CAPÍTULO X: De la semana de las edades del mundo

La octava especie de la semana uniforme, y la única que existe sin el ciclo de la revolución, se configura en todo a la imagen de la primera semana, a través de las edades que fluyen de este siglo. En el primer día se hizo la luz, y en la primera edad, el hombre es colocado en la amenidad del paraíso. Al dividir la luz de las tinieblas, se hizo la tarde, y, al separar a los hijos de Dios de la semilla maligna, no mucho después de que nacieran los gigantes, toda la tierra se corrompió, hasta que el Creador, arrepentido de haber hecho al hombre, decidió destruir el mundo con un diluvio. En el segundo día, el firmamento se equilibra en medio de las aguas; en la segunda edad, el arca se lleva en medio de las aguas, sostenida por la fuente del abismo por un lado, y empapada por las cataratas del cielo por el otro, que tuvo su tarde, cuando los hijos de Adán, moviendo sus pies desde el Oriente, que se habían reunido para construir la torre de la soberbia, fueron castigados con la división de las lenguas y se dispersaron. En el tercer día, al reunirse las aguas en un solo lugar, apareció la tierra seca, adornada con bosques y hierbas; y en la tercera edad, con las naciones firmadas en el culto a los demonios, Abraham, el patriarca, dejando su parentela y patria, se fecunda con la semilla de los santos. Llegó también la tarde cuando la nación hebrea, presionada por males, pidió un rey contra la voluntad de Dios, quien, una vez ordenado, primero mató a los sacerdotes y profetas del Señor, y luego él mismo pereció con toda la gente a espada de los filisteos. En el cuarto día, el cielo se adorna con luminarias; en la cuarta edad, esa nación, ilustre por su fe celestial, gloriosa por el reino de David y Salomón, se ennoblece en todo el mundo por la altura del templo santísimo. Pero también tuvo su tarde, cuando, al aumentar los pecados, ese reino fue disuelto por los caldeos, el templo destruido, y toda la nación fue trasladada a Babilonia. En el quinto día, los peces y las aves fueron sacados de las aguas; estos permanecen en sus aguas patrias, aquellas vuelan por el aire y la tierra; en la quinta edad, el pueblo de Israel multiplicado en Caldea, parte con las alas de los deseos celestiales [Col. 0340A] se dirigen a Jerusalén, parte, desprovista del vuelo de las virtudes, reside entre las corrientes de Babilonia. También llegó la tarde, cuando, ya inminente la venida del Salvador, la nación judía, debido a la magnitud de sus crímenes, se convirtió en tributaria de los romanos, y además fue oprimida por reyes extranjeros. En el sexto día, la tierra se llena de sus criaturas, y el primer hombre es creado a imagen de Dios, y pronto, del costado del hombre dormido, se forma una mujer; en la sexta edad, con los profetas proclamando, apareció el Hijo de Dios en la carne, quien recrearía al hombre a imagen de Dios, quien, durmiendo en la cruz, emanó sangre y agua de su costado, de donde consagraría para sí la Iglesia. La tarde de esta edad, más oscura que las demás, vendrá en la persecución del Anticristo. En el séptimo día, habiendo completado sus obras, Dios descansó, y significando esto, ordenó que se llamara Sábado, que no se lee que haya tenido tarde. En la séptima edad, las almas de los justos, después de los mejores trabajos de esta vida, descansan perpetuamente en otra vida, que nunca será manchada por la tristeza, sino que será acumulada con una mayor gloria de la resurrección. Esta edad comenzó para los hombres cuando el primer mártir Abel, en cuerpo ciertamente en el sepulcro, pero en espíritu entró en el Sábado de descanso perpetuo. Sin embargo, se perfeccionará cuando, habiendo recibido los cuerpos santos en su tierra, poseerán el doble, y la alegría eterna será para ellos, y esta es la octava, por la cual el Salmo VI está inscrito, creo que en las seis edades de este siglo se debe suplicar por la séptima o la octava edad de ese siglo. En la cual, porque los justos recibirán gozo, pero los réprobos recibirán castigo, este Salmo comienza, corre, y termina con gran temor: Señor, no me reprendas en tu ira, etc.