INTRODUCCIÓN DEL EDITOR

El trabajo de edición de este pequeño libro tuvo que confrontar dos dificultades substanciales.

La primera radica en que el dictado, que tuvo lugar en torno al año 1950, sigue estrechamente las oraciones de la Misa preconciliar, de modo que una adaptación total del texto a la forma posconciliar hubiese sido posible solo forzándolo de un modo irresponsable. Sin embargo, vista más de cerca, esa dificultad no era insuperable. En primer lugar, toda la interpretación del Canon romano podía quedar sin cambios, lo mismo que la del Kirie, del Gloria, del Credo, de la Epístola y del Evangelio. Además, modificando ligeramente el texto, pudieron ser adaptados a la forma actual la introducción de la Misa (supresión del Salmo 42 en las oraciones al pie del altar y del doble Confiteor del sacerdote y luego del pueblo) y las oraciones antes de la Comunión, cuyo orden fue modificado. Por el contrario, nos pareció poco serio recortar el texto en dos pasos decisivos: el comentario al beso del altar, que en la liturgia anterior no sucedía al principio, sino solo después de la absolución al subir al altar, y también las oraciones del «ofertorio» [sobre todo en su aspecto de «sacrificio»], que antes eran, en parte, especialmente ricas de contenido y a cuya letra el comentario sigue con bastante exactitud. En esos dos lugares el lector tendrá que recordar la antigua forma litúrgica.

Trasladar el beso del altar al inicio es, desde un punto de vista litúrgico, una intervención menor. Mayor puede parecer la reducción de las oraciones del Ofertorio. Sin embargo, esto sirvió para poner el peso principal en lo que acontece en el Canon, mientras que, por otra, no se puede soslayar que en el nuevo misal no se abandona en absoluto la noción de «sacrificio», más bien se la expresa tanto en las partes fijas como también, muy a menudo, en las oraciones sobre las ofrendas.

La segunda dificultad es más grande, si bien puede no ser visible al lector imparcial y sin prejuicios. Por los numerosos dictados de Adrienne von Speyr sobre textos neotestamentarios, sabemos que la inspiración que está en su origen está muy determinada por cada uno de los «autores», dicho con más precisión, por sus respectivas espiritualidades. Ahora bien, existen espiritualidades, muy en especial la joánica, que están en perfecta armonía con el carácter esencial de Adrienne: Juan desaparece en la contemplación y en el amor de su Señor y, olvidándose de sí, percibe en Él todos los misterios del amor divino. Por el contrario, la espiritualidad de Adrienne era difícil de conciliar con la de san Pablo: y he aquí que este pequeño libro sobre la Santa Misa ha sido dictado desde la perspectiva paulina. Esto significa una especial preponderancia del papel jerárquico y apostólico –por eso aparece el sacerdote tan fuertemente como mediador, a menudo casi aislado en su posición «entre» Dios y la congregación–; significa también una acentuación muy marcada de la subjetividad de la fe y, por último, la representación de que la estructura de la santa Misa es sobre todo una obra de la Iglesia apostólica para atesorar en ella el misterio de la Eucaristía. (En la redacción actual se ha dejado de lado algo típicamente paulino: ha sido excluido el comentario a las antiguas oraciones de la Comunión que rezaba el sacerdote). En cuanto transmite y valora esas perspectivas tanto como le es posible, Adrienne interpreta y transmite más un punto de vista paulino que uno propio. No será posible, por cierto, separar claramente ambas perspectivas. Esta pequeña obra es, pues, un «opus mixtum». Algunos motivos, especialmente los trinitarios, Adrienne, dejada a su talante propio, probablemente los habría elaborado aún más intensamente. Una peculiaridad es que a veces utiliza la expresión «Espíritu trinitario»: se refiere al Espíritu Santo que en la voluntad del Padre transmite a Jesús la decisión de toda la Trinidad. Y cuando, con ocasión de la Epístola, habla del «Espíritu del altar», estas palabras se entenderán mejor si se piensa en los pasajes del Apocalipsis en los que se mencionan los lugares de culto ante Dios (6,9; 8,3.9; 11,1; 14,18). A propósito, Adrienne no se hubiera opuesto en ningún sentido a la nueva reforma litúrgica.

Si bien se muestran algunas tensiones entre la espiritualidad de Adrienne y la paulina, debemos ser cuidadosos en no contraponer demasiado bruscamente las «espiritualidades». Los comentarios de Adrienne a los escritos de Pablo muestran que incluso perspectivas diversas pueden ser siempre de nuevo conciliadas en la unidad superior de la visión eclesial y llegar a fundirse hasta el punto de hacerse indistinguibles. Así pues, Dios quiera que también de esta obra se reciba, sobre todo, lo que es patrimonio común, crea comunión y unifica eclesialmente.

Hans Urs von Balthasar

NOTA DEL TRADUCTOR

La autora se refiere a los textos de la Misa según las fórmulas preconciliares. Para facilitar la comprensión y la correspondencia con el rito actual, hemos añadido algunas notas (indicadas por la sigla N. d. T.) a la única escrita por el propio Balthasar (indicada por N. d. E.). Además, en un apéndice, el lector encontrará algunos textos litúrgicos: los del Ofertorio y lavado de las manos, por ser casi totalmente distintos de los actuales; el de la Plegaria Eucarística I (Canon Romano), para que se pueda aprovechar plenamente su comentario detallado; y algunas otras oraciones que faltan en el nuevo rito o que el sacerdote pronuncia a solas. Todo esto no quiere ser sino una ayuda para la comprensión de la letra y, a través de esta, para profundizar en el espíritu del sacrificio del Señor y de su Iglesia.