CAPÍTULO XII: De los meses de los Romanos

¿Por qué los romanos tienen meses de tan diversa longitud? Esta causa, como leemos en la discusión de Hori y Praetextatus, surgió de la siguiente manera. Romulo, con un ingenio agudo pero rústico, al organizar el estado de su propio imperio, tomaba el inicio del mes desde el día en que se veía la luna nueva. Sin embargo, como no siempre ocurre que la luna nueva aparece el mismo día, sino que a veces se ve más tarde o más temprano por ciertas causas, sucedía que cuando aparecía más tarde, se añadían más días al mes anterior, o cuando aparecía más temprano, se daban menos días. Así, el primer caso llevó a que algunos meses tuvieran treinta días y otros treinta y uno. Dedicó el primer mes a Marte, ya que quería ser considerado su hijo, porque se dice que Juno dio a luz a Marte en Frigia en este mes, lo que prueba que este mes fue el primero del año, como se demuestra principalmente por el hecho de que el séptimo, octavo, noveno y décimo mes aún conservan nombres derivados de números.

Nombró el segundo mes Abril, como "aperilem", porque en ese mes, al retirarse las nubes, las heladas y las tempestades invernales, el cielo, la tierra y el mar se abren para los navegantes, agricultores y astrólogos, y los árboles y hierbas comienzan a brotar, y los animales a reproducirse. Colocó a Mayo como el tercer mes y a Junio como el cuarto, en honor a los mayores y los jóvenes, en quienes dividió al pueblo, para que una parte defendiera la república con armas y la otra con consejo. Algunos sostienen que Maia, madre de Mercurio, dio nombre a Mayo, probando esto principalmente porque en este mes todos los comerciantes sacrificaban a Maia y Mercurio. El mes de Junio se nombra ya sea por la parte del pueblo, como dijimos, o, como pensaba Cincius, fue llamado Junonio entre los latinos antes: y este nombre del mes permaneció mucho tiempo entre los mayores, pero después, al desgastarse algunas letras, de Junonio se llamó Junio; pues también el templo de Juno Moneta fue dedicado en las Calendas de Junio. El mes de Julio, que había tomado el nombre de Quintilis por el número, incluso después de que se añadieron dos meses antes de Marzo, conservó su nombre, pero más tarde, en honor a Julio César, el dictador, por una ley propuesta por Marco Antonio, hijo de Marco, cónsul, fue llamado Julio, porque Julio nació el día 12 de Quintilis. El mes de Agosto se llamaba antes Sextilis, hasta que se le dio honor a Augusto por decreto del senado, porque él venció a Antonio y Cleopatra el primer día de este mes y consolidó el imperio del pueblo romano. Los meses de Septiembre, Octubre, Noviembre y Diciembre conservan su nombre original, indicando con su nombre cuántos son desde el mes de primavera, es decir, Marzo, o porque en ellos se esperan lluvias. Esta fue la disposición anual de Romulo, quien estableció que el año debía tener diez meses y 304 días. Distribuyó los meses de tal manera que cuatro de ellos, Marzo, Mayo, Quintilis, Octubre, tuvieran cada uno treinta días, y los seis restantes tuvieran treinta días, que hoy tienen nonas en el quinto día, y los demás en el séptimo. Para aquellos con nonas en el séptimo día, las Calendas regresaban al decimoséptimo día desde los Idus; pero para aquellos con nonas en el quinto día, el inicio de las Calendas regresaba al decimoctavo día. Sin embargo, como este número no coincidía ni con el curso del sol ni con las fases de la luna, a veces sucedía que el frío del año ocurría en los meses de verano y, por el contrario, el calor en los meses de invierno. Cuando esto ocurría, permitían que se consumieran tantos días sin nombre de mes como fuera necesario para llegar al tiempo del año en que el clima se ajustara al mes siguiente. Pero Numa, siguiendo esto, añadió cincuenta días, extendiendo el año a 354 días, que creía que completaban el curso de doce lunas, y de esos cincuenta días añadidos por él, añadió otros seis, restados de los seis meses que tenían treinta días, es decir, uno de cada uno, y dividió los cincuenta y seis días en dos nuevos meses de manera equitativa, llamando al primero Enero, y quiso que fuera el primero del año, como el mes del dios de dos caras, mirando hacia el final del año pasado y el comienzo del futuro. Algunos dicen que Enero fue llamado así porque es el límite y la puerta del año. Dedicó el segundo a Februo, es decir, Plutón, quien se creía poderoso en las purificaciones, y era necesario purificar la ciudad en ese mes, cuando estableció que se pagaran los derechos a los dioses manes. Pero esta costumbre de purificación fue bien cambiada por la religión cristiana, cuando en el mismo mes, el día de Santa María, todo el pueblo, con sacerdotes y ministros, procede con himnos de voz modulada a través de las iglesias y lugares apropiados de la ciudad, llevando en sus manos las velas encendidas dadas por el pontífice, y con la buena costumbre creciente, aprendieron a hacer lo mismo en las demás festividades de la misma bendita madre y perpetua virgen, no en purificación del imperio terrenal quinquenal, sino en memoria eterna del reino celestial, cuando, según la parábola de las vírgenes prudentes, todos los elegidos, con las lámparas de buenas obras brillando, saldrán al encuentro de su esposo y rey, y pronto entrarán con él a las bodas de la ciudad celestial. Poco después, Numa añadió un día en honor al número impar, que dio a Enero, para que tanto en el año como en los meses individuales, excepto uno, Febrero, se mantuviera el número impar, como si la disminución y el número par fueran apropiados para los infiernos. Así, los romanos, siguiendo esta distribución de Pompilio al curso de la luna, como los griegos, calcularon su propio año, y necesariamente también instituyeron un mes intercalar al estilo de los griegos. Pues los griegos, al darse cuenta de que habían ordenado el año temerariamente con 354 días, ya que se veía que del curso del sol, que completa el zodiaco en 365 días y un cuarto, faltaban once días y un cuarto en su año, idearon intercalaciones con una razón establecida, de modo que cada ocho años intercalaban noventa días, de los cuales contaban tres meses de treinta días. Este orden también les pareció bien imitar a los romanos, pero en vano, ya que olvidaron un día añadido por ellos mismos al número griego en honor al número impar; por esta razón, el número y el orden no podían coincidir en el octavo año, pero el error que surgió de esto, y cómo se le dio solución, quien quiera saberlo lo encontrará en la mencionada discusión de Hori y Praetextatus, de donde también hemos extraído esto.

Finalmente, Cayo Julio César, imitando a los egipcios, estableció el año según el número del sol, como se observa hoy, añadiendo diez días a la observación antigua, para que el año tuviera 365 días, con los cuales el sol recorre el zodiaco. Y para que no faltara el cuarto de día, estableció que cada cuatro años los sacerdotes, que se encargaban de los meses y días, intercalaran un día, en el mismo mes y lugar donde también los antiguos intercalaban el mes, es decir, antes de los cinco últimos días del mes de Febrero, y decidió que se llamara bisiesto. Toda intercalación fue asignada al mes de Febrero, ya que era el último del año, lo que también hacían por imitación de los griegos, pues ellos intercalaban los días sobrantes en el último mes de su año. Sin embargo, diferían de los griegos en un aspecto, pues ellos intercalaban después de completar el último mes, mientras que los romanos intercalaban no al completar Febrero, sino después del vigésimo tercer día de este, ya realizadas las Terminalias; luego añadían los días restantes del mes de Febrero, que eran cinco, después de la intercalación, creo que por la antigua costumbre de su religión, para que de todos modos Marzo siguiera a Febrero.