CAP. XI: Octava Clase de las Sibilas.

Las Sibilas profetizaron muchas cosas de manera más clara que cualquier otro profeta. Los testimonios de las Sibilas son citados con frecuencia por autores antiguos como Justino, Atenágoras, Clemente de Alejandría, Lactancio, Agustín, y otros. De hecho, Clemente, en el libro 6 de los Stromata, antes de la mitad, menciona que el apóstol Pablo exhortaba a los gentiles a leer las Sibilas. Existe un famoso poema de la Sibila Eritrea, cuyas letras capitales forman la frase: IESUS Christus Dei Filius, Salvator, crux (Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador, cruz), y concluye con este dístico:

"Unus et aeternus Deus, hic servator, et idem Christus pro nobis passus, quem carmina signant." ("El único y eterno Dios, este es el Salvador, y el mismo Cristo que sufrió por nosotros, a quien los poemas señalan.")

Antes de esto, se menciona acerca de Cristo, quien vendrá en el juicio:

"Unde Deum cernent incredulus atque fidelis." ("Desde donde el incrédulo y el fiel verán a Dios.")

Estos versos pueden leerse en la oración de Constantino Magno al consejo de los santos, la cual se encuentra en Eusebio, después de la vida de Constantino. En esta oración, Constantino menciona que Cicerón encontró estos poemas y los tradujo al latín. Y aunque no se hallan entre las obras de Cicerón, en su libro 2 sobre la Adivinación, Cicerón afirma haber visto los poemas de la Sibila, los cuales, con letras iniciales, componían una sentencia particular, un tipo de poema llamado en griego ἀκροστιχὶς (acróstico), indicando claramente que había leído estos mismos versos, ya que no existen otros poemas que formen una sentencia con letras capitales.

Además, Lactancio, en el libro 4, capítulo 18, y Agustín, en el libro 18 de La Ciudad de Dios, capítulo 23, refieren estos versos de las Sibilas acerca de la divinidad de Cristo:

"Ipsa tuum stulta Deum non agnovisti, sed spinea coronasti corona, horridumque fel miscusti." ("Tú, necia, no reconociste a tu Dios, sino que lo coronaste con una corona de espinas y le diste a beber el amargo fango.")

Y también:

"Et dabunt Deo alapas manibus incaestis." ("Y darán bofetadas a Dios con manos impuras.")

Asimismo, en el libro 6 de los Sibyllinos, hacia el final, leemos:

"Cùm domus effundet stirpem Davidicam, cuius In manibus totus mundus, tellus, mare, caelum." ("Cuando la casa derrame la estirpe de David, en cuyas manos está el mundo entero, la tierra, el mar y el cielo.")

Y más adelante:

"Namque Dei male sana tui te notio fugit." ("Porque la noción enfermiza de tu Dios te ha escapado.")

"O lignum felix in quo Deus ipse pependit." ("Oh árbol bendito en el que Dios mismo colgó.")

En el libro 7, encontramos:

"Non nosti miseranda tuum quem proluit olim In Iordane Deum." ("No reconoces, desdichada, al Dios que un día fue sumergido en el Jordán.")

En el libro 8, se mencionan las palabras del ángel a María:

"Accipe Virgo Deum gremio intermerata pudico." ("Recibe, Virgen, a Dios en tu seno puro e inmaculado.")