CAP. XIX: Se resuelve el sexto argumento.

La última objeción es la siguiente: Es más bienaventurado dar que recibir, como dijo el Señor, según el testimonio de los Hechos 20. Esto también puede demostrarse con la razón, pues dar es propio del rico y perfecto, mientras que recibir es propio del necesitado e imperfecto. Pero el Padre da y el Hijo recibe. Pues el Padre le dio poder al Hijo, como dice en Mateo 28: "Me ha sido dado todo poder, etc." Le dio la vida, en Juan 5: "Le dio el poder de tener vida en sí mismo". Le dio sabiduría, en el mismo lugar: "El Padre ama al Hijo y le muestra todas las cosas". Y en Juan 15: "Todo lo que he oído de mi Padre, os lo he dado a conocer". Finalmente, todo lo que el Hijo tiene, lo tiene del Padre, como se dice en Mateo 11: "Todo me ha sido entregado por mi Padre". Por lo tanto, no son iguales el Padre y el Hijo, y mucho menos son un solo Dios.

No satisfará quien responda que el Padre da todas las cosas al Hijo, pero de manera natural y necesaria, no libre y gratuitamente; y que solo es más bienaventurado dar que recibir cuando uno da libremente. Pues incluso quien da naturalmente es más perfecto que quien recibe, como se ve en la relación entre la forma y la materia, el cielo y la tierra, y similares. Los arrianos añadían además que, aunque el Hijo tiene todo lo que tiene del Padre, no tiene absolutamente todo lo que el Padre tiene. Pues en Mateo 20, el Hijo dice: "Sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre".

RESPONDO: Solo es más bienaventurado dar que recibir cuando quien recibe está en potencia para recibir; y, por lo tanto, es necesitado e imperfecto. El Hijo de Dios recibió la vida de tal manera que nunca dejó de estar vivo; recibió poder y sabiduría de tal manera que nunca fue débil ni ignorante, pues recibió todo esto en su nacimiento. Sin embargo, nació desde la eternidad y nació perfecto. Agustín, en el libro 3 contra Máximo, capítulo 24, dice: "Es más bienaventurado dar que recibir, pero esto es en esta vida, donde hay pobreza, por lo que la abundancia es ciertamente mejor". Consulta a Agustín y Crisóstomo en Juan 5, donde explican que el Padre muestra al Hijo no enseñándole, sino engendrándole, y que el Hijo escucha al Padre no aprendiendo, sino naciendo. Se dice que el Padre muestra y que el Hijo escucha porque el Padre, al comunicar la esencia, también comunica el conocimiento.

Respecto a la confirmación tomada de Mateo 20, digo con Jerónimo, Crisóstomo y Cirilo en el libro 10 del Tesoro, capítulo 5, que Cristo quiso decir: "No es mío, que soy justo y sabio, darles a ustedes los primeros lugares porque son mis amigos o parientes, sino a aquellos que los merezcan. Pues el Padre ha destinado esos lugares para ellos desde la eternidad; y no los destinó sin el Verbo y el Espíritu Santo".

Pero, objeción: aquellos lo merecían, pues el Señor dijo: "¿Podéis beber el cáliz, etc.?" Y respondiendo ellos: "Podemos", Él dijo: "Ciertamente beberéis mi cáliz, pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda, etc." RESPONDO: A través de beber el cáliz merecieron el reino, pero no por ello los primeros lugares. Pues que todas las cosas sean absolutamente comunes al Padre y al Hijo queda claro en Juan 16: "Todo lo que tiene el Padre es mío". Y en Juan 17: "Todo lo tuyo es mío".