8, 13

¡Oh tú, que moras en los jardines, mis compañeros están atentos a tu voz!: ¡deja que la oiga!

La novia vive en los jardines, allí donde el novio ama pasearse y buscarla. Sus amigos, que no saben de su relación, se han vuelto atentos. Tampoco saben que ella ya es madura, que ya le pertenece. Pero él quisiera escuchar su voz. Es como si quisiera establecer una relación nueva que venga desde ella hacia él, quisiera estar seguro de poseerla. Precisamente ahora, cuando él nota que sus amigos escuchan atentamente, para él es importante percibir la voz conocida, íntima de la novia.

Si la novia es la Iglesia, esa advertencia del Señor sirve para que sea constante y fiel. Del mismo modo que ella debe reconocerlo por su voz, también Él desea reconocerla por la suya. Su voz debe ser la que siempre emplea cuando habla con Él, inalterable a través de los tiempos, sea que un extraño esté o no escuchando. No debe tomar en consideración a ninguno de los que escuchan. Debe saber muy bien que de todas partes acecha el peligro, pero esto no debe alterar su relación natural con el Señor.