que esa comunicación no ocurre de manera directa, sino accidentalmente. La Concordia, recientemente publicada en la Repetición copiosa del artículo 8, explica que esto no ocurre por medio de dones creados e infundidos, ni de tal manera que los atributos divinos se conviertan en propiedades naturales de la humanidad, sino porque la divinidad habita en la humanidad de Cristo como en su propio cuerpo, y en ella resplandece con toda su majestad, poder, sabiduría, justicia, etc., operando todas las cosas en, a través, y por medio de ella. Por lo tanto, ellos consideran que la unión es del tipo que se da entre un agente principal y un instrumento. Así, tanto Brencio como Smidelino quieren que la única diferencia entre Cristo y los demás hombres sea la energía, porque Dios obra todas las cosas a través de Cristo, y algunas cosas a través de los otros hombres. Esta opinión es completamente falsa y claramente nestoriana, o incluso peor que la nestoriana.

La verdadera doctrina es que la unión hipostática de Dios y el hombre no es otra cosa que la naturaleza humana no tiene subsistencia propia, sino que ha sido asumida por el Verbo eterno en la subsistencia del propio Verbo. Para entender esto más fácilmente, debemos observar que hay tres maneras en que múltiples cosas pueden unirse.

PRIMERO, esencialmente, cuando de varias cosas surge una sola esencia: como cuando se unen la materia y la forma, o el género y la diferencia. Este no fue el tipo de unión en la encarnación, como queda claro porque, de ser así, habría una sola naturaleza en Cristo, que ni sería divina ni humana, sino una tercera naturaleza; además, una unión esencial solo ocurre entre naturalezas imperfectas o, si entre perfectas, mediante la corrupción o conversión de una en otra, pero en Cristo las naturalezas son perfectas e íntegras.

SEGUNDO, accidentalmente, como cuando los accidentes se añaden a un sujeto, o cuando una sustancia se une a otra sustancia, pero de esta unión no surge más que una forma accidental, como cuando de piedras o madera se construye una casa; tampoco esta fue la manera en que se realizó la unión hipostática, ya que Dios, como es sabido, no puede ser un accidente ni el sujeto de accidentes.

TERCERO, sustancialmente, como cuando una sustancia que de otra manera existiría por sí misma es asumida en la existencia de otro sujeto, y depende de este como parte de él. Y de esta manera se realizó la encarnación. Aunque no hay un ejemplo que sea completamente similar, los doctores ofrecen algunos que en cierta medida explican el asunto.

Uno es el de alma y cuerpo, que es utilizado por Justino en su Libro sobre la confesión de la verdadera fe, por Atanasio en el Símbolo, y por Agustín en la carta 3 a Volusiano. Pues el alma racional, fuera del cuerpo, subsiste por sí misma, y el cuerpo también, antes de recibir el alma, subsiste por sí mismo, pero cuando se unen, tienen una única subsistencia. Sin embargo, este ejemplo es muy limitado, primero porque tanto el alma como el cuerpo son naturalezas imperfectas; segundo, porque juntas forman una sola naturaleza; y tercero, porque ninguna de las dos arrastra a la otra hacia su subsistencia, sino que ambas dependen de una tercera subsistencia, que es la del compuesto total. En este misterio, en cambio, el Verbo, que subsiste perfectamente en sí mismo, atrae hacia sí la naturaleza humana.

El segundo ejemplo es el del hierro al rojo vivo, que usan Basilio en su discurso sobre la santa Natividad, y Juan Damasceno en el libro 3, capítulo 11, y Orígenes en el libro 2 sobre los principios, capítulo 6. Porque el hierro candente es una cosa única, aunque tiene las propiedades del hierro y del fuego, etc. Esta comparación gusta mucho a Brencio, Kemnicio y otros adversarios, pero también es muy limitada. Pues en el hierro candente, el calor es sostenido por el hierro, y no al revés, y sin embargo, ellos quieren que el calor represente a Dios y el hierro al hombre. Además, el calor no es una sustancia, sino un accidente. Y tampoco se realiza una verdadera comunicación de propiedades; pues no se dice que el calor sea hierro, ni que el hierro sea calor. Finalmente, el calor no es llevado a la subsistencia del hierro, ni viceversa.

El tercer ejemplo es el de un hombre que tiene dos habilidades accidentales, como la medicina y la jurisprudencia. Pues es un solo sujeto, y sin embargo, recibe diferentes denominaciones y realiza diversas obras, y las propiedades se comunican. Porque la misma persona es llamada médico y abogado, y puede decirse verdaderamente que el médico defiende causas legales y que el abogado cura enfermedades, etc.

San Agustín utiliza esta comparación en la carta 99, donde dice que la afirmación "Dios murió" es semejante a "El filósofo murió". Pues así como la filosofía no puede morir, pero el filósofo se llama muerto cuando muere el hombre que era filósofo, de igual modo, aunque la divinidad no puede morir, sin embargo, verdaderamente se dice que Dios murió porque el hombre que murió también era Dios. Esta comparación es muy apreciada por Juan Escoto en el libro 3, distinción 1, cuestión 1, aunque la comparación es deficiente, porque estas son formas accidentales y, por lo tanto, no son llevadas a la subsistencia del hombre, que es lo principal que se debe considerar en este asunto.

CUARTO es el ejemplo de santo Tomás y san Buenaventura en la 3ª Distinción, cuestión 1, donde comparan este misterio con un árbol en el que se injerta una rama de otra especie. Pongamos como ejemplo un peral, al que se le injerta una manzana. Sin duda, el peral sigue siendo la sustancia principal, y por lo tanto, es el verdadero sujeto, sin depender de esa rama de manzano injertada, y después del injerto sostiene esa rama, la cual, de otro modo, existiría por sí misma. Ahora se llama peral y manzano, y produce peras y manzanas, y se puede llamar al peral manzano, y viceversa. Y si esa rama se secara y luego reviviera, el peral no se modificaría, sino que todo el cambio ocurriría en esa rama.

De manera similar, el Verbo divino, como un gran árbol, asumió la pequeña rama de la naturaleza humana, injertada milagrosamente en su tronco por el agricultor celestial. De ahí que el Verbo fuera Dios y hombre, y realizara obras divinas y humanas: no era el Verbo el que dependía de la humanidad, sino la humanidad la que dependía del Verbo. Y cuando, poco después, por la pasión y muerte, esa humanidad se secó de algún modo, y luego floreció de nuevo en la resurrección, no se produjo ningún cambio en el Verbo, sino que todo el cambio fue en la humanidad.

Sin embargo, esta comparación falla en dos aspectos. Primero, la rama no es un árbol perfecto, sino parte de un árbol, pues no tiene raíces, tronco, ni otras partes. Y antes de ser injertada, existía por sí misma. Pero la naturaleza humana, que hemos comparado con una rama injertada, es una naturaleza perfecta y nunca tuvo subsistencia propia, lo cual, si por un milagro divino alguna rama se produjera e injertara simultáneamente, la comparación no fallaría, excepto en un solo aspecto.

Dado que todas las comparaciones fallan de alguna manera respecto a la verdad, por eso san Bernardo, en su sermón 3 para la vigilia de Navidad, y san Juan Damasceno, en el libro 3, capítulo 5, comparan el misterio de la encarnación con el misterio de la Trinidad, para ilustrar una cosa singular con otra igualmente singular. Porque así como es único que en Dios haya tres hipóstasis perfectas con una sola naturaleza completamente simple, también es único que en Cristo haya tres naturalezas: divinidad, alma y carne, en una sola hipóstasis completamente simple. Estas tres naturalezas en Cristo —divinidad, alma y carne— aunque parezca una novedad, son distinguidas y enumeradas por san Agustín en el libro 13 de la Trinidad, capítulo 17.

Así pues, con esto explicado, debemos demostrar que el asunto es tal como se ha dicho, es decir, que la unión hipostática consiste en la comunicación de la subsistencia del Verbo, no en la comunicación de los atributos de la divinidad.

PRIMERO, por lo que hemos dicho. Pues hemos demostrado a partir de las Escrituras que en Cristo hay una sola persona y dos naturalezas; pero esto no puede ser verdad a menos que haya una sola subsistencia en Cristo; pues si hubiera dos, habría dos personas, ya que la persona es una naturaleza intelectual que existe por sí misma. Si en Cristo hay una sola subsistencia, entonces o el Verbo comunicó su subsistencia a la humanidad, o la humanidad la comunicó al Verbo. Pero como todos confiesan, la humanidad no comunicó su subsistencia al Verbo, por lo tanto, el Verbo comunicó su subsistencia a la humanidad, y así se produjo la unión hipostática.

SEGUNDO, esto puede probarse con testimonios muy importantes de aquellos concilios que incluso los adversarios aceptan. En la carta del Concilio de Alejandría con los doce anatemas, que fue recibida y aprobada en los Sínodos de Éfeso y Calcedonia, se dice en el segundo anatema: "Si alguno no confiesa que el Verbo de Dios Padre está unido a la carne según la subsistencia, sea anatema". Y en el tercer anatema: "Si alguno divide las subsistencias en Cristo después de la unión, sea anatema". Y en el cuarto anatema: "Si alguno divide en dos personas o subsistencias las voces que se refieren a Cristo en las Escrituras evangélicas y apostólicas, sea anatema".

Además, en la Apología contra los orientales, en defensa del cuarto anatema, Cirilo cita las siguientes palabras del papa san Julio: "El Hijo de Dios encarnado de la Virgen habitó entre los hombres, no obrando en un hombre a través de la energía, pues eso sucede en los profetas y apóstoles, sino como Dios perfecto en la carne, etc." Aquí ves claramente una declaración opuesta a la de Brencio. Y en otra Apología contra Teodoreto, Cirilo cita las siguientes palabras de Teodoreto en contra del segundo anatema: "De ninguna manera conocemos una unión según la subsistencia". Aquí también ves la confesión abierta del hereje.

De igual manera, en el Concilio de Calcedonia, sesión 5, los padres dicen: "Respetando la propiedad de ambas naturalezas y concurren en una sola persona y subsistencia, reconocemos al Hijo unigénito y al Verbo de Dios". En este pasaje notarás que no se mezclan las propiedades de las naturalezas, y por lo tanto no se comunican los atributos de una naturaleza a la otra, sino que solo se comunica la subsistencia.

También en el V Concilio, en su última sesión, canon 4, se dice: "Si alguno dice que la unión fue hecha según la gracia, o según la operación, o según la dignidad, o según la igualdad de honor, o según la relación, o según el afecto, o según la virtud, y no según la composición, es decir, según la subsistencia, sea anatema." Y más adelante: "La Santa Iglesia de Dios, rechazando ambas impiedades, confiesa la unión según la composición, es decir, según la subsistencia." ¿Qué puede ser más claro contra Brencio y sus seguidores, quienes introducen una unión según la gracia, la operación y la dignidad? Y en el canon 5 del mismo concilio: "Si alguno intenta introducir en el misterio de Cristo dos subsistencias o personas, y dice que hay una sola persona por la dignidad, el honor y la adoración, y no confiesa que el Verbo está sustancialmente unido a la carne, y que por lo tanto hay una sola subsistencia, sea anatema."

De igual modo, en el Concilio de Letrán bajo Martín I, en la última consulta, canon 6: "Si alguno, según los santos padres, no confiesa propiamente y verdaderamente que hay una unión de dos naturalezas, sustancialmente unidas de manera inconfusa e indivisible, en una sola y misma persona y Dios Cristo, sea condenado." Y en el canon 8: "Si alguno no confiesa, según los santos padres, propiamente y verdaderamente que la unión de las naturalezas se realizó según la composición, es decir, según la subsistencia, y que es reconocida de manera inconfusa e indivisible en Cristo, sea condenado."

Asimismo, en el VI Concilio, sesión 4, en la carta de Agatón, que fue recibida por todo el concilio, se lee: "No explican la unión como realizada según la subsistencia, sino que, blasfemando, la explican según el afecto de la voluntad, como si fueran dos subsistencias unidas". Lo mismo se encuentra en la sesión 17, en la propia definición del concilio. Aquí se condena con palabras claras como blasfemos a aquellos que explican la unión hipostática de manera diferente a la subsistencia.

TERCERO, se prueba por el argumento del VI Concilio de Toledo, capítulo 1: "Solo el Hijo de Dios se encarnó, por lo tanto, la unión se realizó por la comunicación de lo que es propio del Hijo, no de lo que es común a las otras personas; pero solo la subsistencia del Hijo es propia del Hijo, mientras que todos los atributos esenciales son comunes a las tres personas, por lo tanto, la unión hipostática se realizó por la comunicación de la subsistencia del Hijo." Este argumento prueba claramente lo que decimos, o implica que toda la Trinidad se encarnó, si es cierta la definición de Brencio y Smidelino, porque esos atributos, omnipotencia, omnipresencia, justicia perfecta, etc., cuya comunicación pretenden que fue la encarnación, son comunes a toda la Trinidad.

CUARTO: El Padre eterno comunicó al Hijo todos sus atributos de manera perfectísima, y mucho más perfectamente de lo que los seguidores de Brencio quisieran que se comunicaran los mismos atributos del Hijo de Dios al Hijo del Hombre. Y, sin embargo, como el Padre no comunica su subsistencia propia al Hijo, no están unidos hipostáticamente, sino más bien el Padre y el Hijo están hipostáticamente distintos.

Por lo tanto, la unión hipostática no consiste en la comunicación de los atributos, sino solamente en la subsistencia. Esta razón también demuestra claramente que el Padre y el Hijo no son una sola hipóstasis, si es correcta la definición de Brencio y Smidelino, o deben admitir, aunque no lo deseen, que la unión hipostática no consiste en la comunicación de atributos.

Tal vez dirán que, junto con otros atributos, también se comunica la subsistencia. Pero, en primer lugar, las palabras de estos autores sugieren otra cosa. Porque Brencio, en su libro sobre la Majestad del Hombre Cristo, cuando trata de mostrar en qué consiste propiamente la unión hipostática que distingue a Cristo de los hombres puros, dice lo siguiente:

"Por tanto, la diferencia entre Cristo y Pedro no debe entenderse simplemente como una inhabitación del Hijo de Dios, sino como una comunicación de sus propiedades; porque aunque el Hijo de Dios llena a Pedro con su esencia, así como al hombre Cristo, no comunica a Pedro todas sus propiedades, sino solo algunas: vivifica a Pedro, lo conserva en vida, le da a Pedro el poder de expulsar demonios e incluso de resucitar muertos. Pero no lo hace omnipotente, omnisciente, omnijusto, omnisapiente u omnipresente; mientras que al Hijo del Hombre lo adorna con todos sus dones, sin excepción."

Y más adelante añade:

"He mostrado, dice, que Cristo fue hecho capaz de recibir todas las propiedades de Dios sin ninguna excepción, y que si no tuviera esa capacidad, no habría diferencia entre Cristo y otros hombres, ni el Verbo podría haberse hecho carne."

Sentimientos similares se encuentran en las tesis de Smidelino y en el Libro de la Concordia, donde no veo mención alguna de la subsistencia, sino solamente de los atributos esenciales.

Además, sea lo que sea acerca de la subsistencia, al menos sostienen que la comunicación de todos los atributos es necesaria para la unión hipostática, de manera que, donde tal comunicación no está presente, no hay unión hipostática, y donde está presente, sí lo hay. Pues Brencio afirma que si Pedro fuera omnipotente y omnipresente, también estaría unido hipostáticamente a Dios. Dado esto, las razones expuestas anteriormente concluyen necesariamente que seguiría que toda la Trinidad estaría encarnada, y que el Padre y el Hijo serían una sola hipóstasis.

Además, se siguen dos absurdos, contrarios a la fe, que pueden considerarse el quinto y el sexto argumentos.

PRIMERO, que el cuerpo de Cristo durante los tres días de su muerte no estuvo unido hipostáticamente al Verbo. Porque un cuerpo muerto no es capaz de la omnipotencia, omnisapiencia u omniiusticia.

SEGUNDO, que Cristo hombre no siempre fue Dios. Pues Cristo mereció ciertos dones para sí mismo, como la gloria del cuerpo, la exaltación de su nombre, e incluso la ascensión al cielo y la sesión a la derecha de Dios. Porque en Lucas, al final, se dice: "Era necesario que Cristo padeciera y así entrara en su gloria". Y en Filipenses 2: "Se humilló hasta la muerte, y por eso Dios lo exaltó". Y en Hebreos 2: "Vemos a Jesús, coronado de gloria y honor a causa de su sufrimiento". Pero si la comunicación de todos los dones es necesaria para constituir la unión hipostática, entonces Cristo mereció para sí, al menos en parte, la unión hipostática. Por lo tanto, estuvo sin esa unión antes de merecerla, y nadie puede merecer algo si no existe, lo que significa que no estuvo siempre unido hipostáticamente, lo cual es una herejía pelagiana.

SÉPTIMO, si la unión hipostática requiriera la comunicación de todas las propiedades y atributos, tal unión sería completamente imposible; pues hay muchas cosas propias de Dios que implican una contradicción al comunicarse a una criatura, como ser increado, ser acto puro, ser un ser infinito, y otras similares. También hay cosas que, aunque pudieran haberse comunicado o no, ciertamente no fueron comunicadas a la humanidad de Cristo, como carecer de principio en el tiempo, crear el cielo y la tierra y los ángeles, y todas las demás cosas que existían antes de esa humanidad. También hay cosas que, aunque fueron concedidas a la humanidad de Cristo, no lo fueron antes de la resurrección, como ser impasible, ser inmortal, y, sin embargo, la unión hipostática existía antes de la resurrección. La respuesta de aquellos que dicen que durante el tiempo de su humillación Cristo debía ocultar su majestad no sirve de nada. Pues Cristo no ocultó estos dones, sino que realmente no los tenía, a menos que se diga que su cuerpo siempre fue inmortal e impasible, lo cual es otra herejía mencionada por Evagrio en su libro 4 de historia, capítulos 38 y 39.

OCTAVO, ellos mismos admiten que estos dones corresponden accidentalmente a la humanidad de Cristo, como se ve en la tesis 22 de Smidelino. Pero la unión hipostática no es accidental, sino sustancial, como se ve en los concilios citados, especialmente en el V Concilio, capítulos 4 y 5, donde esto se afirma expresamente. Además, porque entonces Cristo hombre sería Hijo de Dios por gracia, no por naturaleza, lo cual es claramente contrario a la opinión de todos los Padres. Además, no se podría llamar verdaderamente Dios al hombre, ni al Dios hombre. Pues esa unión accidental no es por la inherencia de los dones, como ellos mismos afirman, y afirman correctamente, ya que se refieren a dones increados, que son la misma esencia de Dios. Sino que es por una unión externa, como la que existe entre un agente principal y un instrumento, como entre el marinero y el barco. Enseñan, de hecho, que la unión de Dios y el hombre consiste en que Dios obra todas las cosas por medio de ese hombre.

Pero tal unión no es suficiente para comunicar los nombres y las propiedades: pues no se puede llamar al marinero "barco", ni al barco "marinero". Por lo tanto, Cristo hombre no puede ser llamado Dios, ni Cristo Dios puede ser llamado hombre. Y diremos lo mismo acerca de las propiedades: pues así como el marinero no puede ser llamado insensible e irracional, que son propiedades del barco, ni el barco puede ser llamado sensible y racional, que son propiedades del marinero, de igual modo, Cristo Dios no podrá ser llamado crucificado y muerto, que son propiamente propiedades del hombre; ni Cristo hombre podrá ser llamado omnipotente, creador del cielo y la tierra, que son propiamente propiedades de Dios.

Finalmente, si la unión hipostática fuera solamente esta comunicación accidental de dones, también nosotros estaríamos hipostáticamente unidos con Dios, aunque menos estrechamente; pues que uno tenga más dones y otro menos no cambia la naturaleza de la unión.

Además, no tienen ningún argumento de peso. El principal es el que Brencio objeta y repite muy frecuentemente, que si no es así, no se podría encontrar ninguna distinción entre la unión de Dios con la humanidad de Cristo y la unión del mismo Dios con san Pedro y otros hombres, ya que Dios sostiene a todos y está íntimamente presente en todos por su esencia, presencia y poder; y la única diferencia sería que Dios obra todas las cosas por medio del hombre Cristo.

Pero esto se resuelve fácilmente: porque la diferencia consiste en que la humanidad de Cristo no tiene subsistencia propia, sino que existe en el Verbo, como un brazo existe en el cuerpo; mientras que los demás hombres tienen subsistencia propia y distinta en realidad de aquella que existe en el Verbo de Dios. Por lo tanto, Dios sostiene a Pedro de un modo, y sostiene la carne de Cristo de otro modo. Pues se dice que Dios sostiene a Pedro porque lo conserva con su esencia y subsistencia, como cuando alguien sostiene un bastón con la mano. Pero el Verbo de Dios sostiene la humanidad de Cristo del mismo modo que el todo sostiene a las partes íntimamente unidas y conectadas a sí mismas.