CAP. XX: Se resuelven las objeciones contra la divinidad del Espíritu Santo.

Los transilvanos, en el libro 2, capítulo 5, no presentan casi nada más contra la divinidad del Espíritu Santo, excepto el hecho de que, según ellos, en ninguna parte de las Escrituras se le llama Dios o Señor. Este argumento también fue empleado por los antiguos arrianos, como lo testifica Gregorio Nacianceno en el libro 5 sobre la Teología. Pero es fácil responder a ello, ya que es falso que no se le llame Dios, pues en Hechos 5 leemos: "Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo? No has mentido a los hombres, sino a Dios". Y en 1 Corintios 6: "Vuestros cuerpos son templo del Espíritu Santo". Y un poco más adelante: "Glorificad, pues, a Dios en vuestros cuerpos". Además, aunque el nombre "Dios" no apareciera en las Escrituras, ¿no sería suficiente si se demuestra claramente en las Escrituras que, por las obras que solo pertenecen a Dios, el Espíritu Santo es Dios? ¿Qué sucede cuando las Escrituras nunca dicen que el Espíritu Santo sea una criatura, pero los adversarios audazmente lo llaman criatura?

Los antiguos arrianos objetaban algunos pasajes de las Escrituras, los cuales, sin embargo, eran fácilmente explicados por los santos Padres. PRIMERO, objetaban el pasaje de Amós 4: "Yo soy el que forma el trueno y crea el espíritu". Pero Basilio responde en el libro 3 contra Eunomio que aquí "espíritu" se refiere al viento, no al Espíritu Santo, tal como en el Salmo 148 se dice "espíritu de las tormentas". Del mismo modo, todos los intérpretes de este profeta explican este pasaje, como Jerónimo, Teodoreto y Rupert.

SEGUNDO, objetaban Romanos 8: "El mismo Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables". Agustín, en el libro 1 contra Máximo, no muy al principio, responde con estas palabras: "Entiende bien la expresión y evitarás la blasfemia. Pues se dice que intercede con gemidos para que entendamos que nos hace interceder con gemidos". Y más adelante, el apóstol, cuando dice: "Clamando Abba, Padre", en otro lugar dice: "En quien clamamos, Abba, Padre", y explica lo que significa "clamando" diciendo "clamamos". Por lo tanto, ¿qué es "clamando" sino "haciendo clamar"? Así lo explica. Crisóstomo, en la homilía 14 sobre la epístola a los Romanos, también enseña que "clamando por el Espíritu Santo" debe entenderse como el don de la oración, por el cual el alma clama y gime.

TERCERO, objetaban el pasaje de Joel 2: "Derramaré de mi espíritu". Y en Juan 15: "Cuando venga el Espíritu de la verdad, que yo os enviaré del Padre". Pues, como refiere Agustín en el libro 2 sobre la Trinidad, capítulo 5, los arrianos enseñaban que el que es enviado es menor que quien lo envía, y dado que leían que el Hijo fue enviado por el Padre, y el Espíritu Santo por el Padre y el Hijo, concluían que el Hijo era menor que el Padre y el Espíritu Santo menor que ambos.

Pero Agustín responde que la misión en modo de mandato implica la excelencia del que manda, pero no toda misión implica mandato. Pues el Hijo y el Espíritu Santo no son enviados en virtud de un mandato, sino que simplemente se dice que son enviados porque el Hijo procede del Padre y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Y tanto el Hijo como el Espíritu Santo comenzaron en el tiempo a estar presentes de una manera nueva, manifiesta y visible en la creación. Pues el Hijo apareció en la carne, y el Espíritu Santo en la forma de una paloma y luego en lenguas de fuego.

Así, esta manifestación visible de una persona invisible que procede de otra es llamada "misión" en las Escrituras. Y Agustín concluye que esta misión no daña en absoluto la verdadera divinidad del Hijo o del Espíritu Santo, ya que ambos fueron enviados a lugares donde ya estaban con majestad invisible. Pues del Hijo se dice en Juan 1: "En el mundo estaba, y el mundo no lo conoció". Y más adelante: "Vino a los suyos". Y del Espíritu Santo se dice en el Salmo 138: "¿A dónde me iré de tu Espíritu?"

CUARTO, objetaban Juan 1: "Todas las cosas fueron hechas por medio de él". Crisóstomo, en la homilía 4 sobre Juan, responde que el evangelista añadió inmediatamente: "Y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho", para excluir la objeción de los arrianos y para que entendamos que no todo lo que existe fue hecho por el Verbo, sino solo todo lo que fue hecho. Cirilo y Agustín también leen: "Y sin él nada fue hecho". Lo que fue hecho en él era la vida, etc. Y responden a los arrianos que Juan habla sin duda de las criaturas cuando dice: "Todas las cosas fueron hechas por él". De lo contrario, también habría que decir que el Padre fue hecho por el Verbo, si todo lo que existe fue hecho por el Verbo.

Finalmente, objetaban el siguiente razonamiento: Hay dos modos de actuar, por naturaleza y por arte. Pues por naturaleza se engendran hijos, y por arte se fabrican obras. Ahora bien, solo el Verbo fue producido por Dios en modo natural, ya que es el Hijo unigénito; por lo tanto, el Espíritu Santo fue producido por arte, y por consiguiente es una obra.

Respondemos que el modo de actuar por naturaleza es doble en aquellos seres dotados de mente e inteligencia: uno es a través del entendimiento, y otro es a través de la voluntad. Pues el entendimiento produce naturalmente una idea, y la voluntad produce naturalmente amor. Sin embargo, la diferencia entre Dios y las criaturas es que Dios, al entender y amar, produce sustancia, mientras que las criaturas producen verdaderamente accidentes. Por lo tanto, el Verbo y el Espíritu Santo son verdaderas hipóstasis, mientras que el concepto de nuestra mente y el amor de nuestra voluntad no pueden ser llamados hipóstasis. Pero hablaremos más sobre esto en el próximo libro, si el Señor se digna ayudarnos.

LIBRO SEGUNDO Sobre la distinción personal del Padre y del Espíritu Santo, y sobre la procesión del Espíritu Santo desde el Hijo. CAP. I: Sobre la distinción de personas en la misma esencia.

Hasta ahora hemos mostrado que hay un solo y verdadero Dios, no solo el Padre, sino también el Hijo y el Espíritu Santo. Ahora, debemos demostrar que estas tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, son verdaderamente tres supuestos distintos, y no simplemente tres nombres o tres entidades de la razón. Esta cuestión debe discutirse debido a los mismos adversarios, a saber, los nuevos arrianos y los nuevos sabelianos.

Pues Valentín Gentilis y sus seguidores, aunque reconocen, junto con Arrio, que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres realidades distintas, no aceptan una distinción intrínseca en el mismo y verdadero Dios, de modo que la misma esencia está en los tres, y por tanto, no quieren que se llame al Padre la primera persona. De hecho, dicen que la primera persona es una persona sofística y, lo que es aún más horrible, diabólica, como se evidencia en la historia de Benito Aretius sobre el suplicio de Valentín Gentilis. Por esta razón, también se burlan de estos nombres: Esencia, Persona, Relación, Propiedad, etc.

Por otro lado, los transilvanos también reconocen que el Padre es distinto de Cristo, dado que consideran a Cristo como un mero hombre. Sin embargo, antes de la encarnación, no reconocen ninguna distinción en Dios, como se muestra en el libro 2, capítulo 4, donde dicen que el Verbo y el Espíritu Santo, que se mencionan en las Escrituras del Antiguo Testamento, son poderes o virtudes del Padre, no distintas en cuanto a persona, relación o propiedad. Por ello, también se burlan de todos estos términos en toda su obra.

Por lo tanto, PRIMERO discutiremos estos términos y demostraremos que derivan de la Escritura y de los Padres más antiguos. SEGUNDO, probaremos que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son verdaderamente tres personas distintas en realidad, aunque, como mostramos en el libro anterior, son un solo Dios. TERCERO, resolveremos las principales dificultades en torno a este inefable misterio, en el que creemos y enseñamos que hay un solo Dios en número, pero tres personas realmente distintas. CUARTO, discutiremos en particular la distinción del Hijo respecto al Padre, debido a aquellos que afirman que el Hijo es αὐτόθεον (Dios por sí mismo). QUINTO, sobre la distinción de ese mismo Hijo respecto al Espíritu Santo, o lo que es lo mismo, sobre la procesión del Espíritu Santo desde el Hijo.