- Tabla de Contenidos
- Introducción del Editor
- Sobre la Santa Misa
- Invocación de la Trinidad
- Acto de Contrición
- Introito
- Kyrie
- Gloria
- El señor esté con vosotros
- Colecta
- Epístola
- Evangelio
- Credo
- Ofertorio
- El lavado de las manos
- Prefacio
- El Canon hasta la Transubstanciación
- Transubstanciación
- Excursus
- Continuación del Canon
- El Padre Nuestro
- Preparación de la Comunión
- Comunión
- Oración final y bendición
- Apéndice
PREFACIO
El Prefacio es una recapitulación de todo lo anterior y una apertura al Canon, es una última purificación del sacerdote y de la congregación, un agradecimiento a Dios y una confesión de su divinidad. Esta confesión es como un eco de la confesión de los pecados. Allí era confesión del propio pecado, aquí es confesión de la grandeza de Dios. La liberación del pecado, después de la confesión, hace posible el paso a la pura alabanza de Dios, libre del apego a lo personal y a la propia perfección.
Todos los prefacios, siempre adaptados a las fiestas y a los tiempos del año litúrgico, desembocan en el único e invariable Sanctus. En este se hace visible hasta qué punto la santa Misa es un servicio que se celebra por igual en la tierra como en el cielo. Así como la gloria de Dios llena el cielo y la tierra, así ella es alabada por igual tanto por los ángeles como por la Iglesia terrenal. Para la Iglesia, la santidad de Dios se hace reconocible en el hecho de que nunca, ni un solo instante, deja de ser en la tierra tal como es en el cielo, y en el hecho de que confiere su carácter de santidad también a la santa Misa. La transubstanciación solo es posible porque Dios también será en la tierra el que es en el cielo.
En el Sanctus se alaba primero al Señor de la creación, en el Benedictus luego al Dios encarnado. La Transubstanciación es un tercer misterio después de la creación y la encarnación, que está estrecha e íntimamente relacionado con ambos. El primer signo de la vitalidad y santidad de Dios en el mundo era la creación, el segundo era la encarnación. El tercer signo es una recapitulación y unión de ambos, sin colocarse por ello en el medio o ser una mezcla de ambos: se asemeja a la creación, ya que desde una especie de nada surge la presencia del Señor; se asemeja a la encarnación, ya que de una forma nueva el Cuerpo y la Sangre del Señor se hacen presentes entre nosotros. Así pues, la Transubstanciación recuerda a ambos misterios, sin coincidir con ninguno de ellos.