CAP. IX: Se plantea la cuestión de si de la unión hipostática se sigue la comunicación real de los atributos divinos, especialmente de la inmensidad o ubicuidad.

Ahora queda por tratar, después de haber demostrado que la unión hipostática no consiste en la comunicación de todos los atributos divinos, si al menos de esa unión se sigue que todos los atributos, o algunos de ellos, y especialmente la omnipresencia, fueron comunicados a la humanidad de Cristo.

Kemnicio, en su libro De Duabus Naturis (Sobre las Dos Naturalezas), capítulos 4, 21 y 23, enseña que no es parte de la esencia de la unión hipostática esta comunicación, en lo cual difiere de Brencio y Smidelino, pero, sin embargo, sostiene que de la unión hipostática se sigue tal comunicación, y que es real, de manera que la naturaleza humana es verdaderamente omnipotente y omnipresente, etc.

Wigando, en su libro De Communicatione Idiomatum (Sobre la Comunicación de Atributos), enseña algo similar, aunque dice que algunas propiedades no se comunican más que verbalmente, como ser creador del cielo y de la tierra, ya que el Hijo de Dios aún no era hombre en ese momento; pero que otras, como la ubicuidad, se comunican realmente.

Nicolás Selneccerus también enseña algo parecido, tanto en su obra Paedagogia como en su carta a los teólogos de Wittenberg escrita en 1571, donde condena como blasfema la siguiente proposición: La naturaleza humana en Cristo no es omnipotente. Y en esa misma carta enseña que, de la unión hipostática, se comunicaron realmente a la humanidad de Cristo dones infinitos. Añade estas palabras, que parecen confundir completamente las propiedades de las naturalezas: "En cuanto al poder, hablamos como Pablo: si conocimos a Cristo según la carne, ya no lo conocemos más. Pues, cesando la debilidad de la carne, ya no conocemos en él nada, sino el poder de la divinidad." Y más adelante: "Por lo tanto, todo lo que fue antes, es y permanece de la doble sustancia, se ha hecho de una sola virtud." Finalmente, todos los luteranos citados al principio de este libro defienden esta comunicación real, aunque no concuerdan en si es parte de la esencia de la unión hipostática o si solo la sigue.

La doctrina católica, en cambio, enseña dos cosas:

PRIMERO, que de la unión hipostática se siguió en la humanidad de Cristo la recepción de muchos dones creados e infundidos, como la gracia más excelente, la mayor sabiduría, un poder singular y otros de este tipo. Sin embargo, estos no son atributos de la deidad, excepto por participación, de la misma manera en que nosotros también participamos de los atributos de Dios mediante cualidades creadas, aunque la humanidad de Cristo participa de ellos de manera más perfecta que nosotros. Y en estos dones no consiste la comunicación de atributos, ya que esa comunicación es mutua, mientras que la comunicación de estos dones no lo es. Nada se añadió a la deidad.

SEGUNDO, de la unión hipostática se sigue la comunicación de atributos; esta comunicación no es real respecto a las propias naturalezas, como si la divinidad misma se hubiera hecho pasible, o la humanidad realmente se hubiera hecho omnipotente, como sostienen los luteranos. Tampoco es puramente verbal, como enseña Beza en su libro contra Brencio, y Pedro Mártir en su diálogo sobre las dos naturalezas. Es una comunicación real, pero respecto a la hipóstasis de ambas naturalezas, no respecto a las propias naturalezas, como lo enseñan expresamente los Padres. Ambrosio, en su Libro 2 de la Fe, capítulo 4, Agustín en el Libro 1 sobre la Trinidad, capítulo 13, Cirilo en la Defensa del cuarto anatema, y Damasceno en el Libro 3, capítulo 4, donde dice que la comunicación de atributos no es otra cosa que la aplicación de las propiedades de ambas naturalezas a la hipóstasis común. Por lo tanto, esas propiedades se aplican a las naturalezas concretamente, porque los nombres concretos pueden tomarse por el supuesto, aunque formalmente designen las naturalezas.

Así que decimos correctamente: Dios nació de la Virgen, padeció, murió, etc., porque Dios puede tomarse por cualquier supuesto divino, y por lo tanto, por el supuesto de la segunda persona, que es simultáneamente divina y humana. Este supuesto es verdaderamente y realmente Dios, y verdaderamente y realmente hombre, y por lo tanto, es verdaderamente y realmente el que nació de la Virgen, padeció, murió, etc.

Del mismo modo, correctamente decimos: Cristo hombre es omnipotente, eterno, está en todas partes, etc., porque hombre, concretamente, se refiere al supuesto humano. En Cristo, el supuesto divino y el humano son uno, y como es divino, es por consiguiente omnipotente, eterno, está en todas partes, etc. Todas estas cosas pueden probarse fácilmente, pero para mayor claridad trataremos primero sobre los atributos en general y después, en particular, sobre la ubicuidad.