- Tabla de Contenidos
- CAP. I: Sobre la distinción de personas en la misma esencia
- CAP. II: Sobre las palabras que utilizamos para explicar este misterio
- CAP. III: Sobre las palabras “Esencia” y “Homousios”
- CAP. IV: Sobre los términos “Hipóstasis” y “Sustancia”
- CAP. V: Sobre los demás términos
- CAP. VI: Se demuestra la distinción de las Personas
- CAP. VII: Se refuta el primer argumento contra la distinción de las personas en la misma esencia
- CAP. VIII: Se refuta el segundo argumento
- CAP. IX: Se refuta el tercer argumento
- CAP. X: Se refuta el cuarto argumento
- CAP. XI: Se refuta el quinto argumento
- CAP. XII: Se refuta el sexto argumento
- CAP. XIII: Se refuta el séptimo argumento
- CAP. XIV: Se refuta el octavo argumento
- CAP. XV: Se refuta el noveno argumento
- CAP. XVI: Se refuta el decimo argumento
- CAP. XVII: Se refuta el undécimo argumento
- CAP. XVIII: Se refuta el duodécimo argumento
- CAP. XIX: ¿Es el Hijo de Dios Autotheos?
- CAP. XX: Sobre la procesión del Espíritu Santo desde el Hijo
- CAP. XXI: Sobre el origen de esta herejía
- CAP. XXII: Se demuestra por las Escrituras que el Espíritu Santo procede del Hijo
- CAP. XXIII: Lo mismo se prueba con los testimonios de los Concilios
- CAP. XXIV: Lo mismo se prueba a partir de los Padres Latinos
- CAP. XXV: Lo mismo se prueba a partir de los Padres Griegos
- CAP. XXVI: La misma cuestión se confirma por la razón
- CAP. XXVII: Se responden los argumentos de los griegos
- CAP. XXVIII: Se demuestra que fue correcta la adición de "FILIOQUE"
- CAP. XXIX: Se resuelven las objeciones de los griegos
- CAP. XXX: La discusión se concluye con el testimonio divino
CAP. X: Séptima Clase basada en los Padres.
La verdad católica debe ser probada con la doctrina de los Padres. Aunque los adversarios atribuyen poco o nada a los Padres, consideran a los que existieron antes del Concilio de Nicea como propios, tales como Ignacio, Justino, Ireneo, Tertuliano, y Cipriano. A otros, aunque admiten que son contrarios a ellos, citan los testimonios de Hilario, Crisóstomo, Ambrosio, Cirilo, Jerónimo y Agustín en contra de nosotros, para mostrar que los Padres fueron variados y que se contradecían entre sí, obligados por la evidencia de la verdad. De este modo intentan debilitar brevemente nuestro argumento basado en el consenso de los Padres de todas las épocas. Por lo tanto, presentaremos testigos que coinciden en todas las épocas, especialmente antes del Concilio de Nicea.
De la PRIMERA EDAD, que se extiende hasta el año cien después de Cristo, tenemos a Clemente, Ignacio, Dionisio, y Marcial. El primero que se presenta es CLEMENTE, quien en el libro 8 de las Constituciones, capítulo 16, dice que el Padre engendró al Hijo sin mediación antes de todas las cosas, lo que equivale a decir que el Hijo no fue creado, sino que surgió del Padre de manera natural y necesaria. Pues, como enseña Basilio en el libro 4 contra Eunomio, "nada hecho es obra inmediata de un artífice, porque la operación media, y entre Dios y las criaturas media la voluntad de crear; ya que, una vez que Dios existe, no inmediatamente existe la criatura, pero una vez que Dios existe, inmediatamente existe su Verbo." Asimismo, en el capítulo 17, después de recitar el "Santo, Santo, Santo", añade explicando: "Santo es Dios Padre, Santo es el Hijo," etc. Y en el capítulo 18, al final, dice a Dios: "A ti toda la gloria, el honor y la adoración, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por todos los siglos de los siglos." Basilio cita un pasaje similar de este Clemente en el libro sobre el Espíritu Santo, capítulo 29.
El BEATO DIONISIO AREOPAGITA, discípulo de San Pablo, en el libro Sobre los Nombres Divinos, capítulo 1, dice:
"Por tanto, en casi toda la doctrina teológica vemos que la suprema divinidad es celebrada santamente como singular y única, debido a su simplicidad y unidad indivisible; pero también como Trinidad, debido a la expresión de la superesencial fecundidad en tres hipóstasis." Y más adelante dice que esta suprema esencia asumió la carne humana en una de sus hipóstasis. Cosas similares se encuentran en el capítulo 3 de la Teología Mística.
SAN MARCIAL, en la primera carta a los Burdigalenses, capítulo 20, dice: "No debéis pensar en nada separado en la divinidad de la Trinidad." Y más adelante: "Y estas tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, son distintas en las personas, pero en la divinidad es un solo Dios indivisible." Sospecho por muchas razones que esta carta no es de aquel Marcial que se dice que fue discípulo de Cristo; sin embargo, sea de quien sea, no tiene nada a favor de los adversarios, sino todo a nuestro favor.
SAN IGNACIO, discípulo del apóstol Juan y mártir, en su carta a los Filipenses, dice que no debe creerse en un solo ser con tres nombres, ni en tres encarnados, sino en tres que poseen el mismo honor. Y más adelante: "Si es Dios y hombre, ¿por qué llamas injustamente al Señor de la gloria, quien por naturaleza es inmutable?" Y más adelante: "Aquello de 'Si eres el Hijo de Dios' es un argumento de ignorancia. Pues si realmente lo hubieras conocido, sabrías que igual que el Creador de todas las cosas puede hacer lo que no existe y cambiar lo que ya existe." En la carta a los Filadelfios: "Si alguien dice que hay un solo Dios, y confiesa a Cristo Jesús, pero piensa que él es solo un hombre, tal persona es una serpiente, predicando engaño y error, para la ruina de los hombres, y es de la misma opinión que el Ebionismo." NOTA, este pasaje se opone propiamente a los nuevos Ebionitas, quienes consideran a Cristo como un simple hombre. Pues, dado que en hebreo אביון (Ebion) significa "pobre", Ignacio llama a los Ebionitas pobres en entendimiento de manera elegante.
De nuevo, en la carta a los Antioquenos, Ignacio dice:
"Rechazad todo error pagano y judío, para que no introduzcáis una multitud de dioses, ni neguéis a Cristo bajo el pretexto de un solo Dios. Pues Moisés, fiel siervo de Dios, al decir 'El Señor tu Dios es uno', y al proclamar a Dios como único y solo, inmediatamente confesó también a nuestro Señor, diciendo: 'El Señor hizo llover fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra desde el Señor.'" Y más adelante: "Cualquiera que proclame un solo Dios y niegue la divinidad de Cristo, es un diablo y enemigo de toda justicia." En la carta a Policarpo, Ignacio dice: "Espera a Cristo, el Hijo de Dios, en el tiempo, quien carece de todo tiempo, palpable, rechazando todo contacto, como incorpóreo." Todo esto está expresamente en contra de los transilvanos, que hacen de Cristo un hombre temporal y simple. También están en contra de los nuevos triteístas y arrianos, que, aunque admiten que Cristo es eterno, niegan que sea verdadero Dios. De esto también se puede concluir fácilmente cómo deben entenderse los pasajes que citan de Ignacio Valentín Gentilis y los transilvanos en el libro 2, capítulo 6.
PRIMERO, presentan la carta a los Magnesianos, donde se dice: "Él proclamó un solo y verdadero Dios, su Padre." Entonces, dice el hereje, solo el Padre es el verdadero Dios. RESPONDO, ese "solo" separa al Padre de Cristo de aquellos que no son de la misma sustancia que él. El sentido es que el Padre de Cristo es ese Dios que es el único y verdadero Dios. Lo mismo puede decirse del Hijo y del Espíritu Santo. Pues, ya que hay una sola verdadera divinidad, el Padre es ese Dios que es el único y verdadero Dios; el Hijo es ese Dios que es el único y verdadero Dios; y el Espíritu Santo es ese Dios que es el único y verdadero Dios. Finalmente, Ignacio no dijo nada más que lo que Cristo mismo ya le había dicho a su Padre: "Que te conozcan a ti, el único Dios verdadero."
SEGUNDO, presentan la carta a los Tarsenses, donde Ignacio dice que Cristo es el Hijo del Creador, y que no es aquel que es Dios sobre todas las cosas, sino su Hijo. RESPONDO, Cristo es el Hijo del Creador de tal manera que él mismo es también ese mismo Creador, como Ignacio mismo dice en la carta a los Filipenses. La razón de esto es que el Padre, al engendrar, comunicó toda su esencia al Hijo, y por ello también toda su potencia y sabiduría, con la cual el mundo fue creado. Además, Ignacio dice que solo el Padre es Dios sobre todas las cosas debido a la autoridad del principio, no a la diversidad de naturaleza. De lo contrario, estaría en contra de Pablo en Romanos 9, y también de sí mismo, quien afirma en la carta a los Filipenses que el Padre y el Hijo son del mismo honor.
TERCERO, presentan la carta a los Filipenses, donde se expone acerca del Padre aquello de Deuteronomio 6: "El Señor tu Dios es uno." Y más adelante introduce a Cristo hablando con Satanás: "Conozco a uno, sé de uno solo, no soy contrario a Dios, confieso la excelencia." RESPONDO, Ignacio desea probar a partir del pasaje de Deuteronomio 6 que hay un solo Padre, y no muchos Padres, como también enseña más adelante que hay un solo Hijo, y no muchos. Por lo tanto, prueba esto de la mejor manera posible: "El Señor Dios es uno", Deuteronomio 6. "Por lo tanto, solo hay un Dios Padre, pues si hubiera muchos Padres, no podrían ser un solo Señor Dios." Ahora bien, el Padre y el Hijo son un solo Dios, porque uno es del otro. Además, el Hijo confiesa la excelencia del Padre solo en cuanto principio; por eso inmediatamente añade: "Conozco al autor de mi generación, el Padre." Sin embargo, este pasaje podría entenderse acerca de Cristo como hombre: Cristo hombre está hablando al diablo, y entonces todo encajaría perfectamente, pues Cristo, como hombre, es verdaderamente menor que el Padre, y puede llamar al Padre su Dios y Señor, como él mismo dice en Juan 20: "Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios."
CUARTO, presentan las últimas palabras de la carta a los Antioquenos: "Salud a Dios y a Cristo." RESPONDO, aquí se distingue a Cristo de Dios en razón de su humanidad; pues de lo contrario, en esta carta Ignacio llama diablo a quien niega la divinidad de Cristo bajo el pretexto de un solo Dios.
FINALMENTE, se presenta un pasaje de la carta a los Efesios: "Nuestro médico es el único verdadero Dios no engendrado e invisible", etc. RESPONDO, este pasaje se lee de diferentes maneras; pues algunos ejemplares más antiguos dicen: "Nuestro médico es el único verdadero Dios unigénito e invisible, el Padre y engendrador de todos los unigénitos." Otra lectura se encuentra en Teodoreto, en el primer diálogo, donde se cita así: "Nuestro médico es engendrado del no engendrado", etc. Atanasio, en el libro sobre los Sínodos de Rimini y Seleucia, cita este pasaje de esta manera: "Nuestro único médico corporal y espiritual, engendrado y no engendrado, Dios en el hombre", etc. Expone "no engendrado" como "no creado". Sin embargo, incluso la primera lectura no contradice nuestra postura. Pues, después de que Ignacio dijo: "Nuestro médico es el único verdadero Dios no engendrado", añadió: "Pero también tenemos un médico, Jesucristo, el unigénito Verbo antes de los siglos." De lo cual entendemos que esa exclusión ("único") cuando Ignacio dijo: "El médico es el único verdadero Dios no engendrado" no excluía al Hijo de Dios, sino a las cosas creadas, que no son de la misma esencia que el verdadero Dios no engendrado.
SEGUNDA EDAD, hasta el año 200, tenemos a otros cuatro Padres: Justino, Atenágoras, Ireneo y Clemente de Alejandría. JUSTINO, en su libro Sobre la recta explicación de la fe, al principio, dice:
"Hay verdaderamente un solo Dios del universo, que es reconocido en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pues cuando el Padre engendró al Hijo de su sustancia, y de la misma produjo al Espíritu, con justa razón, al tener una y la misma esencia, son dignos de una y la misma divinidad." Y más adelante demuestra que el Hijo y el Espíritu no son criaturas, sino un solo Dios creador con el Padre. En su Apología al Senado, dice: "Además, su Hijo, que propiamente es llamado Hijo, el Verbo, existió y nació juntamente con él antes de las criaturas, ya que por él creó y adornó todo desde el principio." En su Apología a Antonino, al inicio, dice: "Profesamos que estamos apartados de los dioses que se consideran como tales, y que somos ateos de ellos, pero no del verdadero Dios, Padre de la justicia, la castidad y las demás virtudes. A este mismo Dios, y a su Hijo que de él procede, y al Espíritu profético, los veneramos, adoramos y rendimos culto con razón y verdad", etc. Aquí opone el culto de la Trinidad al culto de los ídolos y de los falsos dioses, y por lo tanto enseña que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el verdadero Dios. En el mismo lugar, más adelante, quiere que aquellas palabras de Éxodo 3, "Yo soy el que soy", hayan sido dichas por Cristo. "Pues", dice, "cuando a Moisés en la zarza se le dijo: 'Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, el Dios de tus padres', también se significó que estos muertos vivían y que eran hombres de Cristo."
Repite lo mismo en detalle en su Diálogo con Trifón, donde también, cerca del final, enseña que el Padre y el Hijo son verdaderamente dos, pero de una misma esencia:
"La fuerza", dice, "no puede separarse ni estar apartada del Padre de ninguna manera." Y más adelante: "He explicado que esta fuerza, que el discurso profético llama Dios, no debe contarse meramente como la luz del Sol, sino que también en número es algo distinto, diciendo que esta fuerza fue engendrada por el Padre, no separada de su esencia como si hubiera sido cortada, ya que todas las cosas divididas y seccionadas no son las mismas que antes de ser cortadas."
De estos pasajes se resuelve la objeción de Gentilis sobre Justino. Objeto que, en el Diálogo con Trifón, Justino dice que Cristo es otro Dios aparte del creador del mundo. Pero Justino no dice esto, sino que solo enseña que es otro, es decir, otra persona, que es y es llamada Dios y Señor, aparte del Padre, a quien se atribuye la creación del mundo. Estas son sus palabras:
"ἐστι καὶ λέγεται Θεὸς καὶ κύριος ἕτερος ὑπὲρ τὸν ποιητὸν τῶν ὅλων" ("Es y es llamado Dios y Señor, otro, más allá del creador de todas las cosas"), donde ese "ἕτερος" no se une con "Dios", sino con el verbo "ἐστὶ", de modo que el sentido es: "Otro, aparte del creador del mundo, es y es llamado Dios." También, "οὗτος ὁ τῷ Αβραὰν, καὶ τῷ Ιακὸβ, καὶ τῷ Μωσεῖ ὦφθαι λελεγμένος καὶ γεγραμμένος Θεὸς ἕτερος ἔστι τοῦ τὰ πάντα ποιήσαντος Θεοῦ" ("Este, que se apareció a Abraham, Isaac y Jacob, y fue llamado y escrito como Dios, es otro distinto de aquel que hizo todas las cosas"). Y explicando inmediatamente cómo es otro, añade: "ἀριτμῷ λέγω, οὐ γνώμῃ" ("Digo en número, no en pensamiento"), es decir, en persona, no en esencia.
DIRÁS: Si Cristo se distingue del creador del mundo, entonces no es él mismo el creador del mundo. RESPONDO: Se describe al creador del mundo como el Padre, porque a él se le suele atribuir el poder y la creación. Pues de otro modo, Justino enseñó clarísimamente en su Apología al Senado que también el Hijo es el creador del mundo.
ATENÁGORAS, en su Apología a Antonino, dice:
"El Hijo de Dios es la razón y el Verbo del Padre en forma y eficacia. Porque todo ha sido hecho por él y a través de él, ya que el Padre y el Hijo son uno, y el Hijo está en el Padre, y el Padre en el Hijo." Y más adelante: "El primer germen del Padre es el Hijo, no como algo hecho. Pues desde el principio Dios, siendo mente eterna, tenía en sí mismo la razón y el Verbo." Y más adelante: "¿Quién, entonces, no quedaría mudo si escuchara que se nos llama ateos, nosotros que decimos que el Dios Padre, el Hijo Dios y el Espíritu Santo son uno, demostrando su poder en la unidad y su distinción en el orden?" Y mucho más adelante: "Reconocemos a Dios, su Verbo y el Espíritu Santo con igual honor y poder."
SAN IRENEO, en el libro 3, capítulo 6, dice:
"Ni el Señor, ni el Espíritu Santo, ni los Apóstoles alguna vez llamaron definitiva y absolutamente Dios a quien no era Dios, si no era verdadero Dios, ni llamaron Señor a nadie de su parte, si no era quien domina sobre todas las cosas, es decir, Dios Padre y su Hijo." Y más adelante: "Verdaderamente, pues, como el Padre es Señor, también el Hijo verdaderamente es Señor, y con razón el Espíritu Santo los selló con el título de Señor." Libro 3, capítulo 8: "Aquel que hizo todas las cosas con su Verbo, es justamente llamado el único Dios y Señor; pero las cosas creadas ya no pueden recibir ese mismo nombre, ni con razón pueden asumir ese título que es del Creador." Libro 3, capítulo 12: "Los Apóstoles anunciaron que este es Cristo, el Hijo eterno de Dios, su Rey." Y en el capítulo 16: "Como ha sido claramente declarado, ya que los predicadores de la verdad, los Apóstoles de la libertad, no llamaron a nadie más Dios o Señor, excepto al único verdadero Dios, el Padre, y a su Verbo, quien tiene el dominio sobre todo: será manifiestamente demostrado que ellos confesaron al Hacedor del cielo y de la tierra, quien habló con Moisés y dio la disposición de la ley, y quien convocó a los Patriarcas, el Señor Dios, y no conocieron a otro." Y en el capítulo 20: "Toda contradicción de aquellos que dicen que Cristo no existía antes ha sido excluida. Pues hemos demostrado que el Hijo de Dios no comenzó a existir entonces, sino que ha estado siempre con el Padre." Libro 4, capítulo 11: "Cristo mismo", dice, "es el Dios de los vivos con el Padre, quien también habló con Moisés y quien se manifestó a los Patriarcas."
Pero Gentilis y los transilvanos objetan muchas cosas de Ireneo. PRIMERO, toman el pasaje del libro 1, capítulo 2:
"La Iglesia ha recibido la fe en un solo Dios Padre todopoderoso, que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos; y en un solo Jesucristo, el Hijo de Dios, encarnado por nuestra salvación; y en el Espíritu Santo", etc. Donde se dice que el único Dios todopoderoso y creador es el Padre, y que Jesucristo, el Hijo de este único Dios creador, es llamado así. De lo cual parece seguirse que Cristo no es el único Dios creador con el Padre.
RESPONDO: Aquí la palabra "UNO" se refiere a Dios, no al Padre. El sentido no es que solo el Padre sea Dios creador, sino que el Padre es ese Dios que es el único y solo creador del cielo y de la tierra. Lo que no se dice también del Hijo como "ese único Dios creador" es porque Ireneo está recitando aquí el Símbolo de la fe, y el Símbolo debe ser lo más breve posible, y por eso no se repiten cosas que se pueden deducir de lo dicho. Sin embargo, se podía entender que el Hijo es también ese único Dios creador, tanto porque, como enseña Cirilo en la explicación del Símbolo Niceno, el Hijo está implícito en el Padre, como porque ya se había dicho que solo hay un Dios; y, sin embargo, la fe en Dios se decía ser fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. De ahí que el mismo Ireneo, en los pasajes que hemos citado, dice que Cristo es Dios y Señor creador y eterno, y sin embargo, siempre repite que solo hay un Dios.
SEGUNDO, citan muchos pasajes del libro 2, capítulo 3, y del libro 3, capítulos 6, 9, 11, 12, 16, 18, y del libro 4, capítulos 1, 2 y 37, y del libro 5, donde Ireneo repite frecuentemente que el Dios de Israel, creador del cielo y de la tierra, es el Padre de Cristo, y que Cristo hubiera sido un engañador si hubiera predicado otro Dios distinto de su Padre, etc. De aquí deducen que Cristo no es el mismo Dios único con el Padre, ya que el Padre y el Hijo se distinguen y son dos, no uno; y que uno de ellos es llamado el Dios de Israel creador.
RESPONDO: Ireneo repite esto tan frecuentemente debido a Valentín y Marción, los herejes, que introducían otro creador y Dios de Israel distinto del Padre de Cristo. Sin embargo, del hecho de que el Padre de Cristo sea llamado Creador y Dios de Israel, no solo no se sigue que el Hijo no sea el mismo Creador y Dios de Israel, sino que más bien se sigue que lo es. Pues así como el hombre engendra al hombre y el Rey engendra al Rey, también el Creador engendra al Creador y Dios engendra a Dios, con esta diferencia, que, como la naturaleza divina es indivisible, Dios engendra al mismo Dios en número, aunque distinto en persona; mientras que el hombre engendra a otro hombre de la misma especie, pero no el mismo en número.
TERCERO, objetan que Ireneo expone acerca solo del Padre, y no de la Trinidad, aquellas palabras de Deuteronomio 6: "Escucha, Israel, el Señor tu Dios es uno." Pues así dice en el libro 4, capítulo 2: "Cristo confiesa a su Padre, a quien también la ley anuncia, diciendo: 'Escucha, Israel, el Señor tu Dios es uno.'"
RESPONDO: Ireneo no dice que este pasaje debe entenderse solo del Padre, ni tampoco nosotros lo entendemos de la Trinidad de tal manera que no se entienda también de cada persona por separado. Pues la Trinidad no es, como sueñan los adversarios, distinta del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Sino que lo que se dice de cada persona por separado, se dice también de todas juntas, y viceversa, excepto por las propiedades personales.
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, en el libro 1 del Pedagogo, capítulo 6, dice:
"Pero el hecho de que el Hijo, siendo Dios, no haya aprendido nada, es coherente. Pues nadie es mayor que el Verbo, ni existe maestro o doctor de él, que es el único maestro. ¿No admitirán, entonces, aunque sea de mala gana, que el Verbo perfecto procede del perfecto Padre?" En el libro 3, capítulo último, al final, dice así: "Alabemos al único Padre, y al Hijo junto con el Espíritu Santo, quien es todo en todo, en quien están todas las cosas, por quien son todas las cosas, quien es en todo bueno, en todo bello, en todo sabio, en todo justo; a quien sea la gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén." Finalmente, testifica Rufino en su Apología en defensa de Orígenes, que este Clemente, en todos sus escritos, celebra la gloria y majestad única de las tres personas.
TERCERA EDAD, tenemos otros seis Padres. En primer lugar, Orígenes, discípulo de Clemente. En sus escritos, se encuentran blasfemias clarísimas contra el Hijo de Dios y el Espíritu Santo, como es evidente en la epístola de Epifanio a Juan de Jerusalén y en la epístola de Jerónimo a Avito sobre los errores de Orígenes. Sin embargo, es muy creíble que estas blasfemias hayan sido insertadas posteriormente por los arrianos, como enseña Rufino en su Apología en defensa de Orígenes. Pues también se encuentran en sus escritos sentencias completamente católicas, y Atanasio, en su epístola Sobre los decretos del Concilio de Nicea, cita a Orígenes en contra de los arrianos y añade que los arrianos no pudieron citar a ningún Padre antiguo en apoyo a su error.
Además, tanto el maestro de Orígenes, Clemente, como su discípulo, Gregorio Taumaturgo, tenían la correcta visión sobre la Trinidad. ¿Cómo es probable, entonces, que Orígenes tuviera una visión tan errónea? Orígenes, en el libro 7 de su Comentario a los Romanos, exponiendo el capítulo 9, dice:
"Me asombra cómo algunos, al leer que el Apóstol dice: 'Un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas, y un solo Señor Jesucristo, por quien son todas las cosas', niegan que se deba confesar al Hijo de Dios como Dios para no parecer que están diciendo que hay dos dioses. ¿Y qué harán con este pasaje del Apóstol, en el cual claramente se dice que Cristo es Dios sobre todas las cosas? Pero no advierten los que piensan así, que, del mismo modo que el Señor Jesucristo no es llamado el único Señor para que el Padre no sea llamado Señor, así también el Padre no es llamado el único Dios para que el Hijo de Dios no sea creído como Dios. Ambos son uno y el mismo Dios." Además: "Aquel que está sobre todos, no tiene a nadie sobre él: porque no es que el Hijo sea posterior al Padre, sino que procede del Padre." Y más adelante: "Se manifiesta claramente la naturaleza de la Trinidad, y que la sustancia es una y la misma, la cual está sobre todas las cosas." Esto es lo que dice Orígenes, y ciertamente es clarísimo.
San Gregorio Taumaturgo, obispo de Neocesarea, en su Confesión de Fe, que se encuentra en Eusebio a través de la versión de Rufino, en el libro 7 de su Historia, capítulo 25, y en Gregorio Nacianceno en su Oración sobre Gregorio Taumaturgo, y en los tomos de los concilios antes del V Sínodo, dice: "El Verbo de Dios es el verdadero Hijo del verdadero Padre, Dios de Dios, invisible de lo invisible, eterno de lo eterno." Y añade:
"La Trinidad perfecta, en majestad, eternidad y reino, de ninguna manera es dividida." Además: "En la Trinidad no se encuentra nada que sea servil, ni creado, ni añadido."
San Dionisio de Roma, obispo, escribió volúmenes notables, de los cuales Atanasio, en su epístola Sobre la sentencia de Dionisio de Alejandría, dice:
"Además, en los volúmenes de Dionisio, obispo de Roma, escritos contra aquellos que afirman que el Hijo de Dios es una obra o una criatura, se muestra claramente que la herejía de los arrianos, rebeldes a Cristo, no fue condenada por primera vez, sino que fue condenada desde hace mucho por todos." Y en la epístola Sobre los decretos del Concilio de Nicea, más adelante, Atanasio cita estas palabras de Dionisio, obispo de Roma: "Oigo que algunos de vuestros maestros del divino Verbo, que profesan esta opinión, luchan abiertamente contra los postulados de Sabelio: porque aquel blasfema diciendo que el Hijo es el Padre, y el Padre el Hijo. Pero estos, de alguna manera, constituyen tres dioses, al dividir la santa unidad en tres sustancias extrañas. Es necesario que el Verbo de Dios se una a Dios y permanezca en él, y que el Espíritu Santo esté en el mismo; y que la santa Trinidad se consuma y se una en un solo Dios omnipotente, que es la cúspide y el principio de todas las cosas." Y más adelante: "Pues la doctrina vana de Marción instituye la división de la monarquía en tres principados, lo cual es una invención diabólica, no de los verdaderos discípulos de Cristo. Ellos, sabiendo que las sagradas Escrituras predican claramente la Trinidad, no reconocen que tres dioses sean inducidos ni por el Antiguo ni por el Nuevo Testamento. Sin embargo, no menos reprenderías a quienes creen que el Hijo de Dios es una obra y piensan que el Señor es una criatura, cuando las sagradas Escrituras le atribuyen generación, no formación o creación." Y más adelante: "Por lo tanto, no se debe dividir la admirable y divina unidad en tres deidades, ni disminuir la dignidad y majestad inmensa bajo el nombre de creación." Y más adelante: "Así, la divina Trinidad y la confesión de la monarquía pueden ser preservadas." Estas palabras son de él, quien, hace más de mil trescientos años, condenó no solo a los arrianos, que aún no habían nacido, sino también a los triteístas y sabelianos de nuestro tiempo.
San Dionisio de Alejandría, obispo, habiendo sido acusado ante el obispo de Roma, Dionisio, de haber dicho que el Hijo de Dios era una criatura, escribió una apología, de la cual Basilio cita algunos pasajes en su libro Sobre el Espíritu Santo, capítulo 29. Atanasio también, en su epístola Sobre la sentencia de Dionisio de Alejandría, menciona muchas cosas, entre ellas estas:
"Ya que él es el resplandor de la luz eterna, de todas maneras, él también es eterno." Y más adelante: "De esta manera extendemos la unidad, que es indivisible, en una Trinidad, y perfeccionamos la Trinidad, que no puede ser disminuida, en la unidad; y, sin embargo, somos acusados de decir que el Hijo es uno de los seres creados y no consustancial con su Padre." Y más adelante: "Muestro que es falso el cargo que me imputan, de que negué que Cristo sea consustancial con Dios." Esto es lo que dijo.
Tertuliano, en el libro 4 contra Marción, más adelante, dice:
"Debes creer que todas las cosas le fueron entregadas por el Padre, si Cristo es del Creador, cuyo son todas las cosas, y porque el Creador entregó todas las cosas al Hijo, a quien las creó a través de él." En el libro Contra Práxeas, dice: "Pues la misma regla de fe, al pasar de los muchos dioses del mundo al único y verdadero Dios, no comprendiendo que se debe creer en el único Dios, pero con una dispensación (economía), temen la dispensación; consideran que el número y la disposición de la Trinidad es una división de la unidad, cuando la unidad, derivando de sí misma la Trinidad, no es destruida por ella, sino que es administrada."
NOTA que Tertuliano llama "economía de Dios" al orden y la disposición de las tres personas. Más adelante, dice:
"He aquí, digo, que el Padre es uno, el Hijo es otro, y el Espíritu es otro; cualquiera que sea ignorante o perverso malinterpretará esta afirmación, como si significara diversidad, y a partir de la diversidad, separación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu. Sin embargo, digo esto por necesidad, ya que ellos sostienen que el Padre, el Hijo y el Espíritu son lo mismo, oponiéndose a la economía, adulando la monarquía, pero no se trata de que el Hijo sea distinto del Padre por diversidad, sino por distribución; no por división, sino por distinción, porque el Padre y el Hijo no son lo mismo, aunque no sean distintos uno del otro." Y más adelante: "He explicado cómo debes entender 'otro', no en el sentido de sustancia, sino de persona, para indicar distinción, no división. En todo caso, mantengo una sola sustancia en las tres personas interrelacionadas." Y continúa: "Si en las Escrituras se encontrara que hay una sola persona tanto para Dios como para el Señor, Cristo no habría sido admitido en el nombre de Dios y Señor. Pues nadie más que el único Dios es proclamado." Y poco después: "Así pues, no diré que hay múltiples dioses ni señores, sino que seguiré al Apóstol, de modo que si el Padre y el Hijo son mencionados juntos, llamaré al Padre Dios y a Jesucristo lo nombraré Señor. Pero solo podré llamar a Cristo Dios, como lo hace el mismo Apóstol, quien dice: 'Cristo, que es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos'." Y más adelante: "El nombre del Padre es 'Dios Todopoderoso', 'Altísimo', 'Señor de las Virtudes', 'Rey de Israel', 'El que es'; afirmamos que estos nombres también corresponden al Hijo, quien vino con ellos, actuó siempre en ellos, y los manifestó a los hombres, pues 'Todo lo que es del Padre es mío'; ¿por qué no también los nombres?" Y más adelante: "Los tres son uno, no un único ser, como se ha dicho: 'Yo y el Padre somos uno', lo que se refiere a la unidad de sustancia, no a la singularidad numérica."
DE ESTO pueden explicarse los pasajes en contra, citados por Gentilis y los transilvanos. PRIMERO, objetan que en el libro Contra Hermógenes, cerca del principio, dice:
"Pues, ni el Padre pudo serlo antes del Hijo, ni el juez antes del pecado. Sin embargo, hubo un tiempo en que no había ni pecado ni Hijo, lo que hacía que no hubiera juez ni Señor que fuera Padre."
RESPONDO: Estas palabras suenan mal y no deben usarse, pero en Tertuliano no significan que el Hijo de Dios, como Dios, no siempre existió. Pues en el libro Contra Práxeas dice así:
"El Verbo siempre estuvo en el Padre, como él mismo dice: 'Yo estoy en el Padre', y siempre estuvo con Dios, como está escrito: 'El Verbo estaba con Dios', y nunca estuvo separado del Padre, porque 'Yo y el Padre somos uno'." Y en la página anterior había dicho: "Antes de todas las cosas, Dios estaba solo. Solo, sin embargo, no estaba, porque tenía consigo su Razón." Por lo tanto, el Hijo del que habla Tertuliano en el libro Contra Hermógenes, que no siempre existió, no es el Verbo de Dios, sino el Hijo por adopción, es decir, cualquier otro santo hombre o ángel; pues aquí no se habla de Cristo, sino de una criatura dotada de razón que se unió externamente y llamó Padre a Dios en algún momento. O si ese Hijo fuera el Verbo de Dios, el "tiempo" en el que no existía no se entiende como tiempo real, sino como una prioridad de origen. Tertuliano solo pretende decir que Dios no pudo ser llamado Padre hasta que tuvo al Hijo. Pero la primera explicación es más sólida y fácil.
SEGUNDO, objetan que en el libro Contra Práxeas dice: "Reconozco al Hijo como segundo respecto al Padre."
RESPONDO: Llama al Hijo "segundo" y al Espíritu "tercero" por el orden de origen, no por diferentes grados en la esencia. Pues en el libro Contra Hermógenes, mucho antes de la mitad, dice: "La divinidad no tiene grados, ya que es única." Y en el libro Contra Práxeas repite frecuentemente que la sustancia del Padre y del Hijo es una sola. Por lo tanto, cuando al principio del mismo libro dice que el Hijo se distingue del Padre no por estado, sino por grado, por "grado" entiende el orden de las personas.
TERCERO, objetan que en el mismo lugar dice: "El Padre es toda la sustancia, pero el Hijo es una derivación de la totalidad y una parte."
RESPONDO: Como Tertuliano había dicho que la divinidad no tiene grados y es evidentemente indivisible, estas palabras necesariamente deben entenderse solo en el sentido de la distinción personal, que es lo que él pretende en todo el libro. Llama al Hijo "parte" y al Padre "toda la sustancia" porque el Padre es la fuente y principio de las otras personas, y en este sentido tiene una cierta mayoridad; y de esta manera se explica a sí mismo: "El Hijo", dice, "es derivación de la totalidad y una parte, como él mismo confiesa, porque 'el Padre es mayor que yo'. Así también el Padre es distinto del Hijo en cuanto mayor que el Hijo; uno genera, el otro es generado; uno envía, el otro es enviado." Sin embargo, antes, cuando hablaba de la sustancia, había dicho que el Hijo no es distinto del Padre.
CUARTO, objetan que en el mismo libro dice: "Será consecuente, pues, que entendamos al Padre como invisible por la plenitud de su majestad, y al Hijo como visible por la medida de su derivación." Donde también enseña que en todas las apariciones de Dios en el Antiguo Testamento siempre fue el Hijo quien fue visto, mientras que el Padre permaneció invisible.
RESPONDO: Para Tertuliano, que el Padre sea llamado invisible y el Hijo visible no significa que la naturaleza del Hijo sea visible y la del Padre invisible, sino que, como Tertuliano y muchos otros piensan, el Padre nunca apareció en forma corporal, mientras que el Hijo muchas veces asumió formas visibles en el Antiguo Testamento, así como en el Nuevo asumió carne. Cuando dice que el Hijo es visible "por la medida de su derivación", no habla de la derivación del Hijo del Padre por la generación eterna, sino de la derivación hacia nosotros mediante la asunción de una forma visible. Que esto es así, se evidencia PRIMERO porque poco después Tertuliano dice:
"Decimos que también el Hijo, en su propio nombre, es invisible en cuanto Verbo y Espíritu de Dios, por la condición de su sustancia, ya que ahora, como Verbo, y Espíritu de Dios, es invisible; pero fue visible antes de asumir carne de la manera en que dice a Aarón y a María: 'Si hay un profeta entre vosotros, en visión me daré a conocer a él.'" SEGUNDO, porque poco después, al hablar del Padre, dice que estas palabras de 1 Timoteo 1: "Al Rey eterno, inmortal, invisible, al único Dios" se refieren al Padre, y que de Cristo puede decirse lo contrario, pues se sabe que murió y fue visto, donde claramente habla de Cristo según su forma humana.
Aquí hay que notar que Tertuliano aprovechaba cualquier ocasión para probar que el Padre no es el Hijo, lo cual era la herejía de Práxeas. Y dado que las Escrituras dicen que Dios fue visto por Abraham, Jacob, Moisés, e Isaías, y que Cristo, Dios, fue visto por los apóstoles, Tertuliano deduce de ello un argumento de que hay dos personas en Dios, una invisible y otra visible. Y para que su argumento sea más sólido, interpreta todos los pasajes donde se dice que Dios apareció refiriéndose al Hijo, y todos los pasajes donde se dice que Dios no puede ser visto refiriéndose al Padre. Y aunque su argumento no es muy sólido, ya que se podría decir que la misma persona divina es visible en una forma creada e invisible en su esencia y personalidad, de este argumento podemos deducir que su intención no era negar la divinidad de Cristo, sino afirmar su propia personalidad.
QUINTO, objetan que en el libro De la Trinidad dice que el único Dios de los judíos es el Padre de Cristo y que nada puede compararse con Dios Padre, y que el Hijo no le quita al Padre su prerrogativa de ser el único Dios.
RESPONDO: PRIMERO, el libro no es de Tertuliano, como es evidente, porque en este libro se refutan los sabellianos, que aún no habían surgido en tiempos de Tertuliano, y también porque San Jerónimo, en el libro 2 contra Rufino, atribuye este libro a Novaciano. SEGUNDO, digo que esos pasajes no son contrarios a nosotros: pues en verdad, el único Dios de los judíos es el Padre de Cristo, y Cristo no le ha quitado al Padre su prerrogativa de ser el único Dios, porque Cristo no es un segundo Dios, sino el mismo Dios que el Padre. Y, sin embargo, nada puede compararse al Padre si consideramos el origen, ya que él es el principio de las otras personas, no al revés; lo cual es compatible con la igualdad en la sustancia de las tres personas.
San Cipriano, en su tratado De la vanidad de los ídolos, más adelante, dice:
"Uno solo es el Señor de todo, Dios. Pues esa sublimidad no puede tener consorte, ya que solo él tiene todo el poder." Y más adelante: "Este Dios nuestro es Cristo." Y en el libro 2 a Quirino, capítulo 6, prueba que Cristo es Dios a partir de los pasajes de la Escritura que, según todos, hablan del único Dios verdadero de Israel: como en Génesis 35: "Haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de la faz de Esaú." También de Isaías 45: "En ti está Dios, y no hay otro Dios fuera de ti, porque tú eres Dios, y no lo sabíamos, Dios de Israel, Salvador." Y de Romanos 9: "De quienes es Cristo, que es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos." De estos pasajes, queda claro que para Cipriano, Cristo es el verdadero Dios de Israel.
Los transilvanos, en el libro 2, capítulo 6, citan un solo pasaje de Cipriano en la explicación del Símbolo, donde se dice que el Creador Dios es el Padre de Cristo, y que hay un solo Dios Padre, un solo Señor Jesucristo, y un solo Espíritu Santo.
RESPONDO: PRIMERO, la explicación del Símbolo no es de Cipriano, sino de Rufino; pues en ese escrito se refutan expresamente a Arrio, Eunomio y Fotino, que no habían nacido en tiempos de Cipriano. De esto se puede ver cuánta es la erudición histórica de los transilvanos, que aún no han aprendido cuándo vivieron sus predecesores y padres. SEGUNDO, digo que poco después de las palabras citadas por los transilvanos, se encuentra una refutación explícita de ellos mismos. Pues el autor dice así: "Es un concilio de la vanidad lo que enseñó Pablo de Samosata, y después de él su sucesor Fotino, quienes afirmaron que Cristo no existió antes de los siglos y sostuvieron que se convirtió en Dios a partir de un hombre. También es un concilio de la vanidad lo que enseñaron Arrio y Eunomio, quienes sostuvieron que el Hijo no nació de la misma sustancia del Padre, sino que fue creado de la nada; que el Hijo de Dios tuvo un comienzo y que es menor que el Padre", etc. Pero ciertamente, con mayor razón se podría llamar concilio de la vanidad a la sinagoga de los transilvanos, que no solo enseñan lo mismo que Pablo de Samosata, sino que también citan libros en los que ellos mismos son refutados de manera clarísima. TERCERO, digo que Cristo es el Hijo del Creador y, por lo tanto, también es el Creador, siendo el mismo Dios que el Padre, porque recibió toda la esencia del Padre al nacer, etc. Y no contradice nuestra doctrina que el Padre sea llamado el único Dios, ya que el Hijo también es llamado el único Señor, y, sin embargo, está claro que el Padre también es Señor.
CUARTA EDAD, tenemos en primer lugar el Sínodo general de Nicea con 318 Padres, que emitió un símbolo de fe que es recitado por Rufino en el libro 10 de su Historia, capítulo 6, y repetido nuevamente en el símbolo de Constantinopla, capítulo 1, siendo explicado por Atanasio y Cirilo, y recordado con honor por casi todos los Padres. En ese símbolo, se dice lo siguiente sobre el Hijo:
PRIMERO, que es verdadero Dios. SEGUNDO, que es ὁμοούσιος (consustancial) al Padre, es decir, de la misma esencia que él. TERCERO, que es eterno. CUARTO, que es inmutable e inalterable como el Padre. QUINTO, que es engendrado, no creado.
De este modo, los Padres no pudieron refutar de manera más clara a quienes sostienen que el Hijo es una criatura.
Respecto a este símbolo, los transilvanos han emitido un juicio sorprendente. En su libro 1, capítulo 1, dicen que es el símbolo del Anticristo y que las palabras "engendrado, no creado" son delirios del Anticristo, pues contradicen abiertamente a Pablo, quien dice que Cristo fue "hecho de la descendencia de David" (Romanos 1) y "hecho de mujer" (Gálatas 4). Pero en el libro 2, capítulo 6, afirman que este símbolo contiene su propia doctrina, dado que se dice que solo el Padre es el único Dios creador. Pues comienza así: "Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, y en un solo Señor Jesucristo, Hijo de Dios."
Pero en ambos casos, ellos mismos están delirando. El símbolo, cuando dice que el Hijo es "engendrado, no creado", habla de Cristo en cuanto es Dios, pues poco después se dice: "Y se encarnó y se hizo hombre." Por tanto, el mismo símbolo afirma que el Hijo fue hecho y no hecho: hecho en cuanto hombre, no hecho en cuanto Dios. De la misma manera, San Pablo dice que fue hecho de mujer y de la descendencia de David, lo cual se refiere a la naturaleza humana que asumió en el tiempo; y en otro lugar dice que no fue hecho de materia creada, sino engendrado por el Padre antes de toda creación.
Por otro lado, el Padre es llamado el único Dios, como ya hemos dicho varias veces, de la misma manera que el Hijo es llamado el único Señor. Así como el nombre de Señor no excluye al Padre, el nombre de Dios no excluye al Hijo. En ambos casos, "uno" se refiere a la naturaleza predicada, no al sujeto, es decir, el sentido no es que solo el Padre es Dios, sino que el Padre es ese Dios que es el único Dios.
Además del Concilio de Nicea, tenemos en este mismo siglo el Sínodo de Constantinopla con 150 Padres, que nuevamente afirmó que el Hijo es consustancial al Padre. También tenemos en esta época a muchos Padres griegos y latinos. Atanasio escribió cinco largos sermones contra los arrianos y dirigió todos sus escritos a este tema. Basilio escribió cinco libros contra Eunomio. Gregorio Nacianceno dio cinco discursos sobre la teología. Gregorio de Nisa escribió también cinco libros, uno sobre la Trinidad y cuatro más sobre temas similares. Cirilo de Jerusalén escribió cinco catequesis sobre este tema, desde la séptima hasta la undécima. Epifanio escribió con precisión, tanto contra Pablo de Samosata (herejía 65) como contra los arrianos (herejía 69).
Entre los latinos, Hilario escribió doce libros sobre la Trinidad. Lucifer de Cagliari escribió un libro en defensa de Atanasio y otro que exhorta a morir por el Hijo de Dios. Mario Victorino escribió cuatro libros contra Arrio. Gregorio Bético escribió un libro sobre la fe contra los arrianos. Severiano escribió un libro contra los arrianos. Ambrosio escribió cinco libros sobre la fe. Filastrio, en su libro sobre las herejías, refutó brevemente a Samosata y Arrio.
Entre los Padres de esta cuarta edad, los adversarios solo citan a Hilario y a Ambrosio. Hilario, en el libro 9 sobre la Trinidad, dice que solo el Padre es el único Dios verdadero, aunque también Cristo es Dios. Ambrosio, en el capítulo 1 de su comentario a 1 Timoteo, explica las palabras: "Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único Dios", como refiriéndose solo al Padre. Y en el mismo lugar, dice que el Señor afirmó: "Nadie es bueno sino solo Dios", refiriéndose al Padre. Y en el capítulo seis, explica lo siguiente acerca del Padre: "El único que tiene poder, Rey de reyes", etc.
RESPONDO: Hilario dice que solo el Padre es el verdadero Dios, pero no niega que el Hijo también es verdadero Dios, porque en el Padre está implícito el Hijo, quien es de la misma esencia que el Padre. Las mismas palabras que los transilvanos citan en el libro 2, capítulo 6, de Hilario en el libro 9 lo demuestran: "Pero tal vez", dice, "el Padre solo es el verdadero Dios, dejando a Cristo sin ser Dios. No lo dejaría, si el único Dios Padre no deja a Cristo ser el único Señor; de la misma manera, si el único Dios Padre no deja que Cristo sea el único Señor, entonces el único Dios Padre no quita a Cristo ser el verdadero Dios." Aquí, San Hilario claramente confiesa que Cristo es el verdadero Dios, y uno con el Padre, tal como es el único y verdadero Señor con el mismo Padre.
Respecto a Ambrosio, PRIMERO, objetaría que estos comentarios, que no son ciertamente de Ambrosio, contradicen lo que él mismo dice en el libro 2 sobre la fe, capítulo 1, y el libro 3, capítulo 2, donde sostiene que los nombres "Rey de Reyes", "inmortal", "invisible", "bueno" y "poderoso" también se aplican al Hijo, y no solo al Padre. SEGUNDO, en estos comentarios, el autor atribuye esos epítetos solo al Padre, no porque solo el Padre los posea, sino porque el Padre los posee de sí mismo. Pues en el capítulo 6, el autor se explica: "El Padre tiene todas estas cosas, y también el Hijo las tiene por el Padre." Solo atribuye la invisibilidad estrictamente al Padre, porque solo el Padre no apareció en forma visible; mientras que el Hijo apareció, como se dijo en los pasajes de Tertuliano. Este autor sigue a Tertuliano.
Y dado que los transilvanos, en el libro 2, capítulo 6, se atreven a decir que Ambrosio defiende en todas partes la superioridad del Padre, notemos uno o dos pasajes de su libro 5 sobre la fe, en el último capítulo:
"Ahora", dice, "me dirijo a ti, omnipotente Padre, con lágrimas. Yo puedo decir prontamente que eres inaccesible, incomprensible e inestimable, pero no me atrevería a decir que tu Hijo es menor." Y más adelante: "Si dijera que eres mayor que el Hijo, como afirma Arrio, he juzgado impíamente." También en el capítulo 2 sobre Filipenses: "Con razón", dice, "se equiparó a sí mismo con Dios." Y más adelante: "Cristo, sabiendo que estaba en la forma de Dios, se mostró igual a Dios." ¿Cuánta impudicia, entonces, hay en afirmar que Ambrosio predicó en todas partes la superioridad del Padre, cuando él mismo dice expresamente que no se atreve a proclamar que el Padre es mayor ni que el Hijo es menor, y al contrario, siempre afirma su igualdad? Pero este no es el primer ni será el último engaño de los herejes.
QUINTA EDAD, desde el año 400 hasta el 500, tenemos dos sínodos generales que nuevamente aprobaron el Símbolo de Nicea: a saber, el Primer Sínodo de Éfeso, en su epístola a Nestorio, y el Sínodo de Calcedonia, en la segunda sesión. Además, contamos con muchos Padres que escribieron en defensa de la verdadera divinidad de Cristo. Entre los griegos, Crisóstomo dejó numerosos escritos elocuentísimos y doctísimos sobre la afirmación de que Cristo es Dios, como en su discurso sobre el pasaje del Apóstol: "Entonces el mismo Hijo se someterá a aquel" (1 Corintios 15:28), en sus comentarios al primer capítulo de Juan, la epístola a los Colosenses, la epístola a los Filipenses, y en otros lugares. También Teófilo de Alejandría, en su primera epístola pascual, y Ciril, quien escribió siete libros sobre la Trinidad contra los arrianos y catorce libros llamados Thesaurus. Además, en su comentario sobre Juan, no deja pasar la oportunidad de refutar a los arrianos. Teodoreto, en su Historia de las herejías, libro 4, y en su libro 2 a los griegos Epitome de los decretos divinos, discute a menudo contra aquellos que niegan que Cristo sea el verdadero Dios.
Entre los latinos, Gaudencio refuta elegantemente a los arrianos en su tratado 7 sobre el Éxodo y en su epístola a Pablo sobre la frase del Evangelio: "El Padre es mayor que yo" (Juan 14:28). Jerónimo reprende y refuta a los arrianos frecuentemente, especialmente en su libro contra los luciferianos, en su epístola a Marcela sobre los errores de Montano, en otra epístola a Avito sobre los errores de Orígenes, y en dos epístolas a Dámaso sobre el término "hipóstasis". Agustín escribió quince libros sobre la Trinidad, tres libros contra el arriano Máximo, y un libro contra el sermón de los arrianos, además de varias epístolas, como la 174 y las siguientes, en las que refuta de manera agudísima a los arrianos. En su comentario sobre el Evangelio de Juan, discute frecuentemente contra los arrianos. Rufino, en su Explicación del Símbolo, brevemente pero de manera clarísima, reprende a Samosateno y a Arrio. Idacio Claro escribió un libro a Varimado contra los arrianos. Casiano, en sus siete libros sobre la encarnación, incluye muchas refutaciones contra esta herejía. Lo mismo hace Próspero, en su libro 3 Sobre las promesas y predicciones de Dios, capítulos 2, 3 y 4. San León, Papa, en su famosa epístola a Flaviano y en sus epístolas y sermones, especialmente en su sermón primero de Pentecostés, destruye la herejía arriana. Finalmente, Cereal, obispo, escribió un libro contra el arriano Máximo.
De entre estos Padres, los transilvanos, en el libro 2, capítulo 6, objetan lo siguiente:
PRIMERO, citan a Crisóstomo, quien en su comentario al primer capítulo de 1 Timoteo, dice que los epítetos: "Rey de los siglos, inmortal, invisible", etc., pertenecen al Padre por sí mismo, y al Hijo a través del Padre. De esto, concluyen que el Hijo es hecho Dios, Rey inmortal, etc., por don de la gracia. Pero Crisóstomo se opone a esta interpretación, pues dice: "El mismo Padre tiene esto por naturaleza, mientras que nosotros lo tenemos por gracia. ¿Y el Hijo? De ninguna manera, pues también él lo tiene por naturaleza." Y más adelante: "Cuando oigo que el Padre es llamado Rey de los siglos, no privo al Hijo de dominio. Pues estas cosas son comunes tanto al Padre como al Hijo."
SEGUNDO, objetan a Cirilo, quien en el libro 10 de su Thesaurus, capítulo 4, expone la frase de Isaías 44: "Yo soy el primero y el último", refiriéndose al Padre y no a la Trinidad. RESPONDO: Cirilo dice en ese lugar que estas palabras se refieren al Padre, pero no niega que también se apliquen al Hijo. De hecho, en el capítulo 6, explicando este pasaje, dice: "Estas palabras no se dicen para separar al Hijo del Padre, a menos que se quiera creer, como en las fábulas paganas, que existe una guerra entre el Padre y el Hijo; sino para destruir a los falsos dioses, el primero y el último, es decir, el Padre se llama a sí mismo el eterno Dios, y necesariamente incluye al Hijo." Y en el citado capítulo 4 dice: "Pues el Hijo mismo, siendo increado por naturaleza y Señor de todas las cosas, y creador", etc.
TERCERO, objetan a Jerónimo, a quien dicen que, después de resistirse por mucho tiempo a la verdad, finalmente, vencido por la claridad de las Escrituras, confesó que solo el Padre es Dios. Citan, en el capítulo 4 de su comentario a Efesios, donde dice que las palabras "Un solo Dios y Padre de todos" deben entenderse solo del Padre. Sin embargo, Jerónimo mismo refuta esta calumnia, pues dice que el Hijo no queda excluido cuando se dice que el Padre es el único Dios, de la misma manera que el Padre no queda excluido cuando se dice que el Hijo es el único Señor:
"Si", dice, "como piensan los arrianos, el Padre es el único Dios, por la misma consecuencia, Jesucristo será el único Señor, y el Padre no será Señor, ni el Hijo será Dios. Pero, de ninguna manera; ni falta dominio en la deidad, ni deidad en el dominio. Uno es Dios, y uno es Señor, porque la dominación del Padre y del Hijo es una misma divinidad." Además, también se dice que hay una sola fe, porque creemos igualmente en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
FINALMENTE, objetan a Agustín, en el libro 6 sobre la Trinidad, capítulo 9, donde dice:
"¿Qué hacemos con este testimonio del Señor? Pues hablaba al Padre y mencionaba al Padre, a quien se dirigía, cuando dijo: 'Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero' (Juan 17:3). Debemos ver si nos vemos obligados a entender esto como si quisiera insinuar que solo el Padre es el verdadero Dios, para no entender que Dios es los tres juntos." Aquí parece que Agustín está diciendo que debemos aceptar que solo el Padre es el verdadero Dios. Por lo tanto, los transilvanos, en el libro 2, capítulo 6, exultan diciendo que Agustín, al contradecir esta verdad, en realidad la confirma, y que al no soportar la claridad de la verdad, finalmente la confesó, aunque involuntariamente.
Pero los pobres transilvanos han sido engañados por una equivocación. Pues esta proposición ("Solo el Padre es el verdadero Dios") puede tener dos sentidos. UNO, de que solo el Padre es el verdadero Dios, es decir, que ninguna otra persona, aparte del Padre, es el verdadero Dios. OTRO, que solo el Padre es el verdadero Dios, es decir, que el Padre, incluso considerado por separado y solo, aún es el verdadero Dios. El primer sentido es arriano, y los transilvanos lo han adoptado; el segundo es católico, y es el que Agustín tiene en mente, como se puede ver en las palabras citadas. Pues dice que tal vez se llama solo al Padre el verdadero Dios para que no pensemos que el nombre de Dios solo conviene a los tres juntos, es decir, que no se puede atribuir a cada persona individualmente. Además, Agustín, en ese mismo lugar, excluye expresamente a los arrianos, que negaban que el Hijo fuera el verdadero Dios. Y concluyendo su disputa, dice:
"Ahora, la igualdad de la Trinidad y la una y misma sustancia, tanto como hemos podido brevemente, han sido demostradas."
En la sexta edad de la Iglesia, contamos con el Quinto Concilio (Constantinopla II), que en su primer capítulo afirma la existencia de tres personas en una sola esencia, y en el capítulo 11 declara anatema contra Arrio, Eunomio, y otros herejes. También tenemos los escritos de Fulgencio en su libro sobre la fe dirigido a Pedro, en tres libros dirigidos a Monimus, en otro libro respondiendo a las objeciones de los arrianos, y en los libros dirigidos a Trasamundo. Vigilio de Trento, en sus libros 4 y 5, refuta a Eutiques y en la disputa de Atanasio, Sabelio, Arrio y Fotino. Juan Maxencio incluye una profesión de fe. Finalmente, tenemos a Boecio Severino, quien escribió un agudo libro sobre la Trinidad. Los transilvanos, en el libro 2, capítulo 5, afirman que Boecio delira abiertamente y enseña el sabelianismo, ya que dice que la repetición del mismo (Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo) no es una enumeración diversa. Pero en realidad, los transilvanos son quienes deliran, engañados por el diablo. Boecio no está diciendo que se repita la misma persona, sino la misma divinidad, lo cual es necesario afirmar a menos que queramos introducir múltiples dioses como los paganos.
En la séptima edad, tenemos el Sexto Concilio General (Constantinopla III), en su sesión 17. También contamos con los escritos de Gregorio Magno, en el libro 3 de sus Diálogos, capítulos 29 y siguientes, y de Gregorio de Tours, en los libros 5 y 6 de su Historia. Isidoro de Sevilla también escribe sobre la Trinidad.
En la octava edad, tenemos el Séptimo Concilio General (Nicea II), en su séptima sesión, así como los comentarios de Beda sobre el libro de Boecio sobre la Trinidad, y Juan Damasceno, quien escribió sobre la fe ortodoxa en los capítulos 2, 6, y 8 de su libro primero, y en casi todo el libro.
En la novena edad, tenemos el Octavo Concilio General (Constantinopla IV), en su última sesión. Además, contamos con los escritos de Focio, Teofilacto, Haymo, y Rábano Mauro, quienes escribieron sobre Romanos capítulo 9, Filipenses capítulo 2, y otros pasajes.
En la décima edad, que fue la más oscura de todas, tenemos a Ambrosio Ansberto en sus comentarios sobre el Apocalipsis, especialmente al principio y al final, y a Radulfo Flaviacense comentando sobre Levítico capítulo 2.
En la undécima edad, tenemos a San Anselmo, quien escribió un libro sobre la Santísima Trinidad, y a Gisberto, quien escribió Sobre la altercación de la Iglesia y la Sinagoga, dirigido a San Anselmo.
En la duodécima edad, tenemos a Ricardo de San Víctor, con sus seis libros sobre la Trinidad, y a San Bernardo, en su epístola 190 dirigida a Inocencio, contra Pedro Abelardo.
En la décima tercera edad, contamos con el Concilio de Letrán (1215), en su primer capítulo, y muchos insignes teólogos, quienes también aparecen en todas las edades siguientes. Estos teólogos comentaron sobre las sentencias de Pedro Lombardo o publicaron sus propias sumas teológicas, como Alejandro de Hales, Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, San Buenaventura, y otros.
En la décima cuarta edad, contamos con el Concilio de Vienne, del cual se extrae la constitución Clementina Unica, sobre la Santísima Trinidad y la fe católica.
En la décima quinta edad, contamos con el Concilio de Florencia, en su última sesión, donde se decretó sobre la procesión del Espíritu Santo.
En la décima sexta edad, tenemos el Concilio de Trento, en su sesión 3.
De este modo, la fe en la Santísima Trinidad consustancial, que es el único Dios verdadero, se ha mantenido desde los tiempos apostólicos hasta nosotros. Esto es un insigne argumento de la verdad, ya que ninguna herejía ha perdurado tanto tiempo.