8, 6a
Ponme cual sello sobre tu corazón, como un sello en tu brazo
La esposa ha de poner al esposo como un sello sobre su corazón. Él posee una fuerza para sigilar, para reservar para sí. Exige de ella que entienda su relación como algo sellado. Exige de ella que considere esa disponibilidad hacia la fecundidad y el amor que duerme en ella como algo reservado en adelante solo a él. Su corazón ha de permanecer sellado frente a otros varones. Por otra parte, si ella está en la dulce espera a causa de él, de acuerdo con la naturaleza no hay ningún lugar en ella más que para ese embarazo, nunca podría concebir de otros varones.
El sello debe estar también en su brazo. Ella lo ha de llevar como una especie de cadena, como signo de su dependencia de él, en la que ahora se encuentra. Es extraño que esto se mencione solo ahora. Pero, puesto que la ha encontrado debajo del manzano y la ha iniciado en la ley del parir con dolor, ofreciéndose como sello, le da también su protección. Ella ya no estará sin su sello. Esto no es simplemente una restricción (no se permiten otros varones), es también un enriquecimiento: él está allí y le imprime su marca.
Si la novia es la Iglesia, entonces no puede pertenecer a nadie más que al Señor. Él exige que ella lo lleve como un sello, que se guíe por su marca en todo lo que hace o deja de hacer. Ella ya no puede acoger nada, no puede regalar ninguna fecundidad, sin estar cierta de que proviene de Él. Es del todo imposible que pueda obedecer a nadie más que a Él. El sello es el signo de su obediencia, pero también signo de Su amor, que continuamente está disponible para ella. Pero en ese signo también ha de reconocer Su voluntad inequívoca: como Su ser-en-ella. El sello es algo que proviene únicamente del Señor, pero para ambos, para Él y su Iglesia, debe ser una garantía.