CAP. XIX: Se explican cuatro prerrogativas adicionales del Evangelio de San Mateo.

La tercera prerrogativa está en Mateo 14, donde solo Pedro, junto con el Señor, camina sobre las aguas. Sobre esta prerrogativa, San Bernardo habla en el libro 2 de la Consideración: “Caminando como el Señor sobre las aguas, se designó a sí mismo como el único vicario de Cristo, quien no debía gobernar solo a un pueblo, sino a todos, ya que muchas aguas representan muchos pueblos”. Algo similar se narra en Juan 21, donde, mientras los otros discípulos venían en la barca hacia el Señor, que los esperaba en la orilla, Pedro se lanzó al mar y llegó nadando. Sobre esto, el Beato Bernardo dice en el mismo lugar: “¿Qué significa esto? Sin duda, es un signo del singular pontificado de Pedro, mediante el cual no tomó solo una nave, como los demás cada uno la suya, sino que tomó el mundo mismo para gobernarlo. El mar representa al mundo, las naves a las Iglesias”.

La cuarta prerrogativa es esa revelación particular hecha solo a Pedro en Mateo 16. Es un privilegio importante que Pedro, el primero de todos los Apóstoles, fue enseñado por Dios y comprendió los misterios más elevados de nuestra fe, como la distinción de personas en Dios y la encarnación. Pues, aunque antes Cristo había sido llamado Hijo de Dios en varias ocasiones, como en Mateo 14, cuando los discípulos dijeron: “Verdaderamente eres Hijo de Dios”, y en Juan 1, cuando Natanael dijo: “Tú eres el Hijo de Dios”, estos lo llamaban Hijo de Dios de la misma manera en que todos los santos son llamados hijos de Dios. Pero Pedro entendió que Cristo era el verdadero y natural Hijo de Dios. Esto es claro tanto por el texto griego, donde se expresa con artículos que enfatizan: σὺ εἶ ὁ χριστὸς ὁ υἱὸς τοῦ θεοῦ τοῦ ζῶντος (tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo), como por la magnífica aprobación de Cristo cuando dice: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos”, y también por los testimonios de los Padres antiguos.

Porque Hilario, en el Salmo 131, llama a Pedro el primer confesor del Hijo de Dios, y en el libro 6 sobre la Trinidad, dice que él habló lo que la voz humana aún no había proclamado. Y en el capítulo 16 de Mateo dice que Pedro fue hecho digno de conocer el misterio de Dios en Cristo antes que nadie. Atanasio, en el sermón 4 contra los arrianos, dice que Pedro fue el primero en conocer la divinidad de Cristo, y luego todos los demás discípulos. Afirman cosas similares Crisóstomo en el capítulo 16 de Mateo, Cirilo en el libro 12 sobre Juan, capítulo 64, Agustín en el sermón 124 de tiempo, y León en el sermón 2 del natalicio de Pedro y Pablo.

La quinta prerrogativa está en Mateo 16, donde se dice: “Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. Con estas palabras, no solo se promete la estabilidad perpetua de la Iglesia universal, sino también de la piedra sobre la que está fundada la Iglesia, como señala Orígenes en este pasaje. Por lo tanto, se le prometió a Pedro, como un privilegio especial, que su sede nunca caería. Si esta promesa la hubieran recibido los otros Apóstoles, todavía existirían las sedes de Santiago en Jerusalén, de Juan en Éfeso, de Mateo en Etiopía, y de Andrés en Escitia; pero todas ellas paulatinamente sucumbieron ante las puertas del infierno. De aquí que Agustín, en el Salmo contra la parte de Donato, diga: “Contad los sacerdotes, desde la misma sede de Pedro; esa es la piedra que no vencerán las orgullosas puertas del infierno”.

La sexta prerrogativa se encuentra en Mateo 17, donde el Señor ordena pagar el tributo por él y por Pedro: “Da, les dice, por mí y por ti”. A partir de estas palabras, los Apóstoles dedujeron que Pedro era preeminente sobre todos los demás, como escriben Orígenes, Crisóstomo y Jerónimo en el capítulo 16 de Mateo. Además, Crisóstomo afirma explícitamente en este lugar que Pedro fue puesto por encima de todos los demás y fue honrado con tal dignidad que no quiso que se mencionaran en su Evangelio aquellos hechos que lo glorificaban más. O los omitió o los mencionó brevemente. Y no puede haber otra razón para esto sino que Pedro lo deseaba así.

Finalmente, el autor de las Cuestiones del Antiguo y Nuevo Testamento, que se encuentran en el tomo 4 de las obras de Agustín, cuestión 75, dice que Cristo pagó dos dracmas, uno por él y otro por Pedro, porque, así como en Cristo, también en Pedro estaban contenidos todos los demás: “Porque él, dice, fue constituido cabeza de ellos, para que fuera el pastor del rebaño del Señor”.

Pero Jerónimo, en el capítulo 18 de Mateo, después de haber dicho que los Apóstoles dedujeron de la paga del tributo que Pedro sería el príncipe de todos, inmediatamente añade: “El Señor, entendiendo la causa de su error, sanó su deseo de gloria con una lección de humildad”. Así que los Apóstoles se equivocaron al pensar que Pedro sería la cabeza.

RESPONDO: Ciertamente los Apóstoles se equivocaron, pero no en sospechar que Pedro sería el príncipe, sino en imaginar que sería un príncipe temporal. Pues en ese momento creían que se les prometía un reino terrenal, aunque escuchaban muchas cosas sobre el reino de Cristo. Este error fue corregido muchas veces por el Señor, advirtiendo que los prefectos de la Iglesia no serían como los reyes de las naciones y que debían prepararse para persecuciones y la muerte en este mundo, no para el honor y la gloria.