CAPÍTULO III: Sobre los espacios de tiempo más diminutos

La duodécima hora es parte del día: ya que XII horas completan el día, como lo atestigua el Señor, quien dijo: "¿No son doce las horas del día? Si alguien camina de día, no tropezará". Aunque alegóricamente se refirió a sí mismo como el día, y a los discípulos que serían iluminados por él como las horas, definió el número de horas según el orden habitual de la computación humana. Sin embargo, es importante notar que si todos los días del año se calculan con doce horas, es necesario que los días de verano incluyan horas más largas y los de invierno horas más cortas. Si deseamos igualar todas las horas, es decir, tenerlas equinocciales, es necesario asignar menos horas al día invernal y más al estival. Una hora contiene IV puntos, X minutos, XV partes, XL momentos, y en algunos cálculos lunares V puntos. Estas divisiones del tiempo no son naturales, sino que parecen ser convencionales. Los calculadores, cuando era necesario dividir el día en XII o la hora en IV, X, XV, XL, o en otras partes menores o mayores, buscaron términos para nombrar lo que querían y poder distinguir entre ellos, llamando hora a lo que es el término de un tiempo determinado, como solemos llamar orillas a los límites de las vestimentas, ríos y mares. Los puntos se llaman así por el pequeño paso del punto que se hace en el reloj, los minutos por el intervalo menor. Las partes se llaman así por la partición del círculo del Zodiaco, que dividen en treinta días por cada mes. Los momentos se llaman así por el rápido movimiento de los astros, cuando se percibe que algo cede y sucede en espacios brevísimos. El tiempo más pequeño de todos, que no puede dividirse de ninguna manera, se llama átomo en griego (atomos), es decir, indivisible o inseparable, y es visible más para los gramáticos que para los calculadores. Estos, al dividir un verso en palabras, las palabras en pies, los pies en sílabas, y las sílabas en tiempos, asignan dos tiempos a las largas y uno a las breves, y no tienen más en qué dividir, por lo que decidieron llamar a esto átomo. Sin embargo, los matemáticos, al explorar los nacimientos de las personas, intentan llegar hasta el átomo, dividiendo el círculo del Zodiaco en XII signos, cada signo en XXX partes, cada parte en XII puntos, cada punto en XL momentos, y cada momento en LX ostenta, para, considerando cuidadosamente la posición de las estrellas, determinar el destino de quien nace casi sin error. Dado que esta observación es vana y ajena a nuestra fe, dejémosla de lado y veamos más bien cómo el Apóstol utiliza este término temporal para indicar la rapidez de la resurrección, diciendo: "Todos resucitaremos, pero no todos seremos transformados, en un átomo (atomos), en un abrir y cerrar de ojos, al sonido de la última trompeta". Tampoco debe pasarse por alto que, aunque los calculadores necesariamente distinguen, muchos escritores llaman indistintamente a ese brevísimo espacio de tiempo, en el que el párpado de nuestro ojo puede moverse, que transcurre en el golpe de un pinchazo, que no puede ser cortado ni dividido, a veces momento, a veces punto, a veces átomo.