CAP. XV: Lo mismo se prueba con los Padres Griegos.

Vayamos ahora a los testimonios de los antiguos Padres que no fueron sumos pontífices. Calvino e Ilírico solo nos oponen a tres: Cipriano, Jerónimo y Bernardo, de los cuales hablaremos en su debido lugar. Nosotros, sin embargo, por esos tres, les opondremos casi treinta.

PRIMERO, será el bienaventurado Ignacio, quien en su epístola a los romanos escribe:

"Ignacio a la Iglesia santificada, que preside en la región de los romanos."

¿Por qué se dice que la Iglesia preside, si no es porque es la cabeza de todas las demás?

SEGUNDO, el bienaventurado Ireneo, en el libro 3, capítulo 3, dice:

"A la iglesia más grande, y más antigua, y conocida por todos, fundada y establecida en Roma por los gloriosísimos apóstoles Pedro y Pablo, que conserva la tradición recibida de los apóstoles y la fe anunciada a todos, que ha llegado hasta nosotros por la sucesión de los obispos, mostramos, para confundir a aquellos que, de alguna manera, por su mala complacencia, o por vanagloria, o por ceguera y mala doctrina, se apartan de la verdad. Pues a esta iglesia, por su más poderosa primacía, es necesario que toda iglesia se congregue, es decir, los fieles de todas partes, en la cual siempre ha sido conservada por todos la tradición que es de los apóstoles."

NOTA esto: "Es necesario." Y esto: "Toda iglesia se congrega." Y esto: "Por su más poderosa primacía." Y esto: "En la cual siempre ha sido conservada por todos la tradición apostólica." Pues Ireneo demuestra que podemos confundir a todos los herejes con la doctrina de la Iglesia Romana, porque es necesario que todos se congreguen en esta iglesia, y que dependan de ella como de la cabeza y fuente; por tanto, es necesario que su doctrina sea apostólica y verdadera. Y prueba que es necesario que todos los cristianos dependan de la Iglesia Romana, primero, por razón de la primacía dada a esta iglesia, y segundo, por razón de los hechos, porque hasta ahora todos han conservado la fe en esta iglesia, es decir, en la unión y adhesión a esta iglesia como a la cabeza y madre.

TERCERO, Epifanio, en la herejía 68, que es la de los Meletianos, dice:

"Ursacio y Valente, habiendo hecho penitencia, fueron con sus libelos ante el bienaventurado Julio, obispo de Roma, para dar razón de su error y delito."

Ciertamente estos eran obispos, ¿por qué entonces pedían perdón al pontífice romano, si no es porque el pontífice romano es también el juez y cabeza de los obispos?

CUARTO, Atanasio, en su Segunda Apología, testifica que esos mismos obispos pidieron perdón al bienaventurado Julio por su delito. Y en la epístola a Félix Papa, dice:

"Por eso a vosotros, y a vuestros predecesores, que son evidentemente prelados apostólicos, os ha puesto en la cima del poder, y os ha encargado el cuidado de todas las iglesias, para que nos ayudéis."

Finalmente, en el libro sobre la sentencia de Dionisio, obispo de Alejandría, dice:

"Algunos, que aunque de la Iglesia tenían recto sentir, pero desconocían el motivo por el cual había escrito de esa manera, subieron a Roma y allí lo acusaron ante Dionisio, obispo de Roma."

¿Por qué, pregunto, el patriarca Dionisio de Alejandría fue acusado ante el pontífice romano por hombres de bien, sino porque sabían que el pontífice romano era el juez común de todos?

QUINTO, Basilio, en la epístola 52 a Atanasio, dice:

"Nos pareció conveniente escribir al obispo de Roma para que vea nuestra situación y emita un decreto de su juicio. Y como es difícil que algunos vengan desde allí por la sentencia del concilio, él mismo otorgue autoridad a los hombres seleccionados, quienes puedan soportar el esfuerzo del viaje, y con la suavidad y la facilidad de sus modales, junto con un discurso conveniente y prudente, puedan amonestar a aquellos que se han desviado del camino recto, y que traigan consigo los actos del concilio de Rímini, para anular lo que allí se hizo violentamente."

Aquí Basilio atribuye al obispo de Roma la autoridad para visitar las iglesias de Oriente y, con su autoridad, emitir decretos y anular concilios generales, como el de Rímini.

SEXTO. San Gregorio Nacianceno, en su poema sobre su vida, dice que la Iglesia Romana siempre ha conservado la verdadera doctrina sobre Dios, como corresponde a la ciudad que preside sobre todo el mundo. No habla del imperio temporal, pues en ese tiempo la sede del imperio romano estaba en Constantinopla, no en Roma.

SÉPTIMO. San Juan Crisóstomo, en la primera epístola a Inocencio Papa, dice:

"Te ruego que escribas que estas acciones tan injustas no tienen validez, y que aquellos que actuaron injustamente sean sometidos al castigo de las leyes eclesiásticas, etc."

Teófilo, obispo de Alejandría, depuso a Crisóstomo del episcopado de Constantinopla en un concilio de muchos obispos. Crisóstomo escribe al pontífice romano para que, con su autoridad, declare nula la sentencia de Teófilo y castigue a este mismo. Por lo tanto, Crisóstomo reconoce a Inocencio Papa como el juez supremo, incluso de los griegos. Asimismo, en la segunda epístola al mismo dice:

"Os damos perpetuas gracias por haber mostrado paternal benevolencia hacia nosotros, etc."

Crisóstomo reconoce a Inocencio como padre, aunque él mismo era mayor que Inocencio y obispo de la ciudad imperial. Finalmente, en la misma epístola pide a Inocencio que no excomulgue a sus enemigos, aunque ellos lo merezcan:

"Te pido vigilancia, para que, aunque todo esté lleno de tumultos, si desean ser curados de su mal, no sean afligidos ni expulsados de la comunidad."

OCTAVO. San Cirilo en la epístola 10 a Nestorio, y en la epístola 11 al clero y pueblo de Constantinopla, escribe que si Nestorio no revoca sus herejías dentro del plazo prescrito por Celestino Papa, debe ser evitado por todos como excomulgado y depuesto. Y en la epístola 18 a Celestino, al que en la inscripción llama "santísimo padre", le pregunta si desea que aún se siga comunicando con Nestorio por un tiempo o si, en adelante, debe ser evitado por todos. Todo esto muestra claramente la posición que San Cirilo otorgaba al pontífice romano, ya que en la condenación y deposición de Nestorio, no se consideraba a sí mismo más que como ejecutor y ministro del pontífice romano. Y en el libro Thesaurus dice:

"A Pedro todos, por derecho divino, inclinan su cabeza, y los principales del mundo le obedecen como si fuera el mismo Señor Jesucristo."

Y también dice:

"Nosotros, como miembros que somos, debemos adherirnos a nuestra cabeza, el pontífice romano y a la sede apostólica, etc."

Estas palabras no se encuentran en los libros de Thesaurus que existen hoy en día, pero son citadas por el bienaventurado Tomás en su opúsculo contra los griegos y por Gennadio Escolario, autor griego, en su libro sobre el primado del pontífice romano. Se sabe que muchos libros del Thesaurus se han perdido, pues en el VI Concilio, acto 10, se cita el libro 32 del Thesaurus de Cirilo, aunque actualmente solo existen catorce libros. Además, Andrés, obispo de Colosa, en el Concilio de Florencia, sesión 7, afirmó que en los Thesaurus de Cirilo se predicaba maravillosamente la autoridad del pontífice romano, y ninguno de los griegos lo contradijo.

NOVENO. Teodoreto, en la epístola a León Papa, dice:

"Espero la sentencia de vuestra sede apostólica, y os suplico y ruego a vuestra santidad que me brindéis ayuda, apelando a vuestro juicio justo y recto, y que ordenéis que acuda ante vosotros, y mostraré que mi doctrina sigue las huellas apostólicas."

Este era un obispo asiático y, como él mismo dice allí, estaba a cargo de 800 iglesias, y sin embargo reconoce al pontífice romano como su juez supremo. Lo mismo dice en la epístola a Renato, presbítero romano:

"Me han despojado del sacerdocio y me han expulsado de las ciudades, sin haber respetado ni mi edad avanzada en la religión ni mis canas. Por tanto, te ruego que persuadas al santísimo arzobispo León para que use su autoridad apostólica y me ordene comparecer ante vuestro concilio. Pues esa santa sede lleva las riendas del gobierno de todas las iglesias del mundo."

DÉCIMO. Sozomeno, en el libro 3, capítulo 7, dice:

"Como por la dignidad de su sede, la preocupación de todos recaía sobre él, restituyó a cada uno a su iglesia."

Se refiere a Julio I, quien devolvió el episcopado a Atanasio de Alejandría y a Pablo de Constantinopla.

UNDÉCIMO. Acacio, en la epístola a Simplicio Papa, que se encuentra en el segundo tomo de los concilios, dice:

"Llevando la solicitud de todas las iglesias, según el apóstol, nos exhortáis sin cesar, aunque vigilamos y nos adelantamos por nuestra propia cuenta."

DUODÉCIMO. Sobre el obispo de Patara, Liberato escribe en su Breviario, capítulo 22:

"Cuando Silvério llegó a Patara, el venerable obispo de esa ciudad acudió al emperador y testificó el juicio de Dios sobre la expulsión del obispo de tan gran sede, diciendo que hay muchos reyes en este mundo, pero ninguno es como ese Papa, quien está sobre la Iglesia de todo el mundo y ha sido expulsado de su sede."

DECIMOTERCERO. Justiniano, emperador mayor, en la epístola a Juan II, que se encuentra en el Código, en el primer título, dice:

"Pues no permitimos que nada que tenga que ver con el estado de las iglesias os sea desconocido a vuestra santidad, que es la cabeza de todas las santas iglesias."