CAP. I: Se plantea la cuestión: ¿Cuál es el mejor régimen?

No puede haber duda para nadie de que nuestro Salvador Jesucristo pudo y quiso gobernar su Iglesia de la manera y forma que fuera la mejor y más útil para todos. Ahora bien, existen tres formas buenas de gobierno: la monarquía, es decir, el principado de uno solo, cuyo vicio contrario es la tiranía; la aristocracia, es decir, el gobierno de los mejores, que se opone a la oligarquía, que es el dominio de unos pocos; y la democracia, es decir, el dominio de todo el pueblo, que no rara vez degenera en sediciones.

Esto lo enseñan los príncipes de los filósofos, como Platón en su Político, y Aristóteles en el libro 3 de Política, capítulo 5, y en el libro 8 de Ética, capítulo 10. Y no sin gran razón enseñan esto, porque si una multitud debe ser gobernada, no puede hacerse de otra manera que mediante uno de estos tres regímenes. O bien uno solo se pone al frente de la república, y será monarquía; o algunos de entre muchos, y será aristocracia; o bien todos en conjunto, y será democracia.

Y aunque solo hay tres formas simples de gobierno, pueden mezclarse entre sí, de lo cual resultarán cuatro formas más de gobierno mixto. Una, compuesta de las tres; otra, de la monarquía y la aristocracia; una tercera, de la monarquía y la democracia; y la última, de la democracia y la aristocracia. Una vez constituidas estas formas, surge la primera cuestión: ¿cuál de las siete formas de gobierno es la mejor?

Juan Calvino, en su intento de cerrar todos los caminos por los cuales se podría argumentar a favor de la constitución de una monarquía eclesiástica, prefiere la aristocracia entre las formas simples, y entre las formas mixtas, prefiere el régimen compuesto de aristocracia y democracia, anteponiéndolo a todas las demás. Considera la monarquía como la peor de todas, especialmente si se establece en todo el mundo o en la Iglesia universal. Sus palabras en el libro 4 de Institución, capítulo 6, §9, son estas: "Ciertamente concedo que puede ser bueno y útil que el mundo entero sea gobernado por una monarquía, aunque es algo sumamente absurdo; pero incluso si así fuera, nunca concederé que esto valga para el gobierno de la Iglesia." Y en el capítulo 20, §8, dice: "Si se consideran en sí mismas las tres formas de gobierno que mencionan los filósofos, no negaré que la aristocracia o el estado mixto de ella y la política supera con mucho a las demás." Luego añade dos razones: una tomada de la experiencia, y otra de la autoridad divina: "Porque, dice, siempre ha sido confirmado por la misma experiencia, y también el Señor lo confirmó con su autoridad, cuando instituyó la aristocracia, cercana a la política, entre los israelitas."

Nosotros, sin embargo, siguiendo a Santo Tomás y a otros teólogos católicos, anteponemos la monarquía a las demás formas simples de gobierno. Aunque, debido a la corrupción de la naturaleza humana, creemos que en estos tiempos es más útil para los hombres una monarquía mixta con aristocracia y democracia que una monarquía simple; pero con la condición de que la monarquía ocupe el primer lugar, la aristocracia el segundo, y la democracia el último lugar.

Sin embargo, para que todo esto se explique más fácilmente y pueda confirmarse con argumentos, resumiremos nuestra posición en tres proposiciones. Primera proposición: entre las formas simples, la más excelente es la monarquía. Segunda proposición: un régimen mixto compuesto de las tres formas es más útil debido a la corrupción de la naturaleza humana que una monarquía simple. Tercera proposición: dejando de lado las circunstancias, la monarquía simple es, de manera absoluta, la forma de gobierno más excelente.