1, 12-14

Mientras el rey reposa, el nardo exhala su fragancia. Bolsita de mirra es mi amado para mí, que reposa entre mis pechos. Racimo de alheña en las viñas de Engadí es mi amado para mí

El nardo de la novia fluye cuando el rey reposa, cuando tiene tiempo y no se dedica a sus quehaceres. Ella primero se alaba a sí misma, a su nardo. Luego lo alaba a él, cuán bello es al reposar en sus senos, como si su presencia alzara la belleza de él. Pero al final la belleza radica solo en él. Es una elevación triple: ella, él y ella, él. Pero todo con relación al amor. Cual amado él es así, cual amada ella es así. Es como un cuadro mágico y misterioso: ella es bella, juntos son bellos, finalmente él es bello; como si el acto, en el medio, le procurara a él una belleza independiente.

También aquí hay algo veterotestamentario. Cristianamente nosotros hubiéramos dicho: Tú eres bello; tú también eres bello cuando estás junto a mí, y yo misma me vuelvo bella gracias a ti. Cristianamente, la secuencia de los versos sería al revés. En el Cantar, el novio había prometido antes adornos, ahora la novia promete belleza. Cristianamente, nosotros vemos el amor totalmente a partir del Señor y hacia el Señor. Todo nuestro amor cristiano está incluido en el movimiento del Padre al Hijo y retorno al Padre; jamás se paraliza. Aquí, en el Cantar, el amor reposa primero en la belleza de la novia, después en la del novio, luego que él ha reposado en sus pechos.

Si se lee el texto desde el Nuevo Testamento, entonces lo primero es una promesa de la Iglesia de dar todo al Señor, de unirse con Él y, finalmente, de dejarle en sus manos la belleza. Todo está incluido en el amor del Señor. Y por el amor que viene de Él, todo se coloca en la luz justa. El cristiano no puede prometerle al Señor amor alguno, si el Señor no le da la posibilidad de regalárselo.