- Tabla de Contenidos
- PREFACIO
- CAPÍTULO PRIMERO: De Computo o el lenguaje de los dedos
- CAPÍTULO II: De la triple consideración del tiempo
- CAPÍTULO III: Sobre los espacios de tiempo más diminutos
- CAPÍTULO IV: Sobre el cálculo de las onzas
- CAPÍTULO V: Sobre el día
- CAPÍTULO VI: Dónde se encuentra el primer día del siglo
- CAPÍTULO VII: Sobre la noche
- CAPÍTULO VIII: De la semana
- CAPÍTULO IX: De las setenta semanas proféticas
- CAPÍTULO X: De la semana de las edades del mundo
- CAPÍTULO XI: De los meses
- CAPÍTULO XII: De los meses de los Romanos
- CAPÍTULO XIII: De las Calendas, Nonas y Idus
- CAPÍTULO XIV: De los meses de los Griegos
- CAPÍTULO XV: De los meses de los anglos
- CAPÍTULO XVI: Sobre los signos de los doce meses
- CAPÍTULO XVII: Sobre el curso de la luna a través de los signos
- CAPÍTULO XVIII: Sobre el curso de la luna si alguien ignora los signos
- CAPÍTULO XIX: Sobre lo mismo, si algunos no han aprendido a calcular
- CAPÍTULO XX: Cómo determinar la fase de la luna en cada Calenda
- CAPÍTULO XXI: Cuál es el día de la semana en las Calendas
- CAPÍTULO XXII: Argumento de cualquier luna o feria
- CAPÍTULO XXIII: Sobre cómo calcular la edad de la luna si alguien no puede hacerlo
- CAPÍTULO XXIV: Cuántas horas brilla la luna
- CAPÍTULO XXV: Cuando o por qué la luna se ve inclinada, acostada o erguida
- CAPÍTULO XXVI: De qué manera la luna, aunque esté en una posición inferior, a veces parece superior al sol
- CAPÍTULO XXVII: Sobre la magnitud o el defecto del sol y la luna
- CAPÍTULO XVIII: Sobre la efectiva potencia de la luna
- CAPÍTULO XXIX: De la concordia del mar y la luna
- CAPÍTULO XXX: Sobre los equinoccios y solsticios
- CAPÍTULO XXXI: Sobre la desigual longitud de los días y el estado variable de las sombras
- CAPÍTULO XXXII: Causa de la desigualdad de los mismos días
- CAPÍTULO XXXIII: En qué lugares son iguales las sombras o los días
- CAPÍTULO XXXIV: Sobre los cinco círculos del mundo y el movimiento subterráneo de los astros
- CAPÍTULO XXXV: De los cuatro tiempos, elementos, humores
- CAPÍTULO XXXVI: De los años naturales
- CAPÍTULO XXXVII: Sobre los años desiguales de los antiguos
- CAPÍTULO XXXVIII: Sobre la razón del bisiesto
- CAPÍTULO XXXIX: Sobre la medida del crecimiento y el bisiesto
- CAPÍTULO XL: Por qué se intercala el sexto día antes de las Calendas de marzo
- CAPÍTULO XLI: Que también la luna tiene un cuadrante
- CAPÍTULO XLII: Sobre el salto de la luna
- CAPÍTULO XLIII: Por qué la luna a veces aparece más grande de lo que se calcula
- CAPÍTULO XLIV: Sobre el círculo decennovenal
- CAPÍTULO XLV: Sobre los embolismos y los años comunes
- CAPÍTULO XLVI: Sobre la ogdóada y la hendecáda
- CAPÍTULO XLVII: De los años de la Encarnación del Señor
- CAPÍTULO XLVIII: Sobre las indictiones
- CAPÍTULO XLIX: Argumento para encontrar cuál es la indicción
- CAPÍTULO L: Sobre las epactas lunares
- CAPÍTULO LI: Cómo algunos se equivocan en el inicio del primer mes
- CAPÍTULO LII: Argumento sobre cuántas son las epactas lunares
- CAPÍTULO LIII: Sobre las epactas del sol
- CAPÍTULO LIV: Argumento sobre cuántas son las epactas del sol y cuándo es el año bisiesto
- CAPÍTULO LV: Sobre el retorno y el cálculo detallado de ambas epactas
- CAPÍTULO LVI: Sobre el ciclo lunar
- CAPÍTULO LVII: Argumento sobre esto: ¿en qué fase se encuentra la luna en las calendas de enero?
- CAPÍTULO LVIII: Argumento de cuál es el año del ciclo lunar, o decennovenalis (decimonoveno)
- CAPÍTULO LIX: Sobre la decimocuarta Luna de la Pascua
- CAPÍTULO LX: Argumento para encontrarla
- CAPÍTULO LXI: Del Dia Domingo de Pascua
- CAPÍTULO LXII: Sobre la luna de ese día
- CAPÍTULO LXIII: Diferencia entre Pascua y Ázimos
- CAPÍTULO LXIV: Interpretación típica de la Pascua
- CAPÍTULO LXV: Sobre el gran círculo de la Pascua
- CAPÍTULO LXVI: Crónica o de las seis edades de este siglo
- La Primera Edad
- La Segunda Edad
- La Tercera Edad
- La Cuarta Edad
- La Quinta Edad
- La Sexta Edad
CAPÍTULO XXVII: Sobre la magnitud o el defecto del sol y la luna
Sobre la magnitud o el defecto del sol o de la luna, Plinio el Viejo en su obra magnífica Historia Natural describe así: «Es evidente que el sol se oculta por la intervención de la luna, y la luna por el objeto de la tierra, y se devuelven los turnos, siendo los mismos rayos del sol retirados de la tierra por la interposición de la luna, y de la luna por la tierra. Cuando esta última se interpone, se producen repentinamente tinieblas, y nuevamente la sombra de aquella debilita el astro: pues no es otra cosa la noche que la sombra de la tierra. Ambos defectos son fijos y no mensuales, debido a la oblicuidad del zodíaco y a los múltiples giros de la luna, como se ha dicho, no siempre coincidiendo en los detalles del movimiento de los astros. Esta razón eleva las mentes mortales al cielo, y como si desde allí contemplaran, revela la magnitud de las tres partes más grandes de la naturaleza; pues no podría el sol ser totalmente ocultado a la tierra por la interposición de la luna, si la tierra fuera mayor que la luna. Se revela con mayor certeza la vastedad del sol, de modo que no es necesario investigar su amplitud con los argumentos de los ojos y la conjetura del espíritu, siendo inmenso, quien proyecta las sombras de los árboles extendidos en los límites a millares de pasos con intervalos iguales, como si estuviera en el medio de todo el espacio.» Y poco después: «Es cierto, dice, que el defecto del sol no ocurre sino en la luna nueva o en la primera, lo que llaman coitus (coito), y el de la luna no ocurre sino cuando está llena y siempre lo más cerca posible; sin embargo, todos los años ocurren defectos de ambos astros, en días y horas fijos bajo la tierra; y sin embargo, cuando ocurren arriba, no siempre se pueden ver, a veces debido a la niebla, más a menudo por el globo de la tierra que obstruye las convexidades del mundo, descubierto por la sagacidad de Hiparco dentro de doscientos años.»
Pero para no parecer que completamos el capítulo solo con las palabras de un hombre gentil, también busquemos lo que los doctores de la Iglesia han sentido sobre esto. El Beato Jerónimo, interpretando la sentencia del Evangelio, donde se dice que en la pasión del Señor se hicieron tinieblas sobre la tierra: «Quienes escribieron, dice, contra los Evangelios, sospechan de un eclipse del sol, que suele ocurrir en tiempos de primavera y verano, interpretado por los discípulos de Cristo por ignorancia sobre la resurrección del Señor, cuando el defecto del sol nunca ocurre sino al amanecer de la luna; sin embargo, nadie duda de que en el tiempo de la Pascua la luna estaba completamente llena.»