CAP. XXV: Se confirma el primado de Pedro con los testimonios de los Padres griegos y latinos.

RESTABA presentar los testimonios de los antiguos Padres en favor del primado de San Pedro. Es importante observar antes que, si los Padres dijeron que Pedro era la cabeza de la Iglesia o que tenía el primado sobre los apóstoles o sobre la Iglesia, esto será suficiente para demostrar, según la opinión de los Padres, lo que queremos. Pues los adversarios admiten que con estos dos términos, "cabeza" y "primado," se significa el poder supremo en la Iglesia. Así lo afirman los Centuriones de Magdeburgo en la Centuria 1, libro 2, capítulo 7, columna 527, cuando dicen que una de las notas propias del Anticristo es tener el primado en la Iglesia. Y CALVINO, en su Institución, libro 4, capítulo 7, § 3, dice: "Ciertamente, mientras duró el verdadero y puro rostro de la Iglesia, todos estos nombres de soberbia, con los cuales luego empezó a engreírse la sede de Roma, eran absolutamente desconocidos." Se refiere al nombre de "cabeza" y "primado." Y en ese mismo lugar indica que en tiempos de Jerónimo aún duraba el verdadero rostro de la Iglesia.

El PRIMERO en presentar testimonio entre los griegos es ORÍGENES (ya que omito a Dionisio, Clemente Romano, Anacleto y otros similares porque no son aceptados por los adversarios), quien en el capítulo 6 de su comentario a los Romanos dice:

"En verdad," dice, "cuando se entregó el sumo poder sobre el pastoreo de las ovejas, y sobre él se fundó la Iglesia como sobre la tierra, no se exigió otra confesión de virtud que la de la caridad."

EUSEBIO, en su Crónica del año 44 después del nacimiento de Cristo, dice: "Pedro, apóstol, de la nación de Galilea, y primer Pontífice de los cristianos."

Aquí es necesario observar la distinción que hace Eusebio entre Pedro y los obispos de otras ciudades. Pues de Pedro no dice "primer obispo de los romanos", como dice de Santiago:

"El primer obispo de la Iglesia de Jerusalén es ordenado por los apóstoles, Santiago, el hermano del Señor." Y de Evodio: "El primer obispo de Antioquía es ordenado, Evodio." No habla así de Pedro, sino que lo llama "primer Pontífice de los cristianos"; evidentemente para que entendamos que Santiago era el obispo de una sola ciudad, mientras que Pedro era el Pontífice de todo el mundo cristiano. En el libro 2 de su historia, capítulo 14, Eusebio llama a Pedro "el más ilustre y grande de todos los apóstoles, el príncipe de los primeros y el líder y maestro del ejército de Dios." ¿Y qué otra cosa es ser el líder del ejército de Dios, sino ser la cabeza de la Iglesia militante?

San BASILIO, en su sermón sobre el juicio de Dios, hablando de Pedro, dice:

"Él fue el bienaventurado, quien fue preferido sobre los demás discípulos, a quien le fueron confiadas las llaves del reino de los cielos, etc."

San Gregorio NAZIANZENO, en su oración sobre la moderación en las disputas, queriendo demostrar que debe haber orden en todas las cosas, toma como argumento a los apóstoles, quienes, aunque todos eran grandes, tenían un superior: "Ves," dice, "cómo entre los discípulos de Cristo, que ciertamente todos eran grandes y elevados, y dignos de ser elegidos, este es llamado la roca y se le confía el fundamento de la fe de la Iglesia, y los demás discípulos lo aceptan con tranquilidad."

San EPIFANIO, en su herejía 51, dice:

"Pedro fue elegido para ser el líder de los discípulos." Y en el Ancoratus: "Este es el que escuchó: Apacienta mis corderos, a quien se le confió el rebaño."

CIRILO de Jerusalén, en su catequesis 2, llama a Pedro "el príncipe excelentísimo de los apóstoles."

CIRILO de Alejandría, en el libro 12 sobre Juan, capítulo 64, dice: "Como príncipe y cabeza de los demás, fue el primero en exclamar: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo." Y en el Tesauro (si creemos a Santo Tomás) en la obra contra los griegos, dice: "Así como Cristo recibió del Padre el cetro de la Iglesia de los gentiles, siendo líder de Israel y sobre todo principado y poder, para que todo se someta a él, así también Cristo confió plena y totalmente a Pedro y a sus sucesores, y a nadie más que a Pedro le dio lo que es suyo plenamente, sino que solo a él se lo otorgó."

San JUAN CRISÓSTOMO, en la homilía 11 sobre Mateo, dice:

"A Pedro lo constituyó pastor de la Iglesia futura." Y más adelante: "Solo Dios puede conceder que la futura Iglesia, con tantas y tan grandes tormentas que arremeterán contra ella, permanezca inmóvil, cuya cabeza y pastor (¡he aquí el nombre de cabeza que Calvino considera inaudito!) es un hombre pescador y humilde." Y más adelante: "Jeremías fue padre de una sola nación, pero a este Cristo lo puso sobre todo el mundo."

Y en la homilía final sobre Juan, repite varias veces que a Pedro se le confió el cuidado de los hermanos, es decir, de los apóstoles, y se le encomendó todo el mundo.

EUTIMIO, en el último capítulo de Juan, repite dos veces que Pedro recibió la presidencia sobre los discípulos. Allí dice:

“Si preguntas,” dice, “¿cómo fue que Santiago recibió la sede en Jerusalén? Yo respondo que este (Pedro) fue constituido maestro de todo el mundo.” Aquí enseña Eutimio que, así como Santiago fue obispo de Jerusalén, Pedro fue obispo de todo el mundo.

TEOFILACTO, en el capítulo 22 de Lucas, sobre el pasaje “Confirma a tus hermanos”:

“El sentido claro de este pasaje,” dice, “es el siguiente: Como te tengo a ti como príncipe de los discípulos, después de que me hayas negado, llorado y te hayas arrepentido, confirma a los demás. Pues esto te corresponde a ti, que después de mí eres la roca de la Iglesia y el fundamento.” Y más adelante: “Tú, Pedro, convertido, serás un buen ejemplo de penitencia para todos, quien, aunque fuiste apóstol y me negaste, nuevamente has recibido el primado de todos y el gobierno del mundo.” Aquí también oyes el término “PRIMADO,” que Calvino consideraba inaudito. ECUMENIO, en el capítulo 1 de los Hechos, dice: “Pedro se levantó, no Santiago, y lo hizo como más fervoroso, y como aquel a quien se le había confiado la presidencia sobre los discípulos.”

HUGO ETERIANO, o Heretiano, alrededor del año 1160, durante el tiempo del emperador Manuel, escribió libros sobre la procesión del Espíritu Santo contra los griegos, en los cuales, en el libro 3, capítulo 17, dice:

“Por la misma evidencia del hecho, está claramente demostrado que Cristo constituyó a Pedro y a su sucesor como príncipe y cabeza no solo de los latinos y griegos, de todo Occidente y el Norte, sino también de los armenios, árabes, judíos, medos, de todo Oriente y de las regiones meridionales para siempre.”

Entre los latinos, San CIPRIANO, en su epístola a Quinto, dice que Pedro no quiso decir, cuando fue reprendido por Pablo, que él tenía el primado y que debía ser obedecido. Con estas palabras indica que tenía el primado y que podía mandar sobre todos los demás. Y para que los adversarios no digan que, según Cipriano, Pedro no dijo que tenía el primado porque hubiera sido falso, escuchemos a SAN AGUSTÍN, quien explica este pasaje de Cipriano en el libro 2 de De Baptismo, capítulo 1: “El mismo Cipriano,” dice, “en la epístola a Quinto, dice lo siguiente: Pues ni siquiera Pedro, a quien el Señor eligió primero y sobre quien edificó su Iglesia, cuando Pablo discutió con él sobre la circuncisión, posteriormente reclamó para sí algo con insolencia, ni asumió arrogante que tenía el primado, y que los nuevos y los que le seguirían debían obedecerle a él más que a otros, etc.” Y poco después: “He aquí,” dice, “donde Cipriano recuerda lo que también nosotros hemos aprendido en las Sagradas Escrituras, que el apóstol Pedro, en quien sobresale el primado de los apóstoles por una gracia tan excelente, etc.”

El mismo San CIPRIANO, en el libro sobre la unidad de la Iglesia o sobre la simplicidad de los prelados (como dedujimos anteriormente), hace a Pedro la cabeza, la fuente y la raíz de toda la Iglesia. Y sobre él dice en la epístola a Jubaiano:

“Mantenemos la cabeza y la raíz de una sola Iglesia.” Así que esos dos términos, “cabeza” y “raíz,” son utilizados con gusto por Cipriano, términos que Calvino decía que eran inauditos en la antigua Iglesia. SAN MÁXIMO, en el sermón 3 sobre los apóstoles, dice: “¿De cuántos méritos, pues, era Pedro ante su Señor, que después de remar en la pequeña barca, se le entregaron los timones de toda la Iglesia?”

OPTATO, en el libro 2 contra Parmeniano:

“La cátedra,” dice, “es una, y no te atreves a negar que sabes que primero se le entregó a Pedro la cátedra en la ciudad de Roma, donde se sentó la cabeza de todos los apóstoles, Pedro, que de ahí fue llamado Cefas, en quien solo se mantuvo la unidad de la cátedra, y que ningún otro de los apóstoles defendió una cátedra singular para sí mismo, de modo que sería ya un cismático y pecador quien contra la única cátedra colocara otra. Por tanto, la cátedra es una, la primera de las dotes. En ella se sentó primero Pedro, le sucedió Lino, a Lino Clemente, etc.” Ves que se nombra la “CABEZA” y la “CÁTEDRA de Pedro,” y de sus sucesores, como la única cátedra de toda la Iglesia, algo que Calvino consideraba absolutamente inaudito.

San AMBROSIO, en el último capítulo de Lucas,

llama a Pedro el “VICARIO del amor de Cristo hacia nosotros,” y dice que fue preferido sobre todos. Y en el capítulo 12 de la segunda epístola a los Corintios dice: “No fue Andrés quien recibió el PRIMADO, sino Pedro.” He aquí nuevamente el término que Calvino consideraba inaudito. El mismo Ambrosio, en el capítulo 1 a los Gálatas, dice que a Pedro se le confió el cuidado de las Iglesias por el Señor. Finalmente, en el sermón 11, dice: “Esta es la única nave de la Iglesia a la que subió el Señor, en la que Pedro fue constituido maestro, diciendo el Señor: ‘Sobre esta roca edificaré mi Iglesia.’ Esta nave navega en las profundidades de este siglo, de tal modo que, mientras el mundo perece, salva a todos los que ha recibido sin daño. Cuya figura ya vimos en el Antiguo Testamento. Pues así como el arca de Noé, cuando el mundo naufragaba, preservó a salvo a todos los que había acogido, así también la Iglesia de Pedro, mientras el siglo se consume, presentará a todos los que ha abrazado sin daño; y así como después del diluvio la paloma llevó la señal de la paz al arca de Noé, así también, después del juicio, Cristo traerá el gozo de la paz a la Iglesia de Pedro.”

El bienaventurado JERÓNIMO, en el libro 1 contra Joviniano, dice:

“Entre los doce, uno es elegido, para que, constituida la CABEZA, se eliminara la ocasión del cisma. Pero, ¿por qué no fue elegido Juan, el virgen? Se debió a la edad, porque Pedro era mayor, para que no se prefiriera a un joven casi niño a los hombres de edad avanzada.” Aquí también oyes el término “cabeza,” que Calvino consideraba inaudito.

El bienaventurado AGUSTÍN dice repetidamente que Pedro tenía el primado, y especialmente en el libro 2, capítulo 1 de De Baptismo, como ya hemos citado anteriormente, donde también añade:

“Creo,” dice, “que sin faltar al respeto de sí mismo, el obispo Cipriano puede ser comparado con el apóstol Pedro, en lo que respecta a la gloria del martirio. Sin embargo, debo temer más no ser irrespetuoso con Pedro. Pues, ¿quién no sabe que el principado del apostolado es preferible a cualquier obispado? Aunque difiere la gracia de las cátedras, sin embargo, la gloria de los mártires es una sola.”

Es importante observar en este pasaje que, según la opinión de Agustín, la cátedra de Pedro supera considerablemente a las cátedras particulares de los obispos, ya que temía ofender a Pedro si comparaba a Cipriano con él, a pesar de que Cipriano no solo era obispo, sino también el primero de toda África.

También es notable que Agustín creía que podía compararse el martirio de Cipriano con el de Pedro, aunque el de Pedro fuera mucho más noble, ya que las palmas del martirio de todos los mártires pertenecen al mismo género. Sin embargo, la sede de Cipriano no podía compararse con la de Pedro, porque no solo la sede de Pedro es más noble que la de Cipriano, sino que está en un género completamente diferente, ya que difieren como el todo y la parte. Pedro no solo era obispo de Roma, como Cipriano lo era de Cartago, sino que Pedro era también el Pontífice de todo el mundo, mientras que Cipriano lo era solo de una parte.

El mismo AGUSTÍN, hablando de la penitencia de Pedro, en el sermón 124 de De Tempore, dice:

“El Señor cura la enfermedad de todo el cuerpo en la misma cabeza de la Iglesia; en la misma cúspide, restaura la salud de todos los miembros, etc.”

El AUTOR de las Cuestiones del Antiguo y Nuevo Testamento, que están en el tomo IV de las obras de Agustín, en la cuestión 75, dice:

“Así como en el Salvador se contenían todas las causas del magisterio, así también después del Salvador, en Pedro se contienen todas. Pues él fue constituido cabeza de ellos, para que fuera el pastor del rebaño del Señor.” Y más adelante: “Es evidente,” dice, “que en Pedro se contienen todos, pues cuando ruega por Pedro, se reconoce que ha rogado por todos. Siempre en el prelado, el pueblo o es corregido o es alabado.”

San LEO enseña estas cosas repetidamente, especialmente en el sermón 3 sobre su asunción al pontificado, donde dice:

“De todo el mundo,” dice, “se elige a uno solo, Pedro, para que sea puesto por encima de la vocación de todas las naciones y de todos los apóstoles y de todos los padres de la Iglesia, de modo que, aunque en el pueblo de Dios haya muchos sacerdotes y muchos pastores, todos sean propiamente gobernados por Pedro, a quien principalmente gobierna Cristo.” Y en la epístola 84 a Anastasio, al final, dice: “Por gran disposición se ha previsto que no todos se atribuyan todo a sí mismos, sino que en cada provincia haya uno que entre los hermanos tenga la primera palabra: Y de nuevo, que algunos establecidos en las ciudades más grandes asuman una mayor preocupación, por medio de los cuales toda la preocupación de la Iglesia universal confluya en una sola sede, la de Pedro, y que nunca haya disensión con su cabeza.” Aquí también tienes el término “cabeza” y la preocupación por la Iglesia universal.

San PRÓSPERO, en su libro De Ingratis, dice:

“La sede de Roma, de Pedro, que ha sido constituida cabeza pastoral del mundo, lo que no posee por armas, lo posee por religión, etc.”

ARATOR, en el capítulo 1 de los Hechos, hablando de Pedro, dice:

“A quien el Cordero entregó las ovejas que salvó con su pasión, y a través de todo el mundo, este pastor aumenta el rebaño, con cuyo don se levanta como supremo.”

San GREGORIO, en el libro 4, epístola 32, a Mauricio, dice:

“Es evidente para todos los que conocen el Evangelio que por la voz del Señor se confió al bienaventurado y príncipe de todos los apóstoles, Pedro, la preocupación de toda la Iglesia.” Y más adelante dice: “He aquí que recibió las llaves del reino de los cielos, se le concedió el poder de atar y desatar, y se le confirió el cuidado de toda la Iglesia y el principado.”

BEDA, en su homilía en la vigilia de San Andrés, sobre el pasaje “Mirándolo,” de Juan 1, dice:

“Vio,” dice, “la simplicidad de su corazón, vio la sublimidad de su alma, por cuyo mérito sería preferido a toda la Iglesia.” Y en la homilía en la fiesta de Pedro y Pablo dice: “Por eso,” dice, “el bienaventurado Pedro, quien confesó a Cristo con verdadera fe y lo siguió con verdadero amor, recibió especialmente las llaves del reino de los cielos y el principado del poder judicial, para que todos los creyentes del mundo comprendan que cualquiera que se separe de la unidad de su fe o de su sociedad, de cualquier manera, no puede ser liberado de los lazos del pecado ni puede entrar en la puerta del reino celestial.”

San BERNARDO, en la epístola 237 a Eugenio, dice:

“El lugar donde estás es tierra santa, es el lugar de Pedro, el lugar del príncipe de los apóstoles, donde estuvieron sus pies, es el lugar de aquel que el Señor constituyó señor de su casa y príncipe de toda su posesión.” Y en el segundo libro de De Consideratione, hablando de Pedro, dice: “Caminando sobre el mar, como el Señor, se designó a sí mismo único Vicario de Cristo, quien no debería presidir solo a un pueblo, sino a todos, ya que las muchas aguas son muchos pueblos.”

Con estos 24 testimonios de los Padres, como las voces de los 24 Ancianos del Apocalipsis, se muestra claramente el consenso de la antigua Iglesia, tanto griega como latina, a lo que nada puede responderse, excepto lo que Lutero y Calvino dicen sobre León, que estos padecieron como hombres y fueron engañados.

Pero si esto fuera así, ¿por qué nunca nadie los reprendió? Ciertamente, Epifanio, Teodoreto, Agustín y Damasceno compilaron un índice de herejías y herejes, y en él incluso incluyeron a Orígenes. Pero, ¿por qué, pregunto, no anotaron entre los errores de Orígenes el hecho de que dijo que a Pedro se le entregó la suma de todo lo relacionado con el pastoreo de las ovejas por parte de Cristo? ¿Por qué no incluyeron a Cipriano, Ambrosio, Crisóstomo, Optato, León y otros entre los herejes, si enseñaron tan claramente que Pedro tenía el primado, que era la cabeza de la Iglesia, y que se le confió todo el mundo?

Ciertamente, un error tan grande, que favorece tan abiertamente al Anticristo, como ellos dicen, debía haber sido atacado por todos los escritores.

Por lo tanto, dado que los antiguos con una sola voz claman que el primado eclesiástico fue conferido al apóstol Pedro por Cristo, ya que tantas prerrogativas insignes de Pedro lo testifican, y ya que en las sagradas y divinas Escrituras vemos que este mismo primado fue prometido tan generosamente como otorgado fielmente, seremos demasiado obstinados si cerramos los ojos ante una luz de la verdad tan clara.