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Indícame, amor de mi alma, dónde apacientas el rebaño, dónde reposas al mediodía. ¿Por qué debo andar errante tras los rebaños de tus compañeros?

En el centro de su deseo, de su querer dominar, de su seguridad, surge sin embargo la pregunta sobre dónde está el terruño del novio, dónde puede consagrarse al descanso. Quizá, por momentos, puede presionar para entrar en el cuarto e imponer su voluntad, pues tiene experiencia de él. Pero a la vez está insegura; hay en él muchas cosas que ella desconoce. No conoce la hora ni el lugar de su descanso. No siempre sabe dónde puede encontrarlo. Y esto solo puede saberlo por medio de él.

La Iglesia, ¿tiene desde siempre una experiencia del Señor? Si Él la forma, ¿es por esto ya realmente una mujer con experiencia? Ella es novia y esposa, quiere amar, más aún, ya conoce el amor. Es posible que el nacimiento de la Iglesia esté tan fundado en el amor que su primer despertar sea ya una experiencia del amor (María). El creyente individual ha de crecer en el amor para tener una idea de él. Si bien un hombre es generado en el amor del padre y de la madre, no puede decir que tenga una experiencia de ese amor; él ha surgido de ese amor que no ha experimentado. La Iglesia, por el contrario, se ve surgir desde el amor.

Y, sin embargo, debe preguntar: ¿Dónde está tu rebaño, dónde lo dejas sestear al mediodía? En sentido propio, ella debe permanecer siempre en ese punto en el que conoce y a la vez suspira por la experiencia amorosa, la exige como derecho propio y, sin embargo, no puede procurársela por sí. En ese caso, el novio le revelaría continuamente nuevos misterios a su deseo de saber.

Mientras se justifica a sí misma, ha de ser reprochada. Ahora, cuando reconoce que no sabe, ella tiene el derecho al menos de ir tras las huellas de los misterios del Señor. Pero en espíritu de humildad y sumisión. Siempre ha de crecer en el conocimiento interior de su Señor. Y hacia afuera ha de ser segura. No ha de ir errante por rebaños extraños como una vagabunda, como una mujer disipada. Ha de perseverar bajo la guía del único Señor. Los compañeros deben saber a quién pertenece. Aquí casi se insinúa su infalibilidad. Precisamente a causa de los demás ella debe mostrar tal seguridad. Frente al Señor puede ser insegura e interrogativa, pero en su inseguridad ha de intentar comprender cada vez más. Pero esta inseguridad no debe anunciarse hacia fuera.