CAP. II: Se explica la opinión de los nuevos arrianos.

En cuanto a lo segundo, la doctrina de Valentín Gentilis y de otros que fueron sus compañeros o discípulos enseña tres cosas.

Primero, afirman que hay tres espíritus eternos: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, diferentes en número esencialmente. Así lo enseña el propio Gentilis en las proposiciones 20 y 23, y lo relata Benedicto Aretius al inicio de su historia sobre el suplicio de Valentín Gentilis. Esta opinión fue sostenida antiguamente por los peratas, según Teodoreto en el libro 1, capítulo 18 de Haereticarum fabularum. Pues ellos decían que la Trinidad eran tres dioses, tres mentes, etc. También fue sostenida por Juan Filopón, como lo relatan Suidas bajo la entrada de "Juan el Gramático" y Nicéforo en el libro 18 de Historiarum, capítulo 48, quien además en el capítulo 46 dice que Filopón vivió en tiempos del emperador Focas, alrededor del año 604 después de Cristo.

También un francés enseñó lo mismo en tiempos de San Anselmo, alrededor del año 1090, contra quien escribió el propio Beato Anselmo su libro De incarnatione Verbi. Igualmente, parece que alrededor del año 1190 lo enseñó el Abad Joaquín, pues sostenía que las tres personas no son una sola cosa o esencia numérica, sino solo una colección, así como muchos fieles son llamados una sola Iglesia. Esto se puede ver en el Concilio Lateranense bajo Inocencio III, capítulo 2. Finalmente, según relata Bernardo de Luceburgo, Raimundo Lulio alrededor del año 1260 enseñó que las tres personas son tres esencias.

Segundo, enseñaron Gentilis y sus seguidores que estas tres personas no son iguales, sino que el Padre es mucho más eminente que las demás, de modo que debe ser llamado el "esenciador" y las otras dos "esenciadas". Así lo afirma Gentilis en el libro Antidotorum, en el antídoto 3, folio 26, donde dice que es propio del Padre ser llamado el único y solo Dios. Declaraciones similares se encuentran en las proposiciones 8, 10, 22, 24, 38 y 40. De esta manera, los nuevos triteístas se han desviado desde Filopón hacia Arrio. Pues Arrio fue el primero en enseñar que el Hijo es menor que el Padre, según Epifanio en la herejía 69. Arrio surgió alrededor del año 324 después de Cristo, según lo relata Teodoreto en el libro 4 de Haereticarum fabularum.

Tercero, enseñaron que el Hijo de Dios no fue hecho de la nada ni engendrado en el tiempo, sino que es eterno y fue engendrado de la sustancia del Padre. Esto lo afirma Gentilis en las proposiciones 11 y 21. Esta opinión era sostenida por los arrianos más recientes, pues como enseña San Agustín en el libro 6 de De Trinitate, capítulo 1, los arrianos posteriores concedieron que el Hijo es eterno, aunque Arrio había sostenido lo contrario. De hecho, Maximino, según San Agustín en el libro 1, confiesa que el Hijo no fue hecho de la nada, sino engendrado de la sustancia del Padre, según la opinión del Concilio de Ariminum. Quizás no estaría fuera de lugar citar aquí algunas de las proposiciones de Valentín, para que el lector pueda conocer más claramente la opinión de los nuevos arrianos a partir de sus propias palabras.

Proposición sexta: El Padre no es una hipóstasis o persona en un solo Dios; sino, según el testimonio del apóstol, es el único Dios de quien proceden todas las cosas.

Séptima: Solo el Padre es el único Dios, es decir, no tiene principio ni origen.

Octava: Solo el Padre es "autotheos" (αὐτόθεος), es decir, no fue esenciado por ningún ser superior, sino que es Dios por sí mismo.

Novena: Quien distingue a un solo Dios en tres propiedades o personas o se engaña a sí mismo, o necesariamente divide y disgrega la sustancia del único Dios.

Décima: Dios tuvo el poder de engendrar y propagar porque quiso, y por eso engendró al Logos (λόγον) antes de los siglos y propagó al Espíritu.

Undécima: La sustancia eterna del Logos tiene principio y origen en Dios en cuanto es engendrada y distinta, no en cuanto es. Pues no fue creada de la nada, ni hecha de alguna materia inexistente, sino engendrada de la inmensa sustancia de ese supremo Dios.

Vigésima: El engendrado difiere del engendrador en número sustancial, no en poder, voluntad o diversidad de naturaleza.

Vigésima primera: Un solo Dios y su Logos son dos sustancias inteligentes de la misma naturaleza, es decir, dos espíritus eternos consustanciales, distinguidos en grado, orden y propiedad.

Vigésima segunda: No pueden existir múltiples espíritus de una inmensa sustancia.

Vigésima cuarta: Solo el Padre es un espíritu "agénito" (ἀγένητος), autor del universo e inmensa sustancia; pero el Hijo es un espíritu engendrado de Dios de manera inefable, ejecutor de la voluntad del Padre, y, según el modo de su generación, circunscriptible.

Trigésima tercera: La confusión de los tres en un solo y mismo espíritu en número fue el fundamento y origen de todos los errores.