CAP. XXXI: Lo mismo se prueba a partir de los títulos que suelen atribuirse al Pontífice Romano.

EL ÚLTIMO ARGUMENTO se toma de los nombres del obispo romano, que son quince: Papa, Padre de los Padres, Pontífice de los Cristianos, Sumo Sacerdote, Príncipe de los sacerdotes, Vicario de Cristo, Cabeza del cuerpo de la Iglesia, Fundamento del edificio de la Iglesia, Pastor del rebaño del Señor, Padre y Doctor de todos los fieles, Rector de la casa de Dios, Guardián de la viña de Dios, Esposo de la Iglesia, Prelado de la Sede Apostólica, y Obispo universal. De todos y cada uno de estos títulos se infiere claramente su primacía.

Por tanto, el PRIMER nombre más común y antiguo del obispo romano es PAPA. En efecto, san Ignacio en una carta a María de Zarbis escribe:

"Cuando estuviste —dice— en Roma con el Papa Lino, etc."

El término "Papa" o "Pappas" en griego es una voz utilizada por los niños pequeños, ya sea al balbucear o al hablar con cariño, para dirigirse a sus padres, como se puede ver en Filémon el Cómico, citado por Ateneo en su libro 8, donde leemos: χαῖρε πάππα φίλτατε (chaíre páppa phílta̱te, “saludos, papá querido”), y en Homero, en la Odisea, libro 6, donde la hija dice a su padre: πάππα φίλε (páppa phíle, “papá querido”). De forma similar, entre los antiguos latinos designaba al padre o al abuelo, es decir, al padre del padre. Juvenal, en su Sátira 6, dice:

"Que antes muerda lo que aquella le ofrezca, quien dio a luz; y, temeroso, pruebe primero las copas, el abuelo."

Asimismo, Ausonio escribe a su nieto:

"Los nietos, nueva preocupación tardía, prefieren al abuelo y a la abuela temblorosos por encima de sus padres."

De aquí que los eclesiásticos comenzaran a llamar al padre espiritual con ese término afectuoso, "Papa".

Aunque este nombre fue atribuido en la antigüedad a cualquier obispo, como lo hace san Jerónimo, que en todas sus cartas a Agustín lo llama "Papa", de la misma manera en que hoy en día se llama "padre" a cualquier sacerdote, sin embargo, la primacía del obispo de Roma se infiere de tres maneras a partir de este nombre. PRIMERO, porque por antonomasia, al mencionarse simplemente "Papa", se entiende únicamente a él, como se observa en el Concilio de Calcedonia,

en el acto 16, donde leemos: "El beatísimo y apostólico varón, el Papa, nos ordena esto". No se añade "León", ni "romano", ni "de la ciudad de Roma", ni ninguna otra cosa. SEGUNDO, porque solo él es llamado "Papa" de toda la Iglesia, como se ve en el mismo Concilio de Calcedonia, acto 16, donde León es llamado "Papa de la Iglesia universal", y en el Breviario de Liberato, capítulo 22, donde leemos: "No hay otro Papa sobre la Iglesia de todo el mundo, sino el Pontífice Romano". TERCERO, porque el obispo de Roma es llamado padre o Papa por todo el mundo y por los concilios generales; pero él no llama "Papa" o "padre" a nadie, sino que a todos los llama hijos o hermanos, como se observa en la carta al segundo Concilio según Teodoreto en su libro 5, capítulo 10, y en la carta del Concilio de Calcedonia a León.

El SEGUNDO título es "PADRE DE LOS PADRES", que fue atribuido al papa Dámaso por el arzobispo Esteban de Cartago en una carta dirigida a él en nombre de los tres concilios de África:

"Al beatísimo Señor, elevado a la cumbre apostólica, PADRE DE LOS PADRES, al papa Dámaso, etc."

No leemos que este título haya sido atribuido a ningún otro.

El TERCER título es "PONTÍFICE DE LOS CRISTIANOS", que se encuentra en Eusebio en su Crónica del año 44.

El CUARTO es "SUMO PONTÍFICE", como se lee en la misma carta de Esteban: "Y al sumo Pontífice de todos los prelados". Este título también lo utiliza san Gregorio en el libro 1, capítulo 4, de los Diálogos. Lo usa también san Anselmo en el prefacio de su libro sobre la Encarnación del Verbo, dirigido al papa Urbano, y san Bernardo en todas sus cartas a los Pontífices Romanos. San Jerónimo, en el prefacio de los Evangelios dirigido a Dámaso, dice: "Tú, que eres el sumo Sacerdote". Y en el acto 18 de la sexta sínodo, en el discurso aclamatorio, todo el concilio llama a Agatón "nuestro santísimo padre y sumo Papa".

El QUINTO título es "PRÍNCIPE DE LOS SACERDOTES", mencionado en la carta de Valentiniano a Teodosio, anterior al Concilio de Calcedonia en el tomo 1 de los Concilios: "El beatísimo obispo de la ciudad de Roma, a quien la antigüedad confirió el principado del sacerdocio, etc." También lo menciona Próspero en el libro 2, Sobre la vocación de los gentiles, capítulo 6: "Roma, por el principado del sacerdocio, se convirtió en una fortaleza más poderosa por la religión que por su trono de poder".

Calvino, en su Institución, libro 4, capítulo 7, § 3, objeta citando el III Concilio de Cartago, canon 26, donde se prohíbe que alguien sea llamado "Príncipe de los sacerdotes" o "sumo Sacerdote", sino únicamente "obispo de la primera sede". RESPONDO: El concilio estableció esto solo respecto a los obispos de África, entre los cuales había muchos primados iguales, para evitar que alguno de ellos se llamara "sumo Sacerdote" o "Príncipe" de los demás. Porque ese concilio provincial no podía obligar ni al Pontífice Romano ni a los obispos de otras provincias. Por lo tanto, Gregorio, Anselmo, Bernardo y la misma sexta sínodo continuaron llamando "sumo Pontífice" al obispo de Roma, a pesar de ese canon.

El SEXTO título es "VICARIO DE CRISTO", utilizado por san Bernardo en el libro 2 De Consideratione, y por el Concilio de Lyon bajo Gregorio X, como se recoge en el Sexto libro, título De Electione, capítulo Ubi periculum.

El SÉPTIMO es "CABEZA DE LA IGLESIA", utilizado en el Concilio de Calcedonia en una carta a León: "Sobre los miembros de los que tú eras Cabeza". Y en el acto 1 del mismo concilio se dice que la Iglesia Romana es "Cabeza de todas las Iglesias".

Calvino objeta nuevamente, en su Institución, libro 4, capítulo 7, § 21, citando a san Gregorio en el libro 4, capítulo 28, dirigido al obispo Juan de Constantinopla: "Pedro es —dice— el primer miembro de la santa y universal Iglesia. Pablo, Andrés y Santiago, ¿qué son sino cabezas de distintas comunidades? Sin embargo, todos son miembros bajo una sola Cabeza de la Iglesia". Aquí Gregorio reprende a Juan por querer hacerse cabeza de toda la Iglesia, y utiliza este argumento: que ni Pedro ni ningún otro apóstol fue cabeza de toda la Iglesia, sino únicamente cabezas de sus respectivas Iglesias y miembros de la Iglesia universal.

RESPONDO que ser cabeza de toda la Iglesia puede entenderse de dos maneras. PRIMERO, como cabeza única, de modo que solo él sea la cabeza y príncipe, y los demás sean inferiores, no cabezas ni príncipes, sino únicamente sus vicarios. SEGUNDO, como cabeza general, sin eliminar las cabezas particulares y verdaderas: del mismo modo en que las causas universales no eliminan las particulares, y como en un ejército el emperador no elimina a los comandantes de legiones y cohortes.

En la PRIMERA forma, solo Cristo es cabeza de todas las Iglesias. En comparación con Cristo, todos son vicarios y servidores; ninguno puede ser considerado su colega ni coobispo. En este sentido, Pedro no es cabeza más que de la Iglesia particular de Roma, pues él es su único obispo y cabeza. Las demás Iglesias tienen sus propias cabezas, los respectivos obispos, que son verdaderos príncipes y colegas de Pedro, no sus vicarios, sino coobispos. Y en esta significación es en la que san Gregorio se expresa aquí.

En la SEGUNDA forma, Pedro fue, y el Pontífice Romano es ahora, verdaderamente cabeza de todas las Iglesias, como el mismo Gregorio enseña en su libro 11, carta 42:

"Que la reverencia a la Sede Apostólica no sea turbada por ninguna presunción; porque el estado de los miembros solo se mantiene intacto si la cabeza de la fe no recibe ningún agravio."

Y en la carta 54:

"La Sede Apostólica es la cabeza de todas las Iglesias."

Esto mismo se encuentra en su explicación del cuarto salmo penitencial.

El OCTAVO título es "FUNDAMENTO". Jerónimo, en su carta 1 a Dámaso, sobre el término "hipóstasis", dice:

"Sobre esta piedra sé que está edificada la Iglesia."

Aquí llama a Dámaso la piedra de la Iglesia.

El NOVENO título es "PASTOR DEL REBAÑO DEL SEÑOR". Ambrosio, en la carta 81 al papa Siricio, dice:

"Hemos reconocido en las cartas de tu santidad la vigilancia del buen pastor: ¡qué fielmente guardas la puerta que se te ha encomendado, y con qué piedad cuidas el rebaño de Cristo!"

El DÉCIMO es "RECTOR DE LA CASA DE DIOS". Ambrosio, en su comentario sobre 1 Timoteo 3, dice:

"La casa de Dios es la Iglesia, de la cual hoy es rector Dámaso."

El UNDÉCIMO título es "GUARDIÁN DE LA VIÑA". El Concilio de Calcedonia, en su carta a León, dice:

"Además, contra aquel a quien el Salvador confió la guarda de la viña, es decir, contra tu santidad apostólica, se ha desatado la insania."

El DUODÉCIMO es "PADRE Y DOCTOR DE TODOS LOS CRISTIANOS", como se afirma en la última sesión del Concilio de Florencia. Por esta misma razón, la Iglesia Romana es llamada "madre y maestra de todas las Iglesias", como se menciona en el Concilio Lateranense bajo Inocencio III, capítulo 5.

El DÉCIMO TERCER título es "ESPOSO DE LA IGLESIA". El papa recibe este título en el Concilio General de Lyon, como se encuentra en el capítulo Ubi periculum, sobre la elección, en el Sexto libro.

Sin embargo, algunos objetan citando a san Bernardo, quien en la carta 237 advierte al papa Eugenio que no se considere esposo de la Iglesia, sino amigo del esposo; y parece absurdo que el vicario del rey sea llamado esposo de la reina.

RESPONDO que, así como el papa es llamado cabeza, rector y pastor de la Iglesia en lugar de Cristo, también se le llama esposo en lugar de Cristo, como su vicario y ministro. En efecto, el verdadero y principal esposo es Cristo, como se dice en Juan 3, porque él fecunda la Iglesia con su espíritu, y solo por su semilla (que es la palabra de Dios) nacen los hijos. Los pontífices son llamados esposos porque colaboran externamente en la generación de los hijos, como ministros de la palabra y los sacramentos, pero no generan hijos para sí mismos, sino para Cristo. Por lo tanto, san Bernardo solo pretendía advertir al pontífice que no se considerara el esposo principal. Y aunque sería absurdo en la generación carnal que el rey fuera ayudado por su vicario y que una misma mujer fuera esposa de muchos, en la generación espiritual no es absurdo.

El DÉCIMO CUARTO título es "PRELADO DE LA SEDE APOSTÓLICA". Cabe observar que en ocasiones los antiguos llamaban "sedes apostólicas" no solo a la de Roma, sino también a las de Antioquía, Jerusalén, Éfeso y otras, fundadas por los apóstoles y en las que ellos residieron como obispos, como se ve en Tertuliano, en su libro De Praescriptione, y en la carta 162 de Agustín, entre otros.

Sin embargo, en tres aspectos sobresale el Pontífice Romano con respecto a este título:

PRIMERO, porque al decirse simplemente "sede apostólica", sin añadir "de Antioquía", "de Éfeso" o "de Roma", siempre se entiende la sede de Roma, que se llama apostólica por antonomasia, como se observa en la carta 106 de Agustín:

"Se enviaron sobre este asunto informes de los Concilios de Cartago y Milevi a la Sede Apostólica."

No añade "Romana", pero se sobreentiende, ya que consta en las cartas 90 y 92 del mismo Agustín que esos informes fueron enviados al papa Inocencio. Ejemplos similares se encuentran en abundancia.

SEGUNDO, porque al Pontífice Romano no solo se le dice que ocupa la sede apostólica, como al de Antioquía o al de Éfeso, sino que tiene el "principado de la sede apostólica", como se menciona en la carta 162 de Agustín.

TERCERO, porque al Pontífice Romano no solo se le llama "prelado de la sede apostólica", como al de Antioquía y otros, sino que su oficio es llamado "apostolado", como se observa en el Concilio de Calcedonia, acto 1, donde los vicarios de León dicen:

"Se ha dignado su apostolado ordenar que Dióscoro no tenga asiento en el concilio."

Asimismo, el emperador Honorio, en su carta a Bonifacio, dice:

"Lo primero que pedimos es que tu apostolado se digne poner su esfuerzo y voto diario por nuestra salud e imperio."

Igualmente, en la carta de los obispos de las Galias, entre las cartas de León, número 51, se dice:

"Que vuestro apostolado nos perdone nuestra tardanza."

Por último, en la carta 190 de san Bernardo a Inocencio, leemos:

"Es necesario que se remitan a vuestro apostolado todos los peligros y escándalos que surjan en el reino de Dios, etc."

Este título no se encuentra aplicado a ningún otro que al Pontífice Romano.

De esto se deduce que los obispos de Antioquía, Éfeso y similares fueron obispos de sedes apostólicas, es decir, de aquellas en las que los apóstoles residieron; pero no sucedieron a los apóstoles en el apostolado de ninguna manera. De lo contrario, también su dignidad se llamaría apostolado. Sin embargo, el Pontífice Romano no solo es obispo de la sede apostólica, sino que de algún modo sucede en el apostolado, es decir, en el cuidado de todo el orbe, que era parte del apostolado, y por eso su grado se llama apostolado. Esto responde a una objeción de Nilo, quien, en su libro sobre la primacía del papa, intenta probar que el Pontífice Romano no tiene primacía sobre los demás obispos porque también se dice que los obispos de Antioquía, Éfeso y Jerusalén tienen tronos apostólicos.

El DÉCIMO QUINTO título es "OBISPO UNIVERSAL". En el Concilio de Calcedonia,

en el acto 3, se leen tres cartas de diferentes griegos dirigidas al papa León, las cuales comienzan de la siguiente manera:

"Al santísimo y beatísimo arzobispo y patriarca de la gran Roma, León."

De estas palabras se refutan tres falsedades de los herejes.

La PRIMERA es la de Lutero, en su libro De potestate Papae, donde, después de afirmar que Gregorio rechazó el título de "universal", añade: "¿Qué diría entonces del título de Santísimo y Supremo?" Lutero insinúa que en tiempos de Gregorio todavía no se había oído hablar de los títulos de "Santísimo" y "Supremo", lo que revela una ignorancia o malicia increíble por parte de Lutero, ya que todos los antiguos llamaban "santísimo" al papa romano, y el pasaje ya citado refuta claramente a Lutero.

Además, en el segundo acto del mismo Concilio de Calcedonia, el obispo Aecio de Nicópolis llama a san León "nuestro señor y santísimo papa." Este título, que tanto disgusta a los herejes de nuestro tiempo, no fue objetado entonces ni por el concilio, ni por el senado, ni por los jueces, quienes escucharon a Aecio decir:

"Ahora que se ha leído la carta de nuestro señor y santísimo papa, etc."

El propio Gregorio usa el título de "supremo", como ya mencionamos, en el libro 1 de Diálogos, capítulo 4. Todo el Concilio de Calcedonia, en su carta a León, se refiere a él como "tu suprema eminencia".

La SEGUNDA falsedad es la de los Centuriadores de Magdeburgo, quienes, en el capítulo 7 de la Centuria 6, columna 439, afirman que el Pontífice Romano fue creado patriarca por el emperador Justiniano en el año 520. Pero si esto fuera cierto, ¿cómo es que en el Concilio de Calcedonia, celebrado en el año 451, se llama a León "patriarca universal" con tanta frecuencia?

La TERCERA falsedad es la de Calvino, quien en su Institución, libro 4, capítulo 7, § 4, cita a san Gregorio diciendo que el título de "universal" fue ofrecido a sus predecesores en el Concilio de Calcedonia y luego añade:

"Esto no tiene apariencia de verdad, pues no se encuentra nada parecido en los actos de ese concilio."

Sin embargo, esta afirmación es una mentira descarada. Aunque el concilio no decretó nada sobre este asunto, está claro que el título fue atribuido al Pontífice Romano y que no fue objetado por el concilio, ya que en el acto 3 el papa León es llamado con frecuencia "universal", y nadie en el concilio criticó esta denominación.

Calvino objeta además que Gregorio, en su libro 4, carta 32, y en muchos otros lugares, repite que el título de "obispo universal" es profano, sacrílego y precursor del Anticristo, y que por esta razón ninguno de sus predecesores quiso usarlo. También Ilírico, en su libro De historia Concilii VI Carthaginensis, y Lutero, en De potestate Papae, citan el canon del Concilio Africano que Gratiano recoge en la distinción 99, canon Primae sedis, donde leemos:

"Tampoco el Pontífice Romano debe ser llamado 'universal'."

RESPONDO que el título de "obispo universal" puede entenderse de dos maneras.

PRIMERO, puede interpretarse que el "obispo universal" sea el único obispo de todas las ciudades cristianas, de modo que los demás no sean obispos, sino solo sus vicarios. En este sentido, el título es realmente profano, sacrílego y anticristiano. Y es de este sentido del que habla Gregorio, como se ve en la razón que da: "Es muy triste que se tolere que mi hermano y coobispo intente ser llamado único obispo, despreciando a todos los demás" (lib. 4, carta 34, a Constancio). Y en la carta 36, a Eulogio, dice: "Si uno es llamado patriarca universal, se menoscaba el nombre de los demás patriarcas." Y en la carta 69, a Eusebio: "Si uno es universal, los demás dejan de ser obispos."

SEGUNDO, puede entenderse que el "obispo universal" es aquel que tiene el cuidado general de toda la Iglesia, sin excluir a los obispos particulares. En este sentido, el título puede aplicarse al Pontífice Romano según la mente de Gregorio.

PRIMERO, porque Gregorio admite en su carta 32, libro 4, y en otras, que el Concilio de Calcedonia atribuyó el título de "obispo universal" al Pontífice Romano, y considera ese concilio como santo y católico. Por lo tanto, Gregorio pensaba que el título podía aplicarse al Pontífice Romano en algún sentido.

SEGUNDO, porque Gregorio afirma que el Señor confió a Pedro el cuidado de toda la Iglesia, lo que equivale a decir que Cristo constituyó a Pedro como obispo universal.

TERCERO, aunque los Pontífices Romanos no se llamaron nunca a sí mismos "obispos universales", como bien señala Gregorio, se llamaron a menudo "obispos de la Iglesia universal", como se ve en las cartas 2 de Sixto I, la primera de Víctor I, la segunda de Ponciano, la segunda de Esteban I, y en las cartas 54, 62 y 65 de León I. Gregorio sin duda conocía estos testimonios y sabía que en sustancia "obispo de la Iglesia universal" y "obispo universal" son lo mismo.

OBJECIÓN: Si el título tiene un sentido válido, ¿por qué Gregorio lo declara orgulloso, sacrílego y profano, y prohíbe su uso?

RESPONDO que lo hace por dos razones. PRIMERO, por precaución, como también se prohibió el término Christotocos (Madre de Cristo), que en sí mismo es correcto, pero los Padres lo evitaron para no dar lugar a la herejía de Nestorio, quien llamaba a María madre de Cristo, pero no madre de Dios.

SEGUNDO, porque la cuestión en ese momento era si el título podía concederse al obispo de Constantinopla, no si podía concederse al Pontífice Romano. Dado que el título de "universal" no convenía en ningún sentido al obispo de Constantinopla, y este lo usurpaba, Gregorio lo declaró completamente profano y sacrílego en ese contexto. Sin embargo, Gregorio también rechazó el título para sí mismo, aunque le correspondiera en cierto sentido, con el fin de frenar más eficazmente la arrogancia del obispo de Constantinopla. Con esto queda refutada la objeción de Calvino.

En cuanto a la objeción de Lutero e Ilírico, afirmo que no se dieron cuenta de que las palabras citadas no pertenecen al Concilio Africano, sino a Gratiano. Tras citar el canon del Concilio Africano, que prohibía llamar al obispo de la primera sede "príncipe de los sacerdotes", Gratiano añadió por su cuenta:

"Tampoco el Pontífice Romano debe ser llamado 'universal'."

Estas palabras, al ser de Gratiano, no tienen autoridad, y pueden entenderse en el mismo sentido que las palabras de Gregorio.

Cabe destacar la pertinacia y soberbia de los griegos, castigada severamente por Dios. A pesar de que durante más de 300 años la sede de Constantinopla no tuvo lugar entre las sedes primarias, intentaron no solo elevarla al patriarcado, prefiriéndola sobre Alejandría y Antioquía, sino incluso igualarla a Roma y hacerla universal. Al no corregirse con las censuras de Pelagio II ni con la humildad de san Gregorio, finalmente, como predijo santa Brígida en el libro 7, capítulo 9, de sus Revelaciones, fueron entregados en manos de los turcos junto con su patriarca universal, tal como también lo predijo el papa Nicolás V, según Gennadio Escolario en su libro sobre el Concilio de Florencia, capítulo 5, § 14.

LIBRO TERCERO, sobre el Anticristo, que no tiene nada en común con el Pontífice Romano. CAP. I: Se propone la disputa sobre el Anticristo.

Hemos demostrado hasta ahora que el Pontífice Romano sucede a Pedro en el supremo principado de toda la Iglesia. Resta ver si en algún momento el Pontífice Romano ha caído de ese grado; porque los adversarios sostienen que en este tiempo no hay en Roma un verdadero obispo, sea lo que sea que haya sido antes. Y de hecho, NILO, al final de su libelo contra el primado del Pontífice Romano, habla así: "Pero que el punto central y conclusión de mi discurso sea esta: mientras el Papa conserve en la Iglesia el conveniente y celestial orden establecido desde hace tiempo; mientras mantenga la verdad celestial y actúe en consecuencia; y mientras permanezca adherido a Cristo, sumo y verdadero Señor y Cabeza de la Iglesia, fácilmente aceptaré que sea la cabeza de la Iglesia, el sumo Sacerdote, y el sucesor de Pedro, o incluso de todos los Apóstoles si se quiere, y que todos le obedezcan, y no disminuiré en nada lo que atañe a su honor. Pero si se aparta de la verdad y no quiere volver a ella, con justicia debe ser tenido por condenado y rechazado". Esto es lo que dice.

Pero debió haber mostrado en qué errores han caído los Pontífices Romanos, cuándo y por quiénes han sido condenados. Pues sabemos que en el Concilio general Lateranense bajo Inocencio III, en el de Lyon bajo Gregorio X, y en el de Florencia bajo Eugenio IV, los griegos, convictos de error, volvieron a la fe de los latinos, y luego siempre volvieron a su vómito, y por ello fueron gravemente castigados por Dios. Sin embargo, no leemos en ninguna parte que los latinos hayan abrazado la fe de los griegos. Y no se puede presentar ningún juicio eclesiástico contra los latinos, mientras que nosotros presentamos muchos contra los griegos.

Ahora bien, CALVINO, en el libro 4 de sus Instituciones, cap. 7, §. 23, dice: "Sean todas esas cosas verdaderas, aunque ya se las hemos arrancado; que Pedro fue constituido por la voz de Cristo como Cabeza de toda la Iglesia, y que depositó ese honor concedido en la sede romana, que eso fue confirmado por la autoridad de la antigua Iglesia, sancionado por un largo uso, que siempre se le ha debido al Pontífice Romano la máxima potestad, y que él ha sido siempre juez de todas las causas y personas, y no ha estado sujeto al juicio de nadie; que incluso tengan más si lo desean. Sin embargo, respondo en una sola palabra: nada de eso tiene valor, a menos que haya Iglesia y Obispo en Roma". Y más adelante, en el §. 24: "Resuelvan este nudo los romanenses, niego que su Pontífice sea el Príncipe de los Obispos, ya que no es un Obispo". Y más adelante: "Ciertamente Roma fue en otro tiempo madre de todas las Iglesias; pero desde que comenzó a ser la sede del Anticristo, dejó de ser lo que era". Y más adelante, en el §. 25: "Nos parece a algunos demasiado insultante y descarado cuando llamamos Anticristo al Pontífice Romano; pero quienes piensan eso, no comprenden que acusan a Pablo de falta de moderación, ya que nosotros hablamos después de él, de hecho, hablamos con las mismas palabras que él. Y para que nadie objete que torcemos injustamente las palabras de Pablo, que se refieren a otra cosa, aplicándolas al Pontífice Romano, mostraré brevemente que no pueden entenderse de otra manera que del Papado". Esto es lo que dice.

Todos los herejes de este tiempo enseñan cosas similares, y especialmente LUTERO en su Cálculo de los tiempos y en sus afirmaciones en los artículos 28 y 36, y en otros lugares. También los Centuriadores de Magdeburgo en la Centuria 1, libro 2, cap. 4, columna 434 y siguientes, y en todas las Centurias siguientes, en los capítulos 4, 7 y 10. Illyricus en su libro sobre el Primado. David Chytraeus en el capítulo nueve y 13 del Apocalipsis. También Wolfgang Musculus en sus Loci Communes, en el título sobre la Iglesia. Teodoro Beza en su comentario a 2 Tesalonicenses 2. Teodoro Bibliander en las tablas 10, 11, 12, 13 y 14 de su Crónica. Enrique Pantaleón en su Cronología. Enrique Bullinger en el prefacio de sus homilías sobre el Apocalipsis. Y antes que todos estos, Juan Wiclef en el artículo 30 entre los condenados en el Concilio de Constanza, sesión 8, proclamó que el Pontífice era el Anticristo.

Para que esta cuestión se explique diligentemente, deberán tratarse nueve capítulos. Primero, sobre el propio nombre de Anticristo. II. Si el Anticristo es un solo hombre o un linaje de hombres. III. Sobre el tiempo de su llegada y su muerte. IV. Sobre su nombre propio. V. De qué pueblo nacerá y quiénes lo recibirán principalmente. VI. Dónde establecerá su sede. VII. Sobre su doctrina y costumbres. VIII. Sobre sus milagros. IX. Sobre su reino y sus batallas. Porque de todas estas cosas aparecerá claramente cuánta impudencia tienen los herejes al hacer al Pontífice Romano el Anticristo; y añadiremos un capítulo en el que probaremos que el Pontífice Romano no solo no es el Anticristo, sino que de ningún modo ha dejado de ser el Obispo y Pastor de toda la Iglesia, para que no quede nada sin refutar de las objeciones de Calvino.

En cuanto al PRIMERO, algunos de los adversarios enseñan que el nombre del Anticristo significa propiamente Vicario de Cristo; y por tanto, que el Papa, quien se proclama Vicario de Cristo, es el mismo Anticristo. Así enseña Wolfgang MUSCULUS en sus Loci Communes, en el capítulo sobre la potestad de los ministros, y lo prueba, porque esa voz ἀντί (anti) significa "en lugar de", de donde ἀντίχριστος (Antichristos) significa "en lugar de Cristo", así como ἀντιστρατηγὸς (antistrategos) significa aquel que se interpone por el general; es decir, quien pretende ser Vicario del General. Los Centuriadores de Magdeburgo también enseñan en la Centuria 1, libro 2, cap. 4, columna 435, que el Papa es el verdadero Anticristo, porque se hace a sí mismo Vicario de Cristo.

Pero sin duda están equivocados, o intentan engañar. El nombre de Anticristo no puede significar de ninguna manera Vicario de Cristo; sino solo alguien contrario a Cristo, y contrario no de cualquier forma, sino de tal manera que compita con él por el trono y la dignidad de Cristo, es decir, quien sea un rival de Cristo y quiera ser tenido como Cristo, destronando a aquel que verdaderamente es Cristo.

Que esta es la verdadera significación del nombre se prueba de tres maneras. PRIMERO, porque en griego, la voz ἀντί (anti) propiamente significa oposición. Y puesto que se dice que se oponen no solo aquellas cosas que luchan entre sí, sino también aquellas que son equivalentes, de ahí se ha hecho que la composición con ἀντί (anti) a veces signifique contrariedad, a veces equivalencia, pero nunca subordinación; como se evidencia en los ejemplos de todos esos nombres: ἀντίπαλος (antipalos) significa rival en la lucha; ἀντίδοτον (antidotum), remedio contrario; ἀντίφρασις (antiphrasis), expresión contraria; ἀντίστροφος (antistrophos), equivalente; ἀντίθεος (antitheos), igual a Dios; ἀντίχειρ (anticheir), es el pulgar, porque se opone y es equivalente a toda la mano restante; y así con los demás. Pero "Vicario" no significa oposición, sino subordinación a otro; y por lo tanto, no puede expresarse con la voz ἀντί (anti).

Por otra parte, la palabra ἀντιστρατηγὸς (antistrategos) no significa Vicario del General, sino ordinariamente un general contrario; así como ἀντιστρατέυομαι (antistrateuomai) significa "ir a la guerra", y a veces se refiere a aquel que está en lugar del general, no como subordinado a él, sino como igual a él: del mismo modo que en latín Propraetor o Proconsul no significa Vicario del Pretor o del Cónsul, sino aquel que en una provincia tiene el mismo cargo que el Pretor o Cónsul en la ciudad. Y en esto se engañó Musculus, porque al leer en Budé que ἀντιστρατηγὸς (antistrategos) significa propraetor, pensó que significaba Vicario del Pretor, lo cual es falso.

SEGUNDO, esto se prueba también por la Escritura. Pues, aunque este nombre fuera ambiguo en sí mismo, tal como se utiliza en la Escritura no es ambiguo; y nuestra cuestión no debe ser sobre la palabra ἀντίχριστος (Antichristos) en términos absolutos, sino tal como se toma en las Escrituras. Y en las Escrituras, el Anticristo es llamado aquel que se exalta sobre todo lo que se llama Dios (2 Tesalonicenses 2), lo cual ciertamente no es ser Vicario, sino enemigo de Cristo, el verdadero Dios. Y en 1 Juan 2, el Anticristo es llamado aquel que niega que JESÚS es el CRISTO; es decir, quien niega que JESÚS es el CRISTO para presentarse a sí mismo como Cristo. Y en Mateo 24, el Anticristo es llamado aquel que afirmará ser él mismo el Cristo; lo cual ciertamente no es propio de un Vicario, sino de un rival.

Finalmente, TERCERO, se prueba a partir de todos los autores que han escrito sobre el Anticristo, y del sentido común de todos los cristianos, que entienden por Anticristo a un falso Cristo destacado. Así lo explican también los autores griegos antiguos, como Damasceno en su libro 4 sobre la fe, capítulo 28, y de la misma manera lo explica Jerónimo entre los autores latinos, quien además fue muy versado en la lengua griega, en la cuestión undécima a Algasia.

Finalmente, lo mismo explica en su Thesaurus de la lengua griega Enrique Esteban, quien aunque es uno de los herejes de Ginebra, también coincide en esto. De aquí obtenemos el primer argumento contra los adversarios. Pues, dado que el nombre de Anticristo significa enemigo y rival de Cristo, y el Pontífice Romano se declara siervo de Cristo y subordinado a Cristo en todas las cosas, y no dice en absoluto que él sea Cristo ni se iguala a él, es evidente que no es el Anticristo.